25 noviembre, 2004

Los milagros de la virgen del sándwich

Veintiocho mil dólares no pueden estar equivocados: Si el casino en línea Golden Palace pagó esa cantidad por un sándwich tostado de queso, en el que cualquier persona bien intencionada y con un mucho de imaginación podría adivinar las facciones de la virgen María, eso quiere decir que, efectivamente, el sándwich es milagroso y nos encontramos ante un fenómeno de plano inexplicable por medio de nuestros limitados conocimientos.


Pero recapitulemos la historia, que a estas alturas ya le ha dado varias vueltas al mundo. Hace diez años, la estadounidense Diane Duyser se preparó un sándwich tostado de queso para cenar y, después de haberle dado la primera mordida, cayó en la cuenta de que en el pan se había formado, milagrosamente, la imagen de la virgen María.


¿No me lo quiere creer? Échele un vistazo al sándwich de marras:



¿Verdad que se ve clarito que es la virgen? Bueno, pues Diane decidió que sería una irreverencia hincarle el diente y dejó el sándwich en el buró de su recámara. Su carácter milagroso obviamente lo protegió de la corrupción, del moho y demás deterioros a los que está sujeta la materia orgánica. Metido en una cajita de plástico, con algodones, el sándwich le sirvió de consuelo a Diane en sus ratos difíciles, si bien ella misma admitió que al principio se había asustado.


No sabemos qué motivó a Diane a desprenderse de tan insólita reliquia. El caso fue que la semana pasada la ofreció en subasta a través de eBay. Y así, este miércoles, el casino en línea Golden Palace le entregó un cheque por 28 mil dólares a cambio del sándwich. ¿Qué interés tiene esa empresa, al parecer muy desligada de los afanes religiosos que representa la virgen María? "Consideramos que ésta es una pieza de cultura pop para Estados Unidos", declaró su director Steve Baker, quien además señaló que este ícono saldrá de gira por todo el mundo.


¿Apariciones milagrosas en el pan? Todavía no se establece la autenticidad de las del Tepeyac, ¿y ya nos quieren venir con otras? En España todavía no se aplaca el furor de las caras de Bélmez y ahora, por lo visto, los traficantes de engaños nos vienen con uno más. Claro, como éste procede de Estados Unidos, viene con todo su sello: una enorme suma de dinero, una transacción por Internet, gran atención de los medios y un mensaje "edificante", a cargo de la perpetradora de este truco: "Quiero compartir esta bendición con los demás", declaró Diane, quien atribuye a las propiedades milagrosas de la virgen del sándwich haber ganado un premio de 70 mil dólares en un casino. Y además, claro, los 28 mil dólares que le acaban de pagar.

22 noviembre, 2004

La política de la enchilada

Ahora que nuestra política migratoria abandona las salas de negociación y se va a la cocina por la enchilada completa, aunque los gustos de Derbez lo inclinen más por el Taco Bell, conviene recordar el origen patibulario de esa expresión, no para tratar de adivinar a dónde nos lleva —pues ya sabemos que la etimología no siempre es digna de confianza— sino para conocer de qué personajes carcelarios provienen los dichos de nuestros prohombres políticos.


Corría el año de 1973 y en Estados Unidos estaba a toda marcha la investigación de los sucesos de Watergate. Repasemos un poco: durante la campaña electoral de 1972 fueron detenidos unos hombres que se habían metido a las oficinas de la campaña del Partido Demócrata, en el hotel Watergate de Washington. Lo que empezó como un vulgar robo resultó ser una colosal conspiración orquestada por el propio presidente Richard Nixon para espiar y difamar a sus rivales, la cual le valió ser reelegido ese año. Poco le duró el gusto: ante las presiones de los medios y del congreso, Nixon prefirió renunciar a la presidencia para evitar ser enjuiciado. En 1974 lo sucedería en el cargo el oscuro Gerald Ford, quien a su vez había asumido la vicepresidencia tras la dimisión de Spiro T. Agnew, acusado también de maniobras ilegales.


Uno de los aspectos decisivos de ese escándalo era la existencia de un fondo sucio: varios millones de dólares dedicados a comprar y acallar conciencias, siempre con la reelección de Nixon en la mira. Uno de quienes manejaban dichos fondos era Herb Kalmbach, quien el 19 de abril de 1973 sostuvo una conversación telefónica con John Erlichman. Éste le prevenía a Kalmbach, que era el abogado personal de Nixon, que John Dean —que poco antes había renunciado a su cargo de asesor presidencial— había decidido cooperar con el departamento de justicia y estaba dispuesto a hablar.


En esos momentos fue cuando Kalmbach preguntó si Dean podría revelarlo todo. Y lo hizo con la expresión que se convirtió en un clásico: The whole enchilada?


Así fue. John Dean ofreció revelarlo todo a cambio de inmunidad (el curioso sistema judicial estadounidense premia a los delincuentes que delatan a sus compinches). Y a fines de junio de 1973, Dean implicó a Nixon en el encubrimiento del caso Watergate.


El curioso lector podrá preguntarse cómo fue que esta expresión quedó asociada con la política migratoria del gobierno de Vicente Fox. Para eso tenemos que dar un brinco de casi 30 años y aterrizar en Phoenix, Texas, en 2001, cuando en una reunión con periodistas latinos, el entonces secretario mexicano de relaciones exteriores, Jorge Castañeda, afirmó que en las negociaciones sobre migración con Estados Unidos, México iba "por la enchilada completa o por nada; no la podemos ir rebanando".


Es evidente que para entonces, la expresión "the whole enchilada" para referirse a todos los componentes de un asunto, el paquete completo podríamos decir, ya se había arraigado entre los idiotismos del inglés estadounidense. Seguramente estaba al lado de the whole shebang, usada con el mismo sentido desde mucho antes. Y a Castañeda le ha de haber parecido divertido usar un término tan informal en un contexto tan serio, especialmente dado el mexicanísimo origen de las enchiladas.


En la mente del curioso lector quedará otra pregunta: ¿Cómo se supo que Kalmbach utilizó esa expresión en una conversación telefónica? La respuesta es sencilla: los teléfonos estaban intervenidos, las conversaciones se grababan y las transcripciones se dieron a conocer años después.


Y ya que estamos de inquisitivos, podríamos preguntarnos qué hubiera dicho algún personaje mexicano en circunstancias similares (aunque aquí no sólo leemos la transcripción de sus conversaciones, sino también las vemos y las oímos, gracias al avance del video y a la complicidad de las televisoras). Cuando alguien (póngale el nombre que guste) le advierte a otro alguien (también lo dejamos al gusto del lector), que un tercer alguien está dispuesto a revelar alguna turbia conspiración para, digamos, hundir a un precandidato de la oposición, el segundo sujeto podría preguntar: ¿Toda la sopa?


14 noviembre, 2004

Quince años en busca de lo milagroso

Durante 15 años, de febrero de 1987 a febrero de 2002, el Laboratorio de Zetética, de la Universidad Nice-Sophia Antipolis, estuvo ofreciendo un premio, primero de medio millón de francos, después de un millón y, por último de 200 mil euros, a la persona que demostrara, en condiciones controladas de laboratorio previamente acordadas entre los participantes, tener algún poder paranormal. El premio, es obvio decirlo, nunca se concedió.


No por que no hubiera candidatos; por el contrario, varios cientos de personas se pusieron en contacto con los promotores de este concurso, Henri Broch, doctor en ciencias, el ilusionista Gérard Majax y el científico belga Jacques Theodor. Sin embargo, gran parte de las personas que se interesaban acababan retractándose al momento de establecer los procedimientos de control del experimento. Y muchas de plano ni se presentaban a la hora de la hora.


Y es que una cosa es decir que se tienen poderes paranormales y otra, muy diferente, es someterlos a una investigación científica rigurosa. No es lo mismo embaucar a incautos carentes de toda formación científica, que a investigadores serios que abren su mente (y su bolsa) en un intento honesto por averiguar la realidad de las pretensiones paranormales.


Algunos de los candidatos, después de haber iniciado ellos mismos el contacto, se retiraban indignados, afirmando que ellos no eran animales de circo para ser exhibidos. Éste es un recurso muy utilizado por quienes se niegan a someter sus presuntos poderes a pruebas serias: alegan una espiritualidad que les impide exhibirlos ante incrédulos, pretenden que sólo deben emplearse con fines altruistas o esgrimen otros argumentos de ese tipo.


Aquí en lo personal, si yo practicara, por ejemplo, meditación trascendental y, como se pretende en las fases avanzadas de esta técnica, pudiera levitar, pues francamente sí me hubiera presentado al concurso de marras. Por varias razones. La primera, para clavar la bandera de mi secta en las alturas de la ciencia. ¿Se imaginan ustedes que la meditación trascendental hubiera sido la única en poder demostrar en laboratorio sus pretensiones? ¡Qué golpe publicitario tan tremendo! Podemos imaginar las manadas de personas que acudirían a sus centros para aprender tan maravillosa técnica.


La segunda razón es que no veo razón alguna por la que haya que mantener en secreto la posibilidad de levitar, o hacerlo sólo ante otros igualmente iniciados en el yoga volador, como se llama la levitación dentro de la meditación trascendental. ¿Que no somos animales de circo, fenómenos de feria para andarnos exhibiendo? Pero, ¿qué no el mismo Jesús sintió la necesidad de obrar milagros ante la gente para demostrar la verdad de sus palabras? ¿Por qué los seguidores de Maharishi han de sentirse aun más puros que él y tener prurito en levitar frente a un escéptico para convencerlo de su error?


La tercera razón, como habrán adivinado, es el jugoso premio. ¿Que no hay que ser egoístas y no debemos utilizar nuestros poderes en provecho personal? Muy bien, pero, ¿cuantos centros de meditación no podrían establecerse con esos fondos? Incluso podrían darse cursos gratuitos, no como hacen actualmente que cobran un dineral por enseñarnos un mantra y decirnos que nos sentemos de 15 a 20 minutos, dos veces al día, a repetirlo sin cesar.


Claro, ésas son las razones para sí haberse presentado. ¿Qué razones pudieron haber tenido para no haberlo hecho? La única que se nos ocurre es que tanto los voladores de Maharishi, como todos los demás charlatanes que pretenden convencernos de tener el remedio infalible para todos nuestros males, saben perfectamente que sus pretensiones son falsas. En el mejor de los casos, como les ocurrió a decenas de personas que se presentaron a los experimentos (desde aquellos que momificaban limones por imposición de manos, hasta los que adivinaban el pensamiento o los números ganadores de la lotería, cerraban puertas y ventanas con el poder de la mente o se comunicaban con el más allá a través de la televisión), simplemente se trataba de personas bien intencionadas, que se habían engañado a sí mismas a raíz de nunca sabremos qué traumática experiencia. Esperemos que éstas se hayan dado cuenta de la inexistencia de sus poderes paranormales, de la futilidad de buscarlos y de la necesidad de poner los pies en la tierra.


El concurso, como dijimos, ya está cancelado. Sus organizadores se cansaron de mantener una estructura administrativa para responder a charlatanes e ingenuos que a última hora no se presentaban, o cuyos intentos por demostrar sus poderes resultaban invariablemente un fracaso. Quince años en busca de lo milagroso sólo sirvieron para convencerlos de su inexistencia. Sin embargo, aunque ya no dan el premio, el laboratorio de zetética* sigue abierto a quienes quieran someterse a sus pruebas. Si usted se anima, consulte sus páginas para presentar su solicitud.


 




*La zetética, como nos informan estos investigadores, es el método que se utiliza para penetrar la razón de las cosas. De hecho, precisan, es el rechazo de toda afirmación dogmática y ahora se le considera un enfoque científico rigurosos ante los llamados fenómenos paranormales.



09 noviembre, 2004

Los ocho criterios de Lifton

Dadas las connotaciones negativas de la palabra secta, el mundo académico ha hecho grandes esfuerzos por encontrar un término que permita su estudio, sin estar cargado de juicios. En la opinión popular, secta siempre designa, por lo menos, a un grupo separado de la corriente principal, pero a causa ya sea de un error dogmático (como es el caso de los testigos de Jehová, que no aceptan la divinidad de Jesucristo), ya sea de un capricho personal del fundador (como resulta para los católicos el anglicanismo, pese a ser una religión de estado, surgido para permitir el divorcio de Enrique VIII).


Pero a partir de hace unos veinticinco años, el problema deja de ser exclusivo de la teología y entra en la esfera de lo social. El suicidio colectivo de los miembros del Templo del Pueblo, secta dirigida por Jim Jones, en Jonestown, Guyana, marca la toma de conciencia sobre los peligros de estos grupos. Así, al concepto de secta se le agrega, aparte de la disidencia caprichosa o herética, el de peligrosidad para sus miembros. Las sectas destructivas habrán de ir apareciendo en los titulares de la prensa, conforme van saliendo a la luz el número de muertes que causan: 914 miembros del Templo del Pueblo en Guyana, en 1978; más de 80 personas en Waco, sede de los davidianos, en 1993; la Orden del Templo Solar, en 1994, en Canadá y Suiza; el atentado en el metro de Tokio perpetrado por los adeptos de la Verdad Suprema en 1995, y los más de mil muertos del Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos, en Uganda, en el 2000, en un suicidio colectivo ritual.


Algunos estudiosos de este fenómeno, deseosos de contar con un término neutro, han propuesto el de nuevos movimientos religiosos que, efectivamente, carece de toda connotación y que simplemente alude al hecho de no ser una religión tradicional y establecida. El problema es que, desde el punto de vista de sus creencias, muy pocos de estos movimientos pueden pretender ser nuevos. La mayoría se basa en una interpretación disidente de los mismos textos sagrados de las grandes religiones: la Biblia, el Corán (por ejemplo, el sufismo dentro del Islam), los Vedas (los hare krishna), o de una mezcla sincrética de enseñanzas tomadas de aquí y de allá.


Pero hay otro problema, más de fondo. Es una aberración designar a una secta socialmente peligrosa, como la Verdad Suprema, con el mismo término aplicado a corrientes religiosas que simplemente se apartan del dogma tradicional. Esta distinción no es banal ni se limita a la esfera de lo individual. En muchos países, México entre ellos, las asociaciones religiosas gozan de ciertos privilegios. Otorgárselos a todas bajo el amplio paraguas del término nuevos movimientos religiosos constituye un despropósito de la ley, pues ciertamente no puede ser la finalidad de ésta beneficiar a un grupo que se dedica a corroer el tejido social, perjudicando a sus miembros ya sea en lo psicológico o en lo económico.


Para no descartar el término secta por presiones de lo políticamente correcto, se ha propuesto simplemente predicarle el adjetivo destructiva, con lo que se tiene una expresión que substantivamente nos habla de una corriente religiosa apartada de la ortodoxia, y que también nos advierte de los peligros que encierran sus prácticas para sus miembros.


¿En qué momento una corriente religiosa se convierte en secta destructiva? Definir este punto reviste la máxima importancia, por cuanto que es lo que nos permitirá distinguir a un apacible gurú de un fanático peligroso. El aspecto central de una secta destructiva es la manipulación de que hace objeto a sus miembros. Y para detectar esta manipulación, los estudiosos se basan en los siguientes ocho criterios establecidos por el Dr. Robert Lifton.



  1. Control de la comunicación. El grupo decide con quiénes se comunican y relacionan los adeptos, y limita sus fuentes de información. Esto puede ser en forma de prohibición explícita o implícita ("No hay que perder el tiempo leyendo periódicos.") o como consecuencia de las demandas de participación en el grupo, por lo que el adepto no tiene tiempo para otras actividades.
  2. Misticismo artificial. No es difícil crear experiencias místicas que refuercen la sensación de "estar avanzando en el sendero": velas, incienso, rezos o mantras, música y otros elementos pueden usarse para convencer al adepto de la validez de las prácticas.
  3. Redefinición de los términos. Cada grupo tiene su propio lenguaje, su propia interpretación de las palabras, incluso las de uso común. Aprender a usar este vocabulario crea en el adepto una fuerte sensación de pertenencia que, en muchos casos, es precisamente lo que buscaba al integrarse al grupo.
  4. Primacía de la doctrina sobre la persona. La experiencia individual no puede contradecir al dogma. Si el grupo dice que en una meditación se ven estrellas o se habla con el "maestro personal", eso es lo que el adepto dice o cree que ocurre. Si en el fondo admite que no sintió nada, se justifica con la noción de que "aún no ha avanzado lo suficiente".
  5. Infabilidad del dogma. El dogma es incontrovertible, ya sea porque se trate de una revelación divina o porque sea la palabra del maestro.
  6. Culto a la confesión. La confesión pública no sólo permite redimir los "pecados", sino que establece fuertes lazos de complicidad entre los adeptos. Estas confesiones, por lo demás, anulan la individualidad en favor del grupo.
  7. Demandas inalcanzables de pureza. Si se establece una norma inalcanzable, el adepto vive en un estado continuo de vergüenza y culpabilidad que lo vuelve vulnerable a otras demandas. Así, por ejemplo, una persona acaudalada que no puede abstenerse del sexo como se lo pide el grupo, fácilmente se desprende de su dinero a modo de compensación y "purificación".
  8. Dispensación de la existencia. El grupo decide quién tiene derecho a vivir y quién no. Si no en esta vida, al menos sí en el más allá que les tiene prometido a los adeptos que cumplan con todas las reglas. Es decir, el grupo establece las normas de salvación.

Robert Lifton fue un psiquiatra y sociólogo que estableció estos criterios tras estudiar las técnicas de coerción empleadas en China para convertir al comunismo a los disidentes e incluso a los prisioneros de guerra (los famosos lavados de cerebro). Actualmente, éstos son los criterios que se aplican para detectar a las sectas destructivas.


Existen también otros criterios que valdrá la pena analizar con más detalle en una nota posterior. Pero no quiero terminar ésta sin hacer una observación personal a modo de pregunta: ¿No pareciera que estos criterios de Lifton podrían apliacarse no sólo a las sectas destructivas, sino incluso también a las religiones mayoritarias? ¿No están presentes en todas ellas estas características, al menos en forma embrionaria?


05 noviembre, 2004

La broma de la Tierra plana

Me había hecho la promesa de no burlarme más de creencias absurdas, pero no resisto la tentación de comentar los desvaríos propagados por la Sociedad de la Tierra Plana. Ya hasta la iglesia católica admitió que la Tierra es redonda (ligeramente esferoidal, digamos), pero todavía queda gente que afirma que nuestro planeta es plano.


Quiero ser prudente, empero, y no tomar en serio lo que puede ser un engaño de alguien que le quiere tomar el pelo al mundo, haciéndole creer que existen personas convencidas de que la Tierra es plana. Así pues, a fin de ilustrar a nuestros lectores, me limitaré a citar in extenso algunas de las preguntas y respuestas encontradas en este sitio.




  • ¿Qué forma tiene la Tierra?
  • La Tierra es plana. Es de forma pentagonal y por tanto tiene cinco esquinas.
  • ¿Qué es el platigeanismo?
  • El platigeanismo es la hipótesis científica que sostiene que la topología de la Tierra es plana.
  • ¿Qué longitud tiene el borde de la Tierra?
  • El borde de la Tierra tiene una longitud infinita.
  • ¿Esto está conforme con la teoría de la Tierra hueca?
  • Sí, por debajo de la Tierra, o colgada de su borde, hay una tierra poblada por mujeres de piel verde o por nazis.
  • ¿Qué hay de la gravedad?
  • La gravedad es una mentira inventada por los propagadores de la falsa teoría de la Tierra esférica. Nunca se ha demostrada la teoría de la gravedad. No hay gravedad, solo inercia. La Tierra se mueve por el espacio como un gigantesco elevador. No nos caemos ya que nos mantiene la inercia. La Tierra tiene inercia.
    Existe una escuela de pensamiento que asevera, sin embargo, que la Tierra no se mueve por el espacio, sino más bien descansa en el caparazón de una tortuga gigante, y que lo que llamamos gravedad de hecho es el magnetismo animal de la tortuga.


Bueno, basta. Esta página definitivamente es una broma. Reconozco que caí en ella y eso que no es el día de los inocentes.

Cultos, sectas y otros movimientos del montón

Quien quisiera normar sus conceptos mediante definiciones de diccionario, acabaría aceptando, por ejemplo con Martín Alonso, que una secta es una falsa religión enseñada por un maestro famoso. Sin embargo, esta definición adolece de una visión parcializada ¿Cómo podemos aceptar ese término de falsa religión en una obra que se pretende científica? En ese sentido, sorprende descubrir que el diccionario de la Real Academia nos ofrece una definición mucho más objetiva: Conjunto de creyentes en una doctrina particular o de fieles a una religión que el hablante considera falsa.


Desde un punto de vista estrictamente racional, todas las religiones o son falsas o son verdaderas, pues lo primero que está a debate es el concepto mismo de religión (la existencia de un dios que la justifique); después ya podría analizarse si una religión determinada es "verdadera" o "falsa".


En cuanto a las sectas, esta palabra deriva del latín sequi y significa línea de conducta que se sigue, partido o bando, escuela filosófica, sin ninguna implicación, como vemos, respecto de la veracidad o falsedad de sus doctrinas. Sin embargo, la injerencia dogmática en las ciencias, en este caso la ciencia de la etimología, hace que algunos quieran derivar la palabra secta del latín secare, que significa cortar. Y desde la visión catolicocéntrica, este corte sólo puede producirse, por supuesto, con respecto de la iglesia católica y de ahí tenemos esas definiciones tan deformadas.


Las definiciones de diccionario no son las únicas. Por ejemplo, en una página Web católica nos topamos con la siguiente: grupo autónomo, no cristiano, fanáticamente proselitista, exaltador del esfuerzo personal, expectante de un inminente cambio maravilloso, ya colectivo, ya individual. Creo que no podría encontrarse otra definición más contaminada por los prejuicios. Destaca, primero, el hecho de que afirmen que las sectas no son cristianas, como característica importante de su definición. ¿Qué hay, pues, de la multitud de iglesias fundadas en una lectura apresurada y prejuiciada de la Biblia, y en especial del Nuevo Testamento? ¿No eran cristianos los davidianos de Waco, los ovnílatras de las Puertas del Cielo, e incluso los miembros de la iglesia universal del empresario Moon? Al poner lo no cristiano como elemento central de una secta, esta definición, de paso, descarta tranquilamente incluso a las religiones establecidas antes que el cristianismo. De ese modo, el hinduismo, el judaísmo, el budismo y el islam, por mencionar sólo algunas, quedan convertidas en sectas, con la carga peyorativa que esta palabra ha ido recogiendo desde hace tiempo.


Así como en sociolingüística se dice que la diferencia entre un idioma y un dialecto es que el primero cuenta con un ejército que lo apoya, también podríamos decir que, a fin de cuentas, la diferencia entre una religión y una secta es que aquélla tiene poder. Ya sea que definamos secta como escuela filosófica o como grupo escindido, tenemos que admitir que, en un principio, el cristianismo fue una secta judía, que alcanzó el "grado" de religión cuando Constantino la convirtió en religión de estado tras la batalla contra Majencio (312 d.C.).


Pero por mucha luz que arroje la etimología sobre el significado de las palabras, hemos de convenir en que éstas no son estáticas. Querer apegarnos, pues, al sentido primigenio de una palabra es desconocer la evolución que haya tenido en siglos de uso y manoseo. De este modo, si en principio la palabra secta fue neutra, en la actualidad ha adquirido el sentido peyorativo al que aludíamos más arriba.


Jeffrey Hadden, profesor de sociología de la Universidad de Virginia, señala que el término nuevos movimientos religiosos, para referirse a las sectas sin lastimar susceptibilidades, no ha arraigado ni en el ámbito académico ni entre el público en general. Surgido hace unos treinta años, cuando la explosión del movimiento new age hacía necesaria la adopción de un término sin connotaciones peyorativas para designarlo, ese término adolece de un problema de fondo: muchos de esos movimientos no tienen nada de nuevo. Por el contrario, resultan más bien un resurgimiento de religiones antiguas, como la Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna (cuyos miembros son designados popularmente como hare krishnas, por el mantra que repiten sin cesar), fundada en 1966, o una adaptación a los tiempos modernos de prácticas milenarias, como la meditación trascendental.


Por influencia del inglés, últimamente se ha usado la palabra culto como casi sinónimo de secta, siendo la diferencia que la primera sirve para designar a los grupos considerados peligrosos; la segunda se usa con un sentido más neutro pero que sigue aludiendo al hecho de ser una corriente disidente con respecto de una línea religiosa convencional.


Pero en sentido estricto, el culto es el conjunto de ritos con el que se rinde homenaje, y no designa ni a las personas que lo practican ni a la doctrina que lo sustenta. Sin embargo, la necesidad de contar con un término que distinga a los grupos peligrosos de los relativamente inocuos, en cierta medida justifica la adopción de esa influencia.


Por cuanto implican una carga de juicio, estos términos resultan problemáticos, por decir lo menos. En efecto, ningún grupo aceptará ser estudiado si se le va a poner la etiqueta de "culto" o "secta", dadas sus connotaciones. Cualquiera rechazaría las implicaciones de ser llamado sectario. Sin embargo, para fines prácticos —y quizá políticamente incorrectos— estas palabras funcionan perfectamente.


Y ya que podemos hablar con libertad en estos términos, deberemos despejar la diferencia entre culto y secta, señalando las características que vuelven peligroso a cualquiera de estos movimientos. Eso, no obstante, tendré que dejarlo para otra ocasión.



04 noviembre, 2004

La madre de todos los avistamientos

Aunque presentes en muchas fantasías anteriores, la madre de todos los avistamientos de ovnis ocurrió el 24 de junio de 1947, cuando el piloto estadounidense Kenneth Arnold vio nueve objetos brillantes, volando a 1,600 millas por hora, en el estado de Washington. En ese momento, no tuvo ninguna explicación, y de ahí concluyó que algo que volara a 2,574 kilómetros por hora sólo podía ser ajeno al hombre. La forma de los objetos le recordó la de un plato y así nacieron los famosos platillos voladores. Así se inició el actual movimiento de ovnilatría, que busca afuera de nuestro planeta las respuestas a las preguntas que siempre han acosado a la humanidad. Y si al dar estas respuestas, algunos vivales pueden forrarse los bolsillos, tanto mejor.


Un detalle que no escapa a ningún observador es la fecha: apenas dos años antes había concluido la guerra más terrible que había conocido la humanidad y la gente estaba literalmente agotada, llena de angustias que no podía resolver una iglesia que no sólo se había mostrado incapaz de resolver (ni siquiera atenuar) el conflicto, sino que se había aliado —abierta o soterradamente— con las fuerzas del mal (o con aquellos países que, en la percepción general, las representaban).


La necesidad de creer fue aprovechada por algunas personas que, más adelante, no sólo dijeron haber visto ovnis, sino que aseguraron haber hecho contacto con sus tripulantes. Uno de los primeros contactados fue George Adamski, quien aseguró haberse reunido con un "ser humano de otro planeta", el 20 de noviembre de 1952. Adamski es el autor de uno de los libros canónicos de la ovnilatría, Los platillos voladores han aterrizado, publicado en 1954*.


Pero regresemos a la posguerra y al ambiente de desasosiego que reinaba en ese entonces. Adamski aseguró que la razón de la visita de los extraterrestres era su preocupación por la sobrevivencia de la humanidad. Las explosiones de Hiroshima y Nagasaki habían revelado la capacidad de destrucción alcanzada por el hombre. Esto, afirmaba Adamski —y lo siguen afirmando sus émulos, como los de la Sociedad Aetherius—, podría causar un trastorno cósmico que nuestros vecinos en el espacio no podían permitir. De este modo, a partir de entonces se multiplicaron las visitas de estos bondadosos seres, a fin de orientarnos y de impedir nuestra autodestrucción.


De ahí a ver en ellos a los descendientes de los dioses y profetas que en la antigüedad dieron origen a nuestras religiones, no había más que un sencillo paso que no se tardó en franquear. Quien llevó más lejos esta hipótesis fue Erich von Däniken, que en 1968 publicó Dioses del espacio exterior, otra de las obras fundamentales del movimiento ovnílatra, en la que afirma que la evolución humana es producto de la ayuda recibida por astronautas extraterrestres. Sólo así se explica, deduce dentro de su razonamiento, que un pueblo "indígena" como los mayas haya alcanzado tan elevado desarrollo en el conocimiento científico.


Vamos a obviar las connotaciones racistas de las tesis de von Däniken para regresar con los alienígenas preocupados al detectar una explosión nuclear en nuestro planeta. Recordemos que dicha explosión ocurrió en agosto de 1945. Y que menos de dos años después se produce el primer avistamiento del que se tiene noticia pública. Nuestra pregunta es: ¿de dónde vinieron estos seres?


Repasemos nuestra astronomía. Sabemos que la estrella más cercana a la Tierra es Alfa Centauro, que se encuentra a 4.5 años-luz de distancia. Es decir, suponiendo que los ovnis vistos por Arnold se encontraran en algún planeta de esa estrella, sus tripulantes se habrían enterado de la explosión atómica a principios de 1950 y, si hubieran querido venir a evitar una catástrofe, habrían llegado a la Tierra a mediados de 1954. Y eso contando que pudieran viajar a la velocidad de la luz, cosa imposible aunque algunas personas, influidas por La guerra de las galaxias, piensen que ha de haber alguna tecnología que permita alcanzar esa velocidad de desplazamiento.


Malas noticias para los ovnílatras: ni en la Tierra ni en Alfa Centauro es posible escapar a las leyes de la física. Y la tecnología se basa en la ciencia y, por ello mismo, no puede contradecir sus principios. Es decir, por más que avance, la tecnología jamás podrá prescindir de sus leyes, mucho menos violarlas. En pocas palabras, es imposible viajar a la velocidad de la luz y, por ende, a velocidades superiores.


Pese a toda la evidencia, aquellos que están convencidos de la veracidad de los avistamientos, de los contactos y del origen alienígena de las civilizaciones terrestres jamás aceptarán razonamientos tan sencillos como los que hemos expuesto. Siempre alegarán argumentos basados en la paranoia conspiratoria, en el estado primitivo de la ciencia humana (a la que. no obstante, invocan tergiversada para sustentar sus propias convicciones) y, sobre todo, en esa sensación tan agradable de sentirse parte de un selecto grupo de elegidos, únicos capaces de comprender la verdad. No es raro que un ego de ese tamaño los ciegue al grado de no poder aceptar la vanidad de sus pequeñas vidas.







Como aportación orgullosamente mexicana a la ovnilatría tenemos el caso del señor Salvador Villanueva, mecánico de profesión que aseguró haber viajado a Venus a bordo de un platillo volador en agosto de 1953. Caso raro entre los "contactados", Villanueva se limitó a narrar su experiencia y a describir la vida venusina en su libro Yo estuve en el planeta Venus (1958), pero no se dedicó a explotar económicamente su historia.


01 noviembre, 2004

Luna de papel

Como hazaña de la ciencia y la técnica de Estados Unidos, uno podría pensar que la llegada del hombre a la Luna sería motivo de orgullo para el pueblo estadounidense. Sin embargo, para sorpresa del desprevenido tecleador, existen, ¡oh, sí, claro que sí!, teóricos de la conspiración que aseguran que los viajes a la Luna no son reales.


Si los lectores rondan la cincuentena, quizá se pregunten entonces qué fue lo que vieron allá en 1969, cuando el mundo pudo mirar por televisión el descenso del Apolo XI, las tomas de los primeros pasos en la Luna y escuchar la célebre frase: "Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad."


Estos teóricos aseguran que no fue más que un montaje publicitario para ganarle la carrera espacial a la Unión Soviética, pionera en la investigación del Cosmos.


Sí, claro, esa frase no fue inspiración del momento de Neil Armstrong, sino que la llevaba preparada, y seguramente fue escrita por algún publirrelacionista de la NASA. Sí, también los motivos que tuvo Kennedy para impulsar la investigación de los vuelos espaciales estuvieron arraigados en la confrontación con la Unión Soviética. Ésta había logrado poner en órbita al famoso Sputnik en octubre de 1957 y años después, viendo su atraso en la carrera espacial, Kennedy les prometió a sus conciudadanos que llegarían a la Luna en menos de diez años.


Pero el hecho de que los viajes al espacio se inscribieran en el marco de la guerra fría no significa que sean un engaño, como aseguran algunos. No voy a entrar en los detalles de la controversia. El lector interesado puede consultar esta página, con referencias a numerosos sitios en pro y en contra de la veracidad del viaje a la Luna. Y en especial a esta otra, muy bien documentada y sustentada, que echa por tierra los argumentos supuestamente científicos de quienes alegan una enorme conspiración para hacerle creer a toda la humanidad que el hombre logró llegar al satélite de la Tierra. Esta página, de hecho, está dedicada a desmontar los razonamientos mañosamente presentados en un programa transmitido por la cadena FOX.


Lo que me llama la atención es la actitud de las personas que sostienen estas teorías. Lo primero que salta a la vista es el placer que les produce sentirse en el círculo de los pocos que conocen la verdad (la verdadera verdad). Esto puede parecer una razón muy débil para justificar todos los esfuerzos que hacen por demostrar que sus paranoias están fundamentadas. Pero hay que considerar que los esfuerzos en realidad son obra de unos cuantos. Los demás —el 6% por ciento de los estadounidenses cree que la llegada del hombre a la Luna es un engaño, según una encuesta de Gallup realizada en 1999— simplemente repiten como papagayos lo que alega un puñado de personas.


Y en este puñado de personas encontramos las razones que explican no sólo estas actitudes, sino también muchas otras: fama y dinero. Al parecer, cada vez cuesta más trabajo conseguir los quince minutos de fama que nos prometió a todos Andy Warhol. Quizá por la explosión demográfica o por la sobresaturación de los medios, el caso es que llegar a la primera plana o salir en televisión requiere bastante más que esperar nuestro turno al micrófono. Para atraer la atención de los medios necesitamos presentar o algo genial (lo cual es difícil) o algo aberrante (más fácil), algo totalmente extravagante, algo tan ridículo que la gente repita con Tertuliano, "Credo, quia absurdum." O con el poeta checo Antonin Tryb: "Creer lo imposible es una ventaja, a nuestra mente no le gusta la ignorancia, aun en la ciencia, si se acaba la inteligencia, las hipótesis reemplazan a la verdad."


La segunda razón es el dinero. Y si con dinero baila el perro, por dinero el hombre es capaz de interpretar los bailes más absurdos, de rellenar páginas con argumentos mal planteados, de sacar conclusiones falsas a partir de premisas verdaderas o, lo que es más común en el mundo de los paranoicos-teóricos de la conspiración, recitar un rosario de datos científicos para de ellos sacar una conclusión improcedente o fundamentar una tesis descabellada. ¿Dije libros? Perdón, ahora son videos, discos compactos, boletos para conferencias y subscripciones a revistas (por ejemplo, la subscripción a tres ejemplares de la revista Paranoia cuesta 36 dólares para residentes fuera de Estados Unidos. ¿Le interesa? Prepare su tarjeta de crédito y vaya directamente a la tienda).


Es evidente que el consumidor de estas publicaciones no se limita a una sola teoría. Es decir, el que acepta una conspiración de gran envergadura para hacerle creer el mundo que los estadounidenses llegaron a la Luna, aceptará también muchas otras patrañas. ¿Cómo cuáles? Por ejemplo, la que sostienen los miembros de la Sociedad de la Tierra Plana que, sí, en pleno siglo XXI siguen afirmando que nuestro planeta no es esferoidal. Ya metida en la paranoia de la conspiración, la gente también aceptará la visita de extraterrestres, las facultades parapsicológicas, el contacto con seres angélicos, el poder curativo de los cuarzos y el origen divino de los delfines.