14 noviembre, 2003

Diálogo imaginario


Imagino un diálogo acerca de la existencia de dios. Algún teísta quiere convencerme con el gastadísimo argumento de que "el universo necesita un creador", pues de otro modo es incomprensible.

Si tuviera que afiliarme a una corriente filosófica, me inscribiría en la banda de los navajeros de Occam. Me gusta pasar todo argumento por el filo de esta pregunta: ¿es necesario?. Y pondría en letras de bronce, o grabadas en mármol, el limpio latín que dice: non sunt multiplicanda entia sine necessitate o su versión en esperanto: ne multobligendas aĵoj nenecese (¡más lacónica que la latina!), o lo que es lo mismo, como dice mi compadre Ontiveros, ¿pa' qué tanto brinco, estando el suelo tan parejo?

Volvamos a mi diálogo. Dios es necesario para explicar la existencia (la creación, al menos) del universo. Pero, ¿cómo explicamos la existencia y el origen de dios? Aquí el teísta nos sale con que "es un misterio". Ahí es cuando saco mi navaja: si voy a acabar aceptando un misterio, ese misterio puede ser el origen del universo, indescifrado por nuestra primitiva ciencia. ¿Qué necesidad tengo de imaginar primero a un dios creador y después asignarle un misterio como origen? O también: ¿a qué pregunta responde el concepto de dios si, a final de cuentas, vamos a acabar en el mismo atolladero del famoso "misterio inescrutable"?

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