18 agosto, 2006

Confesión y mercadotecnia


Ahora resulta que Günter Grass no fue reclutado por la fuerza en las Waffen-SS, sino que él mismo se ofreció de voluntario para ese temible cuerpo. De ahí que trajera atravesada la espinita tantos años, y que ahora decidió sacársela en su autobiografía. Muy bien.

Claro, aquel que tantas veces criticó el silencio guardado por sus compatriotas antes los crímenes nazis tuvo el cuidado de aclarar que en su estancia en la décima división blindada Frundsberg no cometió ningún crimen.

Ahora que está sacando sus trapitos al sol, las cosas se complican. Hay documentación de que Grass fue capturado por las tropas gringas al término de la guerra, por lo que es de suponerse que su paso por las SS era conocido también por las autoridades de Estados Unidos. En algún lado tuvo que haber estado archivado el documento en el que se consigna la detención del joven Grass.

Pero como ya habíamos dicho, el problema no es que haya pertenecido a las SS — en forma voluntaria o forzada— sino que haya esperado a publicar su autobiografía para hacer tal revelación. La editorial Steidi decidió adelantar dos semanas el lanzamiento del libro, el cual prácticamente se agotó en dos días y se espera que haya un nuevo tiraje dentro de poco. ¿Esto fue una maniobra mercadotécnica o un desahogo válido de conciencia?

Aun peor: al banalizar su paso por las Waffen-SS, el autor ofrece un valioso recurso a todos aquellos que las integraron. “Sí, yo fui SS, pero ya ves, igual que Grass, yo no maté a nadie.” “Pasé por las SS sin manchar mi plumaje de cisne.” “Quizá en el fondo, las SS no eran tan malas... ¿no será que todo lo que dicen son mentiras de los sionistas? Ya ves lo que están haciendo en el Líbano...”

En fin, allá él y su consciencia, que de seguro está bastante pesada, como se ve en este párrafo de su libro:


Es verdad que durante mi adiestramiento en la lucha de tanques, que me embruteció durante el otoño y el invierno, no se supo nada de los crímenes de guerra que luego salieron a la luz, pero la afirmación de mi ignorancia no puede ocultar la conciencia de haber estado integrado en un sistema que planificó, organizó y llevó a cabo la aniquilación de millones de seres humanos. Aunque pudiera convencerme de no haber tenido una responsabilidad activa, siempre quedaba un resto, que hasta hoy no se ha borrado, que con demasiada frecuencia se llama responsabilidad compartida. Viviré con ella hasta el fin de mis días, eso es seguro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

EL GUNTER GRASS PARAGUAYO
(X Luis Agüero Wagner, comentario publicado en “La Naciòn” de Asunción, 19 de octubre de 2006 )
El Gunter Grass paraguayo, Alcibiades González Delvalle, sigue guardando un sepulcral silencio sobre su siniestro pasado como policía de Stroessner, a pesar que esta gravísima acusación ya ha recorrido el mundo a través de agencias noticiosas extranjeras y se ha publicado en innumerables sitios web y periódicos locales como noticia insólita. A diferencia del escritor alemán que tuvo el coraje de confesar de motu proprio su paso por las Waffen SS durante el régimen de Adolf Hitler, su homólogo local temblando de cobardía opta por intentar esconder su deshonroso paso por la policía estronista, que lo integró como oficial por decreto 13.125 el 9 de noviembre de 1960. ¿Qué méritos hizo Alcibiades González Delvalle para ascender el 7 de septiembre de 1962 a oficial 1º de Policía por decreto 24.581, firmado por Alfredo Stroessner y Édgar L. Ynsfrán? ¿Cuántas veces aplicó la picana eléctrica? ¿A cuántos integrantes del FULNA o del Movimiento 14 de mayo apresó? ¿Cuántos "comunistas" pileteó?
Grandes misterios sin resolver, enigmas sin respuesta perdidos en la nebulosa del pasado de este privilegiado zoquetero del gobierno municipal colorado de Enrique Riera y referente periodístico de la ultraderecha tilinga: Alcibiades González Delvalle.

Olvidan sus abogadas al pretender defender a este chancho de su chiquero periodístico, cuánto dinero robado durante la dictadura a las arcas de la intendencia del ejército, a la Flomeres, IPS y el Banco Nacional de Fomento costó al pueblo paraguayo la inauguración de los medios de comunicación que le valieron su ascenso al coronel Pablo Rojas. Así como tardaron 30 años para descubrir que el país vivía bajo una dictadura, y hoy no terminan de jactarse de la lucha que la National Endowment for Democracy les financió contra la fase terminal del régimen que les proveyó los recursos para inaugurar sus medios de comunicación, no es extraño que lleven 46 años sin enterarse que el impoluto moralista de la pluma Alcibiades González Delvalle sirvió como tenebroso policía de Stroessner durante la etapa más sangrienta de la dictadura.

A mediados de este año el mundo se enteró, en revelación hecha por el mismo interesado, que el escritor alemán Gunter Grass sirvió unos meses, a los 17 años de edad, en las Waffen SS y de que ocultó por sesenta años la noticia, haciendo creer que había sido soldado en una batería antiaérea del ejército regular alemán. No sorprende en absoluto que Grass ocultara su pertenencia a una tropa de élite visceralmente identificada con el régimen nazi, de tan siniestra participación en tareas de represión política, torturas y exterminación de disidentes y judíos, aunque, como ha dicho, él no llegara a disparar un solo tiro antes de ser herido y capturado por los norteamericanos.
Pero a diferencia del ex policía de la etapa más sangrienta de la dictadura Alcibiades González Delvalle, Gunter Grass no esperó a que aquel remoto episodio de su juventud llegara a conocerse por otras fuentes, echando sombra sobre su nombre y reputación de escritor comprometido. Dentro de algunos meses, ya nadie recordará el paso del escritor alemán por las SS pero la gloria de su trilogía novelesca de Danzig, en especial "El Tambor de Hojalata", se mantendrá intacta.



No sería ecuánime que el mismo destino tuvieran quienes como el policía de la cultura decidieron escudarse, y no en el talento ni el compromiso que nunca tuvo en abundancia, sino en el posicionamiento alcanzado mediante políticos corruptos, intereses foráneos y el olvido propio de una sociedad impura.