17 febrero, 2005

Las desventajas de vivir como rey

No es difícil ver que el hombre actual vive mucho mejor que cualquier rey de tiempos pasados. Por ejemplo, una persona de clase media que trabaje y cuente con seguro médico puede tener la tranquilidad de que, en caso de enfermedad, recibirá una atención muy superior a la que hubiera podido tener el más poderoso monarca en tiempos remotos. Sabe que no morirá de una infección, ya que puede atendérsela con productos comprados en cualquier farmacia, muchas veces sin necesidad siquiera de consultar a un médico.

En cuanto a comodidades materiales, el hombre contemporáneo vive en casas bien iluminadas con electricidad, dispone de agua fría y caliente, combate las temperaturas extremas mediante la calefacción y el aire acondicionado. Guarda sus alimentos en el refrigerador, lo cual no sólo le permite disponer de ellos fácilmente, sino que los conserva en buen estado evitando así más problemas de salud. Sus necesidades fisiológicas las satisface en cuartitos ad hoc, con higiene y sin las molestias de los olores ofensivos que emanaban de las bacinicas que solían tener los potentados de otrora bajo la cama.

El hombre actual está comunicado con sus congéneres de manera continua e inmediata: la radio, la televisión y la prensa lo mantienen al tanto de los acontecimientos que ocurren en los rincones más alejados del planeta, ya sea porque lo afecten directamente o simplemente por satisfacer la necesidad de sentirse parte de la humanidad. A diferencia del hombre de la antigüedad, el contemporáneo no tiene que esperar meses o años a que lleguen mensajeros o enviados a dar cuenta de los sucesos en las comarcas remotas. La calidad de la comunicación, por lo demás, es infinitamente superior. El teléfono, el correo (en sus dos modalidades) y los recursos audiovisuales no dejan duda en cuanto al contenido de los mensajes y evitan toda ambigüedad.

¿Qué podemos decir del ámbito del entretenimiento? El hombre contemporáneo pulsa un botón y tiene a su alcance horas y horas de los más variados espectáculos por televisión en su propia casa. O bien, puede salir y asistir al cine, al teatro y a muchas más formas de diversión: eventos deportivos, musicales y culturales en general. El hombre actual puede tener una colección de discos con las grandes obras de la música de todos los tiempos, las cuales puede escuchar en cualquier momento. Y con el video digital, esta posibilidad trasciende el sonido y se extiende también a la imagen. ¿Con qué se entretenían los reyes y la nobleza de antaño?

El hombre contemporáneo tiene acceso a la cultura. Nuestro trabajador de clase media sabe leer y escribir, privilegio otrora reservado a un estrecho círculo. Asiste a la escuela, a la universidad, a los centros de estudio y adquiere conocimientos que en tiempos antiguos lo habrían hecho pasar por mago, pero que ahora sabemos que se trata de simples explicaciones de los fenómenos de la naturaleza. Dispone de bibliotecas públicas (sin contar con los libros que pueda poseer a título personal) que harían palidecer de envidia a las exiguas colecciones que en otros tiempos estaban en posesión de algunas cuantas instituciones, casi siempre religiosas, como iglesias y monasterios.

La ingeniería automotriz hace que el más modesto vochito de cualquier burócrata actual sea definitivamente superior al más engalanado carruaje de los monarcas de siglos pasados. El mundo entero está a nuestro alcance gracias a los avances de la aviación.

Este progreso no se limita a las cosas materiales. A despecho de la inseguridad que priva en las grandes ciudades, el hombre contemporáneo vive mucho más seguro y tranquilo que sus antepasados. La difusión de conceptos como garantías individuales y derechos humanos le permite tener las herramientas jurídicas incluso para oponerse a los poderosos y defender sus derechos. Pese a las lamentables excepciones, es de fuerza observar que en la actualidad no vivimos conforme a los caprichos de los señores feudales, sino que todos estamos sometidos a las mismas leyes. Han desaparecido la inquisición y sus torturas, han sido suprimidas las penas corporales por delitos administrativos y ya nadie puede castigar a los hijos por los crímenes cometidos por los padres.

Todas estas ventajas del hombre actual con respecto de sus antepasados han sido posibles gracias a los avances de la ciencia, tanto de las ciencias exactas como de las sociales. Entonces, ¿a título de qué viene esta gente como los de la Sociedad Teosófica, la Gran Fraternidad Universal y la Nueva Acrópolis a querer enmarañarnos la mente con sus conocimientos de la antigüedad, con la supuesta superioridad de una ciencia perdida en el pasado remoto (y que de alguna manera mística ellos encontraron), con las fábulas de la sabiduría de las civilizaciones desaparecidas hace miles de años?



Nota. Debo hacer una lamentable aclaración. Sé que no todas las ventajas aquí expuestas se aplican a todas las personas por igual. Sobre todo en materia de acceso a la cultura y respeto a los derechos humanos, no todos están en igualdad de condiciones. Subsisten lamentabilísimas condiciones de atraso en muchas regiones del mundo, que hacen que sus habitantes se vean privados de estos beneficios y vivan literalmente como vivieron sus antepasados muchos siglos antes. Esto, lejos de restarle vigencia y veracidad al progreso científico, plantea la urgencia de acelerar su difusión combatiendo, entre otras cosas, las supersticiones del pasado.

15 febrero, 2005

Los americanos son de Venus

Atribuir a los extraterrestres el progreso del género humano es una aberración que de tiempo en tiempo nos encontramos reproducida de varias maneras. Desde las tesis racistas de von Daniken y sus pares, que sostienen que, sin ayuda externa, un pueblo indígena como el maya no hubiera tenido la capacidad de alcanzar los conocimientos astronómicos que tenía, hasta quienes de plano aseguran el origen extraterrestre de la vida en la Tierra.

Pero ahora quisiera comentar un artículo publicado en un sitio llamada Hermanos mayores. Sus perpetradores afirman que estos hermanos mayores son visitantes del espacio, llegados seguramente a ayudar al hombre, quizá por considerarlo su hermano menor.

Aunque de entrada señalan que “cada día son mayores” los indicios de la presencia de estos seres en nuestro planeta, en realidad se limitan a repetir los gastadísimos argumentos de siempre: citas de los textos sagrados, construcciones portentosas de la antigüedad y, no podían faltar, declaraciones de reputadísimos científicos.

Por ejemplo, está la mención al profesor Agreste, científico matemático de la Universidad de Moscú, quien acepta la hipótesis de un antigua migración extraterrestre. ¿Quién es el profesor Agreste? Sepa la bola; su nombre no me parece muy ruso que digamos y pese a su fantástica declaración no vuelve a ser mencionado en todo el artículo. Tampoco dicen qué autoridad, aparte de la de ser matemático, tiene este personaje de tan singular apellido para aceptar tal hipótesis que involucra a la astrofísica, la antropología, la paleontología y otras muchas ciencias. Y a pesar de sus conocimientos de matemáticas, el profe Agreste no sabe explicar la siguiente discrepancia numérica.

Entre los “indicios” encontrados mencionan las inscripciones halladas en las cavernas de Bohistán, que están “acompañadas de mapas con intención astronómica que representan las estrellas en la posición que ocupaban hace más de 5,000 años y se ven unas líneas que unen Venus con la Tierra...” ¿Sabe el curioso lector dónde queda Bohistán? No, pues ni yo tampoco, así que lo busqué en Internet y entre las varias referencias encontradas, hallé ésta: “En las cavernas de Bohistán se encontraron mapas astronómicos que representan a las estrellas en la posición que ocupaban hace 13,000 años...” Y en otro sitio se dice de que esa posición es de hace 14,900 años. ¿Por fin? Ocho o casi diez mil años de diferencia son bastantes para no tomarlos en cuenta. ¿Esa contradicción es uno de los “indicios” de los viajeros espaciales? (Por cierto, también descubrí que Bohistán —también llamado Kohistán— es un región en la frontera entre la India y Pakistán.)

No podemos dejar de comentar lo que dicen acerca de los orígenes del hombre americano. A riesgo de fatigar al paciente lector, citaremos in extenso:


Como otra curiosidad podemos citar “las puertas del Sol” a orillas del Titicaca en el Perú, que demuestran tratarse de huellas de una cultura anterior a todo lo conocido. Allí labrado en la piedra, aparece el calendario más antiguo que se conoce, al que se le ha calculado una antiguedad de 12 a 15,000 años. Pero este calendario tiene una característica sorprendente. Representa el año venusiano con sus 225 días terrestres exactos y con sus meses de 24 días.


Los nuevos ensayos para llegar a Venus y todos los experimentos hasta hoy realizados han venido dando la razón a este calendario antiquísimo. Así se ha fortalecido la idea de que en América fueron venusinos los que llegaron como viajeros del espacio.


¡Eso! Todos los experimentos hasta hoy realizados, ni más ni menos, desde los de madame Curie hasta los de Edison, los experimentos de clonación y de salud reproductiva, los experimentos para sondear la atmósfera, los que se llevan a cabo en los vuelos del transbordador espacial de Estados Unidos, los destinados a encontrar la cura del cáncer, del sida y de otros males, todos, todos los experimentos realizados hasta hoy, repito, le dan la razón a ese calendario y fortalecen la hipótesis del origen venusino del hombre americano. (Y de paso representan un mentís a John Gray, autor del libro Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus.)

¿Quiénes son los que pusieron este sitio en Internet? Digo, porque desde registrar el dominio hasta pagar el servidor e instalar el software que maneja la base de datos, implica un esfuerzo que ciertamente poca gente realiza como broma. De seguro que los autores están convencidos de cada palabra que publican. Movido por la curiosidad, me fui a ver la página de créditos. Ahí me entero que los mensajes y las experiencias fueron proporcionados por las “antenas” SAS y ODLIAT (las “antenas” son esos felices humanos que pueden captar el mensaje de los hermanos mayores).

Pero lo que alarma es la bibliografía que señalan: Las dramáticas profecías de la gran pirámide, de Rodolfo Benavides, de dónde extrajeron “algunos textos y cuotas”. ¿Cuotas? Esto sí que es un milagro. ¿Cómo le hicieron para cobrarle cuotas al tabique de Benavides, plagado de falacias, verdades a medias y mentiras completas? ¿Será que estos embaucadores están pensando en inglés y maltradujeron “quotes”, que significa citas? Vaya usted a saber.

Después se consigna que la recopilación y edición de textos, conceptos, foros, temas e ideas están a cargo de una tal Rita, quien además de colaborar con las antenas de los hermanos mayores, explota los miedos y las angustias ajenas con la lectura de las cartas. Presentándose como “consejera espiritual virtual”, ofrece sus servicios por el módico pago de 19.95 euros durante una semana. Con esto, el “socio” de su sitio (esta gente nunca busca clientes), tiene derecho a lecturas de cartas ilimitadas en vivo y directo, lecturas de cartas ilimitadas por correo electrónico, recetas mágicas personalizadas, oraciones milagrosas personalizadas, cadenas de curaciones metafísicas, orientación para el amor, dinero, salud y más, consultas en vivo y directo y en privado, pensamientos espirituales, horóscopos diarios y mucho más.

Bueno, creo que ya me salí del tema. Ahí les dejo el vínculo por si les interesa “abrir su mente”, como recomienda el canal Infinito, y su bolsillo, como anhelan todos estos timadores.

14 febrero, 2005

Va de nuevo: la mujer en el islam

Encontré, con gran alarma, un artículo sobre el islam en el apartado "sectas" de un sitio católico. Si tantos conflictos ha generado la ignorancia de Occidente respecto del islam, flaco favor le hacen estos señores a la causa de la convivencia pacífica lanzándole el devaluado epíteto de secta a una religión en toda forma.

Me tranquilizó, sin embargo, que en el artículo de referencia sí se le llama religión a la fe de más de 1,200 millones de musulmanes. Pero los comentarios que vierte el autor sobre la yijad (guerra santa) no sé si son para reír o llorar. Empieza diciendo acertadamente que "debe ser entendida como la batalla en contra del mal que anida en el interior del hombre", pero después se olvida de su propia definición y lanza mentiras tan enormes que es difícil ponerlas en duda (conforme al viejo apotegma goebbeliano de que mientras más absurda, más fácil se cree una mentira). Por ejemplo, habla de las matanzas de cristianos que se llevan a cabo "actualmente" en países musulmanes como Turquía, Egipto, Arabia Saudita, Pakistán y Sudán, por supuesto, sin indicar ni mucho menos precisar fechas o circunstancias.

Cita a un periodista de nombre Xavier Maier, católico y "experto" en países musulmanes, quien asegura que cuando el islam "llega a una ciudad, remueve todo lo demás: progreso, cambio, desarrollo social, justicia, libertad, etcétera. La moneda árabe compra a los mayores y todo se congela en su lugar". El autor seguramente olvida el caso de la ocupación árabe de la península Ibérica, cuando florecieron las artes y las ciencias gracias a la influencia mora. Y cuando los árabes convivieron pacíficamente con cristianos y judíos. Fueron precisamente sus catoliquísimas majestades, Isabel y Fernando, los que no soportaron la presencia de los "otros" en sus tierras y expulsaron primero a los árabes y después a los judíos.

Por supuesto, el autor no deja de mencionar el tema de la mujer en el islam, aunque primero se siente obligado a curarse en salud: "El porqué Jesús no concedió el sacerdocio a las mujeres, ni a su propia Madre, es cosa que no nos toca juzgar a nosotros, pero sus razones habrá tenido y la Iglesia no tiene derecho, lo ha dicho el Santo Padre Juan Pablo II, a modificar las intenciones del Señor."

Y después sí, se lanza a atacar la poligamia y el vejatorio trato que reciben las mujeres en las sociedades musulmanas. Quizá al autor le convendría repasar sus escrituras y remitirse, por ejemplo, a la primera epístola a Timoteo, segundo capítulo, donde Pablo prescribe que "la mujer debe aprender en calma y sumisión total. Yo no permito que ninguna mujer enseñe ni tenga autoridad sobre el hombre; ella debe guardar silencio. Pues primero se creó a Adán y después a Eva. Y Adán no fue el engañado, sino fue la mujer la engañada y la que se convirtió en pecadora".

Claro, como ya nos dijeron que quién es uno para andar juzgando las intenciones del "Señor", pues ya mejor ni pregunto en dónde tienen la cara estos católicos señores para criticar la situación de la mujer en el islam. Pues si no ven el machismo que ha prohijado la religión católica, con dificultades podrán ver con objetividad los efectos de otra religión. O, ¿qué diferencia hay entre las mujeres obligadas a usar la burka para cubrirse todo el cuerpo y las muertas de Juárez? En los dos casos se trata de víctimas del machismo, que las considera objetos de uso, prescindibles y reemplazables.

Para negar el negacionismo

Así como hay quienes niegan la redondez de la Tierra y la llegada del hombre a la Luna, hay quienes niegan la veracidad del exterminio de judíos durante la segunda guerra mundial. Y esto viene a cuento porque hace unos días, una persona (anónima, por supuesto, ya que esta gente no tiene ni siquiera la ocurrencia de inventarse un pseudónimo para escupir sus venenosos odios) dejó un comentario en una de las notas sobre el holocausto, en el que expresa sus dudas respecto de que seis millones de judíos permitieran que los asesinaran "pelotones de quizá 500 unidades".

El comentario, por supuesto, lo borré, no por no estar de acuerdo con el contenido, sino con la forma: no puede haber diálogo alguno basado en insultos y groserías. Cuando los argumentos se reducen a calificar de pinche a todo un pueblo, sabemos que ha llegado el momento de suspender todo intento de diálogo. No se trata de coartar la libertad de expresión pues, para empezar, quien se escuda en el anonimato para lanzar diatribas no podría en ningún momento reclamar ese derecho. Y, para seguir, el responsable de la publicación también tiene la libertad de decidir qué se publica y qué no. Y fue en ejercicio de ese derecho que decidí borrar el comentario.

El negacionismo, como se llama a esa corriente que niega la realidad de la shoah, está prohibido en varios países de Europa, como Alemania y Francia. Publicar libros o artículos que pongan en duda la realidad del horror de los campos de exterminio es un delito que se castiga con fuertes penas. Estas leyes, sin embargo, pueden evadirse fácilmente en nuestros tiempos globalizados —sobre todo gracias a Internet— pues los generosos servidores de Estados Unidos están a disposición de quien desee publicar las más abyectas mentiras.

En efecto, en honor a la célebre libertad de expresión, Estados Unidos protege incluso a los mercaderes de pornografía, a los sembradores de odios raciales y a quienes hacen negocio propagando injurias y mentiras. No es de extrañar, pues, que sea allí donde su publiquen libros como Mi lucha, obra prohibida en Alemania, y donde encuentren alojamiento páginas Web dedicadas a fomentar el odio y el temor por los más diversos grupos étnicos.

Tratar de refutar uno por uno de los argumentos de los negacionistas es caer en su juego. En primer lugar, porque como dije sus argumentos suelen reducirse a ensartar una serie de adjetivos peyorativos contra todo un pueblo. La segunda categoría de ataques corresponde a la enumeración de las perversiones del estado de Israel y a su comparación con el régimen nazi. Esto, por supuesto, está fuera del debate, pues Israel fue creado en 1948 y su actuación política y militar no borra ni justifica los sufrimientos de los judíos europeos varios años antes. Sacar a relucir el conflicto palestino-israelí para negar la realidad del holocausto es salirse por completo del tema.

Hay una tercera categoría de "argumentos": aquellos que se basan en "evidencias técnicas" para tratar de demostrar que fue imposible asesinar a tantas personas en tan poco tiempo. Hablan de la limitada capacidad de los hornos crematorios y de las cámaras de gas. Estos argumentos quizá surtan efecto en las mentes impresionables y carentes de información. Pero, desde la caída de la Unión Soviética, la apertura de los archivos del Tercer Reich confiscados por el ejército soviético permitió tomar la medida de la sofisticación técnica que alcanzaron los nazis en la implementación de su solución definitiva. En efecto, ahí se encontraron los estudios y especificaciones necesarias para que cada horno tuviera la capacidad de calcinar cientos y miles de cuerpos al día. Como si se tratara de montar una cadena de panaderías, los ingenieros de la firma contratada al efecto hacen análisis de materiales, resistencias, capacidades, temperaturas y demás factores que intervinieron en la construcción de tan monstruosa industria.


Según mi anónimo comentarista, la solución definitiva decidida por las autoridades nazis en 1942, y que consistió simplemente en la eliminación física de todos los judíos de los países ocupados, en realidad apuntaba a la creación de "un estado netamente judío" y no en el exterminio sino en la deportación de los judíos. ¿Qué puede decirse ante esta ignorancia de la historia? ¿Qué se le puede decir a quien nos viene con el cuento de que las cámaras de gas estaban destinadas a desinfectar a los prisioneros, pues éstos eran muy sucios y tenían piojos?

04 febrero, 2005

Sobre el origen de holocausto

Encontré una referencia de Juan María Alponte, en el sentido de que fue Eli Wiesel, sobreviviente del genocidio nazi y premio Nobel de la paz, quien popularizó el uso del término holocausto para designar el exterminio sistemático de judíos durante la segunda guerra mundial. No le creí mucho, pues el distinguido investigador, además de equivocarse al escribir el nombre (pone "Wiessel" en lugar de "Wiesel"), asegura lo siguiente:

Dice (Wiesel) que en un texto hebreo se encontró con la palabra "ola" que significaba "ofrenda por el fuego". Sobre ella construyó el vocablo "holocausto".


No puedo imaginar explicación etimológica más banal. Corominas registra el empleo en español de la palabra holocausto desde el año de 1440; el Webster la encuentra en inglés desde el siglo XIII. Y siempre con la misma etimología: del griego holos, entero, y kaustos, quemado, es decir, quemado por entero, con la connotación de que se trata de un acto ritual, de una ofrenda a dios (a un dios, por cierto, que parece complacerse en ver a los pobres pastores desperdiciar sus animales, quemándolos para expiar vaya a saberse qué inventados pecados).

La búsqueda del origen del empleo del término holocausto para referirse al exterminio de judíos me permitió encontrar que, a diferencia de lo que yo mismo pensaba, ese uso empezó a divulgarse después del juicio de Adolf Eichman, en 1961. Golda Meir, primera ministra de Israel (1969-1974), lo recoge en su autobiografía, "Mi vida" (1975). Y después, en 1978, vino la miniserie televisiva llamada Holocausto que lo divulgaría por todo el mundo.

Sin embargo, sí hay quienes atribuyen a Eli Wiesel el origen, no del término sino de su connotación actual. Después de haberse negado por varios años a escribir sobre sus experiencias en los campos de exterminio, Wiesel decidió escribir Y el mundo guardó silencio, obra de 900 páginas escrita en yiddish y publicada en Buenos Aires en 1955. Posteriormente, él mismo la redujo a 127 páginas y se publicó en francés, en 1957, con el título de La noche. ésta es la versión que ha circulado, traducida a más de treinta idiomas.

03 febrero, 2005

¡Lo que necesitábamos!

Sí, de plano ya se habían tardado en sacar al mercado la tanga anti-fornicio, de la cual nos aseguran sus promotores que nos servirá, cuando sintamos la tentación de fornicar, para recordar que "el niño Jesús" nos está observando. Y al ver el espantoso rostro que nos mira con ojos de súplica desde tan delicada prenda, sí, evidentemente, hasta al más caliente se le quitarán las ganas. ¡Todo un avance en materia de prevención del sida, embarazos y otras condiciones no deseadas!

Mercadotecnia teológica

Era de esperarse que en estos tiempos de mentalidad librecambista, cuando las catedrales son reemplazadas por los centros comerciales y los sacerdotes se consideran representantes de ventas, surgiera alguien que considerara el fracaso de la iglesia católica como un problema de mercadotecnia. En efecto, en la página de los Misioneros del Espíritu Santo me encuentro con una nota en la que se compara la situación de la iglesia con la de Telmex, empresa que por muchos años mantuvo el monopolio del servicio telefónico en nuestro país y que hasta hace sólo unos años empezó a tener competencia.

Entonces, atemorizado ante la fuerte competencia de lo que no deja de llamar sectas, el autor de la nota ennumera el catálogo de servicios que ofrecen sus rivales y los compara con el magro producto que expende su iglesia: "¿Será que ahora sólo ofrecemos normas y prohibiciones, ideas y clericalismo, ritos vacíos y anonimato de los miembros, pasividad y conformismo, estructura y burocracia?"

Y observa con envidia la incansable labor misionera de, por ejemplo, los testigos de Jehová, que soportan las burlas y las agresiones de aquellos a quienes importunan con su ofrecimiento de "compartir la palabra de dios".

Mal harían los católicos en promover el apostolado laico que prolifera en otras denominaciones. ¿Por qué? Porque implicar a los laicos en la promoción de la fe es fomentar el fanatismo, es envolverlos en una vida dedicada a la religión, es privarlos de la posibilidad de descubrir que la esfera de lo terreno no tiene ningún contacto con la divina —si es que ésta existe— y es repetir el error histórico de querer regir la vida en la Tierra con consideraciones celestiales.

Lo mejor que podría hacer la iglesia católica es admitir su repliegue: dejar de inmiscuirse en la vida privada y de querer normar nuestra existencia. Librado a sus propias fuerzas, sin apoyos ultraterrenos, el hombre podría descubrir que cuenta con todo lo necesario para llevar una vida digna, plena y creativa, sin descuidar, claro, el cultivo de la solidaridad y la compasión por el prójimo. Estos sentimientos surgirían entonces de la propia naturaleza humana, sin necesidad de ser impuestos mediante mandamientos e intimidaciones desde lo alto.

01 febrero, 2005

Los iluminados comunes

Cándido Grzybowski, del Instituto Brasileño de Análisis Socio-Económicos y uno de los más activos organizadores del Foro Social Mundial, se queja por la iniciativa de algunos "iluminados habituales" de presentar lo que llamaron el manifiesto de Porto Alegre. Y explica su molestia: "Apelar a las celebridades, a los iluminados habituales, contradice la metodología del foro, que reposa en propuestas que emanan de una gran participación de la base. Eso equivale a la vieja manera de hacer política."

¿Quiénes son estos iluminados habituales? Entre otros, José Saramago, que lo mismo obtiene un premio Nobel de literatura por su espléndida obra que opina de los temas más dispares, Alfredo Pérez Esquivel, también premio Nobel pero de la paz, Eduardo Galeano, chile de todos los moles, Bernard Cassen, ya mencionado en este blog por sus geniales propuestas para contrarrestar la hegemonía del inglés, y otros nombres, hasta en número de diecinueve, que igualmente solemos encontrar en cuanto manifiesto, propuesta o iniciativa "de avanzada" se presente en cualquier rincón del mundo.

La molestia no es banal. Si en principio el Foro Social Mundial se niega a emitir una declaración final, con miras a no dejar fuera de ella a ninguna de las corrientes participantes en el cónclave de Porto Alegre, ¿a título de qué vienen estas luminarias a querer señalar caminos, dictar consignas o, peor aun, "mandamientos" como dicen los mismos signatarios?

La pregunta va más allá: ¿quién tiene la representación de los jodidos? ¿Quién puede hablar en su nombre? ¿Cómo nos viene un acolchonado intelectual francés a decirnos cómo manejar nuestra miseria? Por más que las doce propuestas para el otro mundo posible tengan relación con las necesidades y demandas de los pueblos más desfavorecidos del planeta, no es justo que dos puñados de celebridades les vengan a arrebatar el micrófono y a querer hablar a nombre del 80 por ciento de la población mundial.

Hay otro motivo de queja. Dada la coincidencia de la presentación del manifiesto con la celebración del foro, no será difícil que la gente piense que se trata de un documento "oficial" y que esos doce puntos constituyen ya el programa del altermundismo. Me van a decir que nadie es tan estúpido para confundirse de ese modo, pero si no creen en esa posibilidad, ¿como es que La Jornada, en el artículo que le dedica al tema, subtitula "Propuestas del foro" a los párrafos dedicados a hablar del manifiesto?

La razón que adelantaron estas luminarias para presentar su proclama —incluso antes de que concluyera el foro, como temiendo que no los dejaran hablar— fue que de esa manera la cita de Porto Alegre contará con una base para pasar a la acción política y superar la simple fase de discusiones y críticas al neoliberalismo. Sin embargo, no tenemos antecedentes de que un documento elaborado en el gabinete de unos cuantos intelectuales sea capaz de movilizar a las masas. Salvo, claro, el Manifiesto comunista, pero no creo que nadie quiera seguir por ese camino.

En fin, desde hace varios años se ha venido formando lo que algunos llaman el radicalismo chic y que podemos entender como el gracioso apoyo que otorgan algunos miembros de la intelectualidad a las causas sociales "de moda", ya sea en la forma del peregrinaje a la selva lacandona en busca del subcomandante Marcos o, ahora, en la participación de estas celebridades en el Foro Social Mundial.