01 diciembre, 2004

Justicia por propia mano

La sociedad mexicana sigue sacudida por los violentos hechos ocurridos el martes pasado en Tláhuac, donde una turba enardecida agredió a tres policías, dos de los cuales fueron quemados vivos y el tercero se encuentra aún en estado de gravedad.


Se investiga si alguna de las corporaciones, o mejor dicho, de los responsables de las corporaciones, incurrió en omisión del deber al no acudir oportunamente al rescate de los agentes de la ley. Y desde ahora podemos anticipar que rodarán algunas cabezas menores, que serán consignados algunos de los perpetradores materiales del linchamiento, y que después se olvidará ese trágico asomar del México bronco.


Según los noticieros de la televisión, la agresión se debió a que los habitantes de San Juan Ixtayopan temieron que los policías fueran secuestradores de menores, pues se encontraban a bordo de un auto, grabando a los niños que salían de una escuela. Uno de los policías alcanzó a explicar, ya bastante golpeado, que se encontraban realizando labores de inteligencia.


Vamos a obviar la confusión mental que padece una persona que equivoca a la inteligencia con el espionaje. Parece que ser espía estos días está mal visto, mientras que no deja de tener cierta aureola de respetabilidad llamarse agente de inteligencia.


Lo que asombra es que el hecho de ser agentes de la ley no haya protegido a estos tres policías. Y peor: que la multitud se haya encarnizado aun más al saber que no tenía en sus manos a delincuentes, sino a quienes supuestamente tienen el deber de combatirlos. No podemos llegar al grado de decir que la turba se hubiera mostrado más compasiva de haberse corroborado la sospecha de que eran secuestradores, pero el hecho es que, por lo menos, les dio el mismo trato.


Lo que aquí está a la vista es el odio —por lo menos la desconfianza— que siente el pueblo hacia los representantes de la autoridad. El número de cabezas que rueden, de personas que sean enjuiciadas y de responsabilidades fincadas no logrará zanjar el profundo abismo que separa a esas dos esferas. Y el espectro de esa ruptura seguirá planeando en nuestro país mientras la gente no le tema tanto a la policía como a los delincuentes.

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