30 junio, 2006

Caballos voladores y explicaciones mágicas

Una característica de los charlatanes, después de soltar alguna estupidez, como la de que los caballos vuelan, es exigir pruebas en contrario. Por ejemplo, vean este video:



“¡Que lo demuestren!”, exige el embaucador mayor, con el apoyo de su acólito de circunstancia.

De este corto video se desprenden numerosas lecciones, pero quizá la principal sea la ilustración del funcionamiento de la mente mágica. Ante un fenómeno determinado, se descarta la explicación más racional y simple y se acepta sin más discernimientos la más increíble.

Vemos una figura en el cielo en forma de caballo y, en lugar de suponer que se trata de un globo o de cualquier otro fenómeno natural, el “investigador” de lo paranormal nos asesta la explicación más inverosímil: se trata de un caballo volador. Contra toda lógica, contra toda experiencia, movido simplemente por al afán de notoriedad (y el lucro que ésta trae aparejado, claro), el embustero máximo nos quiere hacer creer que los caballos vuelan, provocando espumarajos de baba entre todos los circunstantes, en primer lugar el merolico que le hace segunda. Estoy seguro que el inteligente lector podrá extraer las demás lecciones.

27 junio, 2006

Corónica futbolera

La única forma que tengo de ver el futbol es en su aspecto social, como pretexto de convivencia. No he llegado al extremo de ir a un estadio a aplaudirle a mi equipo (¿quizá porque no lo tengo?), pero sí me he reunido en algunas ocasiones a ver un partido. En dos ocasiones, para ser preciso: en 1986, para el México-Alemania, y ahora, el sábado pasado para el México-Argentina. Una sola vez he visto un partido a solas, el Alemania-Croacia de 1998, y eso por razones sentimentales que no viene al caso explicar aquí.

Dejo a las especialistas la tarea, ya agotada por cierto, de explicar las jugadas y las razones y causas del resultado. También supongo que estará en manos de las autoridades de la FIFA juzgar la actuación del árbitro Massimo Busacca, a quien los comentaristas locales (es decir, mis familiares con quienes vi el partido) achacaban una indiferencia criminal ante las repetidas violaciones de la escuadra argentina.

Pero creo que nada me impide reírme (sin llegar a burlarme, claro, como quiera es familia) de las reacciones de los asistentes al convivio. En el minuto 5, el gol de Rafael Márquez arrancó vítores y expresiones de “sí se puede”, abrazos mutuos, alborozo y una sensación generalizada de que esta vez llegaríamos por lo menos a las semifinales.

Esta euforia duró exactamente cinco minutos. A los diez minutos del partido, el gol argentino hizo que los mismos que habían vitoreado a “su” selección ahora la abuchearan y abominaran de ella: “claro, cuándo iban a poder”, “si ya me extrañaba”, “pinches mexicanos, ya se arratonaron (sic)”.

En fin, también tendré que dejar a los especialistas en psicología social, sociología y otras materias no menos obscuras que éstas el análisis de las causas de esa actitud tan esquizofrénica (en su sentido etimológico de “mente escindida”, no crean que ando aquí insultando). Pero sí planteo la pregunta: ¿no que en las duras y en las maduras? ¿Sólo apoyan a su equipo cuando éste gana (o va ganando)?

Y una pregunta más: ¿en qué cabeza de Televisa cupo la infame idea de poner a unos argentinos a comentar el partido del sábado pasado? Por lo menos revela falta de sensibilidad. Y no es poca cosa. Después del juego, me tocó ver en varios puntos de la Condesa conatos de bronca, protagonizados por mexicanos intoxicados de alcohol y patriotería que trataban de romperles sus respectivas mamacitas a varios argentinos avecindados en la no mal llamada Fondesa. Merece mención especial el caso presenciado en la calle de Campeche, donde un grupo de seis o siete chavos exhortaban a gritos a unos argentinos, atrincherados en un tercer piso, para que bajaran y les pudieran partir su madre. Dándose por vencidos, los defensores de la dignidad nacional se retiraron, no sin antes advertirles a los gauchos que les iban a aplicar el famoso “treinta y tres”.

Otro motivo de duda es el hecho del que el entrenador de la selección mexicana haya sido argentino. No, no que haya habido un designio malévolo de su parte; supongo que nadie hubiera adivinado que a México le tocaría enfrentarse con Argentina. Pero, caray, el señor por lo menos podría haber fingido un poco más de entusiasmo cuando cayó el uniquito gol mexicano. Y ya, sólo me queda expresar a continuación un prejuicio: le desconfío a la gente que usa barba de candado. Y Lavolpe no es la excepción.

21 junio, 2006

Por una izquierda acotada

La candidatura de López Obrador tiene el lastre de la etiqueta de izquierda que le han aplicado. Y es un lastre porque para varias generaciones de votantes, la izquierda sólo puede identificarse con el comunismo, la planeación centralizada, la economía de estado y, en general, con el sovietismo cuyo hundimiento todos presenciamos con asombro hace unos lustros.

Pero la izquierda actual ya no puede ser eso. Lejos están los tiempos de la izquierda delirante, estatizadora y centralizadora, con ribetes de estado policíaco (extrañamente parecida al otro extremo del espectro político, el fascismo). No estamos ni siquiera para una izquierda atinada, como quiso definir a su gobierno el ex vasconcelista López Mateos (después la matizaría aun más, declarándose de “izquierda atinada dentro de la constitución”.

El fin de la guerra fría acabó con ese tipo de izquierda. Y la globalización, además, ha impuesto condiciones muy estrictas que deben cumplirse para garantizar la viabilidad de los países, básicamente en el ámbito económico. Por tanto, es absurdo pensar que un gobernante va a tener el margen de maniobra necesario para tomar medidas desordenadas y desbocarse hacia el caos financiero. En la actualidad, de lo que podemos hablar es de una izquierda acotada, pues en este siglo XXI ningún país puede darse el lujo de ignorar lo que está sucediendo en el resto del mundo.

Como siempre, hay casos excepcionales —y dan ganas de llamarlos patológicos— como el de Venezuela. En efecto, la retórica de Hugo Chávez recuerda el discurso delirante del castrismo y el guevarismo de los años sesenta (los años de adolescencia de Chávez, precisamente). Pero, por más que predique el anti-imperialismo, Caracas no ha dejado de venderle petróleo a Estados Unidos. Pues es la increíble alza de los precios del barril de crudo lo que le ha permitido a Chávez financiar sus proyectos, tal como en la guerra fría la ayuda económica de la Unión Soviética permitió el mantenimiento de regímenes inviables en todo el mundo. Pero Chávez no sobreviviría a una baja de los precios del petróleo, como tampoco sobrevivieron los regímenes africanos financiados por la URSS al desmembramiento de ésta.

Convendría también analizar el concepto de populismo, tan abundantemente proferido con respecto del candidato de la izquierda mexicana. En este caso, también la globalización juega como factor disuasor de disparates y desenfrenos. Es evidente para cualquiera que no es posible repartir riqueza sin haberla creado antes. Y es precisamente en la modalidades de ese reparto donde estriban las principales diferencias entre los dos proyectos de nación que se someterán al juicio de las urnas este 2 de julio.

Mientras el neoliberal está convencido de la necesidad de que ese reparto se realice a cuentagotas, la izquierda piensa hay maneras más expeditas de elevar el nivel de vida. Lo del reparto a cuentagotas no es retórica: en inglés la llaman trickle economy, es decir, economía por goteo, en la que la riqueza producida en las alturas literalmente “gotea” hacia abajo, una vez satisfechas las necesidades de las clases favorecidas. Éste es el razonamiento que, en Estados Unidos, anima medidas como las de recortarle impuestos a los ricos, por un lado, y suprimir servicios públicos por el otro. La idea es que los ricos, al disponer de más dinero por pagar menos impuestos, podrán invertir en la creación de más fuentes de trabajo, y así los pobres tendrán dinero para pagarse su propio seguro médico.

Se ve bonito en el papel, ¿verdad? Lástima que no funcione en la práctica. En la práctica lo que vemos es gente que es expulsada de los hospitales por no tener seguro (o por tener una cobertura insuficiente) y presidentes de empresas obscenamente ricos, con una riqueza que lastima a quienes sólo pueden verla de lejos.

En la izquierda, los mecanismos de distribución de la riqueza no se dejan a la buena voluntad de los empresarios. Y sí, suponen una injerencia del estado que algunos quieren llamar estatismo, pero que básicamente consiste en el ejercicio de su función de regulador de los factores económicos. Así vemos al estado como proveedor directo de servicios fundamentales, es decir, educación y salud, y en otros casos como promotor a través de incentivos fiscales y otras prestaciones en el caso de vivienda, caminos e infraestructura.

10 junio, 2006

La homeopatía y yo

Tengo pendiente preguntarle a mi señora madre la razón de que, de chico, me llevara a consultar a homeópatas. En algún momento pensé que pudo haberse debido a que resultaba más barato, pero, caray, mi padre trabajaba en PEMEX y en el IPN, así que teníamos dos servicios médicos prácticamente gratuitos. Antes bien, ir a la consulta homeopática representaba un gasto adicional.

Por alguna razón que nunca he sabido, toda la vida he padecido de la piel; salpullido, eccema, acné, forunculosis, dermatitis... mi expediente médico, si existiera, sería un catálogo completo de enfermedades, padecimientos y trastornos cutáneos.

De los casos que recuerdo con más claridad es el de un eccema de cuero cabelludo que me ha de haber salido por ahí de los diez años. Las visitas al homeópata nomás no dieron resultado, a pesar de lo cual, yo tomaba religiosamente mis chochos a las horas prescritas por el doctor. ¿Y cómo no me iba a gustar tomar azúcar con alcohol? Además, el consultorio homepático era impresionante, con sus paredes cubiertas de estantes con frascos llenos con los supuestos remedios que no podían dejar de deslumbrar a un niño tan pequeño.

Sin embargo, los chochos no me aliviaban el problema y ahí me la llevaba, hasta que los síntomas desaparecían espontáneamente. Ahora sé que la mayoría de estos padecimientos tienen origen nervioso, por lo que suelen aliviarse cuando cambia la situación que les da origen. Por ejemplo, la época de exámenes finales era la más tensa (¡Exámenes finales de primaria! ¿A qué podía tenerlo miedo yo?) y era cuando más propenso estaba a padecerlos.

En fin, como decía, para mí el tratamiento homeopático consistía, además de tomar los chochos, en aguantar y esperar a que desaparecieran los síntomas por sí mismos. Pero en el caso de mi eccema a los diez años las cosas resultaron diferentes. Una ocasión, estando en casa de unos amigos, un tío de ellos me vio y me preguntó qué me pasaba. Él era médico veterinario y, puesto en antecedentes, me dijo que él podría curarme rápidamente. Así fue. Recuerdo que disolvió unas cápsulas de penicilina en una cubeta con agua, con la que me lavó la cabeza. Eso lo hizo unas tres o cuatro veces y en una semana había desaparecido el eccema que ya para entonces me había durado varios meses.

¿Cuál fue la moraleja del cuento? Parecería obvio sacar la conclusión de que la homeopatía es ineficaz y que no tiene caso perder tiempo y dinero (aunque sea poco) con esas cosas. Pero en mi caso, el incidente sirvió para que, por años, mis hermanos mayores se burlaran de mí por el hecho de haber sido curado por un médico de animales.

La cosa fue que no aprendí la lección. Por muchos años más estuve consultando homeópatas para mis padecimientos de la piel, siempre con los mismos resultados, es decir, sin ver resultados concretos nunca.

Había en ello un factor adicional a la costumbre o al respeto por una tradición (no puedo decir que familiar, pues ahora me entero que mis hermanos no consultaron nunca a homeópatas). En efecto, yo sentía cierta satisfacción en saberme dentro de una corriente diferente, alternativa como diríamos ahora, y en no ser parte de la borregada que consultaba médicos alópatas y era víctima de la avidez de las empresas farmacéuticas.

Todo eso habría de cambiar con el tiempo. Hace algunos años tuve un padecimiento para el cual resultaron ineficaces todos los remedios alternativos: naturismo, homeopatía, herbolaria; probé incluso el reiki y el tratamiento a manos de un charlatán que no sólo por eso merecería ser expulsado del país (era un extranjero pernicioso que se la pasaba hablando mal de los mexicanos a cuyas costillas, por supuesto, vivía como rey). Hasta que se impuso la sensatez y fui a consultar a los tan denostados alópatas. ¿Resultado? Tras una consulta de una hora y una medicina comprada en la farmacia, el problema desapareció por completo.

Dejo al paciente lector la tarea de sacar por sí mismo la moraleja de esta segunda historia.

09 junio, 2006

Rumbo al Mundial

No odio el futbol: simplemente me molesta la importancia artificial que le atribuyen los medios y, por este influjo, la sociedad entera. Siempre me ha parecido el ejemplo perfecto de manipulación, de pan y circo, de escapismo. No comprendo a quienes se consideran deportistas por ser capaces de pasarse una tarde frente a la televisión, tragando papitas y chupando cerveza, echándole porras a su equipo, festejando sus jugadas y afligiéndose por sus errores.

No estoy en contra del futbol, pero sí me opongo a que lo quieran convertir en la medida de mi nacionalismo, a que cuelguen de un equipo el honor de la patria y a que asimilen a los seleccionados a los héroes nacionales.

Tengo que confesar que nunca he visto completo un partido de futbol, que no conozco sus reglas y no distingo sus jugadas. Por ello, no estoy en condiciones de criticarlo (y espero no estar haciéndolo) como tal. Repruebo, eso sí, el fenómeno mediático-mercantilista en que lo han convertido y los negocios que se hacen a su amparo.

Somos un pueblo sin memoria. Cada cuatro años la selección mexicana parte rumbo al Mundial cargando a cuestas las esperanzas de que “esta vez sí se puede”, de que “el sueño puede hacerse realidad”, en medio de cábalas y augurios de analistas, expertos y hasta psíquicos que prometen triunfos y glorias para la representación nacional. La realidad, muy distinta de los sueños, es que pocas veces han hecho un papel medianamente decente. Pero patrocinadores y demás beneficiarios del negocio intentan por todos los medios a su alcance convencernos de que “esta vez es diferente”, tratando de despertar en nosotros un entusiasmo que incluya, por supuesto, el ánimo de consumir sus productos.

Y ahí vamos, guiados por comerciantes que usurpan el patriotismo, deslumbrados por expertos que ponen sus análisis al servicio del cliente, impulsados por toda una sociedad persuadida de que el honor nacional está en juego.

08 junio, 2006

La frase del día


Los cines son malos para la salud, malos para la sociedad y malos para nuestra cultura. Son lugares donde todo el mundo se mezcla, hombres y mujeres. Miran las películas, fuman hachís y beben alcohol.


Jeque Sherif Ahmad
presidente de la Unión de Tribunales Islámicos
tras tomar el poder en Somalia




Preguntas para desconcertar al prójimo

¿Por qué los países más religioso son los más jodidos? ¿No tendría que ser al revés, que sus respectivos dioses, viendo su devoción, los ayudaran a salir del atraso y la miseria?

07 junio, 2006

¿Y después del debate?

Pues no se acabó el mundo y, lo que es peor, el segundo debate, con todo y la presencia del controvertido AMLO, no despejó dudas ni abrió caminos. Mesurados y corteses en un principio, los dos punteros empezaron a lanzarse ataques mutuos cuando recordaron que estaban en un espectáculo mediático, en el que la gente quiere ver sangre, no escuchar razonamientos. Madrazo prefirió mantenerse ajeno, sin dejar por ello de atacar al gobierno foxista, mientras que Campa y Mercado, sabiéndose gorrones en una fiesta en la que no tienen nada que hacer, se abstuvieron de participar en el intercambio de lodo.

Fecal abrió el baile acusando al DF de ser la ciudad más corrupta e insegura, referencia que el Peje dejó pasar, quizá para tomar vuelo y lanzarse a la carga momentos después, cuando, montado en su caballito de batalla del Fobaproa, acusó a su rival de la derecha de haber sido cómplice de ese fraude a la nación. El chaparrito (a quien esta vez sí permitieron que usara un banquito, por lo visto) reviró con ataques ad hominem, centrados en las personas del hijo y del chofer de Andrés Manuel. Ya metidos en el terreno personal, el tabasqueño sacó el expediente del “cuñado incómodo” de Fecal, a quien señaló como evasor de impuestos y beneficiario de contratos con la secretaría en los pocos meses que estuvo manejada por el michocoano.

Ataques aparte, el acartonado formato del debate es en gran medida responsable del poco brillo de estos actos. Ésta es la tercera campaña en la que se organizan estos enfrentamientos, pero éstos siguen atados por el miedo a que se desborden las pasiones o a ser considerados injustos con los partidos de relleno. Pero así como el IFE asigna fondos proporcionales a la votación recibida, el tiempo de que dispone cada uno debería estar de acuerdo con la importancia de su partido. Viéndolo bien, es una injusticia que los paleros de Campa y Mercado, presentes en la contienda por afán protagónico, con la intención de dividir el voto de la oposición o por el simple interés de consolidar las canonjías recibidas por sus respectivos partidos, disfruten del mismo tiempo que aquellos que tienen la expectativa real de tomar el poder. ¿De qué sirve escuchar los buenos deseos de la señora Mercado si ella misma es la primera en saber que jamás tendrá que llevarlos a la práctica?

En fin, después del debate se desató la encuestitis y los medios nos aseguran que el triunfador fue Fecal. Con eso confirman la verdadera naturaleza de este ejercicio “democrático”. En efecto, él es quien se vio más agresivo, no sólo por sus diatribas, sino también por sus propuestas en el tema de la seguridad, como la solución policíaca a los problemas sociales, que deja ver un carácter violento y represivo escondido con golpes de pecho e invocaciones al Santísimo. Pero no creo que los mexicanos queramos más represión y mano dura. Queremos empleo y seguridad, crecimiento y paz social, estabilidad en la economía y rumbo claro en la política. Por eso, yo voy a votar por López Obrador.

06 junio, 2006

El debate, reloaded

La nota del día no serán las quemantes revelaciones de la productora de videos de Charlie Ahumada, ni la renuncia de distinguidos priistas al Tricolor ni, mucho menos, el esperado estreno de La profecía. Nada de eso. Hoy el mundo tendrá la mirada fija en el World Trade Center de la Ciudad de México, huérfano ya de su matriz neoyorkina y sede por segunda ocasión del debate de los candidatos a ocupar la máxima silla del país.

A diferencia de su versión beta, presentada el 25 de abril, la versión reloaded contará con la presencia del Sr. López, que ocupará el quinto atril del foro.

Descontando lo fatídico de la fecha (algún bromista pensó que realizarlo el 6-6-6 sería buena puntada promocional), el debate se presenta entre anuncios infaustos. La exhibición de los videos de Ahumada seguramente será aprovechada por los medios para echarle aun más tierra a López Obrador. Y sea quien fuera quien saliera arrastrado en esta ocasión, la consigna será “calumnia que algo queda”. No dejará de llegarle el lodo al candidato perredista, por más que se deslinde y por poco que en los videos se hagan revelaciones sensacionales.

Lo que presente Ahumada hoy en su insólita conferencia de prensa no pueden ser más que los “extras” del DVD; los retazos de poco valor que no quiso utilizar hace dos años, cuando trató de chantajear al entonces jefe de gobierno con exhibirlos, para que le fuera retirada la demanda que pesaba en su contra. Que ahora quiera intentar la misma jugada que de nada le sirvió entonces revela no sólo la falta de imaginación de su pandilla, sino sobre todo lo desesperada que está la cúpula foxista ante el avance del señor López.

En fin, dejemos las profecías a los productores de cine y esperemos a ver con qué nos sale esta vez el Charlie, siempre tan poco ocurrente.

Pero no podemos dejar de consignar una nota de alarma. Observadores, analistas, especialistas y demás opinólogos quieren coincidir en el bajo nivel de la campaña. Critican la falta de propuestas y la abundancia de invectivas. Denuestan la ausencia de proyecto y critican que las campañas han optado por el camino fácil de la injuria al rival más adelantado. Hay pasmo ante la multiplicación de encuestas contradictorias, que ponen de puntero ya a uno, ya a otro candidato.

Lo curioso es que sí hay propuestas y proyectos. Fecal, por ejemplo, propone empleos... mmm, bueno, creo que hace seis años Fox hizo la misma propuesta pero, para variar no cumplió. Pero no nos desviemos. Madrazo promete... promete... ¿qué promete el señor? Algo ha de prometer, de seguro, quizá impunidad para sí mismo y sus compinches, pues como sabemos, él está metido en política sólo para cuidarse las espaldas y gozar de cierta impunidad. López Obrador tiene sus cincuenta propuestas, sólidas y bien argumentadas, que merecerían un análisis más profundo que esta somera mención.

Entonces, si hay propuestas y proyectos, ¿por qué concentrar el interés de las campañas en el lanzamiento de lodo? Mal hacen los líderes de opinión en insistir en esa postura. En atizar el desinterés ciudadano reiterando hasta el cansancio que el nivel de las campañas es bajo, en lugar de analizar y debatir las propuestas que efectivamente existen. Si los medios dejaran de enfocarse en los turbios antecedentes de Madrazo, en la mediocre carrera burocrática de Fecal y en las chachalacas invocadas por el Peje, para mejor debatir ideas y proyectos, se elevaría el nivel de las campañas y se acrecentaría el interés de los electores por participar.

Hay miedo y angustia entre la ciudadanía, pero sobre todo hay desaliento y desesperanza. Hay falta de entusiasmo por la posibilidad de cambio. Y en ese sentido, corremos el peligro de reeditar en nuestro país el caso del Perú donde, bajo la consigna dictada por Mario Vargas Llosa, “hay que votar por el menos peor”, se produjo el insólito caso de que fuera reelecto un ex presidente señalado como corrupto e ineficaz en su momento (1985-1990).

Ya que estamos en una fecha fatídica, toco madera para que en México no se repita ese caso. Ni el regreso de los corruptos del PRI, ni la continuidad de los chupacirios del PAN. México necesita un cambio, pero ya.

02 junio, 2006

Para conocer al señor López

Acabo de ver el documental de Mandoki sobre el Peje, ¿Quién es el señor López? y tengo que confesar que estoy conmovido. Lástima que sea una película dedicada a quienes ya están convencidos. Dudo mucho que algún calderonista o... (¿quienes son los otros?) bueno, o partidario de algún otro tenga la objetividad de verlo para decidir, razonar o al menos para enterarse de quién es aquel que le causa tanta repulsión y miedo.

Aunque empieza con testimonios de los padres de López Obrador (Andrés y Manuela, ya sabemos porqué se llama así él), y algunos recuerdos de su infancia y juventud, en realidad no es una película biográfica. La parte medular trata del caso del paraje de San Juan y de los videoescándalos.

Repito, lástima que seguramente sus detractores no lo van a ver, pues así podrían enterarse de cómo estuvo todo realmente y, en especial, de la reacción de AMLO ante estos casos. De verlo, tendrían que reconocer la legalidad a la que siempre se apegó el Peje y dejarían de considerarlo un personaje autoritario y con ambiciones de dictador.

En el mismo DVD vienen algunos extras con escenas del juicio de desafuero que se le practicó en la recámara de diputados y unas declaraciones de Mandoki en las que promete hacer otro documental sobre ese tema.

Eso me recordó unas confidencias que me hiciera uno de mis corresponsales el año pasado, poco después de que desecharan la demanda de desafuero (que ya había sido aprobada por los diputados). No puedo decir su nombre porque comprometería su posición de funcionario del Banco Mundial, pero él me aseguró que, mientras estaba todo el ajetreo del juicio, en la representación del banco en México, como era lógico, hicieron profundos estudios y análisis de los “escenarios”, como llaman los tecnócratas a las posibilidades, en caso de que que AMLO efectivamente fuera enjuiciado y perdiera sus derechos políticos.

Esta “garganta profunda” de Polanco me aseguró que los escenarios en ese caso eran tan catastróficos, que el propio director del banco, recién nombrado en ese entonces, el ex subsecretario de la Defensa de Estados Unidos, Paul Wolfowitz, tuvo que intervenir personalmente y advertirle a Vicente Fox que, si seguía adelante con su plan de negarle a López Obrador su derecho a presentar su candidatura, México ya podría olvidarse de contar con el apoyo del Banco Mundial. Fue entonces cuando Fox encontró una salida legaloide al berenjenal en el que se había metido y se desechó el proceso.

Esta anécdota tiene varias lecciones. La más obvia es que revela quiénes son los verdaderos jefes de Fox y a quiénes sirve. La segunda es que pone al descubierto la enorme paradoja de que se haya violentado la ley para acusar al Peje de violarla. Que quienes acusaban a López Obrador de sentirse “por encima de la ley”, efectivamente pasaron por encima de ella para despojarlo del fuero, a través de una votación a base de consignas en la cámara de diputados.

Y una lección más: quienes realmente asustan a la inversión extranjera y alejan del país a las instituciones financieras mundiales, son aquellos que azuzan el miedo al Peje y perturban la paz social con represiones como las de Atenco, los que promueven la cultura de la impunidad descartando ilegalmente juicios e investigaciones de corrupción, los que, para acabar pronto, se sienten los dueños del país y no quieren perder sus privilegios.


Quienes deseen descargar el documental, en esta página encontrarán cómo hacerlo. Quienes quieran ver otros videos de Peje, en especial de diversas entrevistas que le han hecho por televisión (recomiendo seriamente la de Brozo), pueden verlas en esta página.

01 junio, 2006

Del Anticristo y las encuestas

Ahora que se acerca la famosa fecha del Anticristo, el 6 de junio de 2006 (que espero no sea ominosa, pues es el día del debate de los candidatos), el “número de la bestia” vuelve a estar en boca de todos, después de haber estado en el pecho, en forma del ungüento 666, usado para aliviar algunos síntomas del resfriado. Había otro ungüento, el 606, conocido también como “salvarsán”, que fue el primer medicamento contra la sífilis, inventado a principios del siglo pasado por el doctor Paul Ehrlich, a base de azufre. No hay que confundir éste con el también célebre “ungüento del soldado”, a base de mercurio y que servía para combatir las ladillas, otra enfermedad venérea.

Los números siempre han ejercido cierta fascinación y de ahí surge la numerología, “práctica”, como dice el diccionario, de adivinar a través de los números. Pero no sólo adivinar el futuro, sino también de interpretar el presente, esto en su forma más aceptada que es la estadística.

Podemos jugar con los números y así buscar nuestro número de la suerte, que supuestamente nos serviría para ganar en rifas y loterías. El problema es determinar la base del cálculo. ¿Usamos para ello nuestra fecha de nacimiento, nuestro número de teléfono, de la credencial de elector, el número de letras de nuestro nombre? Y en este último caso, ¿nos servimos de nuestro nombre completo, tal y como aparece en el acta de nacimiento o sería mejor usar el apodo con que nos conoce la gente? En efecto, el resultado sería diferente si partimos, por ejemplo, de Andrés Manuel López Obrador, que si el cálculo se basa en el “Peje”.

Los números, desgraciadamente, se prestan a todo tipo de maromas. Podemos manejarlos a nuestro antojo y sacar de esos resultados cualquier conclusión para apoyar o denostar personas, ideas o programas políticos.

Y en la campaña electoral que estamos viviendo, las cifras se han comportado como putas de esquina, al servicio del mejor postor. Después de años de tapadismo —ese sistema sui generis impuesto por el PRI para nombrar sucesor y evitar rupturas internas, como sucedió con lamentable frecuencia en los años posteriores de la revolución—, México descubrió con alborozo a la opinión pública como creadora de carreras políticas.

Como suele suceder en estos casos, el entusiasmo por lo nuevo ha desembocado en excesos que resultan totalmente condenables, ya que tienen el efecto de desconcertar y sembrar la duda al respecto de métodos que, en sí mismos y libres de manipulaciones, resultan muy valiosos.

Las encuestas de preferencias electorales, al menos las que se dan a conocer a través de los medios, están a la misma altura de la numerología y de la cábala: simples especulaciones impulsadas por los deseos de quienes las encargan.

Con todo, hay que reconocer que hasta ahora, ni siquiera los encuestólogos del PRI se han atrevido a poner a su candidato en otro lugar que no sea el humilde tercero que ocupa desde un principio (en una contienda de tres, por cierto, ya que los paleros de Campa y Mercado no han logrado mover el marcador en su favor en forma siquiera perceptible para las encuestas).

La verdadera guerra de cifras se da entre el Peje y Fecal. El primero no ha dejado de insistir en su delantera de diez puntos, mientras que el segundo, convencido de la verdad del principio hipodromístico de que “el que alcanza gana”, trata de hacernos creer que la ventaja que le lleva su contendiente de la izquierda se ha reducido significativamente, llegando a ser inferior al margen de error que por lo general se concede en este tipo de ejercicios numéricos.

La encuesta decisiva, sin embargo, es la de las urnas y el IFE es el único que dirá, fuera de toda duda y cuestionamiento, con qué margen ganó la presidencia el Peje. Ya lo sabremos el 2 de julio.