28 octubre, 2004

Lecciones de la democracia

Según mi compadre Celso Baca, como las decisiones que toma el presidente de Estados Unidos tienen efectos globales, nos deberían de dar chance de votar por él a todo el mundo. Claro, en esta era de globalización, no es difícil imaginar la posibilidad de una votación mundial para elegir a personaje tan poderoso, pero no creo que a los gringos les gustara eso. Sobre todo porque si ni siquiera nos permiten entrar en su país, más que después de una rigurosísima selección para darnos visa, mucho menos iban a querer que el mundo entero tuviera injerencia en sus procesos internos.


Pero ya que no podemos votar por la persona que nos hará ver nuestra suerte durante los próximos cuatro años, al menos sí podemos opinar. De ese modo, las encuestas realizadas en diez países señalan que el candidato favorito en el extranjero es ni más ni menos que John F. Kerry. Sólo en Rusia y en Israel la opinión pública se inclinó por el torvo Dobleú. Lo de Israel es fácil entenderlo. El fundamentalismo cristiano del presidente en funciones no le ha impedido entenderse con el ala dura del estado judío, e incluso labrar metáforas en las que compara el origen de sus respectivos países: ambos fueron fundados, en la mitología bushiana, por individuos que anheleban la libertad y huían de la persecución religiosa.


Lo que sí resulta paradójico es que el ex archi-rival de los Estados Unidos ahora se alínee para defender los intereses más turbios de la Casa Blanca (turbios como en el petróleo). No nos extraña en Vladimir el Terrible: ese siniestro personaje es capaz de hacer cualquier maroma para agradecerle a Dobleú haberle regalado el mejor pretexto para librar su sanguinaria guerra en el Cáucaso. En efecto, con la bandera del combate al terrorismo, cortesía de Bush y de la manada de lobos que regentea la Casa Blanca y el Pentágono, el amo del Kremlin cuenta ahora con la bendición (o al menos con la vista gorda) de la comunidad internacional para consolidar, a sangre y a fuego, la dominación rusa sobre los levantiscos pueblos caucasianos.


Pero fuera de esos dos aliados —de los que las buenas conciencias preferirían apartarse—, el mundo entero parece esperar la derrota de Bush. Nótese que es la derrota de Bush, no la victoria de Kerry, pues el senador por Massachusetts, por bien intencionado y capaz que sea, no ha logrado conmover al pueblo ni inyectarle entusiasmo por su candidatura. Quizá, como señalan algunos observadores, es que efectivamente él sea demasiado bueno para contender en las lides políticas. Su falta de colmillo y sed de sangre fue lo que le hizo perder la ventaja que tenía sobre el presidente saliente inmediatamente después de la convención demócrata, hace unos meses. No quiso mancharse respondiendo a la campaña de difamación de los republicanos, que no tuvieron ningún escrúpulo en corromper a ex compañeros combatientes de Kerry en Vietnam para poner en duda el historial militar del candidato demócrata. Ni siquiera hizo alusión, para defenderse, del hecho de que Dobleú recurrió a las influencias de su padre para evitar ser reclutado en Vietnam, que con ese mismo fin se alistó en la guardia nacional pero que ni siquiera cumplió con ese servicio mínimo.


Tan sólo hace unas semanas, Kerry empezó a recurrir a verdaderos argumentos de campaña; es decir, a los argumentos que realmente deben usarse en una campaña tan sucia y sanguinaria como son los estadounidenses por la presidencia. Ahora hace énfasis en la incompetencia de Dobleú para manejar la guerra. Y las toneladas de explosivos que desaparecieron de Bagdad después de la caída de Saddam Hussein constituyen una prueba inequívoca en ese sentido.


Nadie piensa que el martes 2 de noviembre sabremos el nombre del ganador de esta contienda. Los sondeos están demasiado cerrados para permitir cualquier pronóstico responsable. Desde ahorita, hay legiones de abogados preparando demandas, recuentos e impugnaciones en los estados clave y esta victoria, al igual que en el 2000, no se decidirá en las urnas sino en los tribunales. Y quizá sea nuevamente la suprema corte la que tenga que zanjar el caso. Y, ya que ésta se encuentra dominada por los jueces nombrados por los republicanos, seguramente veremos otra lección de democracia que dictadores y tiranos de todo el mundo aprovecharán para perpetuarse en el poder.

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