Ayer me habló mi primo Ramiro para felicitarme por el año nuevo. Sabiéndolo cliente de cuanta teoría catastrofista y conspiratoria se le cruza, aproveché para preguntarle si ya se estaba preparando para el fin del mundo que supuestamente nos tenían prometido los mayas desde hace siglos.
–Es absurdo eso–, fue su inesperada respuesta. –Lo que termina el 21 de diciembre de 2012 es solamente un ciclo del calendario maya, obviamente para empezar otro.
Me asombró oírlo tan racional
–Claro, primo, con todo esto hay que ser racionales–, agregó–. Además, 2012 es un número muy malo para que se acabe el mundo. Ni es número cerrado, ni capicúa... su suma es 5, que no tiene nada de aterrador. Si fuera 8, por ejemplo... O todavía 13. ¿Pero 5? ¿A quién se le ocurrió que podría significar el fin del mundo?