30 abril, 2004

Los huevos de Bush o el artículo cero


Ya ni sus cuates le creen a Bush y por ello lo mandaron a comparecer ante la comisión del congreso que está investigando cómo es que, después de un año de su "victoria" en Irak, la situación es un caos y han muerto más soldados que durante las operaciones militares en sí. La prensa nacional, recogiendo su información directamente de la gringa, asegura que Bush testificó ante el congreso. Quizá haya a quien le extrañe el uso de este cultismo de origen latino, cuando nosotros diríamos más directamente "atestiguar", "declarar" o "rendir testimonio". Pero la verdad es que pocas veces los desatinos lingüísticos de nuestros plumíferos han sido tan acertados como en esta ocasión.


Sabemos que testificar viene del latín testis, que significa "testigo". Pero ahora vemos que esta palabra comparte la raíz con testículo pues, como nos explica Corominas, los testículos son los "testigos de la virilidad". Hay quien asegura que esto surge del hecho de que los romanos, para darle peso a sus palabras, se agarraban los testículos, poniéndolos en prenda, en un acto similar al actual de jurar por la cruz y besar los dedos pulgar e índice cruzados. Pero creo que esto corresponde a la mitología. También podría pensarse que el origen es que se necesita valor para presentarse como testigo; valor que la imaginería popular hace residir en los testículos, por aquello de las represalias que pudiera tomar el acusado contra quien declarara algo en contra suya.


Pero la comparecencia de Bush sí fue un acto de testificación; es decir, un acto en el que explicó porqué había invadido a Irak y cómo estuvo la planeación de su estrategia. En pocas palabras, Bush invadió a Irak por sus huevos, es decir, por sus puras ganas, sus simples intereses petroleros y afán de ganarse un dólar rápido con el supernegocio de la "reconstrucción". (Ya su secretario de guerra, Donald Rumsfeld, había advertido que sólo los países que le entraron a la coalición ocupante podrían participar en dicho negocio, como para que la próxima vez, Francia y Alemania se la piensen antes de decir que no a una de estas guerritas tercermilenaristas.)


Este asunto no deja de recordarme un episodio de la picaresca nacional. Allá por los años setenta, cuando el heroico estado de Guerrero tuvo la desgracia de caer en las garras del gobernador Figueroa, éste mandó matar a unos "gavilleros", nombre oficial en aquellos años de los guerrilleros. Cuando la prensa le preguntó en qué ley se había basado para ordenar la ejecución sumarísima, Figueroa puso en prenda a sus "testigos de la virilidad" y respondió que en "el artículo cero". No se le puede negar ingenio a este personaje, característico de nuestro régimen priísta en vías de resurrección (¡gracias, Ahumada!). La forma ovalada del cero, en efecto, es reminiscente del huevo y del testículo, por lo que "el artículo cero" viene a ser la expresión jurídica de la mexicanísima explicación de muchos actos: "Por mis huevos."


28 abril, 2004

Fuera del aire


Durante varios días estuve fuera del aire. Bueno, no tanto. Pero me sentía como si tuviera un Jumbo estacionado en el hangar, y me viera obligado a usar la bicicleta para desplazarme, por no poder usarlo.


Está bien, seré más claro: contraté una conexión a Internet de banda ancha (no digo cuál, para que no piensen que estoy a sueldo de Prodigy Infinitum). La contratación fue por teléfono y al día siguiente llegó el mensajero con el módem y el paquete de instalación. Bueno, llegó, pero no me lo dejó; sólo me dejó con el portero un cartoncito con los datos correspondientes. Decía que había venido a las 2:30 pm y que no había nadie. ¿Creen ustedes que no iba a estar a esa hora, después de ver Seinfeld? Ni de chiste. Llamé a la compañía de mensajería (ahora sí digo que fue DHL para darle su ventaneada a los entregadores) y les dije que prefería ir en persona que arriesgarme a que el repartidor me saliera otra vez con su domingo siete.


La persona que fue a recogerlo, en realidad, fue mi hijo. Pero él andaba ocupado con la organización de un torneo de disco volador, se le hizo tarde, y ya no pudo regresar a la casa con lo que no sé porqué insisten en llamar kit de instalación. Tuve que esperar a la noche, a que saliera él del trabajo, para recibir por fin la dichosa caja.


Digo que no sé porqué le llaman kit de instalación, pues el contenido de la caja no le permite al ciudadano común y corriente llevar a cabo la instalación completa. En un momento dado, cuando el programa pide la contraseña, tuve que llamar al servicio de Prodigy para averiguar cómo estaba la cosa, pues no me admitía la contraseña que supuestamente habíamos elegido.


Asimismo, tampoco se le advierte al distraido contratante que el sistema sólo funciona en la línea que se contrata; es decir, si como es mi caso, uno tiene dos líneas telefónicas, la conexión de banda ancha sólo funciona en una. Obvio mencionar que la clavija del teléfono que está junto a mi computadora no correspondía a la línea contratada, así que me tuve que ir al comedor, para acercarme al enchufe correcto.


Después vino, como ya dije, el problema de la contraseña. Se resolvió felzmente con una llamada y, unas dos horas después de haber recibido el dichoso kit, ya estaba yo navegando a una velocidad de vértigo. Pero sólo un ratito. Poco después la cosa ésta se desconectó y no hubo poder humano que:



  • Pudiera restablecer la conexión

  • Pudiera llamar a Prodigy para por lo menos mentarles la madre


Esa noche me fui a dormir lleno de zozobra. Al día siguiente, lo primero que hice (bueno, lo segundo, lo primero fue prepararme un café) fue prender la computadora y tratar de conectarme. ¡Eureka! Funcionó a la primera y pude leer mis dos periódicos acostumbrados como si tuviera enfrente las páginas de papel. ¡Una delicia!


Pero en la noche las cosas no marcharon tan bien. Es decir, ni siquiera marcharon. Otra vez tampoco me pude conectar y de nuevo me fui a la cama pensando en el error que había cometido al contratar este servicio.


Al día siguiente, lo mismo: navegaba de maravilla un rato, y poco después, los escollos: la nave empezaba a hacer agua y se hundía sin remedio.


El lunes, de plano me conecté con mi proveedor anterior para poder bajar el trabajo del día, pues mi conexión "a exceso de velocidad" se negaba a establecerse, por más que le rogara y suplicara. Esta vez llamé al servicio técnico y ahí me dieron la clave: se necesitan algunos días (cinco, según dijeron) para que se "habilite" la línea y que pueda conectarme. ¿Qué es "habilitar" la línea? No me lo explicaron, pero supongo que es algo así como echarles los polvos mágicos de Campanita para que pueda volar.


Ahora la cosa ya está arreglada. Realmente es maravilloso poder navegar con esta comodidad, sin estar esperando a que bajen páginas, textos, imágenes y animaciones. Una conexión rápida y permanente como ésta nos cambia la mentalidad. Es aún muy pronto para detallar estos cambios, pero estoy seguro que habrá oportunidad de comentarlos más adelante.


20 abril, 2004

Dinero gratis y al instante


Este mes he ganado unos 2.8 millones de euros, gracias a loterías para las que ni siquiera tuve que comprar boleto. ¿No es maravillosa Internet? Resulta que mi dirección electrónica salió agraciada con tres premios en sendos sorteos: uno por 650 mil euros, otro de 150 mil y uno más por nada menos que dos millones de esa divisa europea que, a la fecha, nadie entiende cómo funciona.


Además, he recibido varias cartas, como unas tres o cuatro, ofreciéndome participar en un jugoso negocio. Simplemente tengo que dar mi nombre y mis datos, para que se me deposite una millonaria cantidad en dólares (el monto exacto varía de un ofrecimiento a otro), tomada de la fortuna de algún africano o ciudadano de Brunei (¿bruneyeno, brunense?) que murió sin dejar ni herederos ni familiares que la reclamen.


Ya estoy haciendo planes con mi próxima fortuna de varios millones de dólares. Pienso sobre todo en viajar, quizá a Europa, África o a Brunei, para agradecer a esas tierras que producen hijos tan generosos. También quiero poner un sitio web propio; incluso ya pensé en el nombre de dominio: www.nonaciayer.com, a ver si así dejan de tratar de verme la cara estos malandrines que, para cobrar el premio de la lotería, me piden una "cuota de recuperación" de 900 euros. Y para hacer el depósito de la fortuna de los difuntos, de seguro me pedirán dinero para pagar sobornos a los altos funcionarios.


Paradójicamente, las tres o cuatro veces que he tratado de conectar una chambita honrada por Internet, me he topado con las negativas o el franco silencio. Hace unas semanas, para no ir tan lejos, le propuse a un sitio en inglés la traducción al español. Me respondieron de inmediato y ya estaban hablando del formato en que habría de enviarles los documentos. Todo fue que yo mencionara mis tarifas para que los ingratos me echaran en el olvido. Al parecer creyeron que yo quería trabajar de gorra.


Por lo visto es más fácil sacarse la lotería que conseguir trabajo. Ni modo... por cierto, ¿alguien conoce un buen método para los pronósticos?


18 abril, 2004

El dilema del falso


En el medio rural, los caminos públicos pasan por las propiedades privadas, pues así son las exigencias de lo orografía. A su vez, los terrenos están delimitados por cercas, que suelen ser algunas varas plantadas en la tierra y unidas con alambre de púas. En los sitios donde el camino llega a uno de estos linderos es costumbre que haya una verja para permitir el paso. A esta verja, vaya usted a saber porqué, se le llama falso.


Me explican que estos falsos están en el centro de toda una reglamentación de etiqueta, la cual debe observarse rigurosamente. No obstante, su enunciado es muy sencillo: Hay que dejar el falso tal como lo encontramos. Esto es, si al pasar por allí lo encontramos abierto, abierto lo dejamos; si está cerrado, lo volvemos a cerrar.


Esta aparente sencillez oculta enormes complejidades, como trataré de exponer a continuación.


Supongamos que una mañana, el dueño del terreno sale por el falso y lo deja cerrado, pues no quiere que se le metan las vacas del vecino. Poco después, pasa por allí mismo un citadino que va de día de campo ("para cambiar de aires"). Encuentra cerrado el falso, detiene el coche, se baja, lo abre, cruza y lo deja abierto, porque "al fin que al rato vamos a volver a pasar". Podemos ver que el señor es de esos ciudadanos que se estacionan en doble fila, bloqueándonos nuestro coche, porque "nomás me voy a tardar tantito". El señor puede tardarse media hora en comprar cigarros, pues le anda echando los canes a la encargada del changarro, mientras nosotros estamos atorados sin poder salir a nuestro importantísimo compromiso.


En fin, más tarde llega otra persona, un residente que sí está al tanto de la etiqueta del falso, y lo encuentra abierto. ¿Qué hace? ¿Lo deja así o lo cierra? Se encuentra ante una disyuntiva, un dilema. Puede optar por seguir al pie de la letra la doctrina del falso y dejarlo abierto, es decir, tal como lo encontró. Pero también puede conjeturar el antecedente del citadino desconsiderado y, así, se sabría en la obligación de dejarlo cerrado, como era la intención original.


La situación, al parecer inocente, se va complicando. En la doctrina del falso encontramos dos corrientes principales. La literalista descarta de tajo toda especulación y se atiene a la letra: hay que dejar el falso tal como se haya encontrado. No importa si la persona anterior obedeció o no la etiqueta. Pero la corriente interpretacionista trata de ir más allá de la aplicación literal y de adivinar (es decir, interpretar) las intenciones originales.


Estas dos corrientes se han enfrentado a lo largo de la historia humana. En ellas percibimos el embrión del cisma de Occidente, en el que el cristianismo se dividió en catolicismo y en las diversas iglesias ortodoxas. Las iglesias ortodoxas de Oriente son aquellas que se apegan a la letra de de las escrituras, sin dejar margen a la interpretación. El catolicismo bebe de las mismas escrituras, pero también de los escritos de las padres de la iglesia, así como de las diversas bulas y epístolas de los papas, es decir, abre la posibilidad de interpretar la doctrina y, como ocurrió en el segundo concilio del Vaticano (1962-1965), actualizarla y adaptarla a los tiempos modernos.


También está en la raíz de la división que opone a sunnitas y chiítas, siendo los primeros quienes se apegan al sentido literal del Corán, y los segundos quienes se atreven a interpretarlo. Lo mismo vale en las religiones budistas, en las que los teravadinos siguen al pie de la letra el canon budista, mientras que las ramas del mahayana y del vajrayana admiten otros textos e introducen interpretaciones y actualizaciones.


Estos divisiones, claro, se dan acompañadas de enfrentamientos y descalificaciones. Los literalistas se sienten con la autoridad de acusar de blasfemia y herejía a sus contrarios. Éstos, a su vez, los llaman retrógrados en el mejor de los casos.


Desde un punto de vista crítico, el literalismo peca de estrecho y de caer en la molicie intelectual: ya el maestro o el profeta dijo todo, pensó todo, y nosotros no tenemos más que seguir puntualmente el camino señalado. El interpretacionismo, a su vez, cae en el exceso de interpretar y adaptar las cosas espirituales conforme a intereses terrenales.


El fundamentalismo, pues, no es más que la llevada al extremo de cualquiera de estas dos corrientes. Es la descalificación per se del adversario y la suprema arrogancia de sentirse poseedor de la verdad universal y absoluta, que todos deben admitir aun a costa de la vida. No es, como se nos quiere hacer en los medios de información al servicio de las potencias, una manifestación monopolizada por los musulmanes. Los fundamentalistas están en todas partes, incluso escondidos detrás de un matorral cerca de un falso, con la misión autoasignada de vigilar el estricto cumplimiento de la doctrina.


14 abril, 2004

Angustias (infundadas) de un traductor


Desde mediados del siglo pasado se hicieron los primeros intentos de traducción automática mediante computadoras. Estos empeños adelantaron sobre todo en Estados Unidos, que quería contar con una forma de traducción rápida para vigilar las trasmisiones radiales de su archienemigo, la Unión Soviética. Hubo grandes expectativas en estos trabajos, que se esperaba culminarían en un sistema viable y accesible para saltar las barreras lingüísticas. Después, en las series de televisión de los años sesenta, veríamos a los traductores universales, dispositivos de avanzada tecnología que le permitían a la tripulación de las naves espaciales comunicarse con cuanta criatura se cruzara en su camino.


La realidad resultó menos optimista. Hará unos diez años, cuando las computadoras personales ya estaban bien establecidas en el mundo editorial, entre los colegas se hablaba --con una mezcla de alarma y de fascinación-- de los programas de traducción que, se temía, acabarían por volver innecesario nuestro trabajo. En ese tiempo llegué a ver el funcionamiento de algunos de ellos, pero sus resultados, lejos de preocuparme, me tranquilizaron. En el mejor de los casos, los textos producidos por estos programas requerían de la revisión minuciosa de un editor experimentado. Y, en la mayoría, el trabajo de corregirlos para dejarlos decentes era igual, y a veces superior, que el de traducirlos a mano.


Pero el avance de la computación es logarítmico, no aritmético, por lo que podríamos pensar que en estos diez años transcurridos, los programas de traducción automática ya estarían perfeccionados, dejando en el desempleo a una legión de traductores. ¿Será así?


Ayer me topé en Internet con un traductor automático y, a fin de comprobar los avances de esta tecnología, hice la siguiente prueba. Le pedí que tradujera al inglés uno de mis textos y, después, que ese texto traducido lo virtiera de nuevo al español. ¿El resultado? El original es una de las notas de este blog, que el amable lector podrá comparar con la retraducción que viene a continuación.




Problemas de la traducción

Iba muy fresca por Internet, cuando era la cosa siguiente:



El texto del Sagradas Scriptures es unalterable, y se prohíbe su traducción oficial en otra forma de lengua sin el consentimiento anterior del autocéfala de la iglesia de Constantinopla.


En la ventaja del lector, Tomé la libertad para corregir algunos errores orthográficos de este texto, tomado de la constitución eficaz en Grecia a partir de 1975. Aquí hay varias cosas que llaman la atención a mí. Primero, que alguna iglesia siente la necesidad para consecrate en la constitución de su país el carácter unalterable de sus escrituras, por él están mismo los sagradas que son. Seguro debe siempre estar asustado que un chambón o un malintencionado del traductor modifica el sentido de textos y, con tiempo, por la fuerza de tanto cambio, tenemos que los sacerdotes que adoran al diablo. Pero, si es una traducción oficial de la cual estamos hablando, ¿no está por esa razón garantizó la fidelidad del mensaje? Estos traductores oficiales no se certifican correctamente para evitar tales problemas, de hecho. Quizás es el mismo texto de este párrafo tres del tercero del artículo de la constitución de los helenos que se traduce gravemente, y qué el original desea prohibir de hecho ellos es los nonofficials de las traducciones. Si aquél es el caso, tendría que comenzar a prohibir las traducciones de la constitución.


Otra duda: ¿a cuál otra forma de lengua están prohibido las traducciones (los funcionarios o no) de textos sagrados? Recordemos: tenemos la lengua hablada, la escritura, el que esta' de las muestras (la que utilizan los sordomudos, no ellos conductores en el periférico), el gestual, el corporal, tenga la lengua del zorro de Vicentito, en eso "que dejamos ya la miseria" significa que "somos peores que antes", los lenguajes de programación, las idiomas inventadas, los quiméricos, como el Klingon de Viaje a las estrellas y las idiomas medias de la tierra de Tolkien... ¿en cuáles de todas estas formas de lengua las traducciones de las escrituras santas de Constantinopla se prohíben? Y miran que pido respecto con todo entonces, Carezco de chamba como camino, si en uno de esos algunos malhechores proponen a mí traducir los epistles y los evangelios a una de las formas prohibidas, no deseó ni terminar encima de la descomposición a mí en una cárcel griega ni, mucho cuanto menos, para ser víctima de un anatema de estos caballeros de los autocefálicos. Si alguien tiene alguna pista, Seré agradecido lo comunico.



Creo que, si éstos son los resultados, puedo seguir durmiendo tranquilo. Ningún programa de computación podrá reemplazar la traducción humana... al menos por el momento. Seguiremos informando.


13 abril, 2004

Los peligros del cuidado


Debí haber atendido las advertencias, las señales de peligro, los focos rojos. Pero no, tercamente me empeñé en desdeñar cuanta recomendación había recibido, no sólo verbal, sino sobre todo por correo electrónico. ¿Cuántos mensajes he recibido que me advierten prudencia, cuando no desconfianza abierta hacia los desconocidos que me abordan en la calle? ¿Cuántas historias he leído que detallan las nuevas modalidades de delitos, secuestros exprés, fraudes y demás variedades de la actividad criminal?


De nada valieron tantas palabras sabias; de nada sirvió que todo el mundo me dijera, incluso como forma de despedida, "cuídate". "Cuídate", pensaba yo. "¿De qué me he de cuidar?" Cuídate a ti, cuídate de los demás, de las situaciones peligrosas, de las cosas afiladas, de los lugares altos, de los lugares cerrados, cuídate bien de los coches al manejar, cuida tu lugar en la cola, cuida tus maletas en la estación, tu cartera en el metro, tu integridad física en los baños públicos... "¡Cuídate!" Cuida de no parecer pedante, cuida de que no te vean la cara, cuida de que te den el cambio correcto al pagar, cuida de que te den los boletos para la función que solicitaste, cuida de entregar puntual tus trabajos, de pagar a tiempo tu tarjeta de crédito. Cuídate mucho de que no vean tu clave en el cajero automático, de no salir de la casa sin llaves, de no transitar por lugares peligrosos... "¡Cuídate bien!"


"Caray, qué paranoia", pensaba yo. "¿Cómo vine a parar a un planeta tan peligroso, en el que todo mundo tiene que andarse cuidando tanto?" Los políticos deben cuidarse de que no los graben en sus trapacerías, los maridos deben cuidarse de que no los sorprendan en sus andanzas, los taqueros deben cuidarse de que no se les vayan los clientes sin pagar, los conductores, de las patrullas, las patrullas se cuidan de los jefes, los jefes de los directores y éstos de los secretarios, y así sucesivamente, todo mundo se cuida de los demás. "Si todos se cuidan unos de otros, de seguro alguien se cuida de mí... ¿para qué preocuparme?"


Ésa era mi filosofía del cuidado. Por lo tanto, es comprensible que esa tarde, al salir del supermercado, no me haya cuidado de la señora que me miraba atentamente desde que atravesé la puerta de salida, empujando mi carrito. Estaba abriendo la cajuela del coche cuando me abordó descarada, el rostro lleno de sonrisas. "Y eso que no vengo rasurado", me dije, tratando de calcular si el efectivo que traía en la cartera me permitiría pasar a la farmacia a surtirme de Viagra. (Nótese que en esto también desdeñé las advertencias contenidas en las historias, que obviamente circulan por Internet, del fulano que se liga a una chava, para amanecer al día siguiente en un cuarto de hotel, todo drogado, y darse cuenta de que le extirparon un riñón para llevarlo a vender en el mercado negro.)


El resto de la historia es previsible. La señora vendía unas bolsitas de dulces "que ella misma hacía para sostenerse". Le compré una sólo para disimular mi turbación. Después la vi dirigiendo sus baterías a otra señora que venía en una camioneta. No quise caer en la mezquindad de sacar cuentas, pero me asaltó la duda: ¿cuántas bolsitas debe de vender al día para mantenerse? Ése es uno de los misterios de nuestra economía que seguramente se le escapan a Pancho Gil, nuestro secretario de hacienda.


12 abril, 2004

Problemas de traducción


Iba muy campante por Internet, cuando me encontré lo siguiente:



El texto de las Sagradas Escrituras es inalterable, y queda prohibida su traducción oficial en otra forma de lenguaje sin previo consentimiento de la Iglesia autocéfala de Constantinopla.

En beneficio del lector, me tomé la libertad de corregir algunos errores ortográficos de este texto, tomado de la constitución vigente en Grecia desde 1975. Aquí hay varias cosas que me llaman la atención. La primera, es que alguna iglesia sienta la necesidad de consagrar en la constitución de su país el carácter inalterable de sus escrituras, por muy sagradas que sean. Claro, siempre es de temerse que un traductor chambón o malintencionado modifique el sentido de los textos y, con el tiempo, a fuerza de tanto cambio, tengamos a los sacerdotes adorando al diablo. Pero, si es una traducción oficial de lo que estamos hablando, ¿no queda por ello garantizada la fidelidad del mensaje? ¿No están debidamente certificados dichos traductores oficiales para evitar tales problemas, precisamente?. Quizá sea el texto mismo de este párrafo tres del artículo tercero de la constitución de los helenos lo que esté mal traducido, y lo que el original quiera prohibir efectivamente sean las traducciones no oficiales. Si ése es el caso, deberían empezar por prohibir las traducciones de la constitución.


Otra duda: ¿a qué otra forma de lenguaje están prohibidas las traducciones (oficiales o no) de los textos sagrados? Recordemos: tenemos el lenguaje hablado, el escrito, el de señas (el que usan los sordomudos, no los conductores en el Periférico), el gestual, el corporal, tenemos el lenguaje de Vicentito Fox, en el que "ya salimos de la miseria" significa "estamos peor que antes", los lenguajes de programación, las lenguas inventadas, las quiméricas, como el Klingon de Viaje a las estrellas y las lenguas de la Tierra Media de Tolkien... ¿en cuál de todas estas formas de lenguaje están prohibidas las traducciones de las santas escrituras de Constantinopla? Y miren que pregunto con todo respeto pues, falto de chamba como ando, si en una de ésas algunos malhechores me proponen traducir las epístolas y evangelios a una de las formas prohibidas, no quisiera ni terminar pudriéndome en una cárcel griega ni, mucho menos, ser víctima de un anatema de estos señores autocefálicos. Si alguien tiene alguna pista, agradeceré me la comunique.


La guerra santa


Los medios de comunicación, impulsados por los intereses de Estados Unidos, han querido hacer sinónimos los conceptos de musulmán y de terrorista. Los más moderados matizan diciendo "musulmanes extremistas". El punto de unión entre ambos conceptos es, como no se cansan de repetirnos, la famosa jihad (o yijad, para darle carta de naturalización en nuestro idioma), la "guerra santa" que, supuestamente por órdenes del Corán, debe librar todo musulmán.


Nada más falso. La guerra santa que preconiza el Islam es la guerra interna, contra los demonios, las tentaciones, las desviaciones, que todo hombre pío debe librar en su camino a la gloria. Sí se habla, en efecto, de un combate real contra los "infieles", pero no se habla jamás de plantar bombas en estaciones de tren para deshacerse de ellos.


Aun más, una de las dos principales corrientes del Islam, el chiísmo, se pronuncia en contra de la guerra y de la violencia y sólo recurre a ésta cuando así lo determinan sus ayatollahs, los jerarcas religiosos. Quizá por ello sea tan preocupante que uno de los ayatollahs irakíes esté lanzando repetidos llamados a la yijad contra el invasor extranjero, e incluso haya organizado un "ejército del Mahdi". Si el Mahdi es, dentro del chiísmo, el salvador esperado, el "guía divino", este ejército del Mahdi podríamos entenderlo los mexicanos como aquellas bandas cristeras que surgieron en el país en tiempos del presidente Calles. Ya vimos en Irak cuerpos de extranjeros carbonizados y colgados, como los vimos en México colgados de los árboles, en feroz oposición al "patriarca Pérez", ese cabeza de la Iglesia Ortodoxa Mexicana , curiosa creación con la que el protestante Calles quiso reemplazar a la Iglesia Católica Romana.


En fin... ¿por qué siento que ya dije esto? Mal estarán las cosas en la Tierra mientras sigan interfiriendo con ellas las del cielo.


11 abril, 2004

Redacción I


Me topé con una página elaborada por un bienintencionado que pretende dar orientaciones para elaborar tesis. Como sobreviviente de esos afanes, sé lo mucho que uno puede apreciar cualquier consejo que le ofrezcan en el riguroso calvario que culmina en el Gólgota de la titulación. Pero creo que no se vale que nos lancen algo como lo siguiente:


En este sentido, un buen método sobre por dónde empezar, una vez que elegimos un tema y detectamos una problemática es hacer una lectura rápida o "escaneada" del material.

Cualquier terrícola medianamente hispanoparlante se sentirá desalentado ante este crucigrama. ¿Cómo agarramos ese método sobre por dónde empezar? Más adelante nos tropezamos con otro engendro, que nos da una pista de las causas de tanta oscuridad estilística. Escuchen:


Tradicionalmente, quienes escriben o dan consejos sobre cómo elaborar una tesis, se centran en aspectos metodológicos en un sentido restrictivo.

Nos encontramos, pues, ante un fulano tradicional, que sólo recibió consejos metodológicos y fue desdeñado por sus maestros de redacción. En efecto, ¿quién, que haya pasado al menos por Redacción I, diría "consejos sobre como", en lugar de "consejos para" o "consejos de"? Ante este hallazgo lingüístico del escribidor metido a asesor de tesis por Internet, las revistas femeninas tendrán que cambiar su rúbrica de "consejos de belleza" por una que fuera "consejos sobre como la belleza" o algo por el estilo.



La duración de la eternidad


No, no se alarmen con este título. No me voy a lanzar a vapulear doctrinas filosóficas o dogmas religiosos; sólo quiero hacer una observación. A Cuernavaca la llaman la ciudad de la eterna primavera. ¿Alguien sabe por qué? Digo, porque aquí llueve de fines de primavera hasta bien entrado el otoño. En invierno hace frío, al menos en Santa María, que es donde estoy afincado. Y la primavera suele ir acompañada de chaparrones ocasionales y de varios días nublados. Lo "eterno" de la primavera de Cuernavaca dura en realidad unos dos meses al año.

10 abril, 2004

Días de guardar


Este año me falló mi devoción pascual: ninguno de los chorrocientos canales de SKY se dignó a programar Jesucristo Superestrella esta semana santa. Pero, como ya se dijo en el año jubilar del 2000, las mortificaciones también valen como forma de devoción. Así que este viernes, a modo de mortificación, me soplé Los divinos secretos de la hermandad Ya Ya, a fin de acabar con cualquier rastro de machismo que quedara en mi humilde persona.


Los gringos tienen un término muy ad hoc para designar este tipo de películas: chick flick, o sea, película de mujeres (y aquí podríamos patear el estilo y amontonar preposiciones: película de, por, para, con y mediante mujeres). Los únicos papeles masculinos están a cargo, uno, de James Gardner, con un personaje más lastimero que el que le encargaron en 8 Simple Rules, un esposo arrumbado y rebasado por su mujer desde antes de casarse; el otro, de un desconocido que interpreta al novio de Siddalee, el personaje de Sandra Bullock y en el que se adivina el embrión de otro marido superado por la esposa.


A mi gusto, a la película le faltó magia. Se siente muy endeble la motivación de Siddalee y así, cuando se revela el "terrible" secreto, la película se deshace entre las manos. Menos mal que lo dejaron para el mero final.


Quería más magia, pues, y entonces me eché un pedazo de Harry Potter. Mmm... craso error. Digo, ¿qué chiste tiene ofrecer un festín con un simple gesto de magia? ¿Dónde queda el gusto de ir al mercado, seleccionar las vituallas, desempolvar recetas de la abuela, mezclar y preparar ingredientes? Créanme, la verdadera magia actual está en la cocina. Con todo, es fácil entender el encanto de Harry Potter, la historia de un chico que ignora su origen y su destino y que, poco a poco, lo va descubriendo. Ahora que, si vamos a irnos con historias de asunción del destino propio, me quedo con el Hombre araña, en donde este conflicto está mejor planteado y, por tanto, mejor resuelto.


09 abril, 2004

El género del milenio


El debate circula por toda la blogósfera, ese nuevo sector de Internet. ¿Está llamado el blog a convertirse en el género literario del tercer milenio? ¿Qué efecto tendrá en la literatura tradicional? ¿La publicación instantánea afectará la venta de libros de papel? Sí, por ahí van las preguntas, aunque también surgen críticos que ven en el blog una simple moda, pasajera como todas, que no dejará más huella en la cultura.


Hay muchas cosas que merecen matices. Por ejemplo, desde hace años existe la posibilidad de la publicación instantánea en la Web, si bien con el requisito de tener rudimentos de HTML y contar con un servidor (pero siempre ha habido sitios que facilitan la publicación, como GeoCities y otros pioneros del hosteo gratuito) , lo que no ha dado pie, de ninguna manera, a un nuevo género literario.


¿Cuál es la diferencia, pues, entre una página de GeoCities de antes y un blog actual? De entrada, la facilidad. El usuario puede no tener conocimiento alguno del lenguaje de marcado de hipertexto y, sin embargo, ser capaz de poner en pie una página más o menos presentable. Y para seguirle —y aquí encontramos el embrión del nuevo género—, en el blog el estilo de las notas se vuelve personal y regresa al tan olvidado género del diario personal (que, a fin de cuentas, es el afán original de la bitácora en Web, raíz de blog).


¿Qué efectos tendrá el blog en el lenguaje? Nadie con una pequeña dosis de honestidad podría aventurar una respuesta. Pero, por lo pronto es de notarse el desenfado y la informalidad del lenguaje, cuando no la ruptura deliberada con las normas gramaticales y, sobre todo, ortográficas: mayúsculas intercaladas a media palabra, palabras en inglés, términos otrora calificados de vulgares si no francamente obscenos. Reconozcámoslo: el blog, al igual que muchos otros aspectos de la computación y de Internet, es el dominio de los jóvenes, y los escritores consagrados (o aspirantes a la consagración) ven con temor o con desdén (pero un desdén causado por el temor, a fin de cuentas) la competencia que pueda surgir en este campo.


El debate apenas se ha iniciado e irá cobrando forma a medida que se vayan imponiendo las tendencias. Muchos de los actuales bloqueros habrán de tirar la toalla; habrá otros que se incorporen a la oleada y será sólo un puñado el que persista en esta actividad, animados por las respuestas recibidas y la posibiidad de contar con un foro —mínimo, en medio del maremágnum cibernético— a través del cual expresarse. Seguiremos informando.


06 abril, 2004

La materia de los sueños


Hubo algún sabio chino que dijo: "Anoche, dormido, soñé que era una mariposa. Ahora, despierto no sé si soy un hombre que soñó ser mariposa, o una mariposa que sueña en ser hombre."


El mundo de los sueños siempre ha ejercido una fuerte fascinación sobre el hombre, aun antes de que Freud concibiera su Interpretación de los sueños. A la fecha, mucha gente sigue sosteniendo la idea froidiana de que los sueños son la expresión de los deseos reprimidos, aunque muchos quieren ver en ellos signos y revelaciones de sucesos del porvenir o aclaraciones del pasado.


Creo que bastaría con observar la materia de los sueños para darnos cuenta de su verdadero significado. El pensador ruso P. Ouspensky aseguraba, ya hace un siglo, que los sueños no son más que la prolongación nocturna del diálogo interno que mantenemos durante el día. Al cesar los estímulos externos, cerrar los ojos, apagar la luz y caer dormidos, la mente sigue elaborando el mismo tipo de pensamientos que nos fatigaron durante la jornada: fantasías de todo tipo, expresiones de nuestros miedos, "relatos" en los que aparecemos como héroes, premios que ganamos, deseos que se cumplen... ¿En qué pensamos durante el día?


Esos pensamientos, esas fantasías o "sueños diurnos", como se les llama en inglés muy atinadamente, son la materia de la que se nutren los sueños nocturnos, que se nos presentan con mayor lucidez debido a la falta de estímulos externos. Es como si en un cine estuvieran proyectando una película continuamente, pero con las luces encendidas. Apenas podríamos verla. Pero en cuanto apagan la luz, las imágenes de la pantalla aparecen brillantes y sonoras: no hay nada más que ver y por eso nos fascinan.


No falta quien cuente algún sueño premonitorio, como sustento de la teoría de que hay que prestarles mucha atención, en busca de sus mensajes ocultos. Pero lo mismo podríamos decir de las ideas que se nos ocurren durante el día, sin buscarlas; esas ideas que de repente nos asaltan y nos dan la clave para resolver un problema. De ningún modo son exclusivas de los sueños nocturnos. Surgen también durante el día, sólo que las llamamos de otro modo.


Es tan interesante observar el diálogo interno, las fantasías diurnas, como tratar de recordar los sueños. Con una ventaja: es más fácil y está más al alcance de nuestras posibilidades.


Guerra de palabras


Los cuatro estadunidenses asesinados la semana pasada en Faluya, Irak, son para Los Angeles Times, "proveedores", para Le Monde, "mercenarios". Y luego dicen que no hay pique entre Estados Unidos y Francia.

04 abril, 2004

Aplicaciones de la astrología en la vida cotidiana: primer acercamiento tentativo


Esta semana me cortaron el teléfono y el servicio de Internet; además, se le acabó la batería al coche: tres problemas que, según la astrología, están indicados en el mismo sector del horóscopo, la casa tres, que controla las comunicaciones y los transportes. Se podría pensar que, si hubiera visto mi horóscopo y detectado algún indicio maligno, hubiera podido evitar estos contratiempos. Por ejemplo, quizá hubiera detectado algún conflicto entre el planeta que rige mi casa tres, Júpiter, con el planeta que signifca las obstrucciones, Saturno.


No, no he visto mi horóscopo y eso es lo que da pie a estas reflexiones. En astrología las cosas nunca son claras y directas, como quisiéramos que fueran. Sería muy probable que esta semana no se me hubiera presentado ningún aspecto "malo" entre los planetas involucrados. ¿Qué haría? Bueno, la astrología tiene muchos recursos. El horóscopo al que solemos referirnos siempre es el natal, pero hay otras posibilidades. Está la llamada revolución solar, es decir, un horóscopo levantado para el momento en que el Sol vuelve a la posición del horóscopo natal y que es válido para un año. ¿No encontramos nada allí? No hay problema, calculamos la revolución lunar, con el mismo procedimiento que para la solar, pero con la Luna y válido para un mes. ¿Seguimos sin encontrar nada? ¿Cómo les caería el horóscopo diario? Los mismos procedimientos que los anteriores, pero con el ascendente y que detalla los acontecimientos de un día específico.


Si somos razonables, veremos que en estas cuatro combinaciones es altamente probable que encontremos un indicio de lo que estemos buscando. Y en mi caso, si no lo encontrara precisamente con Júpiter y Saturno, podría encontrar algún otro planeta que, de cierta forma, estuviera relacionado con aquellos y sí presentara un mal aspecto.


Como ya habrá adivinado el lector avezado, esto da pie a una pregunta impostergable. En un momento dado, ¿cuál de las cuatro técnicas aplicar? (Y que conste que hay varias más, como los tránsitos y las progresiones, éstas en dos variedades, primarias y secundarias.) Dadas las posibilidades combinatorias (12 planetas X 12 casas X 12 signos = 1,728, sin contar las múltiples combinaciones de aspectos que, si bien no son infinitas, sí son lo bastante descomunales para desalentar su cálculo numérico), no es nada difícil que en alguna de ésas encontremos lo que buscamos.


Tuve un profesor de ciencia política que solía decir que "es más fácil adivinar el pasado que el futuro". Él hablaba, claro, de la historia y de las relaciones entre América Latina y Estados Unidos. Pero la frase se aplica con más justicia a la astrología. No es nada difícil encontrar en el horóscopo signos de lo que ya ocurrió. Como decía, no necesariamente tenemos que ajustarnos a los planteamientos clásicos. Si yo quiero encontrar problemas en mi casa tres para "explicarme" el corte de teléfono y de Internet y el agotamiento de la batería del coche, de seguro lo encontraré. ¿De qué me sirve esa predicción a toro pasado? Supuestamente sirve, dada la recurrencia de los aspectos planetarios, para prever lo que va a ocurrir. Pero no necesariamente es así. Más bien, lo más probable es que no sea así, pues las circunstancias están en constante cambio y nunca va a repetirse el mismo conjunto de circunstancias que dieron origen a un fenómeno determinado.


Resumamos: andar viendo las estrellas en busca de explicaciones a mi vida me hace correr el riesgo de no ver por donde ando. Y más que calcular innumerables horóscopos para satisfacer la vanidad de ver mi mezquina vida cotidiana reflejada en el cielo, sería mucho mejor fijarme en la fecha de pago de los recibos. Y pagarlos a tiempo.