20 febrero, 2004

La guerra olvidada


¿Se acuerdan de Chechenia? Si el amable lector pertenece a la gran mayoría de habitantes de la Tierra, lo más seguro es que no sólo no se acuerde, sino que ni siquiera pueda localizar en un mapa esta diminuta república que desde hace dos siglos se encuentra bajo el dominio ruso.


Perdida entre las montañas del Cáucaso, Chechenia fue conquistada muy a principios del siglo XIX por los ejércitos zaristas de Catalina la Grande. Un siglo después, su opresor cambió de nombre y fue conocido como la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, entidad hoy desaparecida aunque fallidamente reencarnada en la Comunidad de Estados Independientes. La extinción de la URSS no significó, empero, el fin de las penurias del pueblo checheno que, pese a su prolongado sojuzgamiento, no ha perdido el orgullo de su identidad nacional. Una vez derrumbada la URSS, el gobierno checheno vio la oportunidad de proclamar su independencia y, tal como lo lograron las repúblicas bálticas, desprenderse definitivamente del yugo de Moscú. Le falló el cálculo.


Lejos de constituirse en un país independiente, Chechenia fue invadida militarmente por los rusos, que de ninguna manera permitirían perder el acceso a los recursos petroleros del mar Negro y del Caspio. Y el fantasma del "efecto dominó" también rondaba por los pasillos del Kremlin cuando se tomó la decisión de declararle la guerra a esta minúscula república. ¿Qué le ocurriría a la otrora orgullosa Federación Rusa si el resto de sus 88 integrantes decidiera seguir los pasos de los chechenos?


La guerra la inició el borrachín del Borís Yeltsin, quien se la heredó a su primer ministro, el ex espía Vladimir Putin. De hecho, éste supo impulsar su aceptación entre el agotado pueblo soviético, promoviendo una guerra que, en cierta forma, parecía fácil y prometía revivir las pasadas glorias del Ejército Rojo. Con esa orla en su bandera, Putin llegó a la presidencia de Rusia.


Las cosas han cambiado un poco desde los tiempos en que el zar Borís dominaba el Kremlin. Ahora la lucha no es contra los independentistas sino, ¿adivinan contra quién? ¡Claro! Los terroristas internacionales tan de moda en estos días como pararrayos de todos los odios. ¿Cómo pudo Putin (por favor, no inventen retruécanos vulgares con este nombre) cambiar de enemigo al tiempo que seguía golpeando a los mismos chechenos? Repasemos algunos datos.


Los chechenos, pese a estar integrados a la fuerza en la Federación Rusa, son un pueblo musulmán... ¡ah! ¡Ya salió el peine! Además, en virtud de la famosa solidaridad musulmana, recibió mucha ayuda de algunos países árabes, en especial de Arabia Saudita. Así, a la república caucásica llegaron asesores y entrenadores sauditas, de la corriente wahabbita. Sí, la misma corriente del Islam a la que pertenece el tenebroso Oussama ben Laden. Esa relación fue suficiente para que Moscú declarara que todo aquel que se le opusiera resultaba "terrorista internacional", si no es que miembro de Al Qaida o brazo derecho del tal Oussama. Y eso le daba el derecho, al menos ante la opinión pública de Rusia, de matar, secuestrar, torturar a cualquier checheno comprendido entre los 15 y los 70 años de edad.


¿Qué dice Estados Unidos al respecto, siempre "celoso" de que se cumplan y respeten los derechos humanos? ¿Qué puede decir el atolondrado del George, junior, si él mismo fue quien le dio el pretexto a su compadre Putin? ¿No es Bush el inventor del concepto de "lucha contra el terrorismo mundial"? ¿No identificó ante los ojos de la población mundial a los musulmanes y árabes con los terroristas?


La guerra en Chechenia continúa. Amortiguada en la prensa, que ya está cansada de repetir todos los días las mismas notas: excesos del ejército ruso contra el pueblo, muertes de uno y otro bando, bombardeos, ruinas, hambre y muerte por doquier. Éste es un saldo que ciertamente no tomarán en cuenta los rusos cuando a mediados de marzo vayan a votar por el nuevo presidente. Putin será reelegido y nosotros seguiremos olvidándonos de que en algún rincón del planeta, la vida no vale nada.


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