09 abril, 2004

El género del milenio


El debate circula por toda la blogósfera, ese nuevo sector de Internet. ¿Está llamado el blog a convertirse en el género literario del tercer milenio? ¿Qué efecto tendrá en la literatura tradicional? ¿La publicación instantánea afectará la venta de libros de papel? Sí, por ahí van las preguntas, aunque también surgen críticos que ven en el blog una simple moda, pasajera como todas, que no dejará más huella en la cultura.


Hay muchas cosas que merecen matices. Por ejemplo, desde hace años existe la posibilidad de la publicación instantánea en la Web, si bien con el requisito de tener rudimentos de HTML y contar con un servidor (pero siempre ha habido sitios que facilitan la publicación, como GeoCities y otros pioneros del hosteo gratuito) , lo que no ha dado pie, de ninguna manera, a un nuevo género literario.


¿Cuál es la diferencia, pues, entre una página de GeoCities de antes y un blog actual? De entrada, la facilidad. El usuario puede no tener conocimiento alguno del lenguaje de marcado de hipertexto y, sin embargo, ser capaz de poner en pie una página más o menos presentable. Y para seguirle —y aquí encontramos el embrión del nuevo género—, en el blog el estilo de las notas se vuelve personal y regresa al tan olvidado género del diario personal (que, a fin de cuentas, es el afán original de la bitácora en Web, raíz de blog).


¿Qué efectos tendrá el blog en el lenguaje? Nadie con una pequeña dosis de honestidad podría aventurar una respuesta. Pero, por lo pronto es de notarse el desenfado y la informalidad del lenguaje, cuando no la ruptura deliberada con las normas gramaticales y, sobre todo, ortográficas: mayúsculas intercaladas a media palabra, palabras en inglés, términos otrora calificados de vulgares si no francamente obscenos. Reconozcámoslo: el blog, al igual que muchos otros aspectos de la computación y de Internet, es el dominio de los jóvenes, y los escritores consagrados (o aspirantes a la consagración) ven con temor o con desdén (pero un desdén causado por el temor, a fin de cuentas) la competencia que pueda surgir en este campo.


El debate apenas se ha iniciado e irá cobrando forma a medida que se vayan imponiendo las tendencias. Muchos de los actuales bloqueros habrán de tirar la toalla; habrá otros que se incorporen a la oleada y será sólo un puñado el que persista en esta actividad, animados por las respuestas recibidas y la posibiidad de contar con un foro —mínimo, en medio del maremágnum cibernético— a través del cual expresarse. Seguiremos informando.


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