05 agosto, 2004

¿Qué es la astrología, pues?

Para provecho del lector, desentierro de la sección de comentarios los producidos en torno a una nota sobre la termodinámica y la astrología. También en provecho mío, lo reconozco, pues no sólo me evito escribir una nueva nota, sino que además engalano mi blog con la lúcida tecla de Mauricio José Schwarz, autor de los comentarios de marras.


No es mi afán entrar en polémicas. Empecé a estudiar astrología hace 30 años, movido por la curiosidad de saber porqué había gente que respetara lo que en ese entonces me parecía una simple superstición de ignorantes. Y, por supuesto, acabó ganándose mi respeto. En mi descargo, puedo asegurar que siempre actué con absolouta honestidad ante quienes me pedían que les leyera su horóscopo, pero sobre todo ante mí mismo. Encontré, claro, muchas supercherías, falsedades y mistificaciones. Rechacé muchas nociones que, a mi juicio, sólo confundían el estudio y la práctica, sin agregar nada más que detalles pintorescos (en especial conceptos tomados de la astrología hindú y árabe). Traté de definir el cuerpo doctrinario, despojándolo de mitos periféricos, y así me quedé con un sistema basado en los planetas, los signos, las casas y las relaciones mutuas. Todo lo demás (puntos medios, decanatos, estrellas fijas, relaciones con piedras, colores y números "de la suerte") son accesorios de valor muy discutible.


No quiero referirme a la práctica que tuve, pues sería entrar en un recuento de casos ya olvidados después de casi veinte años de falta de ejercicio. Sólo quiero consignar que esa práctica sustenta mi convicción de que la astrología es una forma valiosa de explicarse el mundo.


En cuanto a la teoría, quisiera citar un comentario de un maestro de aquellos años (mediados de los setenta): "Metodológicamente, la astrología está al nivel del alka seltzer. Sabemos que sí funciona, pero no sabemos cómo." Podemos dividir, grosso modo, las explicaciones respectivas en dos grandes corrientes. La primera es la que sostiene las indemostrables influencias, y que echando mano equívocamente de los términos técnicos al uso, habla de "magnetismo", "energías" y otras varias formas en que los astros "nos inclinan" (porque eso sí, todos aceptan el principio de que "los astros inclinan, pero no obligan", sobre todo para justificar una interpretación fallida).


La segunda corriente se basa en la sincronía de los fenómenos. No es difícil concebir que, como unidad, el Cosmos esté relacionado de tal manera que unos fenómenos coincidan con otros, que determinadas posiciones planetarias coincidan con acontecimientos particulares en el microcosmos del hombre.


Esta corriente se ha nutrido en particular de los estudios de Carl Jung. De unos años a la fecha se ha desarrollado una escuela que podríamos llamar junguiana y que se ha interesado en la reinterpretación del corpus astrológico a fin de presentar un método de explicar la compleja estructura de la personalidad, desentendiéndose de las posibilidades predictivas de la astrología. Nos encontramos, pues, ante una corriente más seria y menos fantasiosa (y menos atractiva para la mayoría, que lo único que parece saber preguntar ante un astrólogo es el número que saldrá premiado de la lotería).

No tengo la capacidad de profundizar la descripción de esta corriente pues, como dije, desde hace muchos años abandoné el ejercicio de la astrología y no tengo más que elementos superficiales para caracterizarla. Las personas interesadas pueden remitirse a las obras de astrólogos como Liz Green, Howard Sasportas, Steven Arroyo y otros de esa misma escuela que ha infundido un nuevo aliento en el estudio astrológico.


No ha de extrañarnos que la astrología se haya contaminado tanto del pensamiento supersticioso. Desde mediados del siglo XVII, cuando fue proscrita de la Academia de Francia, su cultivo quedó relegado a la obscuridad, en manos de dudosa calidad. En la segunda mitad del siglo XIX, con el resurgimiento del ocultismo gracias a gente como Eliphas Levi y H.P. Blavatski, la astrología se vio envuelta con el manto de la terminología teosófica. Y no le fue mejor en el siglo XX, cuando el auge de la New Age la llenó de todo género de conceptos tomados de las más diversas fuentes.


El desarrollo de la astrología, pues, se detuvo en el siglo XVII. Gran parte de los textos que encontramos, fuera de la escuela junguiana, están basados todavía en los escritos clásicos de ese tiempo o son meras repeticiones de recetas anteriores incluso al comienzo de nuestra era. El esfuerzo por el rescate de esa vieja dama prostituida data de apenas dos decenios y sería prematuro exigirle resultados que satisficieran las exigencias de la ciencia moderna, que se ha desarrollado a la luz, en manos de las mejores mentes de la humanidad y con el apoyo de gobiernos e instituciones.

En fin, para no alargar más esta nota, reproduzco a continuación los comentarios de Mauricio José Schwarz, intercalando mis respuestas.




Gracias por la mención de El retorno de los charlatanes, pero no entiendo lo que dices. La idea de "obtener algo a cambio de nada" se aplica perfectamente a la astrología, es decir, a que Saturno, o el planeta que se te antoje, ejerza una influencia "mágica", sin una transferencia de energía medible, desde su órbita hasta la casa de Epaminondas Godínez, quien debido a ello se saca la lotería o al menos le compra a su suegra un departamento de lujo en Ulan Bator, librándose de ella para siempre. Para aceptar la causalidad saturniana que sugieres, debería haber una cadena causal. Si reduces 25 argumentos que dan muchos estudiosos a uno solo (el de la magia) y para remate sin citarlo textualmente, te vas a tener que quedar a limpiar el pizarrón después de clase por hacer trampa retórica.



Ah y no, aunque quise entrar a Prepa 4 (allá por 1970), acabé haciendo la prepa en la ESPCM, escuela dirigida por brillantes refugiados españoles.



Saludos,

Mauricio-José Schwarz



Respuesta

Creo que los dos vamos a tener que quedarnos después de clase a limpiar el pizarrón. Yo por no explicar las cosas completas, y tú por sacar de contexto mis palabras. En ningún momento estoy diciendo que los planetas ejerzan influencia. Lo que sí digo es que, en la tradición astrológica, a Saturno se le adscriben los valores de la tenacidad y el esfuerzo y que, en cierto modo, eso refuta precisamente la noción de obtener algo a cambio de nada.


No sé si haya alguna influencia, energía o alguna otra relación que tenga carácter mágico. Nadie lo sabe, de hecho, y los que hablan de "influencias planetarias" simplemente repiten algo que han oído, sin que les conste ni, mucho menos, puedan demostrarlo.


Pero lo que sí sé es que nunca lo averiguaremos si simplemente la descartamos, la sacamos de nuestro campo visual y nos negamos a reconocer cualquier valor que pudiéramos encontrar en la astrología.



Jorge Luis Gutiérrez





A ver, como dijo Ray Charles. Dices: "en la tradición astrológica, a Saturno se le adscriben los valores de la tenacidad y el esfuerzo y que, en cierto modo, refuta precisamente la noción de obtener algo a cambio de nada".



Sigo sin entender. ¿Cómo lo refuta? El que se le adscriban valores de tenacidad o auras moraditas con bolitas rojas no pasa de ser una afirmación sin bases.



Pero lo más curioso es lo que dices al final:



Pero lo que sí sé es que nunca lo averiguaremos si simplemente la descartamos, la sacamos de nuestro campo visual y nos negamos a reconocer cualquier valor que pudiéramos encontrar en la astrología.


Ésta es una trampa conocida, la de suponer que quienes luchamos contra la superstición lo hacemos "simplemente descartándola". Pues claro que no, por Taranis. Ha habido numerosos estudios que itnentan contrastar las distintas payasadas que dicen distintos astrólogos, y ya eso es un logro, porque si tú vas con cinco astrólogos distintos a que te hagan tu carta natal y tus predicciones para el año que entra, verás asombrado que ninguno está de acuerdo con ninguno de los demás. Pero si te vas a la simple teoría, se han hecho estudios estadísticos sobre las extravagantes afirmaciones de la astrología y después de hacerlos, después de contrastarlos, se puede decir frescamente que son una reverenda estupidez que sólo sirve para desplumar incautos.



Y no olvidemos el principio básico de la ciencia: es quien hace la afirmación de un hecho quien tiene que probarlo. Es decir, serían los astrólogos quienes deberían aportar las pruebas necesarias para no considerarlos unos bufones patéticos. Las "pruebas" que han pretendido dar a lo largo de los años simplemente no se sostienen.



Con la lógica que propones, habría que "no descartar" nada, por lo cual deberíamos empezar por dedicar presupuesto científico al estudio de las hadas, de los chaneques, de los panteones de distintas culturas, etc., etc. nomás porque "podrían tener algún valor", cuando no hay ni siquiera un indicio de que tengan otro valor que mantener ocupados a desvergonzados y almas cándidas.



Muy pronto, en El retorno de los charlatanes pondré una lista de los estudios disponibles en Internet que dejan a la astrología en su justo lugar: el de una superstición milenaria con menos bases que las promesas de Vicente Fox.



Y recuerda: la ciencia no es un conjunto de datos, es un proceso para llegar a certezas más o menos claras.



Saludos,

Mauricio



Respuesta

Ah, caray, pues sí, parece que, efectivamente, la astrología no es una ciencia, después de todo. Si su postulado básico —la relación entre el cosmos y el hombre— es indemostrable de tal manera que satisfaga los criterios científicos, deberemos admitir, definitivamente, que no estamos frente a una ciencia.


Y si consideramos el enorme número de charlatanes que medran a costa de la inseguridad humana, vendiendo consuelos falsos y esperanzas vanas, tendríamos incluso que declararla peligrosa. Y ya abanderados de este modo, habría que dedicar nuestros afanes a combatir tan perniciosa superchería. Así es.


(¿A que horas llega la conjunción adversativa que salve todos tus razonamientos anteriores?, me pregunta una voz interna.) Pues no, esta vez no hay salida. Si de lo que se trata es de excluir y condenar todo aquello a lo que no podamos llamar ciencia, pues qué lástima, pero la astrología habrá de ser excluida y condenada. (Pero la vocecita es insistente: ¿Y también tendremos que descartar al arte? Porque, hasta donde sé, no es posible medir la emoción estética, definir objetivamente la calidad artística de una obra... vaya, ¡ni siquiera se puede determinar qué es arte y qué no lo es! ¿Por qué no le dices que la astrología es un arte y así sales del apuro?) Porque no me interesa ganar una discusión a toda costa (incluso me cuesta trabajo reconocer en este intercambio una discusión), sino esclarecerme a mí mismo mis ideas.



Jorge Luis Gutiérrez


1 comentario:

MJS dijo...

Te aclaro encantado.

¿Hay que prescindir del arte? Pues como escritor y fotógrafo la idea no me seduce mucho, qué te digo.

¿Hay que prescindir de todo lo que no es ciencia? Por supuesto que no. Ese argumento es falaz y rehuye el diálogo serio en la medida en que generaliza al absurdo una crítica muy razonable que va así: la astrología es una práctica que afirma que puede hacer una serie de cosas, en particular predicciones, previsiones y determinación de algunos caracteres de los seres humanos, basándose en la posición de unas cuantas constelaciones cuidadosamente seleccionadas y algunos planetas.

La astrología, pues, no hace una afirmación artística, sino una afirmación que pisa los terrenos de la ciencia, por cuanto que afirma hablar de hechos reales basados en influencias reales. Si la astrología dice que puede hacer tal, que lo demuestre. Si no lo puede demostrar, es una mentira, una superstición y, sí, sin duda, una práctica peligrosa que le arranca a la gente la posibilidad de conocer a cambio de la moneda falsa del creer y el adorar a desvergonzados varios.

¿Qué tiene que ver eso con el arte? Pues nada. ¿Y con el precio del arroz en China? Pues tampoco. La crítica que se lanza no es sólo a las teorías astro(i)lógicas, sino a la eficacia de la astrología en los términos y terrenos que ella misma establece.

Que la luna provoca las mareas es demostrable. Que la presencia de Saturno en la casa de Acuario signifique algo no lo han podido demostrar.

Y eso sin meternos en las teorías y preguntas incómodas como ¿por qué determinadas constelaciones (las del cinturón zodiacal) han sido elegidas para la práctica de esta actividad supersticiosa mientras que se ignoran muchísimas otras estrellas, gran cantidad de ellas mucho más cercanas a nosotros que las del zodíaco? (Sólo una de tantas patinadas conceptuales de los astrólogos al tratar de darle validez y credibiliadd a una práctica supersticiosa tan antigua y tan inútil como la de predecir el resultado de una batalla mirando el hígado de un cordero de sacrificio, interpretando el vuelo de las aves o echando las runas).

Si la astrología pudiera hacer lo que afirma, todos la usaríamos y nos serviría de algo. Pero no puede. Contrario a lo que dice el "maestro" que citas no funciona para predecir, prever ni prevenir mientras que para la caracterización de las personas el astrólogo acude, como se ha demostrado, más a la lectura en frío que a las cartas natales. Un experto en lectura en frío puede hacer que un astrólogo le diga lo que el supuesto cliente quiere, independientemente de la realidad.

Cuando se vende algo que se sabe que no sirve, se engaña a la gente. y por supuesto que eso es condenable y perseguible, no pateándoles el trasero a los charlatanes astrológicos (aunque con algunos cuesta trabajo contenerse), sino promoviendo lo que sí se sabe del universo y que es muchísimo más asombroso, maravilloso, trascendente y valioso que la colección de paparruchas babilónicas que conforma la superstición astrológica. La educación, la promoción del conocimiento que sí tenemos y la liberación de los miedos a poderes majaderamente fingidos es una tarea sumamente importante, antes de que otros fieles creyentes en otros fundamentalismos se acaben el planeta.

El día que se demuestre que la astrología sí hace lo que anuncia, yo y la gran mayoría de quienes usan el pensamiento crítico cambiaremos de opinión sin dudarlo. Pero el verdadero creyente, el entregado a la superstición, en cambio, es imposible de convencer con razones, demostraciones o evidencias. La diferencia me parece clarísima.

Saludos,
Mauricio-José Schwarz