28 diciembre, 2007

Morir en Pakistán


No importaba que hubiera cedido a la tentación del autoritarismo y de la corrupción. Ni que hubiera sido destituida en dos ocasiones por incompetente del cargo de primera ministra. Lo que ahora importa, lo que nos deja de herencia tras su asesinato, es que Benazir Bhutto era una mujer valiente y constituía la única esperanza en el caótico panorama político de Pakistán.

Puesto a escoger entre sus dos rivales, el presidente Pervez Musharraf se inclinó por la bella "Sultana", a quien concedió amnistía para que pudiera regresar de su exilio en Londres, ante el también ex primer ministro Nawaz Sharif, igualmente acusado de corrupción y exiliado, aunque finalmente pudo regresar a su país, gracias a las presiones de Washington.

A diferencia de Sharif, dirigente de la Liga Musulmana de Pakistán, Benazir, la "Incomparable" (significado de su nombre), no era muy practicante, aunque a su regreso del exilio llevara un ejemplar del Corán bajo el brazo. Hija de padre sunnita y madre chiita, estaba por encima de la vieja disputa que separa a las dos ramas principales del Islam por la cuestión de la sucesión del Profeta. Pero, buena política, sabía que sus compatriotas la querían devota y lós complacía llevando su eterno velo de seda blanca.

Su educación occidental (Harvard y Oxford) y sus prolongadas estancias fuera de su país —primero para estudiar, luego para escapar de la dictadura que llevó a la horca a su padre, y por último para evadir los juicios que se le abrieron tras su destitución— le dieron una perspectiva moderna de lo que podría hacer para sacar a su país de la crisis en la que lo tienen hundido la religión y el fanatismo.

Pero su laicismo sin duda resultó intolerable para los extremistas. Al-Qaeda ya se atribuyó la autoría del atentado que le costó la vida a Benazir, aunque las autoridades dudan de su veracidad (más bien parece que quiere llevar agua a su molino, aunque sea agua teñida de sangre). No sería necesario buscar muy lejos para encontrar a los responsables: bastaría buscar entre aquellos grupos empeñados en mantener a Pakistán en la era feudal, regido por leyes atroces que datan de hace quince siglos, incapaces de distinguir la realidad a través de las telarañas que la religión ha ido formando en su cerebro.

24 diciembre, 2007

Rehenes navideños

Haciendo gala de su tradicional falta de sentido político, los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia aceptaron liberar sólo a tres de los cuarenta y cinco rehenes que mantienen en su poder, algunos desde hace muchos años. Pero para arrebatarle al presidente Álvaro Uribe la posibilidad de presentar esa liberación como un triunfo personal, la entrega la harán en Venezuela, nada menos que al denostado Hugo Chávez, siguiendo el principio de que los enemigos de mi enemigo son mis amigos.

En fin, qué bueno que liberen por lo menos a tres de sus cuarenta y cinco víctimas. ¿Está entre los rehenes liberados la célebre Ingrid Betancourt? ¡Ay! No, pese a su delicado estado de salud, la franco-colombiana que ha sido objeto de las gestiones del presidente francés en persona, no será una de las agraciadas de Navidad. Reconozcámoslo: ella es el as en la manga de los ¿guerrilleros? ¿terroristas? ¿narcotraficantes? de las FARC, así que no la soltarán más que a cambio de jugosas concesiones. Concesiones que, por supuesto, Alvarito no está dispuesto a hacer de ninguna manera, pues al parecer está a sueldo de las propias FARC y con su obstinado rechazo a negociar con ellas, hace que a esos delincuentes les salgan alas y se granjeen la benevolencia mundial.

16 diciembre, 2007

Continuidad de la memoria

Aproveché este fin de semana que estuvo en la Ciudad de México para hacer un recorrido por la colonia Condesa, a la que llegué a vivir hace cuarenta años. A pesar de los cambios operados en el tiempo, todavía encontré muchos de los lugares que marcaron una larga época de mi vida.



Los tacos orientales, con más calidad que fama, esta taquería, precursora de los tacos al pastor, está ahí desde que tengo memoria.




La iglesia de la Coronación, donde se casaron mis padres hace más de sesenta y cuatro años.




La biblioteca del parque México, aunque remozada, es la misma donde me iba a estudiar cuando estaba en secundaria.




Las arcadas del parque México, antes cubiertas de hierbas y ramas, ahora pueden lucir mondas su estilo art déco.




La fuente del parque México, imprescindible en cualquier recorrido de la nostalgia.




El Sep's, establecimiento veterano en la ahora Fondesa, el mejor lugar para comer chamorro de cerdo al vapor.




El cine Lido, convertido ahora en el Centro Cultural Bella Época.




Yautepec 107, mi primera dirección en la Condesa.




Pachuca 165, Macondo para mi familia, toda la cual vivió ahí en un momento u otro de su vida, en alguno de sus tres pisos e incluso en la planta baja.

10 diciembre, 2007

Tibetanos incómodos

El lector posiblemente no sepa quién es Tenzin Gyatso, pero seguramente conoce al XIV Dalai Lama. Con este título, Gyatso es el jefe del budismo tibetano y cabeza del gobierno tibetano en el exilio. Los imperativos de la Realpolitik, empero, hacen que este gobierno no sea reconocido más que por un puñado de organizaciones de activistas, que se dedican a criticar a China, que en la práctica funciona como potencia ocupante del Tíbet.

Como estos grupos son gringos en su mayoría, otra de sus actividades es exhortar cada año a sus respectivos diputados y senadores que no le renueven a China el estatuto de nación favorecida, lo cual le otorga importantes ventajas comerciales. Esos exhortos, por supuesto, son letra muerta pues los intereses económicos tienen mayor peso que los escrúpulos morales.

Para los chinos, el Dalai Lama es un personaje incómodo, pues es un recordatorio viviente de las atrocidades que han cometido en el Tíbet desde hace medio siglo. Aparte de la persecución de lamas y monjes, de la anexión de una nación libre como territorio “autónomo” de China, de la colonización semiforzada de las tierras tibetanas por chinos, los chinos han llevado a cabo maniobras para impedir que los dirigentes espirituales del país sean independientes.

Esto fue evidente en 1995, con la designación del Panchen Lama, jefe del monasterio de Tashilhunpo y segundo en la jerarquía. Tradicionalmente, es el Dalai Lama el que reconoce la reencarnación del Panchen, y viceversa. Por lo mismo, tener a un Panchen Lama plegado a los designios de Pekín fue el objetivo del arresto de Chadrel Rinpoché, jefe del comité de búsqueda. Éste ya había encontrado la reencarnación del Panchen Lama (fallecido en circunstancias misteriosas en 1989, tras haber criticado al gobierno chino) en la persona de Gedhun Choekyi Nyima. Desde su exilio, el Dalai Lama le dio su reconocimiento al niño de seis años. Sin embargo, el nuevo jefe del comité ignoró los trabajos de su antecesor y “encontró” a otro niño del agrado de los chinos. Así, Gyancain Norbu fue nombrado Panchen Lama en noviembre de 1995. Gedhun Choekyi Nyima desapareció y las autoridades de Pekín aseguran que vive en alguna parte, lejos de los reflectores, “para olvidar la traumática experiencia”.

Ya que no habrá una búsqueda independiente del Dalai Lama cuando fallezca el actual, Tenzin Gyatso ha mencionado la posibilidad de olvidarse de la tradición y designar a su sucesor antes de morir. Esperemos que esto no suceda pronto.

El Dalai Lama no es el único personaje incómodo para los chinos. Desde 2002, en Dharamsala, India, sede del gobierno tibetano en el exilio, se han celebrado concursos de belleza para elegir a Miss Tíbet. La ganadora del año pasado fue Tsering Chungtak, beldad de 22 años que vive en Nueva Delhi. Sin embargo, no pudo representar a su país en el concurso “Miss Turismo” celebrado este mes en Malasia, pues los chinos exigieron que la banda que lleva atravesada en el cuerpo dijera “Tíbet - China”, a lo cual la chica se negó.



Tsering Chungtak

05 diciembre, 2007

¿Quién quiere ser diferente?

Los comerciantes y anunciantes nos insisten en que seamos diferentes consumiendo productos de fabricación masiva. No sé si ellos mismos no noten esa contradicción o simplemente la pasen por alto para no perjudicar sus ventas. Dirigidas por la publicidad, la moda, las presiones de sus compañeros, las manadas de personas se encaminan por la misma dirección, se visten con la misma ropa, consumen la misma cerveza, escuchan la misma música y en sus teléfonos celulares descargan los mismos repiques, todo esto con el afán de ser diferentes, de ser singulares.

El joven que escucha su iPod, por ejemplo, sintiéndose especial por estar oyendo “su” música, es idéntico a miles o millones que, en ese momento, también tienen enchufado su aparato. Ni siquiera la música que escucha lo particulariza, pues a fin de estar en onda, la que consume es la que dictan las compañías disqueras, la que se difunde en la radio, la que se promueve a través de conciertos multitudinarios. Lo único que podría diferenciarlo es el orden en que las escucha, en caso de que active la función de reproducción aleatoria, lo cual, empero, lo hermana con los millones de jóvenes que hacen lo mismo.

Aspirar a ser singular en un mundo masivo es una batalla perdida. Ser único entre más de seis mil millones de habitantes es una posibilidad reservada sólo para las huellas digitales y la secuencia del ADN. Entre tanta gente, incluso aquel que trata de apartarse de las modas y las convenciones sociales acaba descubriendo que pertenece a una tumultuosa minoría.

Claro, ante esa paradoja, la pregunta que debemos plantear es si realmente alguien quiere ser diferente. Si alguien quiere privarse de la reconfortante sensación de pertenecer a un grupo —mayoritario o minoritario, eso no importa— y asumir por sí mismo, apoyado únicamente en sus propias fuerzas, la angustiosa tarea de pasar por la vida.

03 diciembre, 2007

Experimentos secretos

Buena parte del pueblo estadounidense dar por descontado que su gobierno lleva a cabo “experimentos secretos”, en su mayoría con fines militares para asegurar la hegemonía de Estados Unidos y, marginalmente, para garantizar su seguridad.

Se piensa además que muchos de estos experimentos se realizan con personas como conejillos de indias. Los avances en genética, en clonación, en reproducción, permiten pensar que, así como es posible modificar fresas para que resistan a las heladas, sería posible intervenir en el ADN humano para, por ejemplo, conferirle poderes que volvieran invencible a un soldado.

Lo curioso es que esto pase en un país donde, a nombre de la moral religiosa, y por presiones de los poderosos grupos de interés integristas, religiosos y toda esa nebulosa denominado “neoconservadurismo”, están prohibidos los experimentos con células madre y otros empeños que supuestamente vulneran la naturaleza “divina” del ser humano.

Claro que los gringos, acostumbrados a que su gobierno se pitorree de las leyes y de los valores que dice defender —y por los cuales lanza guerras en países remotos—, consideran que esa prohibición simplemente es parte del secreto que rodea a esos experimentos. Y la justifican pensando que más vale que así sea, no vaya a ser que esos conocimientos caigan en “malas manos”.

30 noviembre, 2007

Pacto con el diablo

Se paró en la encrucijada, pues había oído que ahí era donde podía hacerse un pacto con el diablo. Ignorante del ritual, lo único que se le ocurrió fue hincarse, alzar los brazos y pronunciar a toda voz los nombres que conocía del arcángel maldito.

—¡Satanás, Luzbel, Belcebú!

Tenía las ojos cerrados, temiendo que la aparición esperada del demonio pudiera afectarle la vista.

Silencio.

Abrió los ojos. Los caminos se extendían ante él, bañados por la luz de la Luna. Tuvo el instinto de burlarse de sí mismo, de la idea de estar en esa encrucijada a medianoche, con el plan desesperado de venderle su alma al diablo para resolver sus tribulaciones. Al levantarse frustrado para regresar a su casa, percibió una presencia detrás de él.

—¿Qué se te ofrece?

¿Ése era el diablo?, pensó viendo a un hombre de unos sesenta años, barrigón, el pelo canoso y largo bajo una gorra tejida. Llevaba una chamarra de los Acereros de Pittsburg, pantalones vaqueros y tenis sucios y desgastados. ¿Qué había pasado con el ser de cuernos, cola y patas de cabra?

—Rapidito que tengo otros pendientes—, lo conminó el personaje, con un tono serio en la voz, pero una mirada traviesa en el rostro.

—Quiero venderte mi alma—, explicó superando el miedo que había comenzado a invadirlo tras reponerse de la sorpresa inicial.

—¿Y qué quieres a cambio?—, le preguntó, examinándolo detalladamente con la vista.

—Quiero dinero, mucho dinero... quiero tener el amor de las mujeres también, muchas mujeres... Ah, y salud, mucha salud para poder disfrutar de todo por mucho tiempo.

Las palabras le salieron de corrido, pues las había ensayado desde hacía meses, cuando se le ocurrió que vender su alma era la única salida a su agobiante pobreza, a la indiferencia de su esposa regañona, a su falta de perspectivas para el futuro.

La carcajada que soltó el barrigón le heló la sangre.

—Por el alma de un pobre diablo como tú, lo único que podría darte a cambio es lo que ya tienes, mi cuate. Olvídalo, no hay trato—, respondió Satanás desapareciendo en medio de una nube sulfurosa.

Explicación no pedida

El autor estuvo ausente de estas páginas todo el mes de noviembre, ocupado en su empeño de llegar a la meta del novelatón organizado en un sitio Web. Eso le impidió pronunciarse acerca de algunos jugosos acontecimientos de estos días, desde el escándalo del Arca de Zoé, que por lo menos revela la mentalidad colonialista que sigue privando en ciertos países civilizados, hasta el “¿Por qué no te callas?” de un monarca peninsular contra un dictador caribeño, cuyo análisis constituye un acto de equilibrismo, pues el autor no quisiera dar la impresión de que defiende a un dictador majadero si se pone a criticar al rey, pero tampoco aprueba la altanería de un rey que pierde los estribos ante la impertinencia de quien sigue considerado como “súbdito”.

El Mussolini venezolano, claro, da para mucho más y la prensa extranjera seguramente está agradecida de su existencia, pues cada vez que salta a la palestra su batracia figura hace correr los proverbiales ríos de tinta. Su más reciente aparición en los titulares fue con motivo de haber sido rescindidos sus servicios de mediador ante los guerrilleros colombianos, con quienes pretendía llegar a un acuerdo que permitiera la liberación de los casi cincuenta rehenes capturados por las FARC. Por considerar que se había saltado las trancas y le había dado legitimidad política a los guerrileros (denominados ahora terroristas para agradar al patrón en Washington), el presidente colombiano, Álvaro Uribe, consideró preferible prescindir de los buenos oficios del desbocado mediador.

A pocos días de que se realice en Venezuela un referendo cuya aprobación convertiría a ese país en socialista (¿Socialista, dijo? ¿No se llamaban así también las desaparecidas repúblicas del inviable bloque soviético?), el éxito de la mediación chavista hubiera sido un espaldarazo a su política y un buen empujón en las urnas. Pero ahora el tenebroso inquilino del palacio de Miraflores tratará de sacar ventaja de su infructuosa gestión y la cubetada de agua fría que le lanzó Uribe ahora será aprovechada para tener un enemigo designado que galvanice el nacionalismo venezolano en torno a su persona.

En todo caso, el autor admite que su capacidad de análisis está rebasada por la siguiente pregunta: Si el presidente Hugo Chávez ha podido mantenerse gracias a que reparte generoso los ingresos petroleros, que desde hace tiempo son substanciales debido al elevado precio del barril, ¿qué ha hecho el gobierno mexicano con esos ingresos adicionales?

31 octubre, 2007

Milagros naturales

Me llama la atención el interés que tienen muchas personas en demostrar que “la Biblia tiene razón”, frase que, por cierto, da título a un clásico de la arqueología bíblica, en el que Werner Keller documenta la veracidad de algunos acontecimientos relatados en el Antiguo Testamento.

Mi asombro tiene dos razones. La primera es que el hecho de que hayan sido ciertos los personajes y los acontecimientos narrados en la Biblia no es de ninguna manera prueba de que ese libro sea de inspiración divina, como es su principal pretensión. En efecto, una cosa es que hayan existido Moisés y compañía y otra, muy distinta, que los redactores hayan estado inspirados por Dios.

La segunda causa de mi asombro es que quienes defienden la historicidad del Libro no ven que eso mismo socava su naturaleza de escritura revelada. Así es: si ahora nos salen con que “la ciencia explica” el contenido de la Biblia, si los fenómenos maravillosos de los que habla tienen una explicación racional, ¿dónde queda su carácter milagroso y divino? Si las aguas del mar Rojo se abrieron por algún fenómeno natural y no como acto milagroso que le permitió al pueblo elegido escapar de la servidumbre en Egipto, ¿dónde está la base de la legitimidad de Moisés como líder religioso? Si no tenía ese contacto directo con Dios que le permitiera obrar milagros, sino que simplemente aprovechó una marea inusitada con fines políticos, ¿estamos ante un documento divino o humano?

Desprovisto de su carácter inspirado, el texto no es más que un documento histórico como hay muchos otros, incluso anteriores a éste. Y por respetable y verídico que pudiera ser, nadie pretendería, por ejemplo, que el código de Hammurabi podría servir para regir la vida del hombre en el tercer milenio de nuestra era.

Si no fueron milagros, sino hechos naturales que la ignorancia de su época no pudo explicar, ¿por qué pretenden que es un texto inspirado por Dios y, por tanto, que sus enseñanzas morales deben seguirse hasta nuestros días?

30 octubre, 2007

Prueba

Prueba de blogueo.

26 octubre, 2007

Aviso promocional

Después de un breve descanso, volví a entrarle al taller de Metatextos, del cual realicé sólo el primer ejercicio, un texto sobre vampiros. Para el segundo ejercicio había que inspirarse en una imagen. Me clavé en su contemplación durante varios días sin que se me ocurriera nada. De pronto me di cuenta de que se me había pasado la fecha de entrega y ya ni modo. Para el tercero había que escribir un relato erótico desde el punto de vista del sexo opuesto. No pasé de la primera frase, aunque más o menos tenía desarrollada la idea. Para el cuarto ejercicio nos dieron una lista de 19 palabras, de las cuales había que usar nueve en un relato de tema libre. Ahí lo que me faltó fue el desarrollo y no logré llegar a un final que me convenciera. E igual, se llegó la fecha de entrega sin que hubiera podido terminarlo. El ejercicio de esta semana es sobre la lectura, tema que en realidad no me costó mucho trabajo.

Y ya encarrerado en esto de la tecleada a destajo, también le entré a un programa del Mes nacional de escritura de novelas (sic), en el que los participantes se comprometen a escupir sobre el papel 50,000 palabras en el curso del mes de noviembre. ¿Qué tal? Medio absurdo, ¿no? Muy gringo, en todo caso, volcado por entero en la cantidad. No andan tan errados los organizadores, sin embargo, pues lo que uno produzca en ese tiempo puede servir de base para algo más pulido. Sirve, en todo caso, para sacarse de la cabeza la idea de escribir una novela, esa mariposa que nos revolotea adentro del cráneo con un tema que queremos plasmar en blanco y negro. En lo personal, desde hace varios años traigo metidos dos o tres de esos gusanitos y espero que ésta sea la ocasión de librarme de uno de ellos.

Bueno, pero además de servir de anuncio, esta nota quiere ser invitación, exhortación y conminación a que visiten el sitio de Metatextos y participen en él. Por ahí nos estaremos leyendo.

25 octubre, 2007

Del doblaje y otros abusos

Espero no estar cometiendo suicidio profesional al declarar que no me gustaría ser traductor de películas. Tengo en mente la película animada escrita y producida por Jerry Seinfeld, llamada “Bee Movie”. Su traducción podría parecer sencilla: es una película de abejas y, en efecto, el personaje central, Barry B. Benson (con voz de Seinfeld), es una abeja.




Pero a decir del propio Seinfeld, la intención del título es un juego de palabras: “Bee Movie” también es una “película B”, es decir, una película de bajo presupuesto destinada a cubrir el tiempo que antaño debía durar la función. Ésta consistía por lo general en un noticiero, una caricatura y el programa doble: una película baratona y por lo general de poco más de una hora (la película B), y la presentación estelar, es decir, el “plato fuerte” de la función. Aunque ya desde hace años no hay programas dobles, se sigue usando el término para referirse a una película barata y sin grandes pretensiones.

¿Cómo van a traducir ese juego de palabras los traductores a sueldo de las distribuidoras? No me imagino y confieso que no espero nada bueno de esos esforzados trabajadores, acostumbrados a intercalar la palabra “locura” o cualquiera de sus derivados en el título de toda película con pretensiones de comedia.

Otra piedra de tropiezo en la traducción de esa película será un elemento importante en la trama: el conflicto entre abejas y avispas. Esto puede parecer nimio, pero ya que avispa en inglés es “wasp”, también da origen a un juego de palabras prácticamente intraducible. En efecto, “WASP” es también las iniciales en inglés de “blanco, anglosajón y protestante” y designa a los miembros de la clase alta de Estados Unidos que cumplen ese criterio. En la traducción al español, inevitablemente se va a perder esa connotación y, por tanto, buena parte del humor que Seinfeld tuvo tanto cuidado en inyectarle a un libreto en el que trabajó varios años.

Una advertencia final: ya que se trata de una película familiar (y de remate animada), lo más seguro es que en los cines de México nos la quieran meter doblada, para que los niños la disfruten. No es paranoia: lo mismo hicieron con Los Simpson, de la que pasaron una versión subtitulada sólo en un remoto cine de Santa Fe. De ese modo no sólo privarán a las personas que pudieran entenderla en inglés de la posibilidad de apreciarla en su versión original, sino que además obligarán a todos los espectadores a conformarse con una versión diluida, por no decir castrada y expurgada de su humor.

De plano debería haber una ley que prohibiera esos abusos.

Una modesta propuesta

Con un presupuesto de 500 millones de dólares, el gobierno de Estados Unidos pretende ayudar al fomento de la industria del narcotráfico en nuestro país. A primera vista parece muy loable ese interés aunque, francamente, me parece que se quedan cortos con la lana. Repartida esa cantidad entre cien millones de compas, nos tocan apenas cinco dolaritos por cabeza. ¿Cuántos gallos o pericazos podremos comprar con eso?

Como aquí no se trata de criticar sino de proponer, he aquí mi modesta propuesta: que el gobierno mexicano declare de interés nacional y estratégico a la industria del tráfico de estupefacientes. A continuación, podría crear un fondo de fomento, encargado de establecer acuerdos de cooperación con los gobiernos de los estados gringos fronterizos (con el federal no, porque ya hemos visto que se pone sus moños hasta para legalizar indocumentados), por ejemplo, para agilizar el cruce de la frontera de las mercancías. Si se aplicara un arancel a la exportación de drogas, el gobierno mexicano recabaría mucho más que los miserables 500 millones que ofrece el agarrado de Bush. Y entonces sí, con esa lana todos andaríamos bien colocados y nos valdría madre que el Fecal anduviera vendiendo la soberanía nacional.

23 octubre, 2007

Yo vencí la bipolaridad

Ya no fluctúo entre la euforia y la depresión. Tras mucho esfuerzo y dedicación, ahora también paso por etapas de extremo encabronamiento. Señoras y señores, ya alcancé la tripolaridad.

20 octubre, 2007

Cuarto aniversario

Lo único constante de este blog son estas notas de aniversario, con las que quiero señalar el transcurso de un año más desde que emprendí esta aventura. Así, con esta nota celebro el cuarto aniversario, después de un año bastante irregular en el que lo abandoné por varios meses, abrumado por tareas más prosaicas.

Quiere la tradición que esta nota sea un resumen compendioso de las experiencias de los doce meses transcurridos. Pero mi ánimo no va por ahí. Tampoco estaría de más evocar las razones que tuve para incursionar en la blogósfera, analizar las influencias que he tenido y formular mis votos por hacer cada día mejores notas, dar mi mejor esfuerzo y lograr la diferencia. Pero soy bastante seco para las efervescencias sentimentales y prefiero limitarme a agradecer a los pacientes lectores que me han favorecido con su atención y comentarios. ¡Nos vemos dentro de un año!

19 octubre, 2007

Nuestro poeta caníbal

Como suele sucederme en mi molino, me enteré del caso del poeta caníbal sólo cuando el interfecto ya estaba detectado, perseguido, detenido y convaleciendo en un hospital, no sé si por la megatranquiza que le han de haber arrimado los agentes de la ley, por la indigestión causada por andar comiendo carne humana cocinada con limón, o por algún padecimiento que ya trajera el angelito.

Como consumidor frecuente de programas policíacos en televisión, sobre todo los que tratan de asesinos seriales (Dexter*, Criminal Minds, Messiah), tenía la errada convicción de que ese fenómeno constituía una exclusiva de las sociedades desarrolladas: nuestros criminales región 4 apenas tienen los recursos de matar a una persona, especialmente para robar; asesinar en serie, es decir, siguiendo el mismo modus operandi y con una motivación obsesiva y enfermiza, es un lujo, creía yo, reservado para aquellos desquiciados que, con la vida material resuelta, no tienen más quehacer que andar asesinando al prójimo.

Pero no, por lo visto. En plena colonia Guerrero fueron a encontrar a nuestro caníbal, con todas las ínfulas del asesino en serie, foto de Hannibal Lecter incluida. Hasta donde llegan mis informantes, se le atribuyen dos muertes y se le sospechan varias más, hasta en número de seis o siete. ¿Será éste un indicio de que la sociedad mexicana está avanzando?



* No me refiero, por supuesto, al Laboratorio de Dexter, sino a la serie protagonizada por Michael C. Hall.

18 octubre, 2007

Divorcio presidencial

Allá en 1975, cuando el dedazo priista favoreció al secretario de Hacienda José López Portillo para suceder a su amigo Luis Echeverría en la presidencia, el todavía desconocido Jolopo se encontraba separado de su esposa, Carmen Romano. Las buenas conciencias del régimen, empero, maniobraron para que la pareja se reconciliara, al menos mientras duraba el sexenio en el que el más frívolo de los presidentes iría a hundir aun más al país. Para la tartufa moralidad “revolucionaria”, era impensable que un divorciado llegara a instalarse en Los Pinos. En cuanto salió de ahí, seis años después, José y Carmen se divorciaron. No cabe aquí comentar la vida privada de nuestros prohombres públicos, pero el escándalo de su relación con la ex fichera Sasha Montenegro rebasó los límites de las columnas de chismes y llegó a las de policía, sobre todo cuando los hijos del ex presidente refutaron el testamento.

No sabemos cómo estuvo el caso de Carlos Salinas, pero el hecho fue que, no bien dejó la presidencia en manos de su amigo Ernesto Zedillo, también se separó y divorció de su esposa Cecilia. Lo demás es historia: acosado por los fantasmas de Colosio y Ruiz Massieu (no sabemos si también por el narcoprelado Posadas), el aborrecido ex presidente buscó refugio en Dublín y consuelo en Ana Paula Gerard, su segunda esposa.

Con Fox, México vivió una doble primicia en la presidencia: no sólo llegaba alguien ajeno al PRI sino, además, ¡un divorciado! Y panista además. Y mocho de remate. ¿Cómo es eso? Sólo se explica por la naturaleza paradójica de la idiosincracia mexicana: un partido laico y “revolucionario” como el PRI evita a toda costa el divorcio en la cúpula del poder, mientras que los chupacirios del PAN no tienen empacho en colocar en ella a alguien que violó la doctrina de la Iglesia.

Todo esto viene a cuento por lo que constituye la nota del día: el divorcio de los Sarkozy, la pareja presidencial de Francia que hoy anunció el inicio de su proceso de divorcio. Cécilia conoció a Nicolas en 1984, cuando éste era alcalde de Neuilly-sur-Seine y celebró su matrimonio con el animador de televisión Jacques Martin. Con éste, Cécilia tendría dos hijas en los breves cinco años que duró la pareja. Se casaría con Nicolas en 1996, también tras el divorcio de éste.




Al parecer por una infidelidad del marido (con una reportera), la pareja se separó en 2005, pero se reconcilió al año siguiente, justo a tiempo para que Nicolas iniciara la campaña que lo llevaría a la presidencia francesa. ¿Una reconciliación estilo priista? Hasta ahí no llegan nuestros informantes. Lo que sí es sabido es que Cécilia le cobró la infidelidad a su esposo: durante la separación, ella anduvo saliendo con Richard Attias, publicista a quien conoció pues fue el que organizó el acto con que Nicolas celebró haber sido designado presidente de su partido, la Unión por un Movimiento Popular.

Pero también hubo otros indicios de que Cécilia no estaba muy conforme: en la segunda vuelta electoral, de la que su esposo salió triunfador ante la socialista Ségolène Royal, ella simplemente se abstuvo de votar. En la reunión del grupo de los Ocho en Alemania, ella abrevió su estancia, pretextando el cumpleaños de su hija. Y también con el pretexto de una gripe, Cécilia estuvo ausente de Kennebunkport, Estados Unidos, donde su marido pasó unos días de vacaciones con el matrimonio Bush.

Los rumores de su separación corrían desde hace varias semanas, pero apenas este jueves fueron confirmados de manera oficial (y en extremo escueta: en un comunicado de quince palabras) por el Elíseo. Ésta es buena ocasión de recordar las palabras del filósofo Marcel Gauchet: “En las democracias igualitarias, el poder es de una pareja, aunque sólo se elija a una persona.” ¿Verdad que sí, Martita?

17 octubre, 2007

Tópicos del día


  • Salir adelante

    • Echarle ganas
    • Lograr los sueños
    • Hacer su mejor esfuerzo

  • Vivir al máximo

    • Vivir el momento
    • Vivir cada instante como si fuera el último

  • Dios sabe lo que hace

    • Las cosas pasan por algo
    • No hay mal que por bien no venga

  • Ser uno mismo
  • Mirar al futuro
  • Saber perdonar
  • Amarse a sí mismo
  • Hacer la diferencia

16 octubre, 2007

Introducción a la ecología política

Siempre he desconfiado del ecologismo como bandera política. No de los esfuerzos por conservar el ambiente ni por usar con responsabilidad los recursos del planeta. Me refiero más bien a la prostitución de la inquietud natural por nuestra casa en favor de intereses políticos que no se atreven a decir su nombre.

Y no es que tenga en mente sólo al partido “ecologista” de México —cuya actuación bastaría para dejar escaldado al más convencido militante—, sino en general a cuanta organización “verde” que esconde intereses inconfesables detrás de una supuesta defensa del ambiente.

Creo que, a fin de cuentas, la conservación del ambiente es más una decisión personal que un programa político. Ya que los partidos verdes suelen alinearse más bien a la izquierda, el sector de la derecha representa un terreno perdido para la ecología. Pero el deterioro del ambiente no se fija en afiliaciones políticas o ideológicas. El cambio climático, el deshielo de los cascos polares, el agujero de la capa de ozono, la contaminación de tierras, mares y aire son fenómenos que afectan a todos los terrícolas por igual. ¿Es que los conservadores no quieren conservar el planeta que les sirve de morada?

Ahora bien, aunque el ecologismo es una postura individual, la verdad es que la solución a muchos de los problemas ambientales que vivimos pasa necesariamente por una acción colectiva, lo que nos lleva de vuelta a la política, a ese pantanoso campo donde se toman las decisiones que nos afectan a todos. Pero las medidas para reducir las emisiones de gases con efecto de invernadero no deben confinarse en el ideario de un partido, pues éste necesariamente tendrá otros puntos en su programa. El primero de éstos será llegar al poder, para lo cual deberá hacer si no componendas, sí compromisos que evidentemente pueden impedir que ponga en práctica las medidas ecológicas prometidas.

Es decir, un partido ecologista empieza prometiendo defender el ambiente y acaba vendiendo las reservas naturales a las multinacionales a cambio de los favores que éstas le concedieron para llegar al poder. ¿Cómo podemos confiar en una organización que habla de la conservación del ambiente cuando en realidad tiene otra idea en mente?

Podemos ser ecologistas sin necesidad de afiliarnos con el Niño Verde. La pregunta más bien es si ser ecologistas nos obliga a alinearnos en algún lugar de la gama política. Y en lo personal pienso que la respuesta necesariamente es que no. Aunque veo difícil ser ecologista y defender los intereses de las empresas que saquean los recursos naturales del país a nombre del desarrollo económico, creo que la tarea es encontrar el equilibrio entre la conservación del ambiente y el desarrollo económico. Se menciona el “desarrollo sustentable” para referirse a ese equilibrio, pero ese concepto es más un ideal que un programa y su vaguedad no permite esperar soluciones prácticas a los problemas urgentes.

Pero en todo caso, toda solución política o colectiva estará llamada al fracaso de no contar con el apoyo de los individuos. En el plano personal, ¿cuántos separan la basura? ¿Cuántos acatan el “no circula” sin comprar un coche de repuesto? ¿Cuántos no barren su banqueta a manguerazos? ¿Cuántos apagan la luz de la habitación que queda vacía? ¿Cuántos caminan dos cuadras para ir a la tienda por cigarros en lugar de ir en coche? La respuesta es que pocos y la justificación es que el individuo no puede hacer nada en este ámbito. ¿De qué sirve separar la basura si se mezcla desde que llega al camión? ¿Cómo prescindir del coche en una ciudad que ha olvidado a sus peatones?

Creo que aquí encontramos otra razón para desconfiar de la politización de la defensa del ambiente: más que una bandera, es un atolladero, del que no saldremos si su solución la dejamos en las manos de los políticos.

14 octubre, 2007

Mis Cien años de soledad

Leí Cien años de soledad hace cuarenta años, a fines de 1967, pocos meses después de su publicación (mayo de 1967). El libro llegó a la casa por mi hermano mayor con quien, lamento decirlo, nunca me llevé muy bien. La situación era que simplemente me tenía prohibido tomar “sus” cosas. Así, tuve que leer la novela a escondidas, aprovechando sus numerosas y prolongadas salidas. Meses después, cuando él ya se había ido a vivir a Alemania, mi madre compró el libro y así, pude volverlo a leer “públicamente”.

Muchos años más tarde, ya casado, volví a comprar el libro para leerlo de nuevo. No sé qué maldición tuviera, pero el caso es que, una vez leído, el ejemplar —todavía de la Editorial Sudamericana, con la ya clásica portada de Vicente Rojo— se me desapareció. Para entonces tenía casi toda la obra de García Márquez, una recopilación de sus primeros textos periodísticos, sus cuentos y sus novelas, excepto Cien años de soledad que, terca, insistía en desaparecer de mis libreros.

Hace algún tiempo empezó a desvanecerse en mí el espíritu de coleccionista de libros, por lo que dejé de lamentar no haber conservado una novela que ya había leído varias veces. Pero no perdí, por fortuna, el gusanito de leer, así que hace unas semanas, en una ida al DF y la imprescindible visita a la librería del Fondo que reemplazó al Cine Lido, volví a comprarlo, esta vez en una “edición conmemorativa” a cargo de las academias de la lengua, con prólogos y estudios a cargo de célebres plumas (Álvaro Mutis, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, entre otros) y el texto revisado nada menos que por el mismo García Márquez. En fin, se trata de una edición que podríamos llamar “definitiva”, extirpada de toda errata y que trata de estar a la altura del genio literario de Gabo quien, por cierto, cumplió ochenta años el 6 de marzo de 2007, mismo día en que se acabó de imprimir esta cuidadísima edición, según informa el colofón.




Tenía en mis manos, pues, una edición de primera de una novela maravillosa. Confieso que no leí todos los prólogos, sólo el de Mutis, que tuvo la cortesía de hacerlo brevísimo, y ya encarrerado, el también corto de Fuentes, que me convenció de la idea que ya tenía de él: el señor no sabe conjugar verbos más que en primera persona y no desperdicia ocasión para soltar el nombre de las celebridades con que se ha codeado. Después de leerlo, me quedó la impresión de que Cien años de soledad no hubiera existido de no ser por él.

En fin, decidí dejar demás prólogos y demás estudios para después de leer la obra en sí. En los seis cursos de redacción periodística que llevé en la carrera siempre se nos insistió en la importancia de la “entrada”. Ésta, se nos decía, es lo que “jala” al lector a leer la nota completa. Y ya en la práctica del oficio pude comprobar la pertinencia de esa recomendación. A la hora de redactar una nota, lo más importante era por dónde la íbamos a tomar, es decir, qué entrada le íbamos a poner. Creo que lo mismo vale para las novelas o, al menos, para la obra de García Márquez, curtido en la práctica periodística. Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Esa frase, al igual que En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme..., siempre ha merecido un lugar especial en el batiburrillo que tengo por memoria.

Así pues, me sumergí en el mundo de Macondo. Volví a vivir el entusiasmo de José Arcadio Buendía por los secretos de la ciencia de Melquíades, a sufrir los desengaños amorosos de Amaranta y a emborucarme con la complicada genealogía de los Buendía.

Creo que no hay necesidad de justificar el tiempo dedicado a los clásicos. Cada lectura de un buen libro nos ofrece algo nuevo. Si es cierto que el lector colabora en la creación de la obra, es fácil entender que no hacemos la misma lectura a los 14 años que a los 54. Y Cien años de soledad ciertamente merece más que una sola lectura.

10 octubre, 2007

Diálogos con los muertos

Tenía tiempo de no ver a mi primo Ramiro y el otro día me topé con él en la calle. Traía aire de conspirador que quiere soltar la sopa, así que nos fuimos a una cantina para que pudiera desahogarse a gusto.

—Ni te imaginas en lo que ando— me dijo después de darle el primer trago a su cuba—. Estamos a punto de hacer contacto con los espíritus.

No quiero presumir de psíquico, pero ya la había visto venir. Si alguno de mis conocidos era capaz de meterse en un grupo espiritista (“espiritualista”, según insistía Ramiro), era él precisamente. Su carácter melancólico y su mirada gacha son presa fácil de charlatanes de cualquier calaña. Él ya había militado en las filas de toda clase de grupos, desde cabalistas hasta cristianos fundamentalistas, si bien había evitado cuidadosamente los de corte orientalista, aduciendo que la disciplina “iba contra su naturaleza”. Con todo, no le duraba mucho el entusiasmo: tres o cuatro meses bastaban para que abandonara la secta en cuestión, acusando a maestros, guías iluminados y a uno que otro “hermano” sectario de querer manipularlo para sacarle dinero.

—¿Y cuánto te cobran por hablar con los muertos?—, le pregunté, recordando el inevitable aspecto pecunario de esos grupos.

—Todo es por cooperación voluntaria—, respondió en seguida, aunque por el movimiento de sus labios y su cara de preocupación me pude dar cuenta de que estaba haciendo sumas mentales—. Mira, lo que pasa es que mi sueño siempre ha sido hablar con los espíritus.

Ya había oído esa misma frase, aplicada a diversos complementos: realizar la gran obra, cuando se metió a un grupo de alquimia, descifrar las estrellas cuando estudiaba astrología o simplemente serenar la mente y encontrarse a sí mismo cuando le dio por practicar una exótica variante de la meditación.

No pude dejar de preguntarme si a mí me interesaría hablar con algún muerto. Claro, a primera vista, puede parecer tentador comunicarnos con nuestros difuntos, en busca de respuestas a las cuestiones que nos angustian en la vida. Pero viéndolo bien, ¿es que las personas, por el simple hecho de morirse adquieren una sabiduría extraordinaria que les permita responder a todo tipo de preguntas?

Pienso, por ejemplo, en mi padre. Él tiene cuarenta años de haber muerto y, de poder hablar con él, supongo que estaría bastante desconcertado al ver todos los cambios que se han operado durante su ausencia de este mundo. Más bien yo tendría que explicarle a él muchas cosas para ponerlo al corriente de todo lo que ha pasado en este tiempo.

¿Qué podríamos preguntarle a un muerto para que nos diera una respuesta de valor? ¿Dónde estás? Vaya, ésa sería una pregunta ociosa, pues si estamos hablando con él, es obvio que sigue por aquí, penando en el inframundo, esperando que algún ocioso lo convoque para platicar con él. Y ahí está el meollo: la mayoría de la gente tiene la creencia de que al morir, la persona se va a otro lugar, el cielo, el paraíso, el infierno, qué se yo. O que reencarna en un recién nacido, que se va a otra dimensión o plano de existencia. ¿Con quién hablan los espiritistas?

Llámenme desconfiado, pero me imagino que esa comunicación con los difuntos es muy similar a los chats de Internet. Está uno todo conmovido, platicando con quien dice ser la novia que se nos murió dos semanas antes de la boda, pero resulta que en verdad es un espíritu chocarrero que está muerto de risa engañándonos.

En fin, cuando me di cuenta de que por estar sumido en mis reflexiones no había escuchado nada de lo que me había estado diciendo Ramiro, le propuse que cambiáramos el tema y pidiéramos un cubilete para dejar a los muertos en paz. A la hora de hacer cuentas y ver lo que había perdido, mi primo me prometió que luego me pagaría todo, consumo incluido, pues no quería quedarse sin el dinero de su cooperación “voluntaria” en la sesión de esa noche.

02 octubre, 2007

No se olvida

Dos de octubre no se olvida... (lo que parece que se ha olvidado es lo que representa).

29 septiembre, 2007

Jeremías

No haber hollado, como muchos de mi sangre, las tierras del exilio. Ser sólo el que estudia los idiomas.

26 septiembre, 2007

Comunicación en el espacio exterior o cósmico

Cuando de niño veía Perdidos en el espacio y Combate me llamaba la atención la forma en que resolvían los problemas de comunicación entre diferentes razas galácticas y pueblos terrestres. Por lejanas y extrañas que fueran las criaturas con las que se topaba la familia Robinson en el espacio exterior, siempre encontraban que éstas tenían la gentileza de hablarles en su propio idioma o, por lo menos, la inteligencia para fabricarse un traductor automático universal. Claro, esa serie yo la veía doblada al “castellano”, como decían los Robinson que se llamaba el idioma que hablaban en el doblaje.

La serie Combate era otra cosa: ambientada durante la segunda guerra mundial, presentaba el avance por Europa de un escuadrón de la infantería estadounidense. Las misiones, claro, siempre resultaban exitosas, los personajes eran totalmente bidimensionales, los alemanes eran siempre o malísimos o estúpidos, al grado que uno se preguntaba porqué Estados Unidos tardó más de tres años en derrotar a un enemigo tan mentecato.

Esta serie obviamente también estaba doblada al “castellano” y los integrantes del escuadrón gringo lo hablaban con ese perfecto acento neutro que nos ha impuesto Televisa para poder exportar sus bodrios a todo Hispanoparlantitlán. Lo que me llamaba la atención en esa serie es que, mientras que los gringos hablaban español sin pizca de acento, los franceses y alemanes que de repente aparecían en el programa tenían un acento de lo más ridículo (basado en el supuesto de que los franceses pronuncian la erre como ge y los alemanes escupen y gritan al hablar).

De esos tiempos recuerdo otra serie (aunque no recuerdo su nombre), que también se desarrollaba durante la segunda guerra mundial. Ésta tenía la característica de que los alemanes hablaban en alemán, cosa que dejaba en babia al respetable público. ¿Por qué los alemanes sí hablaban en su idioma y a los gringos los doblaban? Misterios de la política editorial de Televisa.

En fin, volviendo al espacio exterior, es de mencionarse la revolución que constituyó para la comunicación intergaláctica la invención del klingon para la serie Viaje a las estrellas. De ésta tengo que hablar de oídas: nunca fui su fan (espero que esta revelación no me cueste a mi base de admiradores trekkies). Este idioma se debe al lingüista Mark Okrand, contratado por la Paramount para crear el idioma y asesorar en su uso a los actores. Años después, Okrand también crearía el idioma que hablan en la Atlántida en la película del mismo nombre de Disney.

Aunque para la serie sólo se necesitaban unas cuantas frases, Okrand se entusiasmó y creó todo el idioma, con gramática y toda la cosa. Después, claro, no faltaron los fans que crearon la Academia del Klingon y se dedicaron a publicar materiales en ese idioma, a falta, supongo, de alguna otra actividad más productiva.

En fin, otra saga que recurre a los idiomas del espacio exterior es La guerra de las galaxias, en la que se habla el galáctico básico que, ¡oh maravilla!, afortunadamente coincide exactamente con el inglés. Así, sus creadores se ahorraron el trabajo de crear la multitud de lenguas necesarias para tan abigarrada historia. No obstante, sí aparecen algunos idiomas, como el huttese, que se habla en Tatooine y alrededores, el shyriiwook, hablado por los wookies, y el dialecto primitivo de los ewoks.

No deja de dar nostalgia el optimismo de esta gente que supone que puede haber un idioma común en toda la galaxia: en el humilde planeta Tierra ni siquiera el inglés puede preciarse de ser “universal” (aunque sus propagandistas afirmen lo contrario). Vamos, la gente no se pone de acuerdo ni por hablar el mismo idioma. Pero cultivar estos idiomas ficticios nos da la sensación de que sería posible lograr el entendimiento, de que puede existir esa utopía de la convivencia entre culturas y pueblos diferentes.

22 septiembre, 2007

Teorías de Lost

Ya anunciaron los productores de Lost que la cuarta temporada va a empezar hasta febrero de 2008. Entre tanto podemos ver las repeticiones de la tercera y dedicarnos a tejer teorías que expliquen lo que estamos viendo pues, la mera verdad, no hay quien entienda qué rayos está pasando en ese extraño lugar.



Una de las teorías más favorecidas es la del purgatorio: se supone que nuestros amigos murieron en el accidente de Oceanica 815 y se encuentran en la isla purgando sus pecados (numerosos, por lo visto). Defendida por teístas y demás fauna de corte religioso, la teoría del purgatorio no explica muchas cosas, por ejemplo, el monstruo en forma de humo que se ha aparecido desde el principio ni, mucho menos, el hecho de que al final de la tercera temporada parezca que por lo menos Jack y Kate están de regreso en Los Ángeles.

Hay otra teoría que podríamos llamar la matrix budista, que propone que la isla es producto de realidad virtual, donde el Proyecto Dharma realizaba experimentos de tipo social y psicológico. Los hostiles (los que asesinan a todos los miembros del proyecto) serían entonces hackers que se apoderaron de la isla. Esta teoría explica más cosas, pero en lo personal le encuentro un inconveniente: sería demasiado simplista que al final nos salieran con que todo era realidad virtual, pues a ese título, puede caber cualquier cosa, desde osos polares hasta caballos negros del pasado. ¿Qué chiste tendría ese deus ex machina cibernético?

Ya puesto a considerar gustos personales, tendría que adelantar aquí mi teoría particular: en realidad, los sobrevivientes del vuelo se encuentran en la isla de Gilligan, por lo que todos sus esfuerzos por escapar de ella serán infructuosos, como lo fueron para el capitán, los esposos Howell, el profesor, Ginger y Mary Ann. Así, los perdidos están condenados a permanecer en la isla hasta que se les acabe el rating (porque por lo visto, las provisiones nunca se les van a acabar) y los productores decidan que ya es hora de darle cuello a la serie. ¿Cómo van a atar al final tantos cabos que han ido dejando sueltos episodio tras episodio? Bueno, ahí ya podrán recurrir a cualquier explicación por muy jalada que parezca pues, habiendo perdido el interés del respetable, a nadie le va a importar que salgan con que todo fue un sueño de Walt.

21 septiembre, 2007

Definición

El mar es el lenguaje de la Tierra, y las olas su poesía.

05 septiembre, 2007

Anuncio

Gracias a la ociosidad que me permite mi condición de subempleado, pude entrarle a una especie de blog colectivo que funciona como taller de creación. El coordinador pone el tema y quien lo desee envía su colaboración. Los comentarios están a cargo de los pacientes lectores.

El sitio se llama Metatextos 2.0 (supongo que hubo una versión anterior) y todos quedan invitados, conminados, exhortados a ver, leer, comentar, criticar y demás.

01 septiembre, 2007

Debate a la moda

El debate del día, el tema que ocupa las discusiones de cantina y peluquería, es el de la inmortalidad del cangrejo, la cuadratura del círculo y las moscas papadas. Olvídense del chino y de sus millones de dudoso origen y aun más obscuro destino, olvídense del IFE y de las escandalosas declaraciones de su titular. Lo que realmente importa es la existencia de un alma inmortal en el cangrejo, la fórmula de la cuadratura del círculo y el destino de las moscas que papan los ociosos.

Uno de los principales problemas para determinar la inmortalidad del cangrejo es que no existe una definición aceptada universalmente de inmortalidad. Los teístas se conforman con señalar la presencia de un alma inmortal. Los materialistas quieren que lo inmortal sea el cuerpo pues, alegan, poco podría hacer el alma sin las percepciones físicas o, dicho de otro modo, ¿para qué queremos vivir toda la eternidad si no le vamos a dar gusto a los sentidos?

La cuadratura del círculo es un problema poco abordado por el público en general, dada su base geométrica. Ya sabemos que en cuanto se habla de números y geometría y demás, la gente sale asustada del auditorio y nos quedamos hablando solos. Algunas propuestas han ido en el sentido de definir un círculo de diámetro igual al lado del rectángulo en el que se inscribe. Los puristas, empero, sostienen que yuxtaponer dos figuras no las empareja, que siempre quedará un área no cubierta y que el problema es, por definición, insoluble. Eso sí quién sabe, pues ya hemos visto que muchos problemas que se creían insolubles, al cabo del tiempo encuentran su solución.

En fin, el destino de las moscas papadas es menos difícil de determinar. Como lo indica el término, una mosca papada por alguien pasa directamente al esófago sin ser masticada (véase el Larousse: papar
(Del lat. vulgar pappare.)
verbo transitivo
1 Comer una cosa blanda sin mascar.).
Del esófago pasa al estómago y ahí supongo que es digerida por los jugos gástricos.

Bien, en cuanto a las declaraciones de Ugalde (“Si me corren suelto la sopa”), supongo que son posibles pues él ha de pensar que los mexicanos nos la pasamos papando moscas, pensando en la inmortalidad del cangrejo o en la cuadratura del círculo. Quizá tenga razón, pero no estaría mal que se aventara algunas revelaciones candentes para variar el panorama.

31 agosto, 2007

Mi queja de la temporada

Mi dicho favorito de todos los tiempos es “mal empieza la semana para el que ahorcan en lunes”. En esa frase intuyo una gran sabiduría oculta. Muy oculta, en realidad, pues llevo años tratando de desentrañar el dicho y no le encuentro dónde.

A veces pienso que esa frase puede aplicarse a otros ámbitos de la vida, y que quizá en eso estribe su sabiduría. Por ejemplo, en tenis podríamos decir que “mal empieza el partido al que le rompen el servicio en el primer juego”.

Y hablando de tenis, ya estamos en la temporada del Abierto de Estados Unidos, o sea que es buen momento de expresar mi eterna queja contra los locutores que tratan de comentar el partido. Aunque para empezar, mi queja sería contra ESPN, por racista y mezquino. Han de suponer los directivos del canal que en América Latina nos interesa ver el partido completo de cualquier jugador con apellido “hispano”, aunque sea tan malo que no figure en la clasificación y nos recete una actuación deplorable. En cambio, de los partidos de las estrellas extranjeras —salvo las excepciones de los primeros diez clasificados— nos dosifican sólo el juego decisivo del set o del partido, y a veces tan sólo el punto ganador.

Y ahora sí, los locutores promovidos a comentaristas y expertos en tenis. ¿Qué se puede decir de ellos? Sus esfuerzos por hacer aparecer “brillante” el juego de los compas latinos son decididamente patéticos, por no hablar de la parcialidad que caracteriza a uno de ellos cuando sube a la cancha alguno de sus compatriotas argentinos. En fin, tampoco queda abierta la posibilidad de oír la transmisión en inglés, pues la parejita que tienen chacaleando en inglés ante el micrófono tampoco se salvaría de una crítica objetiva, si yo fuera capaz de hacerla.

24 agosto, 2007

¿Me saben algo?

¿O me hablan al tiro?


Es decir, ¿por qué recibo estos mensajes?

22 agosto, 2007

El destino de Emergencia

Dada la singularidad de su nombre, mi sobrina Emergencia siempre pensó que su destino era ser enfermera. ¿Qué otra cosa podría hacer en esta vida, más que serle fiel a su nombre, seguramente impuesto por una voluntad muy superior a la suya? Sobre todo en la siempre difícil decisión de elegir carrera, uno siempre busca apoyos, señales en el cielo o en la Tierra, ejemplos en la familia o en el exterior, a falta de una verdadera orientación vocacional que nos ayude a encontrar nuestra lugar productivo en la sociedad.

Fue hasta después de haberse inscrito en la carrera cuando ella se enteró del origen de su nombre. Lo que ella pensaba que era una señal divina resultó ser una apuesta perdida por mi primo Ramiro, su padre. Él le apostó a un compadre que ganaría el Cruz Azul, equipo en el que tenía volcados todos sus fervores. Y la apuesta consistía en que el ganador elegiría el nombre que llevaría el vástago del perdedor, ya que en ese tiempo, tanto Ramiro como su compadre estaban por ser padres por primera vez. Después del fatal domingo en el que perdiera el Cruz Azul, los dos se reunieron en la cantina donde, al momento de elegir el nombre, el compadre lo primero que vio fue la salida de emergencia.

Pese a haberse enterado del poco digno origen de su nombre, Emergencia estaba empeñada en que de todos modos era cosa del destino y no podía ignorar ese mensaje.

—El destino actúa de maneras a veces caprichosas pero, de todos modos, no podemos escapar a sus designios—, me dijo en una ocasión—. ¿Qué tenemos más propio que nuestro nombre? En él se resume toda nuestra vida. Ahí tienes el caso de Rob Zombie... con ese nombre, ¿qué otra cosa podía hacer sino dirigir películas de horror y ser metalero? Entonces, si yo me llamo Emergencia, por una apuesta de cantina o por cualquier otra razón, mi llamado está por ahí, y la enfermería es mi destino.

La vi tan convencida y entusiasmada que no tuve corazón para decirle que el verdadero nombre de Rob Zombie es Robert Cummings. A fin de cuentas, ¿quién soy yo para interferir con los designios superiores?

16 agosto, 2007

Olimpiadas con plomo

Falta menos de un año para que se inauguren en Pekín los Juegos Olímpicos de 2008. Al igual que los de 1936 para la Alemania nazi, este evento será para el régimen chino la oportunidad de demostrarle al mundo sus avances en materia económica, ya que no los puede presumir en el ámbito social.

Esperemos que los estadios y demás instalaciones olímpicas no hayan sido construidos con los ladrillos producidos en las fábricas que empleaban esclavos en las provincias de Shanxi y Henan. Y también sería deseable que la inevitable mercadotecnia olímpica (juguetes, llaveros, estatuillas y demás souvenirs) no haya sido fabricada por los proveedores chinos de Mattel, empresa que tuvo que retirar del mercado 18 millones de juguetes por ser peligrosos para los niños. La medida le salió en 28.8 millones de dólares; es decir, en promedio 1.6 dólares por juguetito. ¿Cuánto pagó usted, paciente lector, por el cochecito de Cars que le compró a su hijo y que está pintado con pintura de plomo chino?




Otra pregunta: ¿pagarán los chinos regalías al Comité Olímpico Internacional por usar el célebre emblema de los aros multicolores? Es probable, pues además de gerenciar los Juegos Olímpicos, la otra actividad prioritaria del COI es demandar a cuanto despistado se le ocurra usar de cualquier manera cinco aros de colores. Siendo así, les será difícil a los chinos dedicarse a su deporte nacional: la piratería. De todos modos, si alguien va a asistir, por ahí le encargo un llaverito. Como quiera, no creo que me dé saturnismo, la enfermedad que ataca a los niños por jugar con objetos decorados con pintura de plomo (¡baratísimos en China, por cierto!) y a las personas que manejan ese metal.

La pregunta clave, claro, es la siguiente: ¿dónde tenía la cabeza el COI cuando decidió asignar la celebración de los Juegos Olímpicos a China? Porque sabemos que se trata de un evento-escaparate, una oportunidad política para el régimen correspondiente y porque actualmente ni siquiera el deporte puede considerarse ajeno a los designios estratégicos de la política. ¿Por qué le dieron esta oportunidad de lucirse a un régimen que no respeta ni los derechos humanos de su pueblo ni las normas comerciales del extranjero?

07 agosto, 2007

Discusiones de cantina

Mi primo Ramiro terminó de leer El código Da Vinci, tarea que le llevó siete meses porque, dijo, “tenía que detenerme a investigar muchas de las cosas que vienen ahí”. El ahora autoproclamado experto en Leonardo, sin embargo, no supo explicarme si el genio renacentista hablaba inglés, idioma en el que está la dichosa palabra en la que se resume el misterio de la novela.

Ese detalle, como sabemos, es pecata minuta al lado de las tergiversaciones y desinformaciones con las que está plagada la obra de Dan Brown.

—Es que no sabemos si todo lo que dice es ficción— me dijo bajando la voz y mirando desconfiado a los lados para asegurarse de que nadie lo oía. Era muy improbable que alguien nos oyera, pues en la cantina donde estábamos comiendo reinaban el ruido de la televisión y los gritos de los demás parroquianos. Tengo que agregar, para redondear la imagen, que Ramiro es fan del canal Infinito y no es seguidor de Mausán sólo porque, para él, “tiene cara de que le apesta la boca”, rasgo imperdonable para mi primo, que es dentista.

—¿Como qué cosa crees que podría ser verdad de todo lo que dice en la novela?— le pregunté a mi vez, nomás para picarlo, pues desde hace varios meses Ramiro no tiene más tema de conversación que las conspiraciones de las sociedades secretas, los misterios de los templarios y demás materias relacionadas que busca con avidez en Internet entre muela y muela.

No tengo paciencia para repetir aquí toda su disertación sobre el Priorato de Sion, pues la mera verdad, perdí el interés cuando iba a media lista de los personajes famosos que supuestamente pertenecieron a dicho grupo. ¿Por qué será que todas las personalidades destacadas de la historia necesariamente tienen que ser miembros de alguna sociedad secreta? No niego que éstas existan, claro: su existencia y sus acciones están bien documentadas y, además, no faltarían chiflados que las crearan en caso de que no las hubiera.

En fin, Ramiro alegaba en su defensa que de ningún modo estaba obsesionado con la idea de las conspiraciones y las sociedades secretas, pero que, al menos, tenía “la flexibilidad mental para no rechazarlas como posibilidad”. Entendí que no sólo me estaba llamando dogmático, sino que además se acababa de adornar como persona de mente abierta.

—Por andar con la mente tan abierta,— le advertí— se te va a vaciar el celebro por el colodrillo.

Ramiro ya no quiso seguir discutiendo. Se arropó en el manto de la trascendencia y decretó que, a fin de cuentas, no importaba que El código Da Vinci estuviera plagado de patrañas.

—Lo verdaderamente importante es estar abierto a cualquier posibilidad—, sentenció.

Pero ésa era precisamente la base de todo mi alegato: si creemos que la historia mundial ha estado regida desde tiempos inmemoriales por sociedades secretas, bien podemos aceptar que, a nuestra escala, nuestra vida está dominada por fuerzas misteriosas. Y eso no sólo es abdicar de la responsabilidad de regir nuestro destino, sino que nos inclina a tomar por ciertas (o al menos posibles) las declaraciones más infundamentadas: que la Tierra es el centro del Universo, que los viajes a la Luna han sido una farsa, que el asesino de Colosio fue un loco solitario o que Calderón ganó por las buenas la presidencia de México.

04 agosto, 2007

Negociaciones terroristas

Mientras en Corea del Sur la opinión pública y algunos sectores del gobierno aumentan sus presiones para que Estados Unidos y la misma ONU flexibilicen su postura y permitan negociar la liberación de los 21 surcoreanos secuestrado en Afganistán, en Bulgaria, las cinco enfermeras y el médico –literalmente secuestrados en Libia durante cerca de ocho años– ya se encuentran disfrutando de su libertad.

Las diferencias entre ambos casos son patentes. La suerte de los surcoreanos está atada a la estricta política de “no negociar con los terroristas” que ha normado la actitud de Estados Unidos desde hace más de veinte años. Pero para fortuna de los búlgaros, su país es miembro de la Unión Europea desde el 1° de enero de este año, lo que les permitió contar con sus buenos oficios para lograr su liberación.

Acusados de contagiar con el virus del sida a cientos de niños que resultaron infectados en un hospital de Benghazi, los profesionales de la salud fueron detenidos, encarcelados, torturados, vejados, sometidos a una farsa de juicio y finalmente condenados a muerte por la justicia libia. Fue entonces cuando intervino la Unión Europea, en la persona de su comisaria de relaciones exteriores, Benita Ferrero-Waldner quien, acompañada de la esposa del flamante presidente francés, Cécilia Sarkozy, negoció con las autoridades libias para que les fuera conmutada la sentencia de muerte por la de prisión perpetua. Para esto se llegó a un acuerdo de compensar económicamehte a las familias de los niños afectados. El dinero para realizar ese pago tuvo un origen obscuro (se dice que el emirato de Qatar le entró a la cooperacha para reunirlo), como fueron obscuras también las negociaciones posteriores para lograr que los seis ciudadanos de la Unión Europea pudieran regresar a su país.

Pero ahora están saliendo a la luz: además de la compensación pagada a las familias, que se manejará a través de la Fundación Kadhafi, organismo presidido por el hijo del dirigente libio, Bulgaria le condonó la deuda a Libia, Francia aceptó venderle armas y Gran Bretaña, por su parte, aceptará la apelación para que un libio detenido en su territorio sea transferido a su país de origen. Hasta ahora, sólo Londres ha desmentido su participación en esas tratativas.

Es de suponerse que los surcoreanos rehenes de los talibanes afganos están verdes de envidia ante la suerte de sus hermanos en desgracia búlgaros. En efecto, ya que su destino no depende de la Unión Europea sino de Washington (en rigor deberíamos decir que del gobierno afgano, pero éste ya sabemos que está sometido a los dictados de Estados Unidos), es muy improbable que hubiera alguna negociación con las talibanes con miras a su liberación. Los talibanes, por su parte, piden la libertad de ocho de sus compañeros detenidos en las mazmorras de Hamid Karzai. Sin embargo, hace unos meses, cuando éste negoció la liberación de un periodista italiano a cambio de la de unos talibanes presos, el presidente afgano fue objeto de todo tipo de críticas por parte de Washington, que lo amonestó para que dejara de andar negociando con terroristas. Con ese precedente, los pobres surcoreanitos (que al parecer son miembros de un grupo religioso que váyase a saber qué cuernos andaban haciendo en Afganistán, aunque eso no justifique que los hayan secuestrado) bien pueden ir perdiendo toda esperanza de ser rescatados. Mi propuesta de solución: que Corea del Sur pida su ingreso en la Unión Europea, lo que, viéndolo bien, no está tan jalado de los pelos, ahora que otro país asiático, Turquía, también está haciendo cola a sus puertas.

02 agosto, 2007

Tres jinetes del apocalipsis

Hay tres flagelos que azotan inclementes al género humano: la obesidad, la calvicie y la impotencia. Gordos, pelones y frustrados andan por la vida con el casi único objetivo de liberarse de su triste condición. La ciencia, por supuesto, tiene enfiladas sus baterías a la búsqueda de soluciones a estos problemas. Y cuando se han logrados verdaderos resultados, la noticia recorre el mundo como el tradicional reguero de pólvora, haciendo correr los también proverbiales ríos de tinta.

Eso ocurrió, por ejemplo, en 1998 con el lanzamiento del Viagra, primer medicamento que demostradamente remediaba la disfunción eréctil, conocida hasta entonces simplemente como impotencia. Las agencias informativas y los periódicos no dejaron de comentar este sonoro triunfo. ¿Sí funcionaba en realidad? Hasta entonces, los remedios conocidos eran una mezcla de consejas populares, desesperación de los afectados y afán de lucro de charlatanes que proponían todo tipo de remedios “naturales”, en forma de pastillas, ungüentos, hierbas y bebedizos. El sentido común recomendaba prudencia. ¡Y cómo no! Ya en junio de 1998 corrió el rumor de que Sani Abacha, presidente de facto de Nigeria, había muerto en compañía de dos prostitutas a causa de una sobredosis de la novedosa pastillita azul. Pero, fuera de las contraindicaciones de rigor, el Viagra efectivamente funcionaba. Por esas mismas fechas, un psiquiatra me comentaba que él resolvía el 90% de sus casos con Viagra y Prozac, el famoso antidepresivo y personaje central de Prozac Nation, la escalofriante novela autobiográfica de Elizabeth Wurtzel.

Después del Viagra aparecería otro producto, el Cialis, de efectividad igualmente comprobada. Pero cuando éste salió ya no era noticia y su llegada a las boticas pasó desapercibida para la mayoría de la gente: el Viagra ya había penetrado en la cultura popular y su nombre difícilmente será desplazado como sinónimo de potencia sexual.

Ahora bien, ¿ha visto usted, amable lector, publicidad de Viagra o Cialis en la televisión? Es probable, pero el nombre del producto ni siquiera se menciona en los anuncios donde se presenta una pareja de edad madura sonriendo por las mañanas. El anuncio no promueve el producto. Lo que trata de hacer es que el quejoso venza la resistencia a consultar a un especialista. Ya éste se encargará de recomendar la pastilla correspondiente que, por lo demás, no se vende sin receta médica. Y podemos tener la seguridad de que jamás los veremos en los anuncios de telemarketing, en los que, si somos de los primeros cien en llamar, nos dan la oferta del dos por uno. Gracias a eso, tenemos la certeza de que se trata de productos efectivos, seguros, elaborados por empresas respetables (aunque las farmacéuticas tengan su cola que le pisen) y de que no caeremos en manos de charlatanes que quieren exprimir económicamente nuestras angustias.

Así, uno de los tres flagelos ha sido derrotado. ¿Qué hay de los otros dos? ¡Ay! Por desgracia, en ese campo, donde la ciencia no puede ofrecernos remedios efectivos, son los charlatanes los que prevalecen. La televisión está poblada de los remedios más dispares para combatir el peso de más y el pelo de menos. Todos ellos, claro está, cuentan por único aval con el afán de lucro de sus respectivos mercaderes. Pese a que todos hablan de “estudios clínicos independientes”, ninguno menciona uno solo en concreto. La mayoría de esos productos proceden de Estados Unidos, pero ni por eso escuchamos mención alguna a la necesaria autorización de la FDA para comercializar la marranilla que nos quieren enjaretar, casi siempre por varios cientos de pesos. Ni una sola mención a universidades o publicaciones que sustenten las extravagantes afirmaciones de los anunciantes: pérdida de peso en tres semanas sin dieta ni ejercicios, ganancia de cabello en un mes con una sola aplicación. La prensa, por su parte, también guarda silencio sobre estos extraordinarios productos, lo que resulta inexplicable si recordamos el revuelo armado en torno del Viagra.

Pero según los mercachifles de la televisión, los gordos y los calvos ya no tienen razón de ser, al menos los que puedan desemboslar las estratosféricas cantidades que piden por sus embustes. Y toda esa publicidad engañosa, claro, se trasmite las 24 horas a ciencia y paciencia de las autoridades, que no mueven un solo dedo para impedir que se siga estafando a gordos y pelones desesperados.

18 julio, 2007

Preguntas de un televidente desconcertado

¿Por qué los investigadores y detectives de la policía, cuando revisan una casa, siempre lo hacen de noche y a obscuras? ¿Será para lucir su linternita? ¿Existe la costumbre de cortar la electricidad en la escena del crimen, pues la compañía de luz sabe que el muerto ya no le va a pagar el recibo? Y si es de día, siempre habrá espesas cortinas y persianas que bloqueen la luz del sol y nunca, pero nunca jamás nuncamente, a ningún policía se le ocurre abrirlas para ver bien a la hora de buscar pistas.

¿Los fabricantes de papel higiénico saben algo que no nos quieren decir por pudor? ¿O qué ventajas tiene la vitamina E en el papel culot? ¿Y qué perversión esconde esa chava que se ofrece a acompañar al baño a cualquier desconocido, ya sea hombre, mujer o quimera?

Veo un auto que trepa por los edificios con más soltura de la que hace gala mi cochecito para subir por las empinadas calles de Cuernavaca. Pero en letras chiquitas me advierten que ese anuncio sólo es válido en la república mexicana. ¿Por qué? ¿Si nos vamos en ese coche a El Salvador no podremos trepar los edificios de allá?

¿Realmente somos todos tan apestosos o por qué insisten en anunciarnos tanto jabón, desodorante, perfume y demás desapestantes?

El marciano que quisiera estudiar a la raza humana basándose en lo que viera por la televisión, llegaría a la conclusión de que las piernas sólo sirven para mover los pedales del coche, la boca, para hablar por celular y las orejas para traer enchufado un aparato para oír música. Eso descarta, ipso facto, la vida en otros planetas, pues cualquier otra raza ya habría llegado a la conclusión de que los humanos somos fácilmente manipulables y nos habría invadido desde cuándo.

17 julio, 2007

Los Simpson y los extraterrestres



Ahora que FOX ha elevado a Los Simpson a la categoría de religión, no faltarán charlatanes del futuro que vean en este dibujo, hecho en Inglaterra, una prueba de su origen extraterrestre.

Aunque sólo de trata de un truco para promover la película (de inminente estreno), la realización de esta dibujo al lado del venerable gigante de Cerne Abbas, Inglaterra, ya provocó reacciones airadas de quienes defienden la respetabilidad de lo que se piensa es una caricatura de Oliver Cromwell, que data del siglo XVII.

En todo caso, no es de esperarse que el dibujo de Homero dure mucho tiempo, pues está hecho con pintura biodegradable, condición que pusieron las autoridades para permitir su realización. De todas maneras, es una prueba de que todos somos fans de Los Simpson.

14 mayo, 2007

...

Antes de que se me eche el tiempo encima, voltee a ver y me dé cuenta de que han pasado varios meses sin escribir nada aquí, mejor me declaro en vacaciones.

Espero que los pacientes lectores también las disfruten.

25 abril, 2007

Y la vida sigue

El tiempo no cura el dolor; sólo lo embota. El dolor nunca desaparece y si nos es posible seguir viviendo después de experimentarlo, es sólo porque nos acostumbramos a su presencia, no porque lo hayamos superado ni olvidado.

Un día despertamos, vemos el jardín soleado, regamos el pasto, vemos los insectos en los arbustos y comprendemos que la vida ha seguido su marcha, muy a pesar de nuestro dolor. Una muerte no detiene al mundo, por más que haya vaciado nuestra vida de una parte importante.

Cada muerte nos empequeñece: nos priva de la faceta que le presentábamos a la persona desaparecida. Tenemos aspectos que sólo compartimos con determinadas personas... y no es que seamos veleidosos ni inconstantes. Simplemente es que cada persona es diferente y, por tanto, actuamos de una manera específica con cada una. Eso es lo que perdemos al desaparecer esa persona de nuestra vida.

No hay consuelo para el dolor. No hay palabras de aliento que lo mitiguen, no hay sabiduría que nos ayude a comprenderlo. Primero, porque la muerte es incomprensible casi por definición. Llega un momento en que el cuerpo se niega a seguir funcionando y desfallece. La ciencia médica habla de tumores y metástasis, de ganglios y fallas renales, de insuficiencias respiratorias, con términos tomados del latín y el griego que para el doliente sólo tienen una única traducción: "Se murió la persona que yo amaba y no la volveré a ver riendo y disfrutando de la vida."

Y en segundo lugar, el deudo no quiere consuelo, no quiere olvidar su dolor. De pie ante un cadáver, le parece una traición a su memoria pensar que llegará el día en que lo abandone ese dolor. No es masoquismo ni ganas de enterrarse junto con sus muertos. Es respeto por el único sentimiento que en esos momentos es capaz de albergar.

El tiempo no cura, sólo alivia, adormece, insensibiliza. Pasa el tiempo y nos sentimos capaces de seguir con la vida. Pero de vez en cuando habrá momentos en que, embotado el recuerdo de la muerte, nos asalta el deseo de tomar el teléfono para hablarle y comentarle la película que acabamos de ver y que sabemos que ella también habría disfrutado. Los timbrazos sin respuesta nos devuelven a la realidad y el corazón vuelve a sangrar en lágrimas.

18 abril, 2007

Apostilla

Más consternante aun que el hecho de que un estudiante tome un arma y dispare contra sus compañeros en la misma escuela, es que ahora la comunidad surcoreana de Blacksburg —y en especial los estudiantes de ese origen en el Politécnico de Virginia— esté preocupada por la posibilidad de ser el blanco del odio de los demás.

En la mentalidad racista que prevalece en la sociedad estadounidense, que el atacante haya sido surcoreano vuelve sospechosos a todos sus connaciales. Es la misma reacción, claro, que se produjo tras los atentados de 2001, cuando a los ojos de los gringos todos los musulmanes se convirtieron ipso facto en terroristas.

17 abril, 2007

De la violencia gratuita

Cada tanto, el mundo en general, y Estados Unidos en particular, se conmueven ante una matanza de estudiantes. Desde agosto de 1966, cuando se inauguró esta modalidad en la Universidad de Austin, con un saldo de 31 heridos, pasando por la de Littleton, en abril de 1999, donde dos estudiantes mataron a doce compañeros y que fuera el centro de un documental a cargo de Michael Moore (Bowling for Columbine, 2002), ahora la serie viene a rematarse en el Politécnico de Virginia, donde 33 muertos constituyen el saldo más elevado a la fecha.

Y cada vez se ofrecen al análisis todo tipo de explicaciones, desde las teorías de los sociópatas aislados hasta la que presenta Moore en su trabajo, es decir, la de una cultura de violencia generalizada. Estos dos extremos están relacionados necesariamente. Un sociópata aislado, sin armas, simplemente se recluiría en su casa a rumiar sus odios o a buscarles otro tipo de salida. Pero en Estados Unidos, el 39% de los hogares poseen armas de algún tipo, por lo que no es difícil que, cuando a nuestro sociópata se le salten los fusibles por alguna razón, tome el arma que tenga a la mano y salga a vaciarla contra sus semejantes.

Sin embargo, a la hora de la tragedia, las explicaciones (y sobre todo, los intentos de explicación) están de más. Un plantel escolar es víctima de la violencia gratuita, hay familias que quedan devastadas, padres que tienen que enfrentarse a la muerte inexplicable de sus hijos, y una sociedad que se asombra cada vez que alguno de sus miembros se entrega a una orgía de balazos.

Sin embargo, para los observadores extranjeros, lo asombroso no es que un estudiante tome el arma automática del abuelo y descargue sus frustaciones en sus compañeros. Lo realmente pasmoso es que eso no ocurra con más frecuencia, que una sociedad armada pueda convivir más o menos sin sucumbir a la tentación de dirimir todas sus diferencias con un tiroteo, que haya grupos de presión, como la Asociación Nacional del Rifle, que defiendan el derecho a poseer armas, que su hipocresía les haga promulgar leyes para controlar la venta de armas, a sabiendas que éstas se expenden sin ningún control en las famosas ferias de armas, permitidas en la mayoría de los estados.

Cada vez que ocurre un incidente de éstos podemos tener varias certezas:


  • Que las televisoras se van a llenar de imágenes y análisis sobre lo ocurrido.
  • Que se elevarán voces para exigir, de una vez por todas, el control absoluto de las armas de fuego, mismas que serán apagadas por quienes reclaman su derecho a poseerlas.
  • Que el presidente saldrá en televisión manifestando su consternación, diciendo que sus pensamientos están con las familias de las víctimas, que rezará por el eterno descanso de las mismas y apoyará las investigaciones del caso.
  • Que las culpas se van a repartir indiscriminadamente: a las autoridades del plantel, a los juegos violentos de video, a la música que escuchaban los autores de la matanza, a sus padres, sus maestros o a sus mismos compañeros, al gobierno, a Dios o a alguna fuerza igualmente misteriosa.


Lo único que no sabremos es porqué ocurrió realmente y cuándo será el próximo episodio de la serie.

27 febrero, 2007

¿Una tumba para la Iglesia?

Con exámenes de ADN y cálculo de probabilidades, el cineasta James Cameron echa por tierra varios de los pilares del cristianismo, cosa que seguramente no le caerá nada en gracia a la Iglesia, ya bastante irritada por el éxito de El código da Vinci y la continua merma de su clientela, especialmente en Europa.

El documental realizado por el director de Titanic asegura que en el barrio Talpiot de Jerusalén se encontró una cueva con diez osarios pertenecientes a Jesucristo, su madre, su mujer, supuestamente María Magdalena —lo que le daría la razón a Dan Brown, después de todo—, e incluso su hijo, de nombre Judas, además de otras personas presuntamente familiares.

Si quedaron en la Tierra los restos mortales de Jesucristo y de la Virgen María se viene abajo la idea de ambos ascendieron al Cielo en cuerpo y alma. Si María Magdalena fue mujer de Jesús, también se descartaría la noción del celibato del Mesías (y por ende su obligado reflejo en los sacerdotes). Y si Jesús llamó Judas a su hijo, podríamos deducir que no le guardó rencor al apóstol que supuestamente lo traicionó y lo entregó a las autoridades romanas.

¿Será el fin de la Iglesia Católica y otras instituciones cristianas? Los enemigos de la Iglesia no deben regocijarse ante esta embestida, que está lejos de ser la final. Recordemos que hace meses, la publicación del evangelio de Judas —en el que el apóstol traidor desempeña un papel primordial en el drama crístico— no hizo ni siquiera pestañear a la augusta institución, atrincherada en el reconocimiento exclusivo de los textos canónicos y desdeñosa de los apócrifos.

Y las tumbas de Cameron no aportan mejores argumentos para cuestionar el dogma eclesiástico. Los nombres que llevan los osarios son de los más comunes (Jesús, José, María) y aunque los realizadores de El sepulcro olvidado de Jesús aseguren que hay una posibilidad en 600 que esos nombres se encuentren reunidos en una sola familia, esa suposición no deja de ser un malabarismo numérico que no conmoverá a los fieles.

Aceptémoslo: la fe religiosa no tiene nada que ver con la razón, los argumentos científicos ni con nada que eche a andar a las neuronas. Quien está empeñado en creer en un Dios que envió a su hijo a ser sacrficado para salvación de la humanidad, no se conmoverá en sus creencias por simples datos de una ciencia de la que, por lo demás, ha aprendido a desconfiar.

La fe religiosa se basa en cuestiones más emocionales: el miedo a lo desconocido después de la muerte, la necesidad de consuelo en momentos de aflicción o incluso el mezquino deseo de ser recompensado por toda la eternidad a cambio de unos años de sufrimiento.

10 febrero, 2007

La libertad a juicio

Resulta paradójico que haya sido la laica y republicana Francia —¡la tierra de Voltaire y su manidísima frase "Puedo estar en contra de lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo"!— el primer país donde prosperó una demanda en contra de las infames caricaturas de Mahoma publicadas en octubre de 2005 por un periódico danés y reproducidas posteriormente en muchos diarios de todo el mundo.




Uno de ellos fue el semanario satírico Charlie Hebdo que, no conforme con reproducirlas simplemente, les dedicó un número especial, con una portada realizada ex profeso por su dibujante Cabu. En ella, el Profeta se quejaba de tener a "idiotas" por seguidores.

Pues bien, la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia y la Gran Mezquita de París presentaron una demanda en el tribunal correccional de París, no por todas las caricaturas, sino sólo por dos de las originales y la de la portada.

Obviamente, como dijera el mismo Cabu, éste es un juicio "obscurantista", basado netamente en una confesión religiosa que anatemiza la representación del rostro humano. Pero Dalil Boubakeur, rector de la Gran Mezquita de París, explicó que no se trataba de motivos religiosos, pues la demanda es por racismo, ya que se identifica a toda una población, la musulmana, con el terrorismo. En efecto, una de las caricaturas más controvertidas presenta al Profeta con un turbante en forma de bomba.

Pero la procuradora Anne de Fontette, en todo caso, decidió que ese insulto no se dirigía a todos los musulmanes, sino sólo a los integristas. Y esto, más que problema religioso, es social, como hizo bien en precisar. En efecto, hay que señalar una diferencia importante entre el islam y el islamismo: el primero se refiere a una religión de obediencia y sumisión a Dios (por cierto, "paz" es otra de las posibles interpretaciones de la palabra islam). Y se habla de islamismo cuando esa religión se toma de bandera política y se enarbola en contra de todo aquel que no la profese.

En todo caso, el tribunal determinó que la publicación no era culpable de atizar odios y fomentar discriminaciones. La libertad de expresión le ganó la batalla a la libertad de sentirse injuriado.

05 febrero, 2007

El infinito a nuestro alcance

Solemos mirar hacia arriba cuando queremos apreciar la grandeza del Universo. En algún rincón de nuestra memoria reptiliana se encuentra la instrucción de que lo grande, lo superior, está allá arriba. Pensamos que las estrellas y los planetas constituyen la mejor expresión de la grandeza de la creación.

No estamos tan errados. Hay algo allá arriba que puede satisfacer nuestra necesidad de trascendencia. Gran paradoja: ver la inmensidad del Universo (o tan sólo pensar en ella, ya que está difícil verla) nos convence de nuestra diminutez, del pequeño tamaño que tenemos en comparación con tan inmensurables objetos que vagan en el espacio exterior. Pero al mismo tiempo nos hace sentir grandes, así sea sólo por ser parte del infinito.

No habría que alzar la vista para ver el Universo. Como parte que somos de él, nuestro planeta y todos sus ocupantes —por recurrir a la gastada metáfora de la Tierra como una nave espacial— efectivamente lo reflejamos. Admirar las nervaduras de una hoja es contemplar parte de la gloria cósmica o, como dijera el poeta, el infinito está al alcance de la mano.

Algo semejante ocurre con nuestro concepto de Naturaleza. ¿Qué pensó, amable lector, al ver esta palabra? ¿En bosques, cumbres nevadas, ríos y arroyos cristalinos, playas vírgenes de la presencia humana? Claro: la Naturaleza está allá, lejos como lo está el Universo. No imaginamos a la Naturaleza en medio de la calle, entre los conjuntos habitacionales, en medio del estruendo de coches y camiones.

La ciudad es artificial, el campo es natural. Ésa es la dicotomía que hacemos y que llevamos cargando como un fardo: no falta quien se queje de "tener" que vivir en la ciudad y suspire por "volver" a la Naturaleza (¡Como si alguna vez hubiera estado en lo que cree que es natural!).

Esa separación es artificial, por supuesto. Un condominio es tan natural como un panal: los dos están fabricados por seres de la Naturaleza, con materiales encontrados en ésta. La Naturaleza nos da la materia prima y la inteligencia para utilizarla. ¿En qué momento empieza a ser "artificial"?

21 enero, 2007

Mi vida en el comunismo

Yo me declaré comunista el día que cayó el muro de Berlín. Al ver al "símbolo de la ignominia", como tantas veces se le llamara en Selecciones, caer víctima de picos, azadones y hasta puño limpio de los alborozados berlineses, me dije que ahí había una causa que requería de mi ayuda.

Sin embargo, no me duró mucho el entusiasmo. La relectura de las Obras selectas de Marx y Engels, que conservaba de mi época escolar más por espiritu de urraca que por verdadero interés en el marxismo, sólo me recordó la aridez de los textos, leídos a medias en soporíferas clases impartidas por maestros rigurosamente chilenos. Meses después, cuando mi erario pasaba por una crisis de caja reflejo de la crisis nacional, le vendí todos mis libros de marxismo a un bondadoso librero de segunda, lo que me permitió sobrevivir esa estrechez mientras llegaba el siguiente pago.

Cambiar mis libros de marxismo por dinero para darle de comer a mi familia ciertamente tiene tufos de parábola. Pero la verdad, en esos momentos no me interesaba filosofar sobre el destino de una doctrina que, con toda franqueza, nunca llegué a conocer a fondo.

Y el descrédito del marxismo estuvo a punto de serme más provechoso aun. De algún modo me conecté con una editorial que se especializaba en ese tema. Aún no se disolvía la Unión Soviética, pero ya había caído el Muro, así que sus ventas empezaban a reflejar a la baja el desencanto. Ahí es donde yo entraría, pues necesitaban un editor para una nueva colección, más "vendible", según admitió el gerente con quien hablé.

La empresa era rigurosamente familiar: fundada por el padre, estaba manejada entonces por los dos hijos: el gerente editorial y el de producción. Pero el de producción se iba de viaje y yo entraría a ocupar su lugar. No era una mala oferta en mi situación de freelance con apuros económicos permanentes.

Pero el asunto no se resolvió favorablemente. Después de muchas vueltas y más promesas, resultó que el hermano cancelaba su viaje, por lo que el puesto no se desocuparía. "Uno más que se me va", me dije, pensando en la interminable sarta de propuestas y presupuestos que ya para entonces había presentado en la mitad de la industria editorial mexicana.

En fin, poco a poco, países y partidos políticos fueron perdiendo el apelativo de socialista o comunista, para adoptar otras designaciones. Quizá uno de los casos más patéticos en ese sentido fue el de Yugoslavia, que no sólo perdió el nombre, sino que dejó de existir por completo, desmembrándose en las seis repúblicas que la componían y amenazando, aun ahora, con continuar su partición en la provincia serbia de Kosovo y en la "República Srpska", entidad de membrete que existe en Bosnia-Herzegovina.

Conocí a un yugoslavo mucho antes de las guerras que desgarrarían a los Balcanes diez años después, y me llamó la atención que él mismo se considerara "croata". Él llegó a México con la intención de establecerse aquí y, cuando vio que no pudo (incluso coqueteó con la posibilidad de casarse con mi cuñada para arreglar su estancia), tuvo que regresar apesadumbrado a su país. La ruta de vuelta más barata pasaba por Chicago, donde conectaría con un vuelo a Viena. Sin embargo, necesitaba visa para pasar por Estados Unidos, así que lo acompañé a la embajada para tramitar su visa en calidad de intérprete, pues el angelito no hablaba ningún idioma occidental (yo me entendía con él en esperanto).

Aun recuerdo divertido la cara que puso la empleada cuando Goran le extendió su pasaporte, en cuya portada aparecía claramente la hoz y el martillo, parte del escudo de Yugoslavia. La muchacha estaba aterrada nomás de verlo y se le notaron las intenciones de hacer sonar la alarma para que vinieran los marines a sacar a ese sacrílego comunista que osaba profanar ese santuario del mundo libre.

Me da pena confesar que no sé en qué terminó la odisea de Goran. Harto de su conchudez y gorronería, lo expulsé de mi casa y fue a encontrar refugio con otras amigas. Obviamente no le dieron la visa gringa, así que quién sabe por dónde pudo haber salido. Esto ha de haber sido en septiembre u octubre de 1981 y en la Navidad de ese año, todavía recibí una tarjeta suya desde Zagreb, así que me tranqulicé sabiendo que había podido regersar a su casa.

No volví a saber nada de él. Pero diez años después me lo imaginaba integrado a alguna milicia, combatiendo a serbios y a bosnios con el mismo fervor con el que, según me dijo, había leído las obras de Carlos Casteñeda.

Pero ya divago. Otro impedimento para integrarme al Partido Comunista fue que, cuando decidí hacerlo, éste ya no existía. Después de una serie de transformaciones, para 1989 había reencarnado en el Partido de la Revolución Democrática, cuyos tufos priistas hicieron que desistiera de mi actividad política. Además, recuerdo que más de diez años antes, cuando López Portillo graciosamente le concedió el registro y finalmente pudo celebrar su congreso en un lugar público (en el Polyforum Siqueiros, por cierto), la gente que ahí estaba era de lo más mamona y a los aspirantes nos trataban como advenedizos. A lo más que llegué en ese tiempo fue a comprar cada semana su periódico y a asistir al festival que organizaron ese año en el Auditorio.

No creo haberme perdido de nada renunciando a mi militancia de izquierda. Todavía hace unos años tuve oportunidad de estar en contacto con un grupúsculo de extrema izquierda, que hizo que más bien me felicitara por haber evitado ese triste destino.