31 agosto, 2006

Astrología y realidad

Dado su objeto de estudio, que es el hombre, la astrología siempre ha sido geocéntrica. Por ello no le afectó la revolución copernicana (1543) que echó por tierra al sistema planteado por Ptolomeo desde 150 a.C. en su Almagesto.

El hecho de que la astrología no se considere a sí misma como el estudio de los astros (cosa que se derivaría de su propio nombre) puede parecer sorprendente, o al menos extraño, sobre todo para quienes no tienen de ella más que las noticias vagas y distorsionadas que hacen circular sus detractores. Pero la verdad es que, por su objeto de estudio, la astrología está más emparentada con la psicología que con la astronomía. Y es por ello que no se vio afectada ni por los descubrimientos de Copérnico, ni se interesa por el reciente cambio de denominación de Plutón, que ahora en agosto se vio degradado a la condición de planeta enano.

Buena parte de las críticas que se le enderezan a la astrología se basan en su desfasamiento con la realidad astronómica. La primera, claro, es el hecho de ser geocéntrica, cuando ya sabemos que es la Tierra la que gira alrededor del Sol. Pero este argumento es insubstancial, como ya dijimos. Se alega también que desconoce el desplazamiento de los cuerpos celestes que, como en el caso de la constelación de Ofiuco, en cierto modo invalidarían las tesis astrológicas pues con el paso de los años (de siglos o milenios valdría aclarar) las estrellas cambian de posición con relación a la Tierra.

Conviene hacer una aclaración respecto de Ofiuco, constelación en la que se encuentra el Sol del 30 de noviembre al 17 de diciembre (dato que seguramente perturbará a muchos que hasta ahora se consideraban nativos del signo de Sagitario). Si bien su desplazamiento ha hecho que se meta más en el cinturón zodiacal (la franja de 16 grados que tiene por centro a la eclíptica), ya en tiempos de Ptolomeo se reconocía que cuatro de sus veintinueve estrellas estaban dentro del Zodiaco.

Pero en realidad la astrología no toma en cuenta la posición real de las estrellas (ni siquiera vistas desde la Tierra), sino que hace una abstracción y declara como zona de importancia al Zodiaco, la franja por la que hace su recorrido el Sol en torno de la Tierra, dividida en doce partes iguales de 30 grados cada una.

Asimismo, el descubrimiento de los planetas Urano (1781), Neptuno (1846) y Plutón (1930) no significó ningún mentís a la astrología tradicional, que sólo conocía los planetas hasta Saturno. Los planetas recién descubiertos fueron asimilados como "fases superiores" de los ya conocidos, Urano de Mercurio, Neptuno de Júpiter y Plutón de Marte. Y de ese mismo modo se les adscribieron sus características y significados astrológicos.

Además de los planetas, algunos astrólogos consideran también otros cuerpos celestes, como Quirón, Vesta y Ceres. A éstos se les atribuyen características basadas en su nombre, tomado de la mitología griega. Cuando al planeta enano 2003 UB313 quisieron ponerle Xena, en memmoria del personaje de la serie de televisión Xena, la princesa guerrera hubo voces de protesta, no por parte de los astrólogos, sino de los mismos astrónomos deseosos de mantener la tradición de bautizar planetas y nanoplanetas dentro de la mitología griega. En bonito predicamento hubieran puesto a la astrología si le hubieran puesto el nombre propuesto por los fanes de esa serie, protagonizada, por cierto, por Lucy Lawless.



Lucy Lawless no subió al Olimpo.


Queda abierta a discusión la pertinencia de atribuirle significados a los planetas nuevos en base de su mero nombre. El caso de Urano es interesante en ese sentido. El primer nombre que propuso su descubridor, sir William Herschel, fue Georgis sidus, en honor del rey Jorge III de Gran Bretaña. Cuando se le señaló que sidus significa estrella, y no planeta, entonces propuso simplemente planeta Georgiano. Como el nombre no arraigó fuera del Reino Unido, hubo muchas otras propuestas: Herschel, en honor a su descubridor, Hipercronos o Transaturno, por estar después de Saturno, Astrea, Cibeles, Neptuno, Minerva, Austra, hasta que finalmente Bode propuso el que que actualmente lleva. ¿Qué hubieran hecho los astrólogos si se le hubiera quedado cualquier otro? ¿Hubieran cambiado las "influencias" que irradia ese planeta?

29 agosto, 2006

Yo y las computadoras

El mes pasado cumplí treinta años de trabajar con computadoras. Eso no me hace experto en computación, claro. Nunca aprendí a programar, por ejemplo, y lo digo en pasado simple porque no pienso aprender nunca. Me doy de santos con que me funcionen los programas que uso para ganarme la vida: dos procesadores de texto, Word y EditPlus, un auxiliar de traducción, Trados, y el recientemente adquirido Babylon, una verdadera joya en materia de diccionarios. Rezo para que no se me chispe la conexión a Internet, de la que dependo no sólo para recibir y enviar el trabajo, sino también para consultar cualquier dato y palabra.

Pero también espero que no me fallen los programas que uso para entretenerme, el OpenOffice para escribir cosas personales (como ésta), los diversos programas de reproducción y edición de video, los de subtítulos y los de creación de DVD, si bien éstos corresponden a una chifladura reciente, suscitada por mi adquisición de una computadora con quemador de DVD.

Allá en mi cada vez más lejana juventud tuve mi primer acercamiento a las computadoras. Un familiar que de alguna manera estaba relacionado con la política me pidió a mí y a varios amigos que ayudáramos a rotular los sobres de la paquetería electoral que se mandaban a cada municipio del país. Las etiquetas se imprimían en unas potentes computadoras que ocupaban toda una habitación, refrigerada para evitar su sobrecalentamiento (y que seguramente tenían menos capacidad que cualquier Palm actual). Cada una era más grande que un refrigerador y tenía al frente los clásicos carretes de cinta y los foquitos emblemáticos de la modernidad futurista tal como se concebía en los años sesenta. A cambio de unos cuantos pesos y unas tortas de cena, un grupo como de seis amigos pasamos toda la noche pegando las etiquetas engomadas en los sobres. Ésa fue mi aportación a la elección de Luis Echeverría.

Seis años después entré a trabajar en Aeroméxico, donde pasaría los siguientes diez años. Pero las primeras dos semanas las dediqué a un curso de capacitación sobre los secretos de SARA, el sistema automático de reservaciones de Aeroméxico. El término “automático” se aplicaba porque para el trabajo usábamos unas terminales conectadas a una central cuya ubicación exacta era un misterio (al menos para los agentes de reservaciones como era mi caso): algunos la situaban en California, otros en una base secreta, escondida en una montaña (aunque pensándolo bien, esta segunda hipótesis debe más a la influencia de las películas gringas que a cualquier hálito de realidad).

En ese trabajo, además de aprender a manejar la computadora para hacer reservaciones de vuelos y otras tareas relacionadas, recibí una lección muy valiosa: el conocimiento es poder. En efecto, la capacitación para usar el sistema estaba celosamente dosificada de acuerdo al nivel jerárquico. En los niveles inferiores el conocimiento apenas era una embarrada que permitía trabajar cuando las cosas funcionaban bien, pero que dejaba en el desamparo al agente que experimentara cualquier problema. Claro, para ello estaban los supervisores, que resolvían cualquier situación que se saliera del carril. Y ahí se encuentra también la explicación del celo con el que administraban el conocimiento: si los agentes hubieran podido remediar cualquier problema, se habría revelado la inutilidad de la función de los supervisores. Y ni el sindicato ni la empresa estaba dispuestos a aceptar esa pérdida de poder.

Cuando entré a trabajar en Excélsior, en 1985, una de las cosas que más me impactó de la sala de redacción fue ver que seguían usando máquinas de escribir. No sólo las clásicas Olympia mecánicas (ésas de metal que en las oficinas de gobierno solían haber perdido ya la tapa blanca, dejando el mecanismo al descubierto), sino auténticas joyas de museo marca Remington y Underwood. La impresión se debió a que, durante la carrera, pocos años antes, yo había visitada la sala de redacción de varios periódicos, en los cuales ya se usaban computadoras. No imaginé que en uno de la importancia de Excélsior siguieran en vigor tales vejestorios.

Ese primer paso por Excélsior no duró mucho: dos años después me salí, abrumado por mi condición de triple empleado: en la mañana trabajaba en la editorial Grolier, en la tarde en el periódico y en la noche llegaba a la casa a traducir de free lance. Estas traducciones en la casa empecé haciéndolas en una máquina de escribir Olivetti, supuestamente portátil aunque pesa ocho kilos con todo y estuche. Pero con la liquidación que me dieron al salirme de Excélsior me compré mi primera computadora: una potente Elektra, 8088, con 128 KB de memoria y un floppy de 5.25” (de los avanzados, pues ya leía discos de doble cara).

Mi amigo que me vendió la computadora me pasó también el WordStar, con una hojita en la que a mano había apuntado las instrucciones básicas. Nunca llegué a dominar ese procesador. La motivación principal para comprar la computadora era que Kodak, la compañía para la que traducía, pagaba 50 centavos más por cuartilla entregada en diskette. Ahí se usaba el MultiMate, del cual también me pasaron una copia, esta vez con su correspondiente manual en toda forma: cerca de 400 páginas fotocopiadas y metidas en una carpeta de argollas. Así aprendí mi segunda lección de computación: “¡Lee el pinche manual!” Algo así me lanzó el supervisor que me atendía, supongo que harto de mis frecuentes consultas sobre temas elementales y mis problemas causados por la ignorancia. A diferencia de la política imperante en Aeroméxico, acá en Kodak se pensaba que, mientras más supiera el trabajador, menos lata daría y más eficiente sería.

Como todo procesador de textos, el MultiMate tenía contador de páginas, pero al principio yo no me fiaba mucho de él. En efecto, me parecía increíble que al pasar de la máquina de escribir a la computadora, mi velocidad casi se hubiera duplicado. Y cuando veía que en apenas una hora había traducido cinco o seis cuartillas, me regresaba para verlas y contarlas yo mismo.

Ya me había vuelto todo un experto en MultiMate cuando mi supervisor me anunció que íbamos a cambiar de procesador. Por decisión institucional, el programa que ahora se usaría sería el XyWrite III. Cuando pregunté la razón de ese cambio, la respuesta que recibí me dejó confundido, pero hizo que sintiera admiración por un supervisor que sabía tanto: “Es que éste permite secuencias de escape”, me respondió.

Sigo sin saber a qué se refería con eso de las secuencias de escape, aunque sospecho que la cosa iba por el tema de las macros y las posibilidades de programación que tiempo después yo mismo le descubriría. En efecto: el XyWrite también traía manual, dos, de hecho, uno para principiantes con lo básico, y otro para programar.

Confieso que con el XyWrite viví mi primer romance con un procesador de texto. Una vez acostumbrado a su parca interfaz y memorizados los comandos básicos (se trata de un procesador de comandos, no de menús), empecé a disfrutar de su rapidez. Esta ventaja, sin embargo, tuvo un precio. El programa era más grande que el MultiMate, el cual cabía en un diskette de 360 KB, con todo y archivos de trabajo. Pero para el XyWrite se necesitaban ¡dos unidades de diskette!, una para el programa (que ocupa 180 KB) y los archivos de trabajo, y otra para el archivo de ayuda (que mide 205 KB).

Como donde manda capitán no gobierna marinero, no me quedó más remedio que romper el cochinito para comprarle otra unidad a mi máquina, ocasión que aproveché para aumentarle la RAM a 640 KB. Esa cantidad de memoria, según la memorable declaración del propio Bill Gates, cubriría todas las necesidades de cómputo, así que me consideré equipado para satisfacer cualquier requerimiento futuro.

Trabajé con XyWrite varios años, más o menos desde fines de 1987 a mediados de 1991, cuando se agotó el trabajo en Kodak (al menos para mí, en virtud de una metedura de pata que constituyó también una lección en mi carrera profesional). Entonces empecé a trabajar para Selecciones, donde el procesador utilizado era Word. El tránsito de XyWrite a Word fue bastante traumático pero, como siempre, no me quedó más remedio que apechugar con los caprichos de los nuevos jefes.



Lo que sucedió a continuación será objeto de otra nota. Sólo quiero hacer una última aclaración: ¿a poco no quedaron asombrados de que me acordara de lo que pesaba el XyWrite? Je, je, en realidad no es que me acuerde: simplemente consulté el dato pues, no por nostalgia, sino por necesidades del trabajo, aún sigo usando ese procesador.

26 agosto, 2006

Y Plutón sigue ahí



Después de que nos emocionaron con la onda de que se iban a agregar tres planetas más a nuestro sistema solar, para darnos un total de doce, ahora resulta que al pobre de Plutón lo degradaron a planeta enano. Así, por efectos de un cambio de definición, nos quedamos nada más con ocho planetas y unos cuantos "nanoplanetas".

Cuando los sabios que estudian el cielo anunciaron a los nuevos componentes de nuestro Sistema, de inmediato surgieron voces para burlarse de la astrología y preguntar qué efectos tendrían esas nuevas fuerzas en nuestra vida.

Algo similar ocurrió hace unos años, cuando se descubrió que la constelación de Ofiuco, en virtud del desplazamiento continuo de los cuerpos celestes, se había colado entre las constelaciones de la Balanza y de Escorpión. De ese modo, razonaban estas mentes brillantes, los signos del Zodiaco habrían de ampliarse a trece y los astrólogos tendrían que explicar las influencias del flamante miembro zodiacal.

Pero no; lejos de brindarles a los astrólogos una oportunidad de enredarse en declaraciones falaces, la Unión Astronómica Internacional prefirió reducir el número de objetos de estudio, degradando a Plutón. No por casualidad estaba reunida en Praga, donde las defenestraciones son parte de la historia.

De todos modos, los astrólogos tendrán que explicar ahora qué pasa con Plutón y su influencia. Esas fuerzas ocultas y explosivas que se le atribuían, ¿se desplazarán a otro elemento astrológico? El signo de Escorpio que regía hasta ahora queda huérfano: ¿qué planeta asumirá su tutela?

Aunque viéndolo bien, no creo que ni a los astrólogos, ni al mismo Plutón (si se enterara de su democión) les interesara este cambio de nomenclatura. Porque en realidad a eso se reduce este incidente. Plutón sigue teniendo el mismo tamaño, la misma masa y (para los astrólogos) la misma influencia que antes de su designación como planeta enano. Es un poco como lo que pasa con la pobreza en México: aunque ésta se reduzca en el papel, en los informes enviados a los organismos internacionales y en los discursos de la postcampaña simplemente cambiando los parámetros con que se mide, la pobreza, como el dinosaurio de Monterroso, sigue ahí. En Foxilandia, para ser llamado pobre ahora hay que morirse de hambre literalmente; todos los demás entramos en la categoría de clase media. (Por cierto, antes se hablaba de la "pujante" clase media, en su sentido de potente, floreciente, vigorosa. Ahora, la clase media sigue siendo pujante, pero en el sentido de que puja y se esfuerza por mantenerse a flote.)

18 agosto, 2006

Confesión y mercadotecnia


Ahora resulta que Günter Grass no fue reclutado por la fuerza en las Waffen-SS, sino que él mismo se ofreció de voluntario para ese temible cuerpo. De ahí que trajera atravesada la espinita tantos años, y que ahora decidió sacársela en su autobiografía. Muy bien.

Claro, aquel que tantas veces criticó el silencio guardado por sus compatriotas antes los crímenes nazis tuvo el cuidado de aclarar que en su estancia en la décima división blindada Frundsberg no cometió ningún crimen.

Ahora que está sacando sus trapitos al sol, las cosas se complican. Hay documentación de que Grass fue capturado por las tropas gringas al término de la guerra, por lo que es de suponerse que su paso por las SS era conocido también por las autoridades de Estados Unidos. En algún lado tuvo que haber estado archivado el documento en el que se consigna la detención del joven Grass.

Pero como ya habíamos dicho, el problema no es que haya pertenecido a las SS — en forma voluntaria o forzada— sino que haya esperado a publicar su autobiografía para hacer tal revelación. La editorial Steidi decidió adelantar dos semanas el lanzamiento del libro, el cual prácticamente se agotó en dos días y se espera que haya un nuevo tiraje dentro de poco. ¿Esto fue una maniobra mercadotécnica o un desahogo válido de conciencia?

Aun peor: al banalizar su paso por las Waffen-SS, el autor ofrece un valioso recurso a todos aquellos que las integraron. “Sí, yo fui SS, pero ya ves, igual que Grass, yo no maté a nadie.” “Pasé por las SS sin manchar mi plumaje de cisne.” “Quizá en el fondo, las SS no eran tan malas... ¿no será que todo lo que dicen son mentiras de los sionistas? Ya ves lo que están haciendo en el Líbano...”

En fin, allá él y su consciencia, que de seguro está bastante pesada, como se ve en este párrafo de su libro:


Es verdad que durante mi adiestramiento en la lucha de tanques, que me embruteció durante el otoño y el invierno, no se supo nada de los crímenes de guerra que luego salieron a la luz, pero la afirmación de mi ignorancia no puede ocultar la conciencia de haber estado integrado en un sistema que planificó, organizó y llevó a cabo la aniquilación de millones de seres humanos. Aunque pudiera convencerme de no haber tenido una responsabilidad activa, siempre quedaba un resto, que hasta hoy no se ha borrado, que con demasiada frecuencia se llama responsabilidad compartida. Viviré con ella hasta el fin de mis días, eso es seguro.

Negocios en Benín

Supongo que la mayoría de la gente no sabe dónde está Benín, ya no digamos localizarlo en un mapamundi. Tengo que confesar que hasta hace poco yo lo tenía por alguno de los países petroleros del golfo Pérsico, uno de esos emiratos que siguen viviendo en la época feudal y cuyo único contacto con la modernidad son las fabulosas fortunas de las familias gobernantes. Pero no. Benín es ahora lo que yo aprendí en la primaria que se llama Dahomey (cambió de nombre en 1975, cuando se estableció un gobierno marxista): un paisito encajado entre Togo, Nigeria, Níger y Burkina Faso (el país que yo conocía como Alto Volta), es decir, situado en el golfo de Guinea, en la costa occidental de África.

Benín tiene una población de unos 8.5 millones y uno de ellos, el señor Benjamin Salifou Adam, me escribió ayer para pedirme mi valiosa ayuda para robarle 45 millones de dólares al Eco Bank de Benín, del cual él dice ser gerente. En este arreglo, si llegara a darse, claro, yo recibiría el 35%, el señor Salifou se quedaría con el 60% y el 5% restante sería para cubrir los gastos en que incurriéramos en el proceso de transferencia de fondos.

La oferta es tentadora, pues además el señor Salifou no habla de “robar” sino de “transferir” los fondos de una cuenta abandonada en su banco, cuyo titular murió hace muchos años sin dejar beneficiarios. Y de que esa fortuna vaya a parar al erario de Benín en calidad de fondos no reclamados, a que una parte substancial venga a quedarse en mi magra cuentecita de cheques, pues, ¡caray! ¿Quién puede decirles que no a 15.75 millones de dólares?

Bueno, en realidad les diría que no cualquiera que ya estuviera harto de recibir este tipo de mensajes. En primer lugar: ¿por qué el señor Salifou decide recurrir a un perfecto desconocido para hacer una transacción de esa magnitud? Según él, como la cuenta está en dólares y pertenecía a un extranjero, sus fondos sólo pueden transferirse a otro extranjero. Pero, ¿es que un gerente de banco no tiene a ningún otro extranjero a quién recurrir? Este fraude ya lo he visto en otra modalidad: el supuesto gerente me pide que me haga pasar por familiar del difunto para reclamar esos millones. ¿Alguien podría creer que un mexicano de apellido Gutiérrez resulta ser heredero universal de un inglés apellidado Williams? ¿Cómo piensan que podría demostrarse ese parentesco (proceso que supongo necesario para cualquier reclamación sucesoria)?

Este intento de fraude lo he visto desde hace muchos años, como digo en diversas modalidades: que si el dueño de la fortuna pereció junto con toda su familia en un trágico accidente hace varios años (incluso indican la nota periodística dando cuenta del accidente para reforzar la credibilidad del mensaje), que si es un príncipe caído en desgracia que trata de recuperar la fortuna que dejó guardada en el país que se vio obligado a abandonar por razones políticas... son numerosas las variantes, pero todas apuntan a lo mismo.

Confieso que hasta ahora no había comprendido el mecanismo de este fraude. ¿Qué puedo perder si mando los datos que me piden para hacer el fabuloso depósito? ¿Qué pueden hacer con los datos de mi cuenta bancaria? No tengo idea. Cualquiera que revisara cada mes mi basura, podría encontrar estados de cuenta con mis datos y, que yo sepa, jamás me la han saqueado.

Sin embargo, la alusión al 5% destinado a cubrir los gastos realizados en el proceso me hace pensar que, en algún momento, cuando el “negocio” supuestamente estuviera bastante adelantado, el señor Salifou me pediría dinero para “engrasar” la maquinaria burocrática. ¿Quién se negaría a invertir, digamos, diez mil dólares para recibir más de 15 millones? Bueno, supongo que cualquiera que supiera que, una vez desembolsada esa suma, jamás volvería a saber del señor Salifou, quien se oculta detrás de una dirección de Yahoo!, aunque da como propia una dirección de un servidor de la República Checa, pero que en el encabezado realmente aparece con una dirección de un servidor llamado Flashmail.com. Digamos que para el aspirante a timar al Eco Bank de Benín le resultaría muy difícil rastrear a quien se hace pasar como su gerente.

Ítem más: una búsqueda en Google del Eco Bank de Benín me llevó a puras páginas en las que se denuncia este tipo de fraudes. Vean, por ejemplo, ésta de Data Wales.

17 agosto, 2006

El espam, una vez más

Recibí un mensaje colectivo (eufemismo que oculta un acto supremo de estupidez, que consiste en obedecer acríticamente las instrucciones de un mensaje de veracidad dudosa) en el que se me advierte que en los próximos días voy a recibir un mensaje con un archivo adjunto que, al abrirlo, me va a borrar todo mi disco duro. Este tipo de mensajes siempre viene con alguna amenaza, ya sea de que nos estalle la computadora, o que nos caiga una maldición. O las dos cosas. O ninguna. Puede ser que no pase nada o que se hagan realidad nuestros peores temores. La verdad, quién sabe.

En realidad, fuera de un puñado de expertos, el común de los mortales sólo sabemos que debemos tener puesto un antivirus y prenderle su veladora a san Cristóbal para que no le pase nada a la computadora. Y no nos explicamos porqué la gente buena onda con la que tenemos comunicación nos manda virus y cadenas. Pues nos advierten que los virus vienen de una persona que nos tiene en su lista de direcciones...

¿Que por qué estamos en la lista de direcciones de un desconocido? Nomás échenle un vistazo a todas las direcciones a las que va dirigido un mensaje de éstos: los programas de correo por lo general recolectan esas direcciones y sin decir agua va las registran en la libreta. Al rato nuestro nombre aparece en los contactos de una cuidadora de perros de Alaska, de un campesino turco emigrado a Alemania y de un aspirante a actor en el cine hindú. Y todos ellos nos envían advertencias a destajo, dizque porque "es preferible recibir 25 veces este mensaje que recibir el virus y abrirlo".

Eso sin contar que esas advertencias luego caen en manos de los profesionales del spam, que recaban todas las direcciones y las integran en listas que venden a mercaderes sin escrúpulos. ¿Se han preguntado por qué reciben anuncios de Viagra, de loterías inexistentes y ofertas para hacer negocios en Nigeria? Sin exagerar, en los últimos treinta días (del 17 de julio al día de hoy) he recibido 758 mensajes de spam. Eso significa más de 25 diarios. Y para tener una idea de lo que eso representa, yo recibo en promedio unos diez mensajes al día que realmente me interesan (de trabajo o personales).


Detalle de mi bandeja de spam (cortesía de Gmail)

Y para darle más credibilidad al asunto, nos dicen que el supuesto virus fue anunciado por CNN, avalado por Microsoft y reconfirmado por Macaffe. Y por si no estábamos asustados con todo lo anterior, nos lanzan que es el PEOR virus que jamás en la historia de la humanidad se haya conocido o se habrá de conocer. Y por último, la infaltable recomendación de renviar el mensaje a todos nuestros contactos, y lo piden POR FAVOR y con mayúsculas. Buena táctica de los profesionales del espam y demás mercaderes del correo electrónico que se prostituye de ese modo.

En efecto, el sentido original del correo electrónico, que es el de mantener comunicadas a las personas, se pierde en medio de tanto aviso de virus, advertencias de nuevos peligros, presentaciones cursis de PowerPoint con gatitos y paisajes, sin contar el espam abierto. Hay gente que sé que sigue viva sólo porque veo su nombre entre la multitud de destinatarios de una conmovedora historia sobre el niño que perdió las manos o la niña que se está muriendo. Pero con eso de que me forguardean cuanta estupidez reciben, pues se sienten relevados de la obligación de escribirme personalmente y hacerme partícipe de los sucesos de su vida.

Chávez acelera la recuperación de Castro


Para ayudar a la recuperación de su amadísimo líder, el primer discípulo Hugo Chávez aceptó llevarse la caricatura que le hiciera Siqueiros. Gran emoción en Washington pues se piensa que ahora la jettatura afectará al Palacio de Miraflores.

Por cierto, y para aumentar el contenido histórico-cultural de esta breve nota, debido al violento pasado de Siqueiros —organizador entre otras cosas de un asalto armado contra la casa de Trostsky—, el surrealista André Breton comentó que, más que pintor de pincel, él era "pintor de pistola". Quizá por ello resulte atractivo para los empistolados dirigentes de las sufridas repúblicas caribeñas de Cuba y Venezuela.

Mr. Bean va a la Moncloa


Rowan Atkinson sólo se rasura, se pone corbata y se va a atender el gobierno español.

16 agosto, 2006

Su pasado lo condena

A Günter Grass lo critican no tanto por haber pertenecido a la Waffen-SS cuando tenía 15 años, sino por haber esperado hasta ahora, a los 78 años, para hacer ese revelación. En efecto, faltando dos semanas para la aparición de la autobiografía de quien es considerado “la conciencia” de la izquierda alemana, nadie puede creer que el momento elegido para confesar su breve paso (tres meses) por el cuerpo de élite —responsable, entre otras cosas, de custodiar los campos de exterminio nazis— no responda a un estricto interés mercadotécnico.

Cuando Ronald Reagan y Helmut Kohl, con motivo de las celebraciones por el XL aniversario del fin de la segunda guerra mundial, visitaron el cementerio de Bitburg, en Alemania, donde están enterrados oficiales de la Waffen-SS, la de Grass fue una de las voces que más duramente vapulearon esa torpeza (“blunder”, decía la prensa estadounidense, mientras que en la alemana se hablaba de “Missgriff”, como si fuera un simple error).

El propio Grass explica que su confesión se debió a que era algo que lo “agobiaba”. Y abunda: “Mi silencio durante todos estos años es una de las razones por las cuales escribí este libro (su autobiografía). Era algo que debía sacar por fin, esa culpa me ha pesado como una ignominia.”

¿Cuál es la culpa? Desde mi mirador, situado a miles de kilómetros y más de 60 años de distancia, parece que su culpa consiste en haber callado ese episodio de su vida. Pero en lo personal no veo qué tenga de ignominioso haber sido reclutado por la fuerza. En los juicios de Nuremberg se hizo esa misma distinción y se relevó de toda responsabilidad a los conscriptos de la que llamaron “organización criminal”. Y no podemos dejar de mencionar que el mismo papa Benedicto XVI, llamado entonces simplemente Joseph Ratzinger —nacido el mismo año que Grass— perteneció a la Waffen-SS, adscrito a la fuerza aérea.

Por lo visto, las cicatrices de las heridas causadas por el nazismo no acaban de cerrar y tenemos todo el derecho de dudar de que lleguen a sanar por completo. Ya hemos visto sus consecuencias en el Medio Oriente. Pero hay algo que va más allá y que podríamos llamar la “culpa colectiva”: todo alemán que no haya actuado en la oposición, que no haya estado en las cárceles de la Gestapo o tenido que emigrar de su país siente parte de la culpa por uno de los peores horrores conocidos en la historia de la humanidad.

Y volviendo a Grass y a su oportunista decisión de confesar su negro pasado, habrá que coincidir con la mayoría de los comentaristas y criticarlo por el espíritu comercial que anima su mea culpa. Por cierto, su autobiografía se llama Al pelar la cebolla y quizá encontremos que el título no es mera retórica y veamos que, como la proverbial cebolla, al acabar de pelar todas las capas descubrimos que no tiene nada adentro.

09 agosto, 2006

Los temas de hoy

Hay tres grandes temas de actualidad: la crisis en el medio Oriente, ahora en su advocación de guerra en el Líbano, ambiciones nucleares de Irán y guerra civil en Irak, y la crisis postelectoral de México, que ahora entra en su fase de resistencia civil. El tercer tema es personal y no lo voy a abordar aquí.

Tras el descalabro que resintió la coalición con la decisión del Trife de no hacer el recuento más que en el 10% de las casillas, la única posibilidad que le queda es mantener los campamentos que tienen desquiciada a la capital, con la vana esperanza de que los magistrados cambien de opinión.

Vanísima esperanza, diríamos, fundada sólo en el errado cálculo de que la presión de la calle bastará para imponer sus razones en el tribunal electoral. Pero esta estrategia, que tan buen resultado le diera en el caso del desafuero, ahora le está resultando contraproducente. Y es que en política no siempre funcionan las analogías. Y la gran diferencia es que en el caso del desafuero sus adversarios no tenían la razón. Pero ahora, si bien López Obrador tiene la razón al denunciar el fraude, no tiene las pruebas para sustentar sus palabras. Y si las tiene, no las ha presentado.

Gran parte de su capital político se ha desvanecido con el bloqueo de la principal arteria de la capital, con sus repetidas declaraciones de que tiene pruebas que no exhibe, con su cerrazón al diálogo y a la negociación. En cualquier otro país, un candidato que recibe medio punto porcentual menos que el triunfador obviamente cuenta con un apalancamiento enorme, que le permite negociar con el poder. Varios puntos de su agenda podrían quedar integrados en los planes de gobierno, algunos de sus allegados podrían colocarse en puestos clave (sobre todo de contraloría y vigilancia)... en fin, lo que en política se llama negociar.

Pero al parecer, López Obrador piensa que negociar es transigir y traicionar sus principios. Al adoptar una posición ultrancista, en la que se juega el todo por el todo, le da la razón a sus detractores que lo llamaban mesiánico antes de las elecciones; al entrar en coaligaciones con lo peorcito del sistema corporativo heredado del priismo (¡los panchos villa metidos en la organización del plantón!) justifica los miedos que circulaban entre la clase media urbana; y al optar por la descalificación de las instituciones, está alejando a una buena porción de sus simpatizantes (entre la que se cuenta este tecleador).

En fin, para continuar con el propósito de analizar los grandes temas que interesan al mundo, echemos ahora una ojeada a los recientes sucesos del Líbano. Israel ya enseñó el cobre y empezó a bombardear campos de refugiados, cuyas víctimas, claro, son mayoritariamente mujeres y niños. Además, advirtió que no permitirá el paso de los convoyes de ayuda enviados por la comunidad internacional.

En sus declaraciones, el primer ministro israelí Ehoud Olmert, había asegurado que no tenía le menor intención de ocupar territorios libaneses, sino sólo de destruir al Hizbulá. Seguramente, en su mente se confunden conceptos como milicianos y civiles, terroristas y ciudadanos... ¡caray! Todos son “mahometanos” y por ende terroristas aniquilables conforme a la doctrina Bush.

Daniel Vernet, analista del periódico Le Monde, advertía en la edición de ayer que el conflicto actual del Lïbano corresponde a un episodio más en la “guerra contra el terrorismo” emprendida por Bush desde hace más de cuatro años. Y el escritor franco-marroquí Tahar Ben Jelloun señala que el conflicto, lejos de ser religioso, es un problema colonial. No se ha abandonado el sueño del “Gran Israel”, del mítico Eretz Israel que ocupe toda la región bíblica de la Palestina. La lucha que sostiene en el sur del Líbano, la represión que ha desatado en Gaza, el muro que está levantando para mantener a raya a sus indeseables vecinos se inscriben en la misma política de expansión y de dominio colonialista sobre el territorio que reclama para sí. Si en el proceso mueren inocentes, se asesina a niños y mujeres, se destruye la infraestructura de todo un país, poco les importa: con la justificación de que los judíos fueron las víctimas del delirio nazi, con esa enorme coartada moral que los pone al abrigo de toda crítica y esbozo de condena en los foros internacionales, ahora los israelíes emprenden una campaña militar en la que han muerto diez libaneses por cada israelí. Todo un triunfo post morten del totalitarismo nazi.

03 agosto, 2006

La democracia a prueba

Se necesitaría una imparcialidad salomónica ya no sólo para zanjar el diferendo que opone a vastos sectores de la sociedad mexicana, sino tan sólo para emitir una opinión más o menos valedera en esta coyuntura tan delicada del proceso de democratización de nuestro país. La estrategia y la actitud asumida por López Obrador son tan criticadas por unos como admiradas por otros. Lo acusan de mesiánicos, dogmático y autoritario, de “secuestrar” a la capital del país y de recurrir a métodos que le harán perder el apoyo de sus seguidores. Otros lo comparan con Francisco Madero y lo llaman congruente con sus principios y defensor del estado de derecho.

Como suele suceder en estas desavenencias, ambas partes tienen parte de razón, aunque no por ello es posible resolverla, pues lo que está en juego no es una parte, no es “repartible”: los dos campos van por todo y no aceptarían componendas. En la visión aún presidencialista del sistema político mexicano, el poder no se comparte.

Un factor que contribuye a la confusión es que olvidamos que nuestra democracia aún está en pañales y ahora la hemos sometido a una prueba a la que sólo podría responder una democracia madura. No tenemos ni diez años de vivir elecciones no organizadas por el gobierno; estamos aún con el primer presidente que no surgió del partido que rigió la vida política mexicana durante 71 años. Pedirle a nuestra democracia (encarnada en instituciones como el IFE, el TRIFE, etcétera) que resuelva un conflicto causado por una diferencia de poco más de medio punto porcentual equivale a pedirle a un niño de primaria que haga los cálculos estructurales de una presa.

Lástima que la idea de la segunda vuelta electoral haya sido propuesta por Fox, pues así llega al foro de discusiones manchada por la ineptitud que ha mostrado ese señor durante su mandato. Pero en sí no es mala y convendría tenerla en cuenta para la próxima vez. Claro, esto no resuelve el problema actual ni responde a la pregunta que todos nos hacemos: ¿cómo salir de esta crisis?