16 mayo, 2006

Receta para una conspiración

Pese a la secularización de la vida occidental, la imaginería cristiana sigue desempeñando un poderoso papel. Así, los valores y preceptos bíblicos, convertidos convenientenmente en sentido común o en derechos humanos para despojarlos de su carácter religioso, están presentes en el imaginario común. Así, aunque no comulguemos cada viernes primero, seguimos respetando –y aun temiendo– conceptos como el del anticristo, la batalla del Armagedón y el juicio final.

Tomemos por ejemplo la idea del anticristo (para aceptar la cual, lógicamente, habría que aceptar también la del regreso de Cristo, si bien esto no necesariamente es así de lógico). Ya que en el Apocalipsis encontramos que el “número de la bestia” es el 666, éste también se encuentra profundamente grabado en el inconsciente colectivo como un número fatídico.

¿Seis, seis, seis? ¿No corresponde ese número a la fecha del 6 de junio de 2006? Es evidente que los teóricos de la conspiración no iban a desaprovechar esta fecha para lanzar advertencias calamitosas y prevenirnos del mal que viene. Y ya que es innegable el papel que desempeña Estados Unidos en la política mundial, nos guste o no, esta teoría se desarrolla precisamente ahí. Vámonos, pues, a Washington.

El 6 de junio de este año, como queda dicho, es el día del regreso del anticristo, lo cual se va a manifestar en un atentado terrorista de la escala de los 11 de septiembre de 2001. ¿Dónde se realizará? No lo sabemos con precisión, pero bien podría ser en alguna ciudad pequeña del Medio Oeste de Estados Unidos, de ésas que tantas veces hemos vistos retratadas en las películas. Una ciudad que, dada la importancia simbólica de la fecha, bien podría quedar arrasada, sin quedar de ella “piedra sobre piedra”, para decirlo a tono con el tema. Digamos que el ataque se lanzaría con una bomba nuclear de pequeña potencia, quizá como las que destruyeron Hiroshima y Nagasaki hace más de sesenta años.

El gobierno de George W. Bush no necesita más para decretar el estado de emergencia, imponer la ley marcial y suspender las elecciones legislativas programadas para noviembre de este año. ¿Por qué no? Todos sabemos que los republicanos andan de capa caída y que se les dificultará retener el control de ambas cámaras del congreso. De esa manera, Bush obtiene poderes omnímodos, muy a la altura de sus ambiciones de dictador y enviado de dios. Con las garantías individuales suspendidas, la militarización de las fronteras (cosa que efectivamente ya está ocurriendo desde ahora, con el envío de 6,000 miembros de la Guardia Nacional a resguardar la frontera mexicana) y la primacía de los cuerpos de seguridad sobre la vida social y política, la camarilla en el poder en Washington tiene asegurada su permanencia.

Así como en los atentados del 11 de septiembre de 2001 se trató de encontrar la “conexión irakí”, que justificara la invasión de Irak, esta vez se buscaría la “conexión iraní”, para permitir la ocupación del país con las segundas reservas petroleras más importantes del mundo, después de Arabia Saudita (cuya familia gobernante, no lo olvidemos, es socia de los Bush en el negocio petrolero).

¿Desde hace cuánto tiempo los occidentales no han estado alarmados por el programa de energía nuclear de Irán? El tema ha estado en el centro de los esfuerzos diplomáticos de las cancillerías europeas, preocupadas por la posibilidad de que un régimen tan poco dócil como el de Teherán ingrese en el selecto club de potencias nucleares. En este caso, Washington desempeñó un papel poco común: durante mucho tiempo se hizo a un lado y permitió que fueran Berlín, Londres y París los que condujeran las negociaciones con los mulás de Irán.

Los esfuerzos de la troika europea, no obstante, fueron en vano y así, este año el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se atrajo el caso, a fin de emitir una resolución. Es muy probable que esta resolución caiga dentro del capítulo VII de la carta de la ONU, el cual permite el recurso de la fuerza para hacer valer las resoluciones del organismo. Pero este trámite puede arrastrarse por meses; todos sabemos la lentitud que caracteriza a la burocracia y Washington no puede correr el riesgo de que se alargue más allá de sus plazos electorales.

El 6 de junio de 2006 es una buena fecha para hacer estallar una bombita en el Medio Oeste estadounidense, ¿no creen? Su origen se rastrearía, obviamente, a Irán y el gobierno de George W. Bush tendría el mejor pretexto para invadirlo. Al menos ante su opinión pública que, en su ignorancia sobre el mundo en que vive, acepta sin el menor asomo de crítica cuanta patraña le lancen los medios de comunicación. Con la invasión a Irán, Bush no sólo aseguraría el abasto de crudo para su país (y, sobre todo, para las empresas petroleras de sus socios), sino que repetiría el espléndido negocio que ha constituido la “reconstrucción” de Irak.

Al tiempo. Faltan tres semanas para la fecha fatídica. Desde esta humilde tribuna, sólo podemos esperar que esta vez, como en muchas otras veces, los teóricos de la conspiración estén equivocados.

1 comentario:

rmadrazo dijo...

muy interesante su teoria... no se realizo en la fecha apocalíptica, pero no descarte que suceda antes de las elecciones.

Entre otras cosas interesantes, Halliburton obtuvo un contrato para construir campos de detención para programas federales no especificados, en partes remotas de EEUU (Montana, Dakotas, etc)...

Por cierto, las pruebas de detonaciones subterraneas en el desierto de nevada programadas para el dos de junio (operacion denominada "Divine Strake") fueron pospuestas indefinidamente a causa de protestas por parte de tribus indígenas y grupos ambientalistas...
http://www.lasvegassun.com/sunbin/stories/nevada/2006/jun/03/060310618.html

Ojala que los locos teoricos de la conspiracion se equivoquen.