24 octubre, 2003

Torpezas poéticas

La fragilidad y la impermanencia de la vida pueden confundirse con la inocencia de nuestras acciones: si todo pasa y nada deja huella, entonces no soy responsable de las consecuencias de mis actos. Mal pensado: los actos del pasado nos acosan como fieras, aunque en el momento decisivo sólo recordemos unos cuantos.
Este poema lo escribí a partir de una línea de Jorge Luis Borges.



No hay olvido.
Lo que has hecho,
lo que haces y que harás
quedará para siempre
en la memoria,
aunque la fragilidad
de las neuronas niegue
la constancia de las horas.

No hay olvido.
Las acciones del ayer
causan tu hoy y éste el mañana.
Cadena infinita de reacciones
de la que sólo podemos atisbar
unos cuantos eslabones.

No hay olvido,
pero el lento gotear de la clepsidra
va borrando del recuerdo fatigado
los momentos cuya suma es nuestra vida.

En el último crepúsculo del día
me queda un puñado de minutos:
aquel en que te vi,
el que dibujó tu sonrisa alborozada
y en el que agonizamos triunfales,
trenzados nuestros cuerpos en el alba.

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