30 noviembre, 2007

Pacto con el diablo

Se paró en la encrucijada, pues había oído que ahí era donde podía hacerse un pacto con el diablo. Ignorante del ritual, lo único que se le ocurrió fue hincarse, alzar los brazos y pronunciar a toda voz los nombres que conocía del arcángel maldito.

—¡Satanás, Luzbel, Belcebú!

Tenía las ojos cerrados, temiendo que la aparición esperada del demonio pudiera afectarle la vista.

Silencio.

Abrió los ojos. Los caminos se extendían ante él, bañados por la luz de la Luna. Tuvo el instinto de burlarse de sí mismo, de la idea de estar en esa encrucijada a medianoche, con el plan desesperado de venderle su alma al diablo para resolver sus tribulaciones. Al levantarse frustrado para regresar a su casa, percibió una presencia detrás de él.

—¿Qué se te ofrece?

¿Ése era el diablo?, pensó viendo a un hombre de unos sesenta años, barrigón, el pelo canoso y largo bajo una gorra tejida. Llevaba una chamarra de los Acereros de Pittsburg, pantalones vaqueros y tenis sucios y desgastados. ¿Qué había pasado con el ser de cuernos, cola y patas de cabra?

—Rapidito que tengo otros pendientes—, lo conminó el personaje, con un tono serio en la voz, pero una mirada traviesa en el rostro.

—Quiero venderte mi alma—, explicó superando el miedo que había comenzado a invadirlo tras reponerse de la sorpresa inicial.

—¿Y qué quieres a cambio?—, le preguntó, examinándolo detalladamente con la vista.

—Quiero dinero, mucho dinero... quiero tener el amor de las mujeres también, muchas mujeres... Ah, y salud, mucha salud para poder disfrutar de todo por mucho tiempo.

Las palabras le salieron de corrido, pues las había ensayado desde hacía meses, cuando se le ocurrió que vender su alma era la única salida a su agobiante pobreza, a la indiferencia de su esposa regañona, a su falta de perspectivas para el futuro.

La carcajada que soltó el barrigón le heló la sangre.

—Por el alma de un pobre diablo como tú, lo único que podría darte a cambio es lo que ya tienes, mi cuate. Olvídalo, no hay trato—, respondió Satanás desapareciendo en medio de una nube sulfurosa.

Explicación no pedida

El autor estuvo ausente de estas páginas todo el mes de noviembre, ocupado en su empeño de llegar a la meta del novelatón organizado en un sitio Web. Eso le impidió pronunciarse acerca de algunos jugosos acontecimientos de estos días, desde el escándalo del Arca de Zoé, que por lo menos revela la mentalidad colonialista que sigue privando en ciertos países civilizados, hasta el “¿Por qué no te callas?” de un monarca peninsular contra un dictador caribeño, cuyo análisis constituye un acto de equilibrismo, pues el autor no quisiera dar la impresión de que defiende a un dictador majadero si se pone a criticar al rey, pero tampoco aprueba la altanería de un rey que pierde los estribos ante la impertinencia de quien sigue considerado como “súbdito”.

El Mussolini venezolano, claro, da para mucho más y la prensa extranjera seguramente está agradecida de su existencia, pues cada vez que salta a la palestra su batracia figura hace correr los proverbiales ríos de tinta. Su más reciente aparición en los titulares fue con motivo de haber sido rescindidos sus servicios de mediador ante los guerrilleros colombianos, con quienes pretendía llegar a un acuerdo que permitiera la liberación de los casi cincuenta rehenes capturados por las FARC. Por considerar que se había saltado las trancas y le había dado legitimidad política a los guerrileros (denominados ahora terroristas para agradar al patrón en Washington), el presidente colombiano, Álvaro Uribe, consideró preferible prescindir de los buenos oficios del desbocado mediador.

A pocos días de que se realice en Venezuela un referendo cuya aprobación convertiría a ese país en socialista (¿Socialista, dijo? ¿No se llamaban así también las desaparecidas repúblicas del inviable bloque soviético?), el éxito de la mediación chavista hubiera sido un espaldarazo a su política y un buen empujón en las urnas. Pero ahora el tenebroso inquilino del palacio de Miraflores tratará de sacar ventaja de su infructuosa gestión y la cubetada de agua fría que le lanzó Uribe ahora será aprovechada para tener un enemigo designado que galvanice el nacionalismo venezolano en torno a su persona.

En todo caso, el autor admite que su capacidad de análisis está rebasada por la siguiente pregunta: Si el presidente Hugo Chávez ha podido mantenerse gracias a que reparte generoso los ingresos petroleros, que desde hace tiempo son substanciales debido al elevado precio del barril, ¿qué ha hecho el gobierno mexicano con esos ingresos adicionales?