31 diciembre, 2003

Nomás por no dejar


¿Quién iba a dejar pasar una fecha como ésta sin hacer siquiera una rayita en el cuaderno?


29 diciembre, 2003

La vida como es


Hay muchas corrientes de pensamiento que aseguran que la vida realmente no es como la vemos. Que hay una realidad oculta, que todo lo que vemos es una simple ilusión de los sentidos. La popularización de estas ideas --apoyadas en algunas nociones científicas, como la teoría de la relatividad, la del átomo, etcétera-- explica en gran medida el éxito de una película como Matrix, en la que se explota la noción de irrealidad, combinada con los avances informáticos que han llegado a regir nuestra vida cotidiana.


Aunque en el pensamiento cristiano-occidental encontramos algunos esbozos de estas ideas ("Mi reino no es de este mundo" y demás), en realidad su cuna es el Oriente, donde el hinduismo, budismo, jainismo y otras religiones se basan en el concepto de la vida como ilusión, como maya. Y que proponen, al mismo tiempo, un método para despertar, para ver la vida tal como es.


Esto es demasiado obscuro para mí. Es decir, si bien puedo aceptar que, dada la teoría atómica, la materia es bastante inmaterial, que la teoría de la relatividad nos dice que la masa, convenientemente acelerada, puede convertirse en energía, me cuesta trabajo imaginar un mundo en el que no resentiría un golpe que me dieran con un bate de beisbol, por ejemplo, por mucho que me explicaran que ese bate está compuesto por átomos infinitamente separados entre sí, que el vacío es lo que priva entre la materia y que, por lo tanto, la masa de aquello que chocó con mi cabeza es mínima, por lo que el dolor es (o debe ser) prácticamente inexistente. O que el dolor que yo siento es sólo producto de mis condicionamientos mentales, una percepción de mis sentidos y que, en última instancia, yo podría controlarlo. Tumbado del dolor, semiinconsciente, no creo que tuviera cabeza para poner en práctica tales recomendaciones.


En otras palabras, la inmaterialidad del mundo es ajena a mi experiencia.


Pero creo percibir algo más a mi alcance: el mundo que percibo es irreal porque lo percibo a través de mis deseos, de mis miedos, de mis expectativas y de mis frustraciones. La experiencia social, por ejemplo, no es tan terrible como yo la supongo: los vecinos no son tan nefastos como yo los veo; la policía no está a mi acecho; la gente no conspira en mi contra ni se fija y critica mis defectos visibles. Ítem más: mi pareja no es perfecta por definición, no es mi ideal (no es el ideal) simplemente porque éste no existe. Éste sí que es puro maya.


Es decir, la costumbre de ver el mundo como yo quiero que sea, o como me imagino que debe de ser (o como me han dicho que debe de ser), me impide verlo tal cual es.


Hace años me propuse, como meta de mi vida en este planeta, despertar a esa realidad (la realidad aparte como la llama el también best-seller Castañeda), llegar a la iluminación, al nirvana. De haber permanecido en el catolicismo, supongo, mi meta habría sido alcanzar la santidad. Ahora soy más modesto y aspiro a la beatitud, tomada ésta en su sentido etimológico: el estado de aquella persona que es feliz. Y para ser feliz, y es en esto donde creo percibir un camino, hay que ver la vida como es. Así de simple y así de difícil.


17 diciembre, 2003

Libertades con derecho de autor


Existe la tendencia a buscar las propias raíces a la mayor profundidad posible, con miras a sentirnos estables y seguros. De hecho, esto es la base del fundamentalismo. Así, por ejemplo, en el campo de la izquierda, y en especial del comunismo, solía justificarse toda acción o decisión señalando su origen "auténticamente marxista". Entre los cristianos, cada secta o banda se dice representante del "verdadero mensaje de Cristo", sin que podamos pasar por alto a los espiritistas, que aseguran que "Cristo fue el primer espiritista". Por lo demás, muchas otras corrientes se adjudican la herencia de Cristo: masones, rosacruces y gnósticos, por no mencionar más que unas cuantas, reclaman a Cristo como "su primer miembro".


Este afán de remontarse a las fuentes no está ausente en el movimiento esperantista, y así tenemos a diversas corrientes proclamando a Zamenhof como su "verdadero fundador". La autoridad de Zamenhof se enarbola para justificar cuanta chifladura se haya ocurrido y, al mismo tiempo, descalificar a los contrarios.


Por eso mismo no quisiera decir que Zamenhof fue el "primer promotor del código abierto", para no dar la impresión de que, al nombrarlo epónimo de mi camarilla, quiero ampararme en su sombra para justificar mi postura.


Pero, ¿qué otra cosa puede pensarse de alguien que, a diferencia de las costumbres al uso, renunció definitivamente a todo derecho de autor sobre su creación, el esperanto? Véasele como se le vea, esta medida, aseguró la continuidad del idioma, por no existir nadie a quien pedirle que lo reformara (como ocurrió con muchos otros proyectos de interlengua surgidos en esa misma época, finales del siglo XIX) y permitió su evolución libre, pues cada persona que lo aprendía lo sentía propio y tenía el derecho de introducir las palabras necesarias, si bien dentro de un conjunto de reglas bien establecidas.


En el espíritu de la libertad de información, comunicación y reproducción, a las páginas de la Federación Mexicana de Esperanto las declaré de propiedad y utilidad pública, autorizando su reproducción libre, si bien dentro de las normas de decencia, que dictan el respeto por el nombre del autor y por las ideas contenidas en los textos. Así, cualquiera tiene el derecho de reproducirlos, habida cuenta de que señale la fuente y no altere el contenido.


El paciente lector podrá, entonces, imaginar mi desaliento al encontrar mis textos reproducidos en la
Biblioteca de la Asociación Esperantista de Chile con el horrible estigma del ©. Sí, la marca está a nombre de la Federación Mexicana de Esperanto, pero, ¿a título de qué se la pusieron? Misterio. Nos encontramos aquí con el proceso inverso al normal: el autor genera un documento público y el pirata lo regresa al mundo de las patentes y marcas registradas. ¡Lo que ve el que vive!


11 diciembre, 2003

herrar es umano


Me la pienso para descargar o utilizar programas supuestamente traducidos al español. No que sea malinchista, ni que por esnobismo me guste usar los programas en inglés. Pero al menos a éstos no les encuentro tantos errores, no digo de programación, sino simplemente de ortografía y de gramática.


Recuerdo que hace añísimos, al conocer la versión en "español" del Ventura, me llamó la atención que a los medianiles y plecas ahí se les conociera como "filetes". Después, en MS Word, siempre me lastimó al oído ver que le llamaran "viñetas" a lo que en tipografía siempre fueron "balas". Viñeta tiene un sentido muy preciso en el mundo editorial: aquella ilustración que no necesariamente está relacionada con el sentido del texto y sirve únicamente de adorno. Lo mismo podría decir de los "encabezados y pies de página" que se usan en Word cuando quieren hablar de cornisas (superiores e inferiores).


Ahora, en el mundo del código libre, me encuentro con la página del OpenOffice en español, donde me invitan a descargar su

Diccionario Ortografica y Separación Sílabica para OpenOffice.org en Español

Todos los Diccionarios de OpenOffice.org

Ir a la página más actualizada de FAQs, documentación, etcétera, en Español, traducidos por voluntari@s, empresas y otras organizaciones colaboradoras.


Pues con la pena, sobre todo con esos voluntari@s, pero si el nombre mismo del diccionario de ortografía tiene tales horrores, no quiero pasar media mañana descargando un mamotreto que maldita la falta que me hace y la ayuda que me pudiera brindar.


06 diciembre, 2003

De la competencia


Es lastimoso ver cómo se anuncian los promotores de interlengua, el "factor lingüístico común" de las lenguas de Europa. A final de cuentas, el mejor argumento que pueden presentar es que significa una base excelente para el "estudio avanzado del inglés". Si es ésa su pretensión, su verdadera competencia no es el esperanto, sino Berlitz y el Harmon Hall, que ofrecen cursos de inglés directamente sin pasar por otro idioma.


03 diciembre, 2003

Guión libre


En el marco de la libertad del código, y en vista de que no soy programador y no puedo ofrecer nada en ese campo, pongo a consideración de productores y directores de cine los siguientes esbozos de guión para películas de policías.
NOTA: Toda semejanza con películas ya vistas es una simple tragedia.


Primero


Un policía ya retirado del cuerpo es llamado para resolver un caso difícil. Al principio, el ex policía se niega a participar, pero el criminal --por alguna razón que sólo se conocerá al final de la película-- le secuestra a la hija/ novia/ esposa para obligarlo. El héroe, pues, se involucra y, claro, resuelve el caso.


Segundo


Un veterano policía a punto de jubilarse se involucra en un caso difícil en el que va a arriesgar la vida. Su esposa le pide que no lo haga, pues después de 35 años en el cuerpo policiaco, él (a) ha sido traicionado por sus jefes y compañeros; (b) nunca lo han ascendido; (c) lo tienen olvidado en un obscuro rincón, como a la muñeca fea. Sin tomar en cuenta la opinión de su esposa, el héroe se involucra y, claro, resuelve el caso.


Tercero


Un policía en activo se involucra en un caso difícil, pero el jefe lo retira de él porque (a) recurre a métodos muy violentos; (b) está a punto de resolverlo y el caso compromete a altas autoridades de la policía; (c) es un caso muy sonado y el jefe quiere hacerse cargo de él para pararse el cuello. Desafiando al jefe, el policía se involucra por su cuenta y, claro, resuelve el caso.


Más adelante veremos el desarrollo de la trama y las posibles conclusiones. Por lo pronto ahí están las ideas, a ver quién se anima.

28 noviembre, 2003

De una vez, digo, si ya estoy encarrerado en la onda del código abierto, pues hay que entrarle a fondo. No recuerdo cómo llegué al OpenOffice.org, pero me pasé buena parte de la mañana descargando los 64 megas de la instalación. Y a la hora de la comida, apenas pude aguantarme las ganas de venir a probar el juguetito nuevo. Es una maravilla. Por supuesto que soporta Unicode, por supuesto que es gratis y, como lo indica su nombre, es código abierto. Aún no descubro cómo meterle mano, pero ya lo haré. ¡Tiembla Microsoft Office! Tus días están contados.

Sí, mucho Unicode y mucho avance tecnológico pero, digo yo, si a la hora de buscar refrencias a Juan Bañuelos en La Jornada, me salen con que ni lo conocen, lo único que me lo explica es suponer que el mugrero de máquina de búsqueda que tiene ese periódico progre no sabe español.


Primero, porque me sale con que No se encontraron resultados para 'juan baã±uelos' ¿Para quién? Los resultados son para mí, idiota, no para Juan Bañuelos. Y, ¿qué es ese signo de más o menos que reemplaza a nuestra castícima eñe?


26 noviembre, 2003

Hace tiempo escribí con desconsuelo que, al buscar la palabra esperanto en un buscador de México, era más fácil encontrar referencias al grupo Kabah que a la Federación Mexicana de Esperanto.

Ahora, ¡ay! si busco en Google esperanto méxico, las reinitas del playback siguen apareciendo incluso antes que nuestra ya semicentenaria organización. Como quiera, es un avance: estamos en el cuarto lugar de 277,000 sitios encontrados.

Los acentos de tropiezo


Me entero con gran conseternación que AbiWord no acepta Unicode. Ni por dentro ni por fuera. Es decir: no puedo escribir los caracteres especiales del esperanto en él, ni puedo traducir menús y cuadros de diálogo. Esto es una seria desventaja, no sólo para los esperantistas (que como quiera ya tenemos el UniRed), sino para todos aquellos hablantes de otros idiomas que están fuera del Latín 1, la serie de caracteres básicos que apenas sirve para escribir idiomas bárbaros como el inglés, que carece de signos diacríticos.

De todos modos, vivimos en un mundo en evolución y seguramente pronto será corregido ese error. Mientras tanto, me dedicaré a traducir al español los archivos de ayuda y a desentrañar el código, para estar listo para cuando pueda unicodificarlo. Seguiremos en contacto.

24 noviembre, 2003

Viva el mundo libre


Desde que conocí la Vikipedia y el concepto de "código abierto", he estado encontrando que la Red está llena y de hecho vive gracias a esta noción. Así descubrí el Mozilla, navegador con el que fácilmente reemplacé al insoportablemente arrogante Internet Explorer. Y ahora encontré el AbiWord, programa de procesamiento de texto que quizá me permita reducir mi dependencia de Word, otro producto de Micrososft que, sólo por eso, merece ser descartado.

Una ventaja del AbiWord: viene en muchos idiomas, trae diccionarios de revisión ortográfica en esperanto y, por supuestísimo, es gratis.

Uno más que muerde el polvo


Estuve en Pisa en mi luna de miel, hace ya más de 24 años y, en esa ocasión, mi estancia coincidió con la visita oficial a Italia de Nicaolae Ceaucescu, entonces presidente de Rumania. En un momento en que los dignatarios se detuvieron a posar para las cámaras de la prensa, yo le dije a mi esposa que se fuera a parar ahí junto a ellos, para que saliera en la foto.


Yo me coloqué entre los demás fotógrafos y, para que Lucía apareciera más de cerca, le hacía señas de que se le pegara más a Ceaucescu. Pero los dignatarios pensaban que la seña se las hacía a ellos y ahí los tienen, moviéndose hacia la izquierda, todos al mismo tiempo, mientras Lucía trataba de alcanzarlos. Recordar ese momento siempre nos hacía reír a carcajadas.









El heredero de Vlad el empalador y su no menos terrorífica mujer



Diez años después, la imagen de Ceaucescu volvió a aparecer en la prensa, esta vez en forma de un cadáver acribillado por el pelotón de fusilamiento, semihundido en la nieve del invierno de 1989. Ése fue el fin del dictador, digno heredero de Vlad el empalador, legendario héroe rumano y personaje en el que se basan los mitos de Drácula.


Con todo y que el "Chuchescu", como le decíamos Lucía y yo al recordar el incidente, se merecía cada una de las balas que recibió, el hecho de que apareciera en las fotos de mi luna de miel me hacía considerarlo casi parte de la familia, y verlo acabar así, como acabaron Hitler, Mussolini y demás dictadores que en el mundo han sido, casi me hizo sentir tristeza.


Otro personaje que se cruzó en mi camino fue Edvard Schevardnadze, cuando fuera ministro del exterior de la Unión Soviética, con Mijaíl Gorbachov. La embajada soviética estaba cerca de mi casa y así, un día que iba a la tienda tuve que detenerme para que pasara un coche negro, en cuyo interior reconocí el perfil de Schevardnadze, tantas veces visto en fotografías.


Ahora también Schevardnadze cayó en desgracia: una revuelta popular lo ha expulsado del poder, acusado de corrupción y comisión de fraude electoral. ¿Qué tendrá el poder que nos ciega tanto?


MSN Messenger Versión 6.1

¡Me rindo! Cada vez que me conectaba a Internet me aparecía el anuncio de que había una nueva versión de Messenger, con el ofrecimiento de bajarla. La opción por defaŭlt, claro, era que sí. Una y otra vez, durante meses, le dije que no. Pero el mugrero éste es una máquina y yo soy un débil ser humano, así que aquí me tienen, descargando la zonzera ésta que ni voy a usar, sólo para que ya me deje de estar fregando.

¿Y para qué la habría de usar? El ejemplo que ponen en esta página es sospechosísimo de taradez:
Lorenzo dice:
¿te apetece ir al cine?
Pablo dice:
tengo que trabajar hasta tarde
Lorenzo dice:
¿y si vamos el jueves?

También dice que las ventajas del Messenger es que es "más instantáneo que el correo electrónico y más discreto que las llamadas telefónicas". ¿Quién quiere discreción para invitar a un amigo al cine, a menos que tenga intenciones inconfesables? Y, ¿qué es eso de "más instantáneo"? Es como lo más perfecto o lo más básico... en fin, los mercaderes del Messenger han de haber estado hasta atrás cuando hicieron esta página.

21 noviembre, 2003

Los problemas de la blogalización


Tendré que hacer mi blog a un lado, ahora que me entero de que un inglés fue despedido por atender más a su blog que a sus deberes laborales.
CMI Brasil - Britânico é demitido por cuidar de blog

¿Será posible en mi caso?

El flamante desempleado trabajaba en una organización no lucrativa, así que, ¿qué importaba si en lugar de sobar papeles y pasarlos de un cajón a otro, se dedicaba a cultivar las letras en su blog? de todos modos, la organización no iba a perder dinero...

En fin, otro cargo más que podemos hacerle a la blogalización: el desempleo (y eso que no fui a Porto Alegre).

20 noviembre, 2003

La búsqueda del ego


Una de las actividades más ociosas, pero más reconfortantes para el ego, es meterse a un buscador y poner el propio nombre como objeto de búsqueda. Es ocioso porque, ¿qué va uno a encontrar que no haya visto? Es más, todas las páginas que uno encuentra, por lo general son las mismas que uno ha hecho, así que no se encuentra nada nuevo. Lo único reconfortante es ver el número de resultados: a mayor número, más importantes nos sentimos. Como los perros que orinan su territorio para marcarlo, así queremos llenar el espacio de la Web con nuestro nombre.

El aspecto deprimente de esta actividad es enterarse de que uno comparte el nombre con abogados defensores de narcotraficantes, bandeononistas fallecidos y alcaldes nicaragüenses (no que tenga nada de malo ser nicaragüense, claro), entre otros especímenes del género humano.

Google-Serĉo: "jorge luis gutiérrez"

Sin embargo, en mi búsqueda de hoy me topé con una novedad: aparezco como autor de una Gran enciclopedia temática. La novedad es que realmente exista dicha enciclopedia. Cuando colaboré en ella, hace casi diez años, después de que me pagaron una cantidad ridículamente alta por un trabajo realizado con bastante desgano y muchas prisas, la editorial colombiana que me contrató cerró su oficina en México y no volví a saber nada de ella.

En comentarios con otras colaboradores de ese trabajo, llegamos a la conclusión de que se trataba de una operación de lavado de dinero. La fórmula, me da pena reconocerlo, está basada en el prejuicio de que todo colombiano, en especial si es de Cali, está relacionado de algún modo con el narco. Y peor aun cuando paga con cheques de bancos panameños.

En fin, me da gusto ver que sí se publicó la enciclopedia y que no fui cómplice de un crimen. Así no necesitaré de los servicios de mi tocayo abogado.

Derechos reservados


Resulta curioso ver cómo se expanden las prácticas de las grandes empresas hacia los particulares. Va uno muy campante navegando por la red y de pronto se topa con un documento lleno de una sarta de insulseces y banalidades.

Ah, pero eso, sí, al final, no deja uno de encontrar la famosa leyenda:

Copyright © María Cristina Rosas, 2003.

Todos los derechos reservados.

Esta información no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por un sistema de recuperación de información ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro sin el permiso previo de la titular de los derechos de autor.


¿Creerá la optimista autora del engendro que uno se interesa por reproducir sus lugares comunes, sus visiones maltrechas, su lamentable sintaxis? ¿Tendremos que pagarle derechos de autor por mencionarla? ¿Piensa que querremos recurrir a los sistemas más avanzados de reproducción para piratearnos su obra? ¿Quién se cree? ¿Microsoft?

Lo curioso es que la página de marras, que se llama Esperanto e identidad global, está adornada con la imagen del pingüino de Linux. Eso nos hace pensar que ella es defensora o al menos adherente del concepto de "código abierto" en el que se basa Linux. Si es así, ¿por qué le preocupa que alguien reproduzca sus pendejadas, dicho sea sin el menor ánimo de ofender?

Lejos de prohibir la reproducción de sus ideas, que viéndolo bien, de alguna otra parte debió tomarlas, debería sentirse orgullosa de que alguien siquiera se tomara la molestia de leerlas, como fue mi caso.


19 noviembre, 2003

Todo el mundo lucha por mi alma


Desde que tengo uso de razón he sentido que el mundo quiere atraerme; ya sea que me ofrezcan riquezas, fama, inmortalidad, amor o con algún otro anzuelo, le gente se me acerca en busca de mi alma.

O digamos, simplemente, en busca de mi tiempo y mi atención.

Hasta ahora, afortunadamente, he logrado esquivar todas esas tentaciones y he permanecido orgullosamente al margen.

14 noviembre, 2003

Bienvenidos a mi blog


De repente me topo con la frasecita de marras... ¿Bienvenido? ¡Pero si yo no me he movido de aquí! El texto que tengo enfrente se ha desplazado miles de kilómetros desde no sé donde y, si alguien va a saludar, sería yo:

—Hola, página ¿cómo estás? ¿De dónde vienes? ¿Cómo estuvo el viaje? Me imagino que con mucho tráfico, pues tardaste media hora en bajar, maldita seas.

Me imagino consultando algún libro. Lo abro en la primera página y leo lo siguiente:

Bienvenido a la Enciclopedia Británica...

En fin, bienvenidos a mi blog que, si fuera uno de los mejores del mundo, estaría mejor. ¿No creen?

Diálogo imaginario


Imagino un diálogo acerca de la existencia de dios. Algún teísta quiere convencerme con el gastadísimo argumento de que "el universo necesita un creador", pues de otro modo es incomprensible.

Si tuviera que afiliarme a una corriente filosófica, me inscribiría en la banda de los navajeros de Occam. Me gusta pasar todo argumento por el filo de esta pregunta: ¿es necesario?. Y pondría en letras de bronce, o grabadas en mármol, el limpio latín que dice: non sunt multiplicanda entia sine necessitate o su versión en esperanto: ne multobligendas aĵoj nenecese (¡más lacónica que la latina!), o lo que es lo mismo, como dice mi compadre Ontiveros, ¿pa' qué tanto brinco, estando el suelo tan parejo?

Volvamos a mi diálogo. Dios es necesario para explicar la existencia (la creación, al menos) del universo. Pero, ¿cómo explicamos la existencia y el origen de dios? Aquí el teísta nos sale con que "es un misterio". Ahí es cuando saco mi navaja: si voy a acabar aceptando un misterio, ese misterio puede ser el origen del universo, indescifrado por nuestra primitiva ciencia. ¿Qué necesidad tengo de imaginar primero a un dios creador y después asignarle un misterio como origen? O también: ¿a qué pregunta responde el concepto de dios si, a final de cuentas, vamos a acabar en el mismo atolladero del famoso "misterio inescrutable"?

12 noviembre, 2003

Pues no llegó el dichoso mensaje con el supertrabajo que me ofrecían. Y ahora a la cortedad de recursos se agrega el desengaño, coronado con la cancelación de mi tarjeta de crédito por intento de fraude. Bueno, yo mismo la cancelé para que no me fueran a meter gol, pues ayer que fui a pagar la conexión de Internet por cable, el fulano apuntó en el vaucher el número de seguridad, cosa totalmente innecesaria cuando se plancha la tarjeta. Me quedó la duda de que el tipo podría haberlo hecho para usar mi tarjeta por teléfono o por Internet.

Más tarde hablé al banco a preguntar si ese procedimiento era normal, y ahí me explicaron que no y me recomendaron que la cancelara.

Me quedo sin Internet por cable y sin tarjeta por el momento (un momento que, a decir del banco, puede durar 15 días). ¿Podré sobrevivir medio mes? Tendré que renunciar a los pequeños lujos a los que estoy acostumbrado, como comer.

11 noviembre, 2003

Ha tiempo que no publico


Pasan los días insomnes, dejando apenas unos cuantos trazos en mi agenda. Después de varias semanas de inactividad productiva (de falta de "pandona laboro", que decía Zamenhof) se me juntan los quehaceres, entre compromisos de trabajo, ayudas a los cuates y mi súbito deseo de llenar la Vikipedia con artículos sobre México. Y eso por no hablar de mi atención a los mensajes que no dejan de llegar por el correo, preguntando, informando o simplemente difamando. ¿Quién registró mi dirección en tantísima lista de espameros?

Dejo abierta la conexión a Internet y estoy con el susirio de revisar cada cinco minutos el correo: es inútil. Incluso le puse alarma para que suene un gong cada vez que llegue un mensaje. Pero el gong parece el esquilón de San José y suena sólo en días de guardar.

Habrá que bajarse del ciberespacio y atender las minucias domésticas: preparar el arroz para el sushi, comprar aguacates y un poco de queso, cocer unas zanahorias para hacer un licuado caliente de verduras (de ésos que llaman "cremas", if you know what I mean), etc. Otra vez hablaré del mensaje que estoy esperando (quizá cuando llegue, si es que llega).

09 noviembre, 2003

¿Qué es esto?


Hace unos días, en un foro esperantista (soc.culture.esperanto) se desató una polémica acerca de la traducción de "blog". Como era de esperarse, la palabreja sólo tuvo tiempo de adaptarse a las reglas del idioma y, ahora, todo mundo habla de su "blogo", de lo que piensa "blogi" (bloguear) y del blogaĵo que acaba de leer en algún ricóndito servidor del Planeta.

No faltó, claro, el purista que se opone al ingreso sin visa académica de palabras del inglés, y propuso el neologismo "bitakoro" (el aludido es español, para más señas). Sin embargo, "loglibro", en esperanto, es precisamente bitácora, por lo que yo comenté que no había necesidad de neologismos.

Ahora bien, la pregunta va más allá: ¿Es esto realmente una bitácora, un diario de viaje o qué? Porque lo que yo veo escrito aquí (por ejemplo en el mío) son pensamientos, reflexiones, incluso cosas que ya había escrito desde antes y que simplemente copié aquí. ¡Esto no es una bitácora!

06 noviembre, 2003

Mi experiencia docente


Mi paso por la docencia fue fugaz y no dejó ninguna huella, ni en mí ni en mis "alumnos". De hecho, aunque me reclutaron para dar clases en Acatlán (donde yo estudié), nunca llegué a darlas.

La primera semana, porque se "atravesaron" las inscripciones a idiomas y los alumnos estaban tan ocupados con eso que ninguno se presentó al salón. La siguiente semana fue el puente de los muertos. A la tercera semana estalló una huelga (estoy hablando del 1988 o 1989), que duró hasta mediados de diciembre, cuando nomás regresaron los trabajadores a tocar base y a irse de merecidísimas vacaciones.

En enero llegué sólo a presentar mi renuncia, pues para entonces yo ya estaba trabajando para Kodak y no tenía ningún interés en perder el tiempo en algo tan desorganizado. Y en febrero me hablaron para decirme que los alumnos se habían quejado, pues yo nunca había ido.

¿Qué tal? O sea que ni siquiera tomaron nota de mi renuncia y los dedicados estudiantes me reportaron faltando un mes para que se terminara el semestre. No supe, ni me interesó qué fue de esos grupos (eran dos).

02 noviembre, 2003

Una policía de película


Mucha gente se queja de la inseguridad en que vivimos en las ciudades. No hay reunión en la que no escuchemos espeluznantes relatos acerca de asaltos, robos, violaciones, secuestros y demás modalidades del crimen. Los medios de comunicación, por supuesto, dedican planas enteras a informarnos con lujo de detalles de los asesinatos más sanguinarios, de los crímenes más truculentos y de los atracos más millonarios.


Peor aun: ahora las noticias nos llegan por Internet y, así, no faltan acomedidos que nos envían recomendaciones para evitar ser asaltados en la calle, los centros comerciales o incluso en nuestra propia casa. Nos informan del más reciente modus operandi de los criminales, que hacen gala de un ingenio que envidiarían nuestros tecnócratas para sacar al país de la crisis.


Gran parte de la culpa, claro está, se le achaca a los cuerpos policiacos y demás organismos encargados de la seguridad pública. Se les acusa de corruptos, cuando no de estar en colusión con bandas de secuestradores y robacoches; por lo menos, no los bajan de ineptos.


Yo creo que eso no es justo. Pienso que parte del problema se debe a que nuestros puntos de comparación nos vienen de allende las fronteras; más precisamente, de las películas y programas de televisión en los que un superhéroe dedica de 22 a 44 minutos por semana a atrapar a un supervillano. Y ahí es donde se termina toda posibilidad de comparación.


¿Dónde están los supervillanos?


Si vemos bien las cosas, la tarea de un superhéroe es bastante sencilla. ¿Cómo no va a ser fácil localizar a un villano que se pasea con un disfraz extravagante, que se empeña en dejar su firma en toda fechoría que comete y que, además, siempre está motivado por ancestrales resentimientos incubados en su infancia? Pensemos en Supermán, por ejemplo. Con su vista de rayos X y su supervelocidad, le basta sentarse en el sofá de su sala y escudriñar toda la ciudad en busca de malhechores. Detecta a un tipo que lleva una pijama amarilla de espándex con vivos rojos y azules, y ya sabe que se trata de un villano que planea su próximo golpe.


Comparemos esa situación con la de nuestros pobres policías. Imaginémoslos persiguiendo a un truhán por la calle: son 125 kilos de grasa pura los que tiene que movilizar el agente de la ley en su carrera. ¿Cómo podrá dar alcance al ágil ladrón? ¿Cómo puede detectar, por ejemplo, al Mochaorejas, si éste no suele pasearse por la plaza blandiendo las orejas cortadas a modo de trofeo, como sucede en las películas?



31 octubre, 2003

Un país con música de fondo


Una de las cosas que más aprecio en la vida es el silencio. Quizá por raro, por difícil de encontrarlo. Actualmente, donde quiera que nos encontremos, nos vemos bombardeados por el sonido, ya sea en forma de ruido, de música o de palabras. Hay sonido por todas partes y cada vez es más difícil escapar de él.


El radio portátil, los walkman, los reproductores de MP3, lejos de ser para mí una maravilla de la tecnología moderna, se han vuelto verdaderos azotes para mis oídos. Definitivamente no hay forma de no oír su estruendo continuo, su ruidosa y vacía palabrería, su constante remachar anuncios y temas comerciales..


Ni siquiera es necesario poseer un radio para oírlo. Vamos caminando por la calle, muy quitados de la pena, y no falta un conductor que nos recete una buena dosis, a todo volumen, de su estación de radio. Con un instinto emparentado al que hace que el perro orine las paredes para marcar su territorio, estos conductores van marcando el suyo por medio de las ondas hertzianas. Y, a mayor volumen, mayor terreno abarcan y más poderosos se sienten..


Los conductores de peseras quizá sean los que nos apliquen mayores volúmenes de ruido, en forma de radio, casetes y ahora con los discos compactos..


¿Qué grado de frustración existencial puede tener un ciudadano cuyo único placer en la vida es escuchar a todo volumen las obras completas de los Tigres del Norte? ¡Qué miedo a escucharse a sí mismo es el que manifiesta aquel que trata de aturdirse a todas horas con ruidos externos!.


La radio y la televisión han invadido todos los ámbitos, todos los rincones. No es posible encontrar un restaurante para comer a gusto sin que esté inundado de los mensajes de la televisión o del radio, o en el que se pueda escuchar lo que nos dicen nuestros compañeros de mesa por encima de la música preferida del dueño, del cantinero o del cocinero, difundida por el sistema de sonido. No hay tienda en la que no nos encontremos sumergidos en la “música ambiental” y en la fonda más modesta nos encontramos con equipos de sonido que harían palidecer de envidia a los mismísmos Rolling Stones en sus giras mundiales..


El problema, como puede verse, no es el tipo de música. No es que “nos guste” o “no nos guste” la música que oímos por todas partes. El problema es que no podemos dejar de oírla, el problema es que no tenemos la opción del silencio, de que nos dejen a solas con nuestros pensamientos..


Cinéfilos a bordo


Uno de los misterios de esta vida, cuya solución seguramente ignoraré hasta el día de mi muerte, es el empeño de las líneas de camiones por proyectar películas durante los viajes. Si bien en un vuelo transcontinental ver una película es una buena alternativa ante la aburrida perspectiva de pasar 14 horas contemplando los ires y venires de las azafatas, en el corto trayecto de Cuernavaca a México resulta absurdo poner a todo volumen una película de Charles Bronson en una diminuta pantalla, para ver la cual hay que romperse el cuello..


¿Quién programa las películas en el Pullman de Morelos? Seguramente alguien que nunca se ha detenido a reflexionar en que cualquier película dura más que el breve recorrido de una ciudad a otra y que, necesariamente, nunca se ven completas. Es decir, a la empresa no le importa agasajar a sus pasajeros con una buena distracción durante el viaje, por mucho que gaste en instalar las minúsculas pantallas en todos sus autobuses. No, podría pensarse que lo único que le interesa es mantener distraído al pasaje, para que no se dé cuenta de las barrabasadas que cometen los choferes al manejar..


A pesar de que en todas partes se oye música, sin embargo, los comerciantes siguen actuando como a mediados del siglo pasado, cuando cualquier aparato de sonido era toda una novedad que atraía a las multitudes. Toda feria que desee darse a respetar debe invertir más en estéreos y bocinas que en los juegos mismos. Cualquier tienducha que quiera promocionarse lo primero que hace es sacar unos enormes bafles a la acera, conectarlos a un reproductor de casetes y ponerlo a funcionar a todo volumen. ¿Qué piensan estos comerciantes? ¿Acaso creen que la gente al pasar va a decir: “¡Oh, música! ¡Allí tienen música! ¡Qué buena onda! Vamos a acercarnos a escuchar mejor y, de paso, a ver si le compramos algo a ese tipo.”.



25 octubre, 2003

Mi vida en el esperantismo



He estado en contacto con el esperanto durante treintaicinco de mis cincuenta años de vida. Este contacto, sin embargo, no ha sido continuo: ha estado interrumpido por periodos de alejamiento, algunos cortos, otros bastante prolongados. Entonces, más que analizar mi actividad en el movimiento esperantista, ahora quisiera hablar de mis periodos de inactividad.

Como es fácil de calcular, aprendí esperanto a los quince años de edad. Lo aprendí por mi cuenta, mediante un curso en inglés que encargué a Estados Unidos. Poco después tuve mi primer contacto con esperantistas de carne y hueso: los que formaban la Juventud Mexicana Esperantista y que se reunían en una oficina que les prestaba el Organismo Promotor Internacional de la Cultura. Esta dependencia fue una de las primeras víctimas de los tecnócratas del gobierno de Echeverría. Desapareció a principios de 1971 y los jóvenes esperantistas nos quedamos sin local para nuestras actividades.

Si bien echaba de menos las reuniones, no resentí tanto la pérdida, pues poco después ingresé en una fraternidad que, entre otras cosas, promovía la práctica del yoga y el estudio de diversas disciplinas esotéricas. Por lo demás, en el club de jóvenes esperantistas, fuera de platicar, por lo general en español, las actividades eran muy limitadas. Así, mi participación en la fraternidad no tardó en absorber todo mi tiempo, aunque no me olvidé por completo del esperanto.

En los cinco o seis años siguientes me reuní con los esperantistas sólo en ocasiones señaladas; por ejemplo, con motivo de la visita de algún esperantista extranjero o en la celebración el día de Zamenhof. Seguía suscrito a la añorada El Popola Ĉinio y eventualmente sostenía correspondencia con jóvenes de otros países. A eso se reducía mi actividad esperantista.

A pesar de mi poco contacto con el movimiento, yo me seguía considerando esperantista. Llevaba con orgullo la estrella verde y tenía entre mis posesiones más preciadas unos cuantos libros en esperanto (entre ellos, las Citas del presidente Mao, cortesía de los entonces generosos esperantistas chinos), que leía y releía. Y llevaba un diario en esperanto, aunque esto más que nada era una medida de seguridad, pues ya me había ocurrido que mis familiares lo encontraran y leyeran. Escrito en esperanto, mi diario estaba a salvo de miradas indiscretas.

En 1978, los jóvenes esperantistas, encabezados por la familia Nájera, organizaron en Oaxtepec un seminario en el que no pude participar de lleno, pues para entonces no sólo estaba en la carrera, sino que además ya estaba trabajando. Fui tan sólo uno o dos días, de los cuatro que duró.

Pero gracias a mi trabajo yo ya contaba con dinero propio y, así, pude afiliarme a la Asociación Universal de Esperanto, recibir su revista y comprar libros. Muchos libros, pues la literatura es uno de los aspectos que, desde un principio, más me atrajeron del esperanto. Asimismo, me permitió financiar la edición y publicación del folleto Hechos sobre el idioma internacional, el cual yo aspiraba que fuera el primero de una serie destinada a dar a conocer en español la realidad del esperanto. Con ella pretendía subsanar la alarmante laguna bibliográfica que hay en español acerca de la lengua internacional.

Pausas y más pausas


Sin embargo, este nuevo contacto con el movimiento esperantista fue muy breve. En 1979 contraje matrimonio, en 1980 nació mi primer hijo (el segundo nacería en 1984) y entre los estudios, el trabajo y la familia, mi actividad esperantista quedó relegado al último plano.

Con todo, mantuve mi membresía en UEA y el contacto ocasional con los esperantistas. Así, hacia 1983 empecé a reunirme con Juan Jacobo Schmitter y Enrique Lemus, para planear la reestructuración del movimiento, que para entonces estaba totalmente estancado. También de ese tiempo datan los primeros números del boletín Ni ĉiuj, el cual consistía en una hoja carta, mecanografiada, fotocopiada y doblada en dos, que andando el tiempo se convertiría en el órgano oficial de la Federación Mexicana de Esperanto. En esa primera época, sin embargo, sólo llegué a sacar cuatro números.

Mi actividad en esa ocasión se interrumpió a principios de 1985, cuando tras haber concluido mis estudios de periodismo entré a trabajar en Excélsior. Mis necesidades económicas, sin embargo, me obligaban a mantener dos empleos, uno por la mañana y otro en la tarde, y aun hubo largas temporadas en las que llegaba por la noche a la casa a seguir trabajando en traducciones.

De ahí que fuera prácticamente nula mi participación en la celebración del centenario del esperanto, en 1987. Asistí a un acto en la Casa Universitaria del Libro, pero nada más. Mi mente, esos años de dura crisis económica en el país, estaba ocupada en tratar de sobrevivir.

Para 1995, mi situación había dado un enorme vuelco. Mi matrimonio se había disuelto. El engaño del primermundismo salinista se había presentado a cobrar la factura y los mexicanos no encontrábamos la forma de mantener hilvanada el alma al cuerpo. Yo para entonces era subjefe del departamento internacional en Excélsior, pero la crisis me obligaba a trabajar por mi cuenta en mi casa, de nuevo en las traducciones.

Ese año, en agosto, se conmemoró el cincuentenario del bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki y, con ese motivo, fueron a verme al periódico la profesora Leonora Torres y la doctora Estela Gracia, quienes desde la mesa directiva de la Federación Mexicana de Esperanto trataban de reorganizar, una vez más, el languideciente movimiento en el país. Su visita obedecía al interés de publicar varios testimonios de víctimas de las bombas, escritos en esperanto, de cuya traducción al español esperaban que yo me encargara. Fue una serie de artículos que salió publicada durante varios días, con la debida mención de que estaban traducidos del esperanto. Así fue como me volví a poner en contacto con los esperantistas.

En diciembre de ese mismo año asistí a la celebración del día de Zamenhof, que se llevó a cabo en una cafetería cercana a mi casa. Para esa ocasión elaboré un número más de Ni ĉiuj, esta vez hecho ya en la computadora, el cual fue recibido con gran beneplácito por los asistentes al desayuno. Ahí mismo me comprometí a seguir editándolo en forma mensual, a partir del año siguiente.
Esa promesa quedó en suspenso, pues en enero de 1996 recibí una beca para ir a estudiar un semestre en la Universidad de Miami. A mi regreso, en junio, reemprendí la edición, con el compromiso más realista de hacerla cada dos meses. Asimismo, me incorporé a la mesa directiva de la MEF, en calidad de secretario general. Una vez más reanudaba mis contactos con el movimiento esperantista, en esta ocasión con más intensidad que nunca.

Frenética actividad con recesos


De entonces a la fecha he tomado dos recesos en mi actividad esperantista. El primero, por razones estrictamente privadas, fue de fines de 1998 a principios de 2001. Regresé para participar en el Quinto Congreso Panamericano de Esperanto, a cuyo término fui elegido presidente de la federación.

El segundo receso fue de febrero a octubre de 2003, en esta ocasión motivado por razones de trabajo; una vez más, las obligaciones laborales me impedían no sólo cumplir las funciones de la presidencia, sino incluso participar en las reuniones de la mesa directiva. Por ello, y para no estancar al movimiento ni comprometer la celebración del congreso nacional, programado para mayo de ese año, presenté mi renuncia al cargo.

Si hiciera cuentas, es probable que mis años de alejamiento de la actividad esperantista superaran a los de mi participación. Sin embargo, yo tengo la idea, y así lo digo, de ser esperantista desde los quince años, de estar fuertemente influido por los principios del movimiento, de estar plenamente convencido de la validez de sus objetivos y de haber hecho todo lo que ha estado en mis manos por alcanzar esas metas.

No niego que en ocasiones he sentido perdida la fe en estos empeños. El afán de reformar el orden lingüístico internacional de pronto me ha parecido no sólo titánico, sino también quijotesco, aunque todos lo argumentos a su favor me siguieran pareciendo justos y válidos, aunque aún me indignara la preeminencia del inglés, por considerar injusto tener que dedicar varios años de nuestra vida útil sólo para aprenderlo, mientras que los anglófonos de nacimiento gozan de todos los privilegios. Nunca dejé de rebelarme a la globalización que se nos impone desde la metrópoli, a la uniformización de la cultura y a la pérdida de nuestras características idiosincrásicas.

Pero desfallecía ante la magnitud de la empresa, ante la carencia de recursos, tanto humanos como materiales. Nuestros métodos me parecían triviales ante la batería de medios de que dispone el imperio (por usar el lenguaje de la guerra fría).

Estas oleadas de desánimo –que no necesariamente coincidían con mis periodos de inactividad esperantista— por fortuna solían desaparecer fácilmente. Me bastaba hojear un libro, repasar una revista o platicar acerca del tema para volver a sentir el gusto de ejercitar la mente con la maravillosa flexibilidad del esperanto.

A veces pienso que hubiera podido hacer más: dar clases y conferencias, asistir a congresos, publicar más cosas o involucrarme en el movimiento esperantista incluso de manera profesional. Pero las decisiones que he tomado en mi vida me han acercado y alejado de él, en oleadas sucesivas e irregulares. Opté por la vida matrimonial, por el desarrollo profesional, por cultivar otros intereses que se agitan en mi mente. Sin embargo, en este mes de noviembre celebro el XXXV aniversario del que considero uno de mis intereses primordiales: la defensa de los valores humanos, la igualdad de los pueblos, la primacía del diálogo y la razón sobre la fuerza y la imposición, en suma, los principios y valores que dan sustento y coherencia al movimiento esperantista, expresados en un idioma genialmente sencillo iniciado hace 116 años por un modesto oculista de Bialistok.

24 octubre, 2003

Torpezas poéticas

La fragilidad y la impermanencia de la vida pueden confundirse con la inocencia de nuestras acciones: si todo pasa y nada deja huella, entonces no soy responsable de las consecuencias de mis actos. Mal pensado: los actos del pasado nos acosan como fieras, aunque en el momento decisivo sólo recordemos unos cuantos.
Este poema lo escribí a partir de una línea de Jorge Luis Borges.



No hay olvido.
Lo que has hecho,
lo que haces y que harás
quedará para siempre
en la memoria,
aunque la fragilidad
de las neuronas niegue
la constancia de las horas.

No hay olvido.
Las acciones del ayer
causan tu hoy y éste el mañana.
Cadena infinita de reacciones
de la que sólo podemos atisbar
unos cuantos eslabones.

No hay olvido,
pero el lento gotear de la clepsidra
va borrando del recuerdo fatigado
los momentos cuya suma es nuestra vida.

En el último crepúsculo del día
me queda un puñado de minutos:
aquel en que te vi,
el que dibujó tu sonrisa alborozada
y en el que agonizamos triunfales,
trenzados nuestros cuerpos en el alba.

23 octubre, 2003

Un viejo amor no se olvida

Perder un amor siempre deja un gusto agridulce, por la amargura del abandono y por la dulzura de los tiempos vividos. Este poema, que canta a esa pérdida, lo escribí en esperanto hace ya algún tiempo. Ahora que lo saqué del cajón no me gustó tanto como en un principio. Quizá la herida ya cicatrizada no necesita del bálsamo de las letras.


Ĝis neniam

Vane serĉos vi en vizaĝo mia
spurojn tristajn de l’ dolor’ pasinta.
sed ja videblos sur mia kor’ vundita
cikatro turpa pro la am’ perdita.

Ĉar floris bunte sur la lipoj viaj
promesoj karaj pri via am’ senfina,
kaj estis mia via rideto varma,
estis mia via ĉeesto ĉarma,
via korp’ gracia,
nia amor’ pasia.

Hodiaŭ restas nur silento via,
la forgeso frida, kvazaŭ neĝo vintra,
frosta tuko sur la lit’ vakita,
via adiaŭo ĉiama, ĝis revid’, neniam!

20 octubre, 2003

Pecados de infancia

Pecados de infancia


De niño, mi relación con Dios era muy sencilla: él ordenaba y yo obedecía. Y si no obedecía, si “me portaba mal” por alguna razón, si por ignorancia o imprudencia cometía un error, el resultado era simple: ardería en el infierno por toda la eternidad. Así de sencillo.


¿Cuánto dura la eternidad? No lo podía entender, pero algún profesor de religión en la primaria nos refirió una imagen que aún me da vueltas por la cabeza: “Imagínense que la Tierra fuera de acero sólido, y que cada millón de años, pasara volando una paloma que la rozara con el ala. Cuando la Tierra se hubiera desgastado por completo a causa de ese roce, entonces empezaría la eternidad.”


No me costaba trabajo visualizar esa imagen: una esfera de acero, suspendida en el vacío del Cosmos, visitada cada millón de años por una descuidada paloma que la roza con el ala. No me preguntaba cómo una paloma viviría tanto tiempo. Tampoco me preguntaba qué sentido tendría su vuelo. ¿De dónde venía, a dónde iba? Y, si por alguna causa milagrosa se trataba de la misma paloma, ¿por qué siempre pasaba rozando la Tierra? Si ésta era capaz de desgastarse, ¿no le pasaría lo mismo a la paloma?


Lo que me impresionaban eran las cifras: ¡un roce cada millón de años! Y eso no era la duración de la eternidad, sino apenas su comienzo. ¿Cómo (y cuándo) sería su fin? ¿Qué imagen serviría para ilustrarlo?


No es que yo fuera un teólogo precoz, pero estar en una primaria religiosa (católica y marista para más señas) me llenaba de ideas y me planteaba más dudas de las que me resolvía.


Por ejemplo, era lógico que la eternidad empezaría después. ¿Después de qué? Pues después de que la paloma de marras acabara de desgastar a esa esfera de acero. Así que, por lo pronto, yo vivía en un tiempo fuera de la eternidad o, mejor dicho, anterior a ésta. Las cuestiones del cielo y del infierno no me concernían o, en todo caso, siempre se referían a una época muy, muy ajena a la mía. En las clases de religión o me hablaban de un tiempo antiquísimo, cuando se trataba de historias bíblicas, o de un futuro remoto, si se referían a la vida después de la muerte. Dios y su religión no tenían nada que ver mi vida cotidiana.


Pero no por pensar así logré escapar de la culpa del pecado. Muy en el fondo sabía que la más nimia trasgresión me hundiría en las llamas del infierno para toda la eternidad: mentir y robar, faltar a misa, pelearme con mi hermanos... cualquier falta me hacía sujeto del peor castigo imaginable. Y dado mi carácter inquieto, muy propenso a las investigaciones que los adultos llamaban travesuras, no tengo que explicar porqué siempre me sentí en estado de pecado mortal, sujeto a irme al infierno en cualquier momento.


Ni aun ahora de adulto entiendo el afán de imbuir en un desvalido niño esa eterna sensación de zozobra. ¿Arder en el fuego eterno del infierno sólo por pelear con mis hermanos, por no recoger el tiradero de mi cuarto, por despertar a mis padres con mis gritos? ¿No es excesivo el castigo? Y luego se sorprenden de que uno abandone la religión a la primera oportunidad.


Dejé de ir a la iglesia regularmente entre los 14 y 15 años, desengañado de un dios que había consentido la muerte de mi padre y, años antes, de mi hermana. Pero tardé mucho tiempo más en limpiarme del remordimiento de “haber abandonado el buen camino”. Y en la actualidad tengo la convicción casi científica de que dios, como nos lo pintan en las religiones, de plano no existe. Y más bien creo que no existe en ninguna otra forma. Pero de eso hablaré después.