31 diciembre, 2004

Números de fin de año

Desde que intenté leer, sin éxito, La arcana de los números , de Iglesias Janeiro, me quedé con la impresión de que, de todas las mancias inventadas por el hombre para apaciguar sus angustias, la numerología está entre las más deleznables.


El procedimiento que sigue es bastante trivial: se le asigna un significado filosófico o psicológico a cada dígito, del 0 al 9, y a partir de esto se trata de interpretar su combinación en los números superiores. Un recurso muy utilizado es partir del año de nacimiento para descubrir tendencias y características del individuo. Por ejemplo, si yo nací en 1953, se procede a sumar los dígitos que forman mi año para encontrar mi "número mágico" o "número de la suerte". Así tenemos que 1+9+5+3 = 18; estos dos dígitos los sumamos hasta reducirlo a uno solo: 1+8 = 9. Por lo que, para los numerologistas, el 9 es mi número clave, "mágico" o "de la suerte".


Con este número se pueden tejer todo género de especulaciones, que pueden complicarse hasta el infinito si le agregamos el número del día (2+4 = 6) y el del mes (7), a cada uno de los cuales se le atribuyen influencias en determinados apartados de la vida. E incluso podemos hacer un licuado con los tres y encontrar el número mágico total, que en mi caso sería 9+6+7 = 22 y después 2+2 = 4. ¿Qué nos dicen acerca de esta cifra? Veamos lo que señalan los expertos en el tema contratados por Yahoo! de España:



El mundo del cuatro es el imperio de la voluntad. Pocas personalidades tienen una tenacidad tan admirable, aunque lamentablemente para ellos, también son dueños de una gran obstinación. Esto sucede porque confunden su sensatez y tenacidad, con la necesidad de defender una postura frente a los demás, con lo que logran únicamente que los demás les pongan el mote de "necio". Ni las pruebas más fehacientes lograrán que se den cuenta de su equivocación, salvo que luego a solas, vuelvan a analizar el tema y logren comprenderlo por sí mismos.

Pues no, con la pena de admitirlo en público de la gente, pero yo no me veo retratado en esa descripción. No soy tenaz ni estoy dotado de gran voluntad, como lo demuestran mis fallidos intentos de dejar de fumar, de bajar de peso, de hacer ejercicio y un largo etcétera que el lector me agradecerá que no recorra en estas líneas.


Quienes defienden y practican estos malabarismos mentales suelen alegar una serie de curiosidades matemáticas que, según ellos, revelan las propiedades mágicas de los números. ¿Cómo cuáles? No trataré aquí de reproducirlas, pero sí recomiendo a los lectores que consulten la interesante página que Perspectivas consagra a este apasionante tema.


Y ya para terminar, y para no dejar pasar esta fecha sin hacer alusión al inminente próximo año, quiero desear a los lectores, fieles e infieles por igual, un próspero año nuevo. Por cierto, el número de este año será el 7 (2+0+0+5 = 7). Y otra vez por cortesía de Yahoo! de España, aquí les dejo la interpretación.



El siete es el que todo lo comprende y todo lo contiene. Es la figura protectora, el que lleva en sí mismo fuerzas diferentes que nunca llegarán a enfrentarse, para proporcionar protección y seguridad. Jamás, en ninguna circunstancia será posible encontrar el punto débil de este tipo de personalidad. Los 7 no soportan a los débiles, temerosos de enfrentarse a las luchas, valoran mucho la valentía. Podrán ofrecer ayuda a quien lucha y es vencido, pero nunca harán lo mismo con aquel que se entrega sin luchar.

P.D. Si alguien lo entiende, le agradeceré que me lo explique, digo, para saber quién es aquel al que me tengo que enfrentar para que después me proteja y dé seguridad.

De la confusión de lenguas

Por una nota del blog de Dominique Coutourier llegué a las páginas del Diario Vasco, en las que se entrevista a la escritora Marie Darrieussecq. De buenas a primeras, el periodista le suelta la siguiente pregunta:


—¿Sigue estando a favor de la globalización del inglés?



—Bueno..., es que no entiendo a la gente que se queja del inglés cuando es una suerte que al final podamos tener un idioma, el esperanto, que funciona cuando viajas. Hay que quejarse de la muerte de las lenguas pero no de un idioma que permite que nos entendamos.



Y ahí sí que declaro que quisiera ser apóstol y estar en el Pentecostés para entender su respuesta. pues aquí siento una terrible confusión de lenguas. Le preguntan sobre el inglés... ¿y responde del esperanto? Porque efectivamente, es una suerte que podamos contar con el esperanto, que no sólo funciona cuando viajas tú, sino también yo, él, nosotros y cualquiera que lo aprenda. Y también funciona cuando ninguno de nosotros (o de ellos) viaja, pues yo lo uso en la comodidad de mi hogar (por ejemplo, ahora estoy leyendo la excelente traducción de El tambor de hojalata de Günter Grass) y en reuniones con mis amigos, sin necesidad de mucho desplazamiento.


Lo que quizá deberíamos hacer los esperantistas es registrar el nombre esperanto y tratar de impedir, como hacen las firmas comerciales, que se use como nombre común. Por ejemplo, hace algunos años, la compañía Xerox lanzó una campaña para evitar que en Estados Unidos se usara su marca como sinónimo de copia. "Hazme unas xerox de este documento", se decía alegremente, en el mismo tenor que aquí en México se le llama "pan bimbo" a cualquier pan de caja.


Y es que muchos, para adornarse, dicen esperanto para referirse a cualquier lengua que permita la comunicación internacional. Hemos visto ese uso incluso cuando se trata de lenguajes de programación, como el java, del que dicen que es un "esperanto de las computadoras", aludiendo a su capacidad multiplataforma.


Pero confundir al esperanto con el inglés, o llamar así a éste para designar la insidiosa penetración de una potencia, es el colmo de la confusión. Y sorprende encontrarla en una escritora vasca que pretende defender su herencia cultural. La expansión del inglés representa la del poderío del país que lo abandera y, en el caso concreto de este principio de siglo, apunta también a la extinción de aquellas culturas que pasarán al olvido —cuando mucho a los estantes de los estudios académicos, lo que equivale a acabar en un museo— sin haber podido expresar su voz. Aquí también se aplican las leyes de la física, que prescriben que dos objetos no pueden ocupar el mismo lugar al mismo tiempo. Así, la globalización del inglés significa el desplazamiento de todas las demás culturas. Los privilegios de que gozan los anglófonos se basan en las desventajas que padecen los demás.


No, el inglés no es "un esperanto" de nuestros tiempos. El carácter de dominación que reviste la expansión del primero y lo democrático que resulta el segundo —dada su facilidad de aprendizaje, que lo pone al alcance de literalmente todo el mundo— los vuelven diferentes por esencia, no sólo superficialmente. Si en este planeta llega a haber un Pentecostés que, mediante el don de lenguas resuelva la confusión babélica, éste llegará gracias al esfuerzo de quienes, como los esperantistas, trabajan incansablemente por presentarle a la humanidad la opción de una comunicación democrática, de igual a igual, la única que puede establecerse con dignidad entre los seres humanos.


28 diciembre, 2004

Del otro lado del espejo

Siempre es difícil verse a sí mismo, por lo que el hombre recurre a todo tipo de medios para descifrar su esencia. ¿Quién soy? es sin duda la principal de las tres preguntas básicas que nos hacemos en este planeta (las otras dos serían ¿De dónde vengo? y ¿A dónde voy?). El espejo, por supuesto, apenas nos devuelve una imagen de nosotros mismos que no sólo resulta superficial, sino invertida. Tendríamos que vernos desde el otro lado del espejo, dar el salto imposible que diera Alicia para contemplarnos de frente, como nos ven los demás.


Las fotos, como toda imagen, carecen de profundidad. ¿Quién soy, quién he sido? ¿Qué ha sido mi vida? ¿Qué he hecho de ella (o qué ha hecho ella de mí)? La introspección nos ayuda a responder a estas preguntas: con ella buscamos esos elementos permanentes con los que nos podemos identificar. Sí, todo es cambio, pero ciertamente, en medio de esa tormenta de variaciones y mudanzas, podemos detectar algo que, a lo largo de nuestra vida, ha permanecido constante: una inclinación, ciertas tendencias, aficiones y gustos, o simplemente una manera de ver la vida, de relacionarnos con el mundo y de tratar de entenderlo.


La otra forma de conocernos es a través de los demás. El mismo Jesús le hace esa pregunta a sus discípulos: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? (Mateo 16:15) e, incluso, ¿Quién dicen los hombres que soy yo? (Marcos 8:27), manifestando así una inseguridad sobre sí mismo insólita en un enviado de dios, pero que se agradece porque revela su verdadera condición humana. Así, los políticos encargan sondeos y encuestas de opinión (y de vez en cuando, votaciones por teléfono) para confirmar su imagen: "Sí, soy lo que los demás quieren que sea; por eso votan por mí."


Pero para el hombre común no es tan fácil encargar una encuesta y por ello acude a psiquiatras, terapeutas, consejeros, confesores o, de plano, peluqueros y cantineros. Todos ellos nos permiten reflexionar sobre nosotros mismos, nos muestran una faceta de nosotros mismos que siempre está oculta a nuestros ojos. Los más afortunados cuentan para este proceso con amigos o cónyuges. De hecho, este reconocimiento mutuo empieza desde los primeros pasos de cualquier relación: Díme quién eres y te diré quién soy. O, al menos, díme quién crees ser y te diré quién creo ser.


Pero hay una forma más. Hace unas semanas me entrevistaron, a fin de publicar un "retrato" mío en un periódico. De una conversación de cuatro horas surgió un texto de 850 palabras con el que el lector puede saber quién soy yo. ¿Será cierto? Échele un ojo a la entrevista y dígame si yo soy ese que ahí se ve.

15 diciembre, 2004

El regreso de Solimán el Magnífico


Solimán el Magnífico está de regreso en Europa, aterrorizando a las buenas conciencias Así como en el siglo XVI, las fuerzas del imperio otomano llegaron a las puertas mismas de Viena, de las que tuvieron que retirarse sólo debido al mal tiempo, ahora Turquía toca insistente a las puertas de la Unión Europea, pidiendo cortésmente su entrada.

O quizá no muy cortésmente, si leemos las declaraciones de Recep Tayyip Erdogan, el primer ministro turco y, en cierta manera, descendiente del imperio de la Sublime Puerta, quien tajantemente ha rechazado que las negociaciones —cuya fecha de inicio habrá de decidirse en la cumbre europea de este jueves y viernes— desemboquen en algo que no sea la plena adhesión de Turquía a la Unión Europea.

En efecto, ahora en Europa el debate es sobre la definición de sus fronteras, algo que quienes estudiamos geografía en primaria jamás habríamos imaginado. Como perdedor de la primera guerra mundial, el imperio otomano firmó los tratados del Trianón, en 1920, con lo que aceptó la pérdida de los territorios europeos conquistados a lo largo de varios siglos. De este modo, sólo conservó una pequeña parcela en suelo europeo, en la que se encuentra nada menos que la ciudad de Estambul, orgullosa capital del imperio (condición que perdería en 1923 ante Ankara) que en ese tiempo todavía se le conocía por su nombre cristiano: Constantinopla.

Tras la derrota en la guerra y la pérdida de su condición imperial, Turquía emprendió el camino de la reforma, bajo la férrea mano de Kemal Atatürk, padre del actual estado y creador de muchas de sus instituciones. (Una de sus reformas, por cierto, fue la substitución de la escritura árabe por la latina y la adopción de los atuendos europeos, como señala de pasada Antoine de Saint-Exupéry en El principito.)

Geográficamente, pues, Turquía se encuentra en esa encrucijada de civilizaciones cuyo choque predijo Huntington: con un pie en Europa y el resto del cuerpo en el Asia menor, en puntual interpretación de la imagen caricaturesca de los vendedores que ponen el pie en la puerta para evitar que se la cierren en las narices. Y por eso mismo, siente el derecho de considerarse un país europeo.

Ese derecho, hemos de agregar, les fue reconocido a los turcos por los dirigentes de la Unión Europea desde 1999. En principio, pues, Turquía sí pertenece a Europa y, con ese título, es legítimo aspirante a integrarse en la Unión Europea. Sólo que hay un ligero problema. Como sabemos, Turquía es un país mayoritariamente musulmán. Y aunque los propios europeos se negaron a consagrar en su proyecto de constitución que la Unión está basada en los valores cristianos —como querían algunos países, como Polonia, acicateados por el Vaticano—, siguen teniendo reticencias a aceptar en su seno a quienes no los profesen. Ciertamente no podemos obviar la hipocresía que esto implica. Primero, porque en Europa, como reveló una reciente encuesta del Instituto GFK, la profesión de fe está muy desligada de la práctica. En Europa occidental, por ejemplo, aunque el 68% se dice creyente, sólo el 24% es practicante. Y el 25% de plano se declara ateo.

En segundo lugar, porque si Ankara ya cumplió los llamados criterios de Copenhague —referidos a determinadas condiciones, como el respeto a los derechos humanos, estado de derecho, elecciones democráticas y libres, etcétera—, la única razón por la que se le puede negar el ingreso es el criterio religioso. ¿Y cómo lo puede esgrimir legítimamente una unión que no se considera un “club cristiano” y cuyos pueblos tienen la tendencia a relegar al olvido a la religión?

Asombra, además, que sea un pueblo como el francés, que siempre se ha pretendido tolerante, el que más reticencias muestre ahora ante el ingreso de Turquía. Al grado que el presidente Jacques Chirac pretende que se realice un referendo que decida la adhesión de los turcos, proceso inusitado que no se le aplicó a ninguno de los 25 países que conforman actualmente a la Unión Europea.

Asimismo, el proceso se anuncia largo: de marchar bien las cosas, Turquía puede esperar su ingreso para el año 2015, cuando seguramente ya no estarán en el escenario muchos de los que ahora agitan el fantasma del terrorismo islamista para asustar a los europeos por el ingreso de Turquía en su exclusivo club.



14 diciembre, 2004

De la confusión mental y otros horrores

Aunque tenía referencias de la Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas, nunca había tenido la oportunidad de toparme cara a cara con su sitio Web. Claro, primero tendría que confesar mis prejuicios, no sólo de fondo, sino también de forma, antes de analizar lo que ofrecen estas páginas.


De entrada, tengo que decir que estoy convencido de que la lengua es el reflejo del pensamiento. No concibo que alguien que se expresa en forma confusa pueda tener claras las ideas. Asimismo, me parece síntoma de la más evidente incultura el hecho de desdeñar las normas de ortografía, al grado de ni siquiera tomarse la molestia de pasar un documento por el corrector ortográfico que, a estas alturas, se encuentra disponible hasta en el más humilde procesador de textos. Porque, ¿cómo viene una persona a decirme que es un dedicado investigador, de fenómenos normales o paranormales, para el caso es lo mismo, si su forma de expresarse y de redactar revela que no tiene ni el más mínimo contacto con los libros y la palabra impresa? ¿Cómo cree alguien que vamos a respetar sus calificaciones académicas, si lo primero que hace es decirnos “como usar la WEB” (sic), “para acceder a unas explicaciones muy senzillas del manejo de la web” (resic) o que nos invita a “date de alta para entrar. Podras crearte una” (recontrasic)? Y, para empezar,¿qué
telaraña mental han de tener estos individuos, para no saber siquiera el género al que pertenece su sociedad? En algunas partes la llaman “la SEIP”, pero en otras vemos que nos instan a “unirnos al SEIP”. Y, de hecho, el nombre de dominio de su engendrito es, precisamente, “elseip.com”. ¿Será que por andar investigando cosas para anormales descuidan algo tan normal como el género gramatical?


En fin, a diferencia de otros blogueros que dedican sus esfuerzos y tiempo a refutar punto por punto las pretensiones de estos charlatanes con disfraz de investigador, a mí me parece una pérdida de tiempo la pretensión de ganar almas para la causa racionalista. En primer lugar, porque siento que se le predica a los convencidos. Los clientes de sitios como el de la citada SEIP, de Jaime Mausán y demás vivales que se dedican a exprimir bolsillos ajenos a base de explotar miedos, jamás frecuentan aquellas páginas en las que el afán es fomentar el pensamiento crítico, combatir patrañas y supercherías y desenmascarar charlatanes. Aun en el improbable caso de que cayeron en tales páginas, los seguidores convencidos simplemente no las leerían; y aun si las leyeran, lo harían convencidos de que están frente a un calumniador. Por una razón muy simple: el que se mete a Internet en busca de ovnis y técnicas de levitación, lo que quiere es encontrar a quien lo conforte en la idea de que sus afanes son correctos, no a quien lo contradiga (algo que también podemos ver en el mundo real).


Queda la posibilidad, improbable, eso sí, de que nos lea alguien realmente inocente, que busque información imparcial y que esté tratando de formarse su propio juicio. Ésta sería la única justificación del empeño no de exponer la neta del planeta, sino de invitar a la gente a que piense por sí misma, a que razone y a que se documente antes de aceptar en forma acrítica cuanto embuste le sea lanzado con el fin de abrirle los bolsillos.

08 diciembre, 2004

Los absurdos del bloqueo

Si resulta absurdo el hecho de que Estados Unidos se empeñe en mantener el criminal bloqueo económico contra Cuba —que en la práctica sólo sirve para justificar el fracaso del gobierno castrista—, me parece aun más absurdo que Washington imponga sanciones a empresas de otros países que lo violen.


Pero ya metidos en la lógica del absurdo, ¿qué puede pensarse de las empresas europeas que pagan tales multas a la hacienda estadunidense?

01 diciembre, 2004

Justicia por propia mano

La sociedad mexicana sigue sacudida por los violentos hechos ocurridos el martes pasado en Tláhuac, donde una turba enardecida agredió a tres policías, dos de los cuales fueron quemados vivos y el tercero se encuentra aún en estado de gravedad.


Se investiga si alguna de las corporaciones, o mejor dicho, de los responsables de las corporaciones, incurrió en omisión del deber al no acudir oportunamente al rescate de los agentes de la ley. Y desde ahora podemos anticipar que rodarán algunas cabezas menores, que serán consignados algunos de los perpetradores materiales del linchamiento, y que después se olvidará ese trágico asomar del México bronco.


Según los noticieros de la televisión, la agresión se debió a que los habitantes de San Juan Ixtayopan temieron que los policías fueran secuestradores de menores, pues se encontraban a bordo de un auto, grabando a los niños que salían de una escuela. Uno de los policías alcanzó a explicar, ya bastante golpeado, que se encontraban realizando labores de inteligencia.


Vamos a obviar la confusión mental que padece una persona que equivoca a la inteligencia con el espionaje. Parece que ser espía estos días está mal visto, mientras que no deja de tener cierta aureola de respetabilidad llamarse agente de inteligencia.


Lo que asombra es que el hecho de ser agentes de la ley no haya protegido a estos tres policías. Y peor: que la multitud se haya encarnizado aun más al saber que no tenía en sus manos a delincuentes, sino a quienes supuestamente tienen el deber de combatirlos. No podemos llegar al grado de decir que la turba se hubiera mostrado más compasiva de haberse corroborado la sospecha de que eran secuestradores, pero el hecho es que, por lo menos, les dio el mismo trato.


Lo que aquí está a la vista es el odio —por lo menos la desconfianza— que siente el pueblo hacia los representantes de la autoridad. El número de cabezas que rueden, de personas que sean enjuiciadas y de responsabilidades fincadas no logrará zanjar el profundo abismo que separa a esas dos esferas. Y el espectro de esa ruptura seguirá planeando en nuestro país mientras la gente no le tema tanto a la policía como a los delincuentes.

25 noviembre, 2004

Los milagros de la virgen del sándwich

Veintiocho mil dólares no pueden estar equivocados: Si el casino en línea Golden Palace pagó esa cantidad por un sándwich tostado de queso, en el que cualquier persona bien intencionada y con un mucho de imaginación podría adivinar las facciones de la virgen María, eso quiere decir que, efectivamente, el sándwich es milagroso y nos encontramos ante un fenómeno de plano inexplicable por medio de nuestros limitados conocimientos.


Pero recapitulemos la historia, que a estas alturas ya le ha dado varias vueltas al mundo. Hace diez años, la estadounidense Diane Duyser se preparó un sándwich tostado de queso para cenar y, después de haberle dado la primera mordida, cayó en la cuenta de que en el pan se había formado, milagrosamente, la imagen de la virgen María.


¿No me lo quiere creer? Échele un vistazo al sándwich de marras:



¿Verdad que se ve clarito que es la virgen? Bueno, pues Diane decidió que sería una irreverencia hincarle el diente y dejó el sándwich en el buró de su recámara. Su carácter milagroso obviamente lo protegió de la corrupción, del moho y demás deterioros a los que está sujeta la materia orgánica. Metido en una cajita de plástico, con algodones, el sándwich le sirvió de consuelo a Diane en sus ratos difíciles, si bien ella misma admitió que al principio se había asustado.


No sabemos qué motivó a Diane a desprenderse de tan insólita reliquia. El caso fue que la semana pasada la ofreció en subasta a través de eBay. Y así, este miércoles, el casino en línea Golden Palace le entregó un cheque por 28 mil dólares a cambio del sándwich. ¿Qué interés tiene esa empresa, al parecer muy desligada de los afanes religiosos que representa la virgen María? "Consideramos que ésta es una pieza de cultura pop para Estados Unidos", declaró su director Steve Baker, quien además señaló que este ícono saldrá de gira por todo el mundo.


¿Apariciones milagrosas en el pan? Todavía no se establece la autenticidad de las del Tepeyac, ¿y ya nos quieren venir con otras? En España todavía no se aplaca el furor de las caras de Bélmez y ahora, por lo visto, los traficantes de engaños nos vienen con uno más. Claro, como éste procede de Estados Unidos, viene con todo su sello: una enorme suma de dinero, una transacción por Internet, gran atención de los medios y un mensaje "edificante", a cargo de la perpetradora de este truco: "Quiero compartir esta bendición con los demás", declaró Diane, quien atribuye a las propiedades milagrosas de la virgen del sándwich haber ganado un premio de 70 mil dólares en un casino. Y además, claro, los 28 mil dólares que le acaban de pagar.

22 noviembre, 2004

La política de la enchilada

Ahora que nuestra política migratoria abandona las salas de negociación y se va a la cocina por la enchilada completa, aunque los gustos de Derbez lo inclinen más por el Taco Bell, conviene recordar el origen patibulario de esa expresión, no para tratar de adivinar a dónde nos lleva —pues ya sabemos que la etimología no siempre es digna de confianza— sino para conocer de qué personajes carcelarios provienen los dichos de nuestros prohombres políticos.


Corría el año de 1973 y en Estados Unidos estaba a toda marcha la investigación de los sucesos de Watergate. Repasemos un poco: durante la campaña electoral de 1972 fueron detenidos unos hombres que se habían metido a las oficinas de la campaña del Partido Demócrata, en el hotel Watergate de Washington. Lo que empezó como un vulgar robo resultó ser una colosal conspiración orquestada por el propio presidente Richard Nixon para espiar y difamar a sus rivales, la cual le valió ser reelegido ese año. Poco le duró el gusto: ante las presiones de los medios y del congreso, Nixon prefirió renunciar a la presidencia para evitar ser enjuiciado. En 1974 lo sucedería en el cargo el oscuro Gerald Ford, quien a su vez había asumido la vicepresidencia tras la dimisión de Spiro T. Agnew, acusado también de maniobras ilegales.


Uno de los aspectos decisivos de ese escándalo era la existencia de un fondo sucio: varios millones de dólares dedicados a comprar y acallar conciencias, siempre con la reelección de Nixon en la mira. Uno de quienes manejaban dichos fondos era Herb Kalmbach, quien el 19 de abril de 1973 sostuvo una conversación telefónica con John Erlichman. Éste le prevenía a Kalmbach, que era el abogado personal de Nixon, que John Dean —que poco antes había renunciado a su cargo de asesor presidencial— había decidido cooperar con el departamento de justicia y estaba dispuesto a hablar.


En esos momentos fue cuando Kalmbach preguntó si Dean podría revelarlo todo. Y lo hizo con la expresión que se convirtió en un clásico: The whole enchilada?


Así fue. John Dean ofreció revelarlo todo a cambio de inmunidad (el curioso sistema judicial estadounidense premia a los delincuentes que delatan a sus compinches). Y a fines de junio de 1973, Dean implicó a Nixon en el encubrimiento del caso Watergate.


El curioso lector podrá preguntarse cómo fue que esta expresión quedó asociada con la política migratoria del gobierno de Vicente Fox. Para eso tenemos que dar un brinco de casi 30 años y aterrizar en Phoenix, Texas, en 2001, cuando en una reunión con periodistas latinos, el entonces secretario mexicano de relaciones exteriores, Jorge Castañeda, afirmó que en las negociaciones sobre migración con Estados Unidos, México iba "por la enchilada completa o por nada; no la podemos ir rebanando".


Es evidente que para entonces, la expresión "the whole enchilada" para referirse a todos los componentes de un asunto, el paquete completo podríamos decir, ya se había arraigado entre los idiotismos del inglés estadounidense. Seguramente estaba al lado de the whole shebang, usada con el mismo sentido desde mucho antes. Y a Castañeda le ha de haber parecido divertido usar un término tan informal en un contexto tan serio, especialmente dado el mexicanísimo origen de las enchiladas.


En la mente del curioso lector quedará otra pregunta: ¿Cómo se supo que Kalmbach utilizó esa expresión en una conversación telefónica? La respuesta es sencilla: los teléfonos estaban intervenidos, las conversaciones se grababan y las transcripciones se dieron a conocer años después.


Y ya que estamos de inquisitivos, podríamos preguntarnos qué hubiera dicho algún personaje mexicano en circunstancias similares (aunque aquí no sólo leemos la transcripción de sus conversaciones, sino también las vemos y las oímos, gracias al avance del video y a la complicidad de las televisoras). Cuando alguien (póngale el nombre que guste) le advierte a otro alguien (también lo dejamos al gusto del lector), que un tercer alguien está dispuesto a revelar alguna turbia conspiración para, digamos, hundir a un precandidato de la oposición, el segundo sujeto podría preguntar: ¿Toda la sopa?


14 noviembre, 2004

Quince años en busca de lo milagroso

Durante 15 años, de febrero de 1987 a febrero de 2002, el Laboratorio de Zetética, de la Universidad Nice-Sophia Antipolis, estuvo ofreciendo un premio, primero de medio millón de francos, después de un millón y, por último de 200 mil euros, a la persona que demostrara, en condiciones controladas de laboratorio previamente acordadas entre los participantes, tener algún poder paranormal. El premio, es obvio decirlo, nunca se concedió.


No por que no hubiera candidatos; por el contrario, varios cientos de personas se pusieron en contacto con los promotores de este concurso, Henri Broch, doctor en ciencias, el ilusionista Gérard Majax y el científico belga Jacques Theodor. Sin embargo, gran parte de las personas que se interesaban acababan retractándose al momento de establecer los procedimientos de control del experimento. Y muchas de plano ni se presentaban a la hora de la hora.


Y es que una cosa es decir que se tienen poderes paranormales y otra, muy diferente, es someterlos a una investigación científica rigurosa. No es lo mismo embaucar a incautos carentes de toda formación científica, que a investigadores serios que abren su mente (y su bolsa) en un intento honesto por averiguar la realidad de las pretensiones paranormales.


Algunos de los candidatos, después de haber iniciado ellos mismos el contacto, se retiraban indignados, afirmando que ellos no eran animales de circo para ser exhibidos. Éste es un recurso muy utilizado por quienes se niegan a someter sus presuntos poderes a pruebas serias: alegan una espiritualidad que les impide exhibirlos ante incrédulos, pretenden que sólo deben emplearse con fines altruistas o esgrimen otros argumentos de ese tipo.


Aquí en lo personal, si yo practicara, por ejemplo, meditación trascendental y, como se pretende en las fases avanzadas de esta técnica, pudiera levitar, pues francamente sí me hubiera presentado al concurso de marras. Por varias razones. La primera, para clavar la bandera de mi secta en las alturas de la ciencia. ¿Se imaginan ustedes que la meditación trascendental hubiera sido la única en poder demostrar en laboratorio sus pretensiones? ¡Qué golpe publicitario tan tremendo! Podemos imaginar las manadas de personas que acudirían a sus centros para aprender tan maravillosa técnica.


La segunda razón es que no veo razón alguna por la que haya que mantener en secreto la posibilidad de levitar, o hacerlo sólo ante otros igualmente iniciados en el yoga volador, como se llama la levitación dentro de la meditación trascendental. ¿Que no somos animales de circo, fenómenos de feria para andarnos exhibiendo? Pero, ¿qué no el mismo Jesús sintió la necesidad de obrar milagros ante la gente para demostrar la verdad de sus palabras? ¿Por qué los seguidores de Maharishi han de sentirse aun más puros que él y tener prurito en levitar frente a un escéptico para convencerlo de su error?


La tercera razón, como habrán adivinado, es el jugoso premio. ¿Que no hay que ser egoístas y no debemos utilizar nuestros poderes en provecho personal? Muy bien, pero, ¿cuantos centros de meditación no podrían establecerse con esos fondos? Incluso podrían darse cursos gratuitos, no como hacen actualmente que cobran un dineral por enseñarnos un mantra y decirnos que nos sentemos de 15 a 20 minutos, dos veces al día, a repetirlo sin cesar.


Claro, ésas son las razones para sí haberse presentado. ¿Qué razones pudieron haber tenido para no haberlo hecho? La única que se nos ocurre es que tanto los voladores de Maharishi, como todos los demás charlatanes que pretenden convencernos de tener el remedio infalible para todos nuestros males, saben perfectamente que sus pretensiones son falsas. En el mejor de los casos, como les ocurrió a decenas de personas que se presentaron a los experimentos (desde aquellos que momificaban limones por imposición de manos, hasta los que adivinaban el pensamiento o los números ganadores de la lotería, cerraban puertas y ventanas con el poder de la mente o se comunicaban con el más allá a través de la televisión), simplemente se trataba de personas bien intencionadas, que se habían engañado a sí mismas a raíz de nunca sabremos qué traumática experiencia. Esperemos que éstas se hayan dado cuenta de la inexistencia de sus poderes paranormales, de la futilidad de buscarlos y de la necesidad de poner los pies en la tierra.


El concurso, como dijimos, ya está cancelado. Sus organizadores se cansaron de mantener una estructura administrativa para responder a charlatanes e ingenuos que a última hora no se presentaban, o cuyos intentos por demostrar sus poderes resultaban invariablemente un fracaso. Quince años en busca de lo milagroso sólo sirvieron para convencerlos de su inexistencia. Sin embargo, aunque ya no dan el premio, el laboratorio de zetética* sigue abierto a quienes quieran someterse a sus pruebas. Si usted se anima, consulte sus páginas para presentar su solicitud.


 




*La zetética, como nos informan estos investigadores, es el método que se utiliza para penetrar la razón de las cosas. De hecho, precisan, es el rechazo de toda afirmación dogmática y ahora se le considera un enfoque científico rigurosos ante los llamados fenómenos paranormales.



09 noviembre, 2004

Los ocho criterios de Lifton

Dadas las connotaciones negativas de la palabra secta, el mundo académico ha hecho grandes esfuerzos por encontrar un término que permita su estudio, sin estar cargado de juicios. En la opinión popular, secta siempre designa, por lo menos, a un grupo separado de la corriente principal, pero a causa ya sea de un error dogmático (como es el caso de los testigos de Jehová, que no aceptan la divinidad de Jesucristo), ya sea de un capricho personal del fundador (como resulta para los católicos el anglicanismo, pese a ser una religión de estado, surgido para permitir el divorcio de Enrique VIII).


Pero a partir de hace unos veinticinco años, el problema deja de ser exclusivo de la teología y entra en la esfera de lo social. El suicidio colectivo de los miembros del Templo del Pueblo, secta dirigida por Jim Jones, en Jonestown, Guyana, marca la toma de conciencia sobre los peligros de estos grupos. Así, al concepto de secta se le agrega, aparte de la disidencia caprichosa o herética, el de peligrosidad para sus miembros. Las sectas destructivas habrán de ir apareciendo en los titulares de la prensa, conforme van saliendo a la luz el número de muertes que causan: 914 miembros del Templo del Pueblo en Guyana, en 1978; más de 80 personas en Waco, sede de los davidianos, en 1993; la Orden del Templo Solar, en 1994, en Canadá y Suiza; el atentado en el metro de Tokio perpetrado por los adeptos de la Verdad Suprema en 1995, y los más de mil muertos del Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos, en Uganda, en el 2000, en un suicidio colectivo ritual.


Algunos estudiosos de este fenómeno, deseosos de contar con un término neutro, han propuesto el de nuevos movimientos religiosos que, efectivamente, carece de toda connotación y que simplemente alude al hecho de no ser una religión tradicional y establecida. El problema es que, desde el punto de vista de sus creencias, muy pocos de estos movimientos pueden pretender ser nuevos. La mayoría se basa en una interpretación disidente de los mismos textos sagrados de las grandes religiones: la Biblia, el Corán (por ejemplo, el sufismo dentro del Islam), los Vedas (los hare krishna), o de una mezcla sincrética de enseñanzas tomadas de aquí y de allá.


Pero hay otro problema, más de fondo. Es una aberración designar a una secta socialmente peligrosa, como la Verdad Suprema, con el mismo término aplicado a corrientes religiosas que simplemente se apartan del dogma tradicional. Esta distinción no es banal ni se limita a la esfera de lo individual. En muchos países, México entre ellos, las asociaciones religiosas gozan de ciertos privilegios. Otorgárselos a todas bajo el amplio paraguas del término nuevos movimientos religiosos constituye un despropósito de la ley, pues ciertamente no puede ser la finalidad de ésta beneficiar a un grupo que se dedica a corroer el tejido social, perjudicando a sus miembros ya sea en lo psicológico o en lo económico.


Para no descartar el término secta por presiones de lo políticamente correcto, se ha propuesto simplemente predicarle el adjetivo destructiva, con lo que se tiene una expresión que substantivamente nos habla de una corriente religiosa apartada de la ortodoxia, y que también nos advierte de los peligros que encierran sus prácticas para sus miembros.


¿En qué momento una corriente religiosa se convierte en secta destructiva? Definir este punto reviste la máxima importancia, por cuanto que es lo que nos permitirá distinguir a un apacible gurú de un fanático peligroso. El aspecto central de una secta destructiva es la manipulación de que hace objeto a sus miembros. Y para detectar esta manipulación, los estudiosos se basan en los siguientes ocho criterios establecidos por el Dr. Robert Lifton.



  1. Control de la comunicación. El grupo decide con quiénes se comunican y relacionan los adeptos, y limita sus fuentes de información. Esto puede ser en forma de prohibición explícita o implícita ("No hay que perder el tiempo leyendo periódicos.") o como consecuencia de las demandas de participación en el grupo, por lo que el adepto no tiene tiempo para otras actividades.
  2. Misticismo artificial. No es difícil crear experiencias místicas que refuercen la sensación de "estar avanzando en el sendero": velas, incienso, rezos o mantras, música y otros elementos pueden usarse para convencer al adepto de la validez de las prácticas.
  3. Redefinición de los términos. Cada grupo tiene su propio lenguaje, su propia interpretación de las palabras, incluso las de uso común. Aprender a usar este vocabulario crea en el adepto una fuerte sensación de pertenencia que, en muchos casos, es precisamente lo que buscaba al integrarse al grupo.
  4. Primacía de la doctrina sobre la persona. La experiencia individual no puede contradecir al dogma. Si el grupo dice que en una meditación se ven estrellas o se habla con el "maestro personal", eso es lo que el adepto dice o cree que ocurre. Si en el fondo admite que no sintió nada, se justifica con la noción de que "aún no ha avanzado lo suficiente".
  5. Infabilidad del dogma. El dogma es incontrovertible, ya sea porque se trate de una revelación divina o porque sea la palabra del maestro.
  6. Culto a la confesión. La confesión pública no sólo permite redimir los "pecados", sino que establece fuertes lazos de complicidad entre los adeptos. Estas confesiones, por lo demás, anulan la individualidad en favor del grupo.
  7. Demandas inalcanzables de pureza. Si se establece una norma inalcanzable, el adepto vive en un estado continuo de vergüenza y culpabilidad que lo vuelve vulnerable a otras demandas. Así, por ejemplo, una persona acaudalada que no puede abstenerse del sexo como se lo pide el grupo, fácilmente se desprende de su dinero a modo de compensación y "purificación".
  8. Dispensación de la existencia. El grupo decide quién tiene derecho a vivir y quién no. Si no en esta vida, al menos sí en el más allá que les tiene prometido a los adeptos que cumplan con todas las reglas. Es decir, el grupo establece las normas de salvación.

Robert Lifton fue un psiquiatra y sociólogo que estableció estos criterios tras estudiar las técnicas de coerción empleadas en China para convertir al comunismo a los disidentes e incluso a los prisioneros de guerra (los famosos lavados de cerebro). Actualmente, éstos son los criterios que se aplican para detectar a las sectas destructivas.


Existen también otros criterios que valdrá la pena analizar con más detalle en una nota posterior. Pero no quiero terminar ésta sin hacer una observación personal a modo de pregunta: ¿No pareciera que estos criterios de Lifton podrían apliacarse no sólo a las sectas destructivas, sino incluso también a las religiones mayoritarias? ¿No están presentes en todas ellas estas características, al menos en forma embrionaria?


05 noviembre, 2004

La broma de la Tierra plana

Me había hecho la promesa de no burlarme más de creencias absurdas, pero no resisto la tentación de comentar los desvaríos propagados por la Sociedad de la Tierra Plana. Ya hasta la iglesia católica admitió que la Tierra es redonda (ligeramente esferoidal, digamos), pero todavía queda gente que afirma que nuestro planeta es plano.


Quiero ser prudente, empero, y no tomar en serio lo que puede ser un engaño de alguien que le quiere tomar el pelo al mundo, haciéndole creer que existen personas convencidas de que la Tierra es plana. Así pues, a fin de ilustrar a nuestros lectores, me limitaré a citar in extenso algunas de las preguntas y respuestas encontradas en este sitio.




  • ¿Qué forma tiene la Tierra?
  • La Tierra es plana. Es de forma pentagonal y por tanto tiene cinco esquinas.
  • ¿Qué es el platigeanismo?
  • El platigeanismo es la hipótesis científica que sostiene que la topología de la Tierra es plana.
  • ¿Qué longitud tiene el borde de la Tierra?
  • El borde de la Tierra tiene una longitud infinita.
  • ¿Esto está conforme con la teoría de la Tierra hueca?
  • Sí, por debajo de la Tierra, o colgada de su borde, hay una tierra poblada por mujeres de piel verde o por nazis.
  • ¿Qué hay de la gravedad?
  • La gravedad es una mentira inventada por los propagadores de la falsa teoría de la Tierra esférica. Nunca se ha demostrada la teoría de la gravedad. No hay gravedad, solo inercia. La Tierra se mueve por el espacio como un gigantesco elevador. No nos caemos ya que nos mantiene la inercia. La Tierra tiene inercia.
    Existe una escuela de pensamiento que asevera, sin embargo, que la Tierra no se mueve por el espacio, sino más bien descansa en el caparazón de una tortuga gigante, y que lo que llamamos gravedad de hecho es el magnetismo animal de la tortuga.


Bueno, basta. Esta página definitivamente es una broma. Reconozco que caí en ella y eso que no es el día de los inocentes.

Cultos, sectas y otros movimientos del montón

Quien quisiera normar sus conceptos mediante definiciones de diccionario, acabaría aceptando, por ejemplo con Martín Alonso, que una secta es una falsa religión enseñada por un maestro famoso. Sin embargo, esta definición adolece de una visión parcializada ¿Cómo podemos aceptar ese término de falsa religión en una obra que se pretende científica? En ese sentido, sorprende descubrir que el diccionario de la Real Academia nos ofrece una definición mucho más objetiva: Conjunto de creyentes en una doctrina particular o de fieles a una religión que el hablante considera falsa.


Desde un punto de vista estrictamente racional, todas las religiones o son falsas o son verdaderas, pues lo primero que está a debate es el concepto mismo de religión (la existencia de un dios que la justifique); después ya podría analizarse si una religión determinada es "verdadera" o "falsa".


En cuanto a las sectas, esta palabra deriva del latín sequi y significa línea de conducta que se sigue, partido o bando, escuela filosófica, sin ninguna implicación, como vemos, respecto de la veracidad o falsedad de sus doctrinas. Sin embargo, la injerencia dogmática en las ciencias, en este caso la ciencia de la etimología, hace que algunos quieran derivar la palabra secta del latín secare, que significa cortar. Y desde la visión catolicocéntrica, este corte sólo puede producirse, por supuesto, con respecto de la iglesia católica y de ahí tenemos esas definiciones tan deformadas.


Las definiciones de diccionario no son las únicas. Por ejemplo, en una página Web católica nos topamos con la siguiente: grupo autónomo, no cristiano, fanáticamente proselitista, exaltador del esfuerzo personal, expectante de un inminente cambio maravilloso, ya colectivo, ya individual. Creo que no podría encontrarse otra definición más contaminada por los prejuicios. Destaca, primero, el hecho de que afirmen que las sectas no son cristianas, como característica importante de su definición. ¿Qué hay, pues, de la multitud de iglesias fundadas en una lectura apresurada y prejuiciada de la Biblia, y en especial del Nuevo Testamento? ¿No eran cristianos los davidianos de Waco, los ovnílatras de las Puertas del Cielo, e incluso los miembros de la iglesia universal del empresario Moon? Al poner lo no cristiano como elemento central de una secta, esta definición, de paso, descarta tranquilamente incluso a las religiones establecidas antes que el cristianismo. De ese modo, el hinduismo, el judaísmo, el budismo y el islam, por mencionar sólo algunas, quedan convertidas en sectas, con la carga peyorativa que esta palabra ha ido recogiendo desde hace tiempo.


Así como en sociolingüística se dice que la diferencia entre un idioma y un dialecto es que el primero cuenta con un ejército que lo apoya, también podríamos decir que, a fin de cuentas, la diferencia entre una religión y una secta es que aquélla tiene poder. Ya sea que definamos secta como escuela filosófica o como grupo escindido, tenemos que admitir que, en un principio, el cristianismo fue una secta judía, que alcanzó el "grado" de religión cuando Constantino la convirtió en religión de estado tras la batalla contra Majencio (312 d.C.).


Pero por mucha luz que arroje la etimología sobre el significado de las palabras, hemos de convenir en que éstas no son estáticas. Querer apegarnos, pues, al sentido primigenio de una palabra es desconocer la evolución que haya tenido en siglos de uso y manoseo. De este modo, si en principio la palabra secta fue neutra, en la actualidad ha adquirido el sentido peyorativo al que aludíamos más arriba.


Jeffrey Hadden, profesor de sociología de la Universidad de Virginia, señala que el término nuevos movimientos religiosos, para referirse a las sectas sin lastimar susceptibilidades, no ha arraigado ni en el ámbito académico ni entre el público en general. Surgido hace unos treinta años, cuando la explosión del movimiento new age hacía necesaria la adopción de un término sin connotaciones peyorativas para designarlo, ese término adolece de un problema de fondo: muchos de esos movimientos no tienen nada de nuevo. Por el contrario, resultan más bien un resurgimiento de religiones antiguas, como la Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna (cuyos miembros son designados popularmente como hare krishnas, por el mantra que repiten sin cesar), fundada en 1966, o una adaptación a los tiempos modernos de prácticas milenarias, como la meditación trascendental.


Por influencia del inglés, últimamente se ha usado la palabra culto como casi sinónimo de secta, siendo la diferencia que la primera sirve para designar a los grupos considerados peligrosos; la segunda se usa con un sentido más neutro pero que sigue aludiendo al hecho de ser una corriente disidente con respecto de una línea religiosa convencional.


Pero en sentido estricto, el culto es el conjunto de ritos con el que se rinde homenaje, y no designa ni a las personas que lo practican ni a la doctrina que lo sustenta. Sin embargo, la necesidad de contar con un término que distinga a los grupos peligrosos de los relativamente inocuos, en cierta medida justifica la adopción de esa influencia.


Por cuanto implican una carga de juicio, estos términos resultan problemáticos, por decir lo menos. En efecto, ningún grupo aceptará ser estudiado si se le va a poner la etiqueta de "culto" o "secta", dadas sus connotaciones. Cualquiera rechazaría las implicaciones de ser llamado sectario. Sin embargo, para fines prácticos —y quizá políticamente incorrectos— estas palabras funcionan perfectamente.


Y ya que podemos hablar con libertad en estos términos, deberemos despejar la diferencia entre culto y secta, señalando las características que vuelven peligroso a cualquiera de estos movimientos. Eso, no obstante, tendré que dejarlo para otra ocasión.



04 noviembre, 2004

La madre de todos los avistamientos

Aunque presentes en muchas fantasías anteriores, la madre de todos los avistamientos de ovnis ocurrió el 24 de junio de 1947, cuando el piloto estadounidense Kenneth Arnold vio nueve objetos brillantes, volando a 1,600 millas por hora, en el estado de Washington. En ese momento, no tuvo ninguna explicación, y de ahí concluyó que algo que volara a 2,574 kilómetros por hora sólo podía ser ajeno al hombre. La forma de los objetos le recordó la de un plato y así nacieron los famosos platillos voladores. Así se inició el actual movimiento de ovnilatría, que busca afuera de nuestro planeta las respuestas a las preguntas que siempre han acosado a la humanidad. Y si al dar estas respuestas, algunos vivales pueden forrarse los bolsillos, tanto mejor.


Un detalle que no escapa a ningún observador es la fecha: apenas dos años antes había concluido la guerra más terrible que había conocido la humanidad y la gente estaba literalmente agotada, llena de angustias que no podía resolver una iglesia que no sólo se había mostrado incapaz de resolver (ni siquiera atenuar) el conflicto, sino que se había aliado —abierta o soterradamente— con las fuerzas del mal (o con aquellos países que, en la percepción general, las representaban).


La necesidad de creer fue aprovechada por algunas personas que, más adelante, no sólo dijeron haber visto ovnis, sino que aseguraron haber hecho contacto con sus tripulantes. Uno de los primeros contactados fue George Adamski, quien aseguró haberse reunido con un "ser humano de otro planeta", el 20 de noviembre de 1952. Adamski es el autor de uno de los libros canónicos de la ovnilatría, Los platillos voladores han aterrizado, publicado en 1954*.


Pero regresemos a la posguerra y al ambiente de desasosiego que reinaba en ese entonces. Adamski aseguró que la razón de la visita de los extraterrestres era su preocupación por la sobrevivencia de la humanidad. Las explosiones de Hiroshima y Nagasaki habían revelado la capacidad de destrucción alcanzada por el hombre. Esto, afirmaba Adamski —y lo siguen afirmando sus émulos, como los de la Sociedad Aetherius—, podría causar un trastorno cósmico que nuestros vecinos en el espacio no podían permitir. De este modo, a partir de entonces se multiplicaron las visitas de estos bondadosos seres, a fin de orientarnos y de impedir nuestra autodestrucción.


De ahí a ver en ellos a los descendientes de los dioses y profetas que en la antigüedad dieron origen a nuestras religiones, no había más que un sencillo paso que no se tardó en franquear. Quien llevó más lejos esta hipótesis fue Erich von Däniken, que en 1968 publicó Dioses del espacio exterior, otra de las obras fundamentales del movimiento ovnílatra, en la que afirma que la evolución humana es producto de la ayuda recibida por astronautas extraterrestres. Sólo así se explica, deduce dentro de su razonamiento, que un pueblo "indígena" como los mayas haya alcanzado tan elevado desarrollo en el conocimiento científico.


Vamos a obviar las connotaciones racistas de las tesis de von Däniken para regresar con los alienígenas preocupados al detectar una explosión nuclear en nuestro planeta. Recordemos que dicha explosión ocurrió en agosto de 1945. Y que menos de dos años después se produce el primer avistamiento del que se tiene noticia pública. Nuestra pregunta es: ¿de dónde vinieron estos seres?


Repasemos nuestra astronomía. Sabemos que la estrella más cercana a la Tierra es Alfa Centauro, que se encuentra a 4.5 años-luz de distancia. Es decir, suponiendo que los ovnis vistos por Arnold se encontraran en algún planeta de esa estrella, sus tripulantes se habrían enterado de la explosión atómica a principios de 1950 y, si hubieran querido venir a evitar una catástrofe, habrían llegado a la Tierra a mediados de 1954. Y eso contando que pudieran viajar a la velocidad de la luz, cosa imposible aunque algunas personas, influidas por La guerra de las galaxias, piensen que ha de haber alguna tecnología que permita alcanzar esa velocidad de desplazamiento.


Malas noticias para los ovnílatras: ni en la Tierra ni en Alfa Centauro es posible escapar a las leyes de la física. Y la tecnología se basa en la ciencia y, por ello mismo, no puede contradecir sus principios. Es decir, por más que avance, la tecnología jamás podrá prescindir de sus leyes, mucho menos violarlas. En pocas palabras, es imposible viajar a la velocidad de la luz y, por ende, a velocidades superiores.


Pese a toda la evidencia, aquellos que están convencidos de la veracidad de los avistamientos, de los contactos y del origen alienígena de las civilizaciones terrestres jamás aceptarán razonamientos tan sencillos como los que hemos expuesto. Siempre alegarán argumentos basados en la paranoia conspiratoria, en el estado primitivo de la ciencia humana (a la que. no obstante, invocan tergiversada para sustentar sus propias convicciones) y, sobre todo, en esa sensación tan agradable de sentirse parte de un selecto grupo de elegidos, únicos capaces de comprender la verdad. No es raro que un ego de ese tamaño los ciegue al grado de no poder aceptar la vanidad de sus pequeñas vidas.







Como aportación orgullosamente mexicana a la ovnilatría tenemos el caso del señor Salvador Villanueva, mecánico de profesión que aseguró haber viajado a Venus a bordo de un platillo volador en agosto de 1953. Caso raro entre los "contactados", Villanueva se limitó a narrar su experiencia y a describir la vida venusina en su libro Yo estuve en el planeta Venus (1958), pero no se dedicó a explotar económicamente su historia.


01 noviembre, 2004

Luna de papel

Como hazaña de la ciencia y la técnica de Estados Unidos, uno podría pensar que la llegada del hombre a la Luna sería motivo de orgullo para el pueblo estadounidense. Sin embargo, para sorpresa del desprevenido tecleador, existen, ¡oh, sí, claro que sí!, teóricos de la conspiración que aseguran que los viajes a la Luna no son reales.


Si los lectores rondan la cincuentena, quizá se pregunten entonces qué fue lo que vieron allá en 1969, cuando el mundo pudo mirar por televisión el descenso del Apolo XI, las tomas de los primeros pasos en la Luna y escuchar la célebre frase: "Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad."


Estos teóricos aseguran que no fue más que un montaje publicitario para ganarle la carrera espacial a la Unión Soviética, pionera en la investigación del Cosmos.


Sí, claro, esa frase no fue inspiración del momento de Neil Armstrong, sino que la llevaba preparada, y seguramente fue escrita por algún publirrelacionista de la NASA. Sí, también los motivos que tuvo Kennedy para impulsar la investigación de los vuelos espaciales estuvieron arraigados en la confrontación con la Unión Soviética. Ésta había logrado poner en órbita al famoso Sputnik en octubre de 1957 y años después, viendo su atraso en la carrera espacial, Kennedy les prometió a sus conciudadanos que llegarían a la Luna en menos de diez años.


Pero el hecho de que los viajes al espacio se inscribieran en el marco de la guerra fría no significa que sean un engaño, como aseguran algunos. No voy a entrar en los detalles de la controversia. El lector interesado puede consultar esta página, con referencias a numerosos sitios en pro y en contra de la veracidad del viaje a la Luna. Y en especial a esta otra, muy bien documentada y sustentada, que echa por tierra los argumentos supuestamente científicos de quienes alegan una enorme conspiración para hacerle creer a toda la humanidad que el hombre logró llegar al satélite de la Tierra. Esta página, de hecho, está dedicada a desmontar los razonamientos mañosamente presentados en un programa transmitido por la cadena FOX.


Lo que me llama la atención es la actitud de las personas que sostienen estas teorías. Lo primero que salta a la vista es el placer que les produce sentirse en el círculo de los pocos que conocen la verdad (la verdadera verdad). Esto puede parecer una razón muy débil para justificar todos los esfuerzos que hacen por demostrar que sus paranoias están fundamentadas. Pero hay que considerar que los esfuerzos en realidad son obra de unos cuantos. Los demás —el 6% por ciento de los estadounidenses cree que la llegada del hombre a la Luna es un engaño, según una encuesta de Gallup realizada en 1999— simplemente repiten como papagayos lo que alega un puñado de personas.


Y en este puñado de personas encontramos las razones que explican no sólo estas actitudes, sino también muchas otras: fama y dinero. Al parecer, cada vez cuesta más trabajo conseguir los quince minutos de fama que nos prometió a todos Andy Warhol. Quizá por la explosión demográfica o por la sobresaturación de los medios, el caso es que llegar a la primera plana o salir en televisión requiere bastante más que esperar nuestro turno al micrófono. Para atraer la atención de los medios necesitamos presentar o algo genial (lo cual es difícil) o algo aberrante (más fácil), algo totalmente extravagante, algo tan ridículo que la gente repita con Tertuliano, "Credo, quia absurdum." O con el poeta checo Antonin Tryb: "Creer lo imposible es una ventaja, a nuestra mente no le gusta la ignorancia, aun en la ciencia, si se acaba la inteligencia, las hipótesis reemplazan a la verdad."


La segunda razón es el dinero. Y si con dinero baila el perro, por dinero el hombre es capaz de interpretar los bailes más absurdos, de rellenar páginas con argumentos mal planteados, de sacar conclusiones falsas a partir de premisas verdaderas o, lo que es más común en el mundo de los paranoicos-teóricos de la conspiración, recitar un rosario de datos científicos para de ellos sacar una conclusión improcedente o fundamentar una tesis descabellada. ¿Dije libros? Perdón, ahora son videos, discos compactos, boletos para conferencias y subscripciones a revistas (por ejemplo, la subscripción a tres ejemplares de la revista Paranoia cuesta 36 dólares para residentes fuera de Estados Unidos. ¿Le interesa? Prepare su tarjeta de crédito y vaya directamente a la tienda).


Es evidente que el consumidor de estas publicaciones no se limita a una sola teoría. Es decir, el que acepta una conspiración de gran envergadura para hacerle creer el mundo que los estadounidenses llegaron a la Luna, aceptará también muchas otras patrañas. ¿Cómo cuáles? Por ejemplo, la que sostienen los miembros de la Sociedad de la Tierra Plana que, sí, en pleno siglo XXI siguen afirmando que nuestro planeta no es esferoidal. Ya metida en la paranoia de la conspiración, la gente también aceptará la visita de extraterrestres, las facultades parapsicológicas, el contacto con seres angélicos, el poder curativo de los cuarzos y el origen divino de los delfines.


29 octubre, 2004

Matanza en Ancourteville-sur-Héricourt

Quienes achacaron a Marylin Manson la responsabilidad de la matanza en Columbine —ya que sus perpetradores eran fans de ese músico—, tendrán que responsabilizar ahora a Shrek de los terribles sucesos de Ancourteville-sur-Héricourt, apacible poblado francés de 220 habitantes, donde Pierre, de 14 años, asesinó a tiros a sus padres y a su hermano de 4 años, y dejó herida a su hermana de 11 años.


El chico, que hasta ahora no ha podido explicar las causas de sus actos, sí reveló que la idea le había surgido mientras hacía una tarea de redacción (¡ojo, maestros, con esas tareas que les dejan a sus alumnos!). Y que la había llevado a cabo mientras veía en la televisión el video de Shrek.


¿Efectos de la globalización? Es probable; hasta ahora, esas conductas habían sido exclusivas de Estados Unidos (Columbine es el caso más famoso, gracias al documental de Michael Moore, pero ha habido muchos más del mismo tipo). Estados Unidos pues, no sólo exporta armas, sino también la inspiración para usarlas.


Castro después del bloqueo

Ahora que las Naciones Unidas le están pidiendo a Estados Unidos que levante el bloqueo que tiene decretado contra Cuba desde hace varios decenios, la gente repite como papagayo la palabra embargo, calcando de ese modo el término que se usa en inglés y que, a pesar de estar tomado del español, tiene un sentido diferente.


En efecto, según nos informa la Real Academia, en español, embargo se refiere a la prohibición del comercio y transporte de armas u otros efectos útiles para la guerra, decretada por un gobierno, así como a la retención, traba o secuestro de bienes por mandamiento de juez o autoridad competente. Ninguno de estos sentidos se refiere al criminal bloqueo que le ha servido a Fidel Castro de pretexto para perpetuarse en el poder.


Todos los problemas de Cuba se deben al bloqueo, según nos quiere hacer creer el anciano revolucionario. No hay incompetencia, no hay autoritarismo, mucho menos corrupción. Simplemente existe la prohibición decretada por Washington de comerciar con la isla. Existe también una ley que quiere sancionar incluso a las empresas extranjeras que comercien con la isla. O sea que en la ingenua lógica de los legisladores estadounidenses, ellos tienen la facultad de sancionar a, digamos, una empresa francesa que tiene tratos comerciales con Cuba. La extraterritorialidad en su apogeo. Claro, esta ley —cuyo nombre oficial es algo así como ley para la democracia en Cuba, aunque más bien se le conoce con el nombre de sus patrocinadores, los senadores Helms y Burton— es letra muerta y, que sepamos, ninguna empresa ha sido sancionada hasta ahora.


¿Qué pasará después del bloqueo? Es decir, ¿qué hará Castro si las Naciones Unidas lograran obligar a Estados Unidos a suspenderlo? Lo primero que tendría que hacer sería encontrar un agujero profundo para esconderse, pues una vez eliminado el único pretexto que tiene para pedirle a su pueblo que siga llevando una vida de sacrificios, los cubanos de seguro se unirían para pedir su cabeza. Bien rasurada, claro.


Pero el otoñal patriarca caribeño puede dormir tranquilo. Es muy improbable que la ONU logre que se levante el bloqueo. ¿Tomaría George W. Bush esa medida? No podemos imaginar a este rabioso republicano echándose en contra al poderoso grupo de presión cubano. Y ni siquiera al demócrata John F. Kerry, pues recordemos que fue precisamente Bill Clinton quien dispuso que la decisión de levantar o mantener el bloqueo quedara a criterio del congreso. Así que ahora la Casa Blanca puede lavarse las manos y echarle la bolita al Capitolio.


Lo que extraña, no obstante, es que tanto la gusanera de Miami y Nueva Jersey, como los legisladores que están en su nómina en Washington, así como el grueso del mundo político estadounidense, no vean lo que es evidente: Castro está apuntalado en el bloqueo. El bloqueo (como sucedió en Irak, como sucedió en Yugoslavia) sirve sólo para castigar a la población y para recompensar a la élite en el poder que se forra los bolsillos mediante corruptelas y contrabandos, que encuentra en él un arma retórica para justificar su autoritarismo y el chivo expiatorio de todos sus fracasos en la administración pública.


28 octubre, 2004

Lecciones de la democracia

Según mi compadre Celso Baca, como las decisiones que toma el presidente de Estados Unidos tienen efectos globales, nos deberían de dar chance de votar por él a todo el mundo. Claro, en esta era de globalización, no es difícil imaginar la posibilidad de una votación mundial para elegir a personaje tan poderoso, pero no creo que a los gringos les gustara eso. Sobre todo porque si ni siquiera nos permiten entrar en su país, más que después de una rigurosísima selección para darnos visa, mucho menos iban a querer que el mundo entero tuviera injerencia en sus procesos internos.


Pero ya que no podemos votar por la persona que nos hará ver nuestra suerte durante los próximos cuatro años, al menos sí podemos opinar. De ese modo, las encuestas realizadas en diez países señalan que el candidato favorito en el extranjero es ni más ni menos que John F. Kerry. Sólo en Rusia y en Israel la opinión pública se inclinó por el torvo Dobleú. Lo de Israel es fácil entenderlo. El fundamentalismo cristiano del presidente en funciones no le ha impedido entenderse con el ala dura del estado judío, e incluso labrar metáforas en las que compara el origen de sus respectivos países: ambos fueron fundados, en la mitología bushiana, por individuos que anheleban la libertad y huían de la persecución religiosa.


Lo que sí resulta paradójico es que el ex archi-rival de los Estados Unidos ahora se alínee para defender los intereses más turbios de la Casa Blanca (turbios como en el petróleo). No nos extraña en Vladimir el Terrible: ese siniestro personaje es capaz de hacer cualquier maroma para agradecerle a Dobleú haberle regalado el mejor pretexto para librar su sanguinaria guerra en el Cáucaso. En efecto, con la bandera del combate al terrorismo, cortesía de Bush y de la manada de lobos que regentea la Casa Blanca y el Pentágono, el amo del Kremlin cuenta ahora con la bendición (o al menos con la vista gorda) de la comunidad internacional para consolidar, a sangre y a fuego, la dominación rusa sobre los levantiscos pueblos caucasianos.


Pero fuera de esos dos aliados —de los que las buenas conciencias preferirían apartarse—, el mundo entero parece esperar la derrota de Bush. Nótese que es la derrota de Bush, no la victoria de Kerry, pues el senador por Massachusetts, por bien intencionado y capaz que sea, no ha logrado conmover al pueblo ni inyectarle entusiasmo por su candidatura. Quizá, como señalan algunos observadores, es que efectivamente él sea demasiado bueno para contender en las lides políticas. Su falta de colmillo y sed de sangre fue lo que le hizo perder la ventaja que tenía sobre el presidente saliente inmediatamente después de la convención demócrata, hace unos meses. No quiso mancharse respondiendo a la campaña de difamación de los republicanos, que no tuvieron ningún escrúpulo en corromper a ex compañeros combatientes de Kerry en Vietnam para poner en duda el historial militar del candidato demócrata. Ni siquiera hizo alusión, para defenderse, del hecho de que Dobleú recurrió a las influencias de su padre para evitar ser reclutado en Vietnam, que con ese mismo fin se alistó en la guardia nacional pero que ni siquiera cumplió con ese servicio mínimo.


Tan sólo hace unas semanas, Kerry empezó a recurrir a verdaderos argumentos de campaña; es decir, a los argumentos que realmente deben usarse en una campaña tan sucia y sanguinaria como son los estadounidenses por la presidencia. Ahora hace énfasis en la incompetencia de Dobleú para manejar la guerra. Y las toneladas de explosivos que desaparecieron de Bagdad después de la caída de Saddam Hussein constituyen una prueba inequívoca en ese sentido.


Nadie piensa que el martes 2 de noviembre sabremos el nombre del ganador de esta contienda. Los sondeos están demasiado cerrados para permitir cualquier pronóstico responsable. Desde ahorita, hay legiones de abogados preparando demandas, recuentos e impugnaciones en los estados clave y esta victoria, al igual que en el 2000, no se decidirá en las urnas sino en los tribunales. Y quizá sea nuevamente la suprema corte la que tenga que zanjar el caso. Y, ya que ésta se encuentra dominada por los jueces nombrados por los republicanos, seguramente veremos otra lección de democracia que dictadores y tiranos de todo el mundo aprovecharán para perpetuarse en el poder.

20 octubre, 2004

Primeras víctimas, primeras

Ya cayeron las dos primeras víctimas de la ley sobre (¿contra?) el velo promulgada en Francia desde marzo de este año. Las niñas Dounia y Khouloud, de doce años, fueron excluidas este martes de su escuela en Mulhouse por insistir en llevar el velo. No serán las únicas. En las ciudades de Caen, Dijon y Lyon se esperan otros consejos disciplinarios para abordar seis casos más. Y estos consejos habrán de reunirse pronto, pues en la laica Francia salen de vacaciones con motivo de la catoliquísima fiesta de Todos los Santos. Y ni modo que la suspendan para analizar el caso de esas testarudas infieles, pues ese día sí hay que celebrarlo como dios manda.


Velita de aniversario

Más que un estado de ánimo, como podrían apresurarse a sentenciar los novatos en este proceso, bloguear es un estado mental. Entro en modo de blog cuando empiezo a tomar notas mentales de lo que quisiera comentar aquí: redacto, corrijo, borro, agrego y cambio bloques de texto, todo mentalmente, como si estuviera sentado frente a la computadora. En ocasiones, el estado es tan profundo que quedo convencido de que, efectivamente, ya publiqué mis notas. Con asombro descubro días después de que el último asiento tiene más de una semana. ¿En que parte de mi RAM neuronal se pierden tantos apuntes?


Y hoy me doy cuenta de que llevo exactamente un año tratando de descifrarme a mí mismo las obscuridades de mi mente, de poner en blanco y negro mis ideas y sentimientos, a fin de verlos con más claridad. Y a pesar de que significa exponerlos literalmente ante todo el mundo a través de la red, no deja de ser un proceso solitario: soy yo y mis pensamientos, aislado tras mi muralla, aunque tratando de llegar a rincones inalcanzables por otro medio, entrando en contacto con gente que no habría conocido de otro modo y, a veces, dándome cuenta de aspectos insospechados de mí mismo. Escribo, luego existo.


Un comentario sobre el título de estas notas: se me ocurrió mucho antes de que las iniciara, en enero de 2003, después de haber asistido a un retiro de meditación de diez días. Lo señalo más para consignarlo que para explicarlo, aunque puedo agregar que la pretensión de alcanzar al cielo siempre me ha parecido un obstáculo para llevar una vida digna aquí en la Tierra. Y que ésta, después de tanta vuelta, es la única que realmente está a nuestro alcance.

10 octubre, 2004

Los extraterrestres y yo

Nunca he creído en los extraterrestres. Es decir, en el hecho de que nos visiten ni en todas las especulaciones que de ello se derivan. Los avistamientos siempre son sospechosísimos de fraude: fotos borrosas que buscan su justificación en el nerviosismo de quien las toma, sitios siempre en despoblado, condiciones de muy poca luz y, en especial, muy discutible credibilidad de los "avistadores".


Quienes pretenden la veracidad de estas visitas alegan que los extraterrestres no se muestran en público para "no perturbarnos" y ponen de ejemplo a los naturalistas que estudian las condiciones de vida de los animales, tratando de no interferir en su ambiente. Pero si estos alienígenas son tan inteligentes para viajar millones de años luz y darse cuenta de la necesidad de mantenerse ocultos, ¿no son capaces de ver las perturbaciones que causan sus apariciones selectivas? Si nos están estudiando, sería de esperarse que ya hubieran aprendido algún idioma terrestre y, de ese modo, enterarse de la histeria que producen, de los charlatanes que alimentan y de las patrañas que se tejen en su torno. ¿Qué perturbaciones o interferencias están evitando manteniéndose fuera de la vista del gran público?


Está además el fenómeno de los contactados, si se me permite lastimar la sensibilidad del lector con esta horrible palabra. De por ahí sale un individuo que afirma haberse comunicado con los extraterrestres y tener "un mensaje muy importante para la humanidad". De este modo se viene a poblar la maraña de sectas que tratan de calmar las angustias existenciales. Así como antes el hombre tenía el recurso de lo divino para encontrar consuelo, ahora éste se busca en un mundo que nos vigila, en la noción de que hay alguien que vela por nosotros, ya no un dios, dado el fracaso de las iglesias contemporáneas, sino un alienígena, más acorde con el espíritu tecnológico que permea nuestros tiempos.


También tenemos el fénomeno de las conspiraciones: no sólo nos visitan los alienígenas, sino que existe toda una conspiración mundial para ocultarlo. ¿Por qué? Por razones políticas, económicas, militares, vaya usted a saber, el caso es que el gobierno no quiere que sepamos. Este fenómeno, por fortuna, casi es privativo de Estados Unidos, cuya paranoica sociedad vive asediada por el miedo a todo lo diferente y, ¿qué más diferente puede haber que un alienígena?


No podemos dejar de mencionar las teorías que quieren explicar el surgimiento de la civilización por influencias extraterrestres. El hombre, aseguran los defensores de esta idea, hubiera sido incapaz de levantar las pirámides de Egipto, de descubrir por sí mismo la agricultura y la domesticación de animales o de frotar dos palitos para producir fuego. Y de esto extraen una conclusión que viene a ser una verdadera bofetada para la autoestima de la humanidad: todo eso no pudo más que ser obra de alienígenas.


Dentro de esta corriente se produce otra aun más aberrante: los dioses son la percepción del hombre antiguo de los extraterrestres, de ahí que siempre se hable del cielo como de su morada y se les atribuyan poderes sobrehumanos. Pero, si ya nos dijeron que el hombre es tan inútil que no hubiera podido civilizarse por sí mismo, ¿no podríamos pensar que se sentía tan desamparado que tuvo que inventarse el concepto de dios?


No tengo elementos para negar la existencia de los extraterrestres. Pero estoy seguro de que nadie los tiene para probarla sin lugar a dudas. Y, mucho menos, para asegurar que los alienígenas nos visitan, que tienen nexos inconfesables con algún gobierno o que vienen a enseñarnos a vivir. Admito, ya que estamos en la hora de las confesiones, que fui seguidor de Los expedientes secretos, que me emocioné con Encuentros cercanos y que me cautivó la trama de Taken. Pero en ningún momento hallo visos de verdad en estas expresiones de la fantasía humana. En este ámbito del arte, me quedo con el mensaje de Contacto: el contacto con los alienígenas es una manifestación de nuestras aspiraciones, de nuestros deseos y, como también vimos en Taken, de nuestros miedos.




A fin de documentarme, el otro día vi en el canal Infinito un programa que se llama Guía extraterrestre o algo así. Consiste en una serie de tres o cuatro documentales breves, en los que se recrea el trabajo de los investigadores de avistamientos. No quiero abusar de las comillas, por lo que solicito del amable lector que, cada vez que vea aquí las palabras investigador o investigación la ponga no sólo entre comillas, sino muy en duda. Permítanme hacerles una sinopsis de una de tales investigaciones.


Una niña de la ciudad de México afirma haber visto en el espejo de su recámara el reflejo de un ser que atisbaba por la ventana. Ya que ella vive en un piso alto, no era posible que se tratara de un simple transeúnte. El ser, pues, no podía más que ser un extraterrestre. La madre de la niña se puso en contacto con el investigador, el cual acudió a su domicilio. El documental se inicia en el momento en que la señora abre la puerta y entra el investigador.


Escuchamos el relato de la niña, ilustrado con tomas de su recámara y de la ventana vista desde la calle (para demostrar que está muy alta y que no hay ningún alféizar en el que pudiera pararse ninguna persona). Con esto, el investigador establece una hipótesis de trabajo tentativa: se trata de un extraterrestre.


Después, el investigador saca un libro ilustrado con descripciones de extraterrestres recopiladas por algún vivales que vio la posibilidad de ganarse un billete rápido vendiendo ese álbum de estampas. Y como si estuviera en la comisaría de policía, la niña recorre los dibujos para identificar al alienígena que la estuvo fisgoneando. Finalmente señala a uno de ellos —curiosamente muy similar a los que salen en Contactos cercanos—, con lo que el investigador da por terminado su trabajo y pronuncia el veredicto: en efecto, tal como lo pensaba desde antes de llegar, tal como lo quería, tal como lo requerían las necesidades del programa de televisión, el reflejo que viera la niña en el espejo es de un extraterrestre. El documental termina con los créditos y agradecimientos correspondientes.


Quizá alguien podría reprocharme que debería documentarme en fuentes más serias. Pero, tratándose de extraterrestres, ¿quién es serio?

Niño con juguete roto

Niño con juguete roto

Veo al gato saltar por la ventana hacia el patio, con la mirada fija en un punto que está fuera de mi visión. Al rato, de otro salto se vuelve a meter en mi estudio, con una lagartija en la boca. Horrorizado, le pido que se salga. Así lo hace y se pone a jugar con la lagartija, que después de perder la cola con las zarandeadas, acaba muerta detrás de una escoba. Lucas se le queda viendo, en espera de que su compañera de juegos vuelva a moverse y seguir jugando. Cuando se convence de que el pobre reptil ya no va a moverse nunca más, se voltea a verme con la misma mirada que tenían mis hijos cuando se les descomponía un juguete. Arreglar éste, empero, está fuera de mis posibilidades.

01 octubre, 2004

La ciencia en la nueva era

Uno de los aspectos más característicos de los novaeristas es su relación de amor-odio con la ciencia convencional. En efecto, Desde H.P. Blavatsky, Eliphas Levi y otros ocultistas del siglo XIX, hasta los charlatanes con los que nos toca lidiar en estos albores del XXI, todo mundo habla de energía, magnetismo y otros conceptos tomados de la ciencia, como si en realidad fueran nativos del ocultismo.


Es comprensible que Blavatsky haya tomado en préstamo términos de la electricidad y el magnetismo, pues sus tiempos se caracterizaron por el asombro que despertaban en la sociedad los experimentos con esos fenómenos. Es algo similar a quienes en nuestros días quieren comparar la mente humana con una computadora. La mística rusa siempre habló de una ciencia perdida, muy superior a la que conocemos (y cuyo origen situó en la mítica Atlántida), y de ese modo se presentaba como abanderada de la recuperación de esos conocimientos ancestrales. Con la fundación y divulgación de su Sociedad Teosófica sembró las semillas de la actitud actual ante la ciencia.


Sí, el novaerista desdeña a la ciencia convencional, considerándola deshumanizada y tachándola de atrasada en relación con las ciencias ocultas. En medicina, por ejemplo, siempre recurrirá primero a los métodos alternativos (herbolaria, homeopatía y un largo etcétera), antes que a la medicina alópata, a la que acusa de causar más daños secundarios que beneficios primarios y de ser un negocio que no considera las necesidades individuales del paciente. No es aquí el lugar de hacer la crítica a las multinacionales farmacéuticas. Mucho hay de cierto en la necesidad de considerar los aspectos emocionales del paciente en el tratamiento de una enfermedad (aunque también los sociales y, sobre todo, los económicos), pero tampoco es posible descartar desde una posición arrogante los resultados de la medicina. En mi caso personal puedo decir que las terapias alternativas a las que recurrí para tratarme de un padecimiento jamás produjeron alivio alguno, mientras que tras una breve consulta con un médico especialista obtuve un resultado totalmente satisfactorio.


Lo mismo puede decirse de la actitud ante otras ciencias. Cuando un astrólogo nos dice que los planetas nos influyen a través de ciertas radiaciones cósmicas, de inmediato nos asegura que la ciencia todavía no ha podido registrarlas, que el estado actual de nuestros conocimientos (o el primitivo nivel de nuestros instrumentos) no permite detectarlas. Con este sencillo argumento se quita de encima las críticas que pudieran enderezársele respecto de la inexistencia de tales radiaciones. Y de paso se levanta el cuello, haciéndose pasar por practicante de una ciencia más avanzada que la que todos conocemos.


Ah, pero eso sí, en cuanto la tan despreciada ciencia convencional presenta un descubrimiento del que pueda echar mano para sostener sus teorías, el novaerista de inmediato lo toma y lo exhibe como si fuera propio: "Ya la ciencia demostró que...", seguido de una interpretación muy personal del significado de ese hecho.


Lo anterior es evidente con la teoría de la relatividad, tan traída y llevada por todo el mundo, aunque pocos conozcan su verdadero significado (no, yo no soy parte de esos pocos). Pero eso no impide que los novaeristas hagan hincapié en la conocida ecuación E = mc2 para decirnos que, si todo es energía, la energía mental nos permite controlar la materia con la mente. Y de lo anterior, el ahora sí entusiasta de las ciencias desprende los fundamentos de muchas de las terapias alternativas, de los cursos de milagros y de otras hazañas que es posible realizar, tras el módico pago de una estratosférica suma al sedicente maestro. (En la meditación trascendental*, por ejemplo, nos aseguran la posibilidad de levitar. Ésta, por supuesto, está reservada a los alumnos avanzados, es decir, aquellos que han cubierto puntualmente el elevado pago que se pide por tales cursos.)


Y hablando de mente y cerebro, podríamos señalar también otro de los grandes mitos en los que se apoyan los parapsicólogos y otros practicantes de las ciencias para anormales: la famosa subutilización de nuestro cerebro. Es conocida la afirmación de que el hombre sólo emplea del 10 al 15 por ciento de su capacidad mental (basada en no sabemos qué estudios), lo cual sugiere enormes facultades latentes que, mediante el pago oportuno de nuestras cuotas, podremos despertar siguiendo las enseñanzas de tal o cual gurú.


Como decía, no conozco las bases de tal afirmación pero, por lo poco que he visto, tengo entendido que las diversas facultades mentales están situadas por todo el cerebro, no concentradas en una sola zona. Para seguir con las comparaciones tan al uso con una computadora, podríamos decir que el disco duro de nuestra mente está fragmentado. E incluso si aceptamos la tan discutible subutilización del cerebro —y siguiendo con nuestro símil— podríamos pensar que ese supuesto porcentaje no empleado constituye el sistema de respaldo.


Otro ejemplo: en estos momentos, la utilización de la CPU de mi computadora es de 7 por ciento (sólo tengo abierto mi sencillísimo pero potente editor de textos, EditPlus, además de otros 38 procesos que quién sabe porqué requiere Windows). ¿Quiere decir que en ese 93 por ciento no empleado yacen latentes posibildades que ignoro? ¿Que quizá en alguna parte de ese porcentaje se encuentra la posibilidad de comunicarme en forma inalámbrica con otras computadoras (algo que equivaldría a la telepatía, una de las facultades que los parapsicólogos aseguran que tenemos en latencia)? Sólo si tuviera el hardware necesario. Pero no lo tengo y, por mucha potencia de procesador que tenga la máquina, ésta no puede obrar milagros.


En fin, el problema de meterse en estos berenjenales es que uno acaba hilvanando ejemplos tan idiotas como el anterior a fin de ilustrar sus argumentos. Claro, uno de los principios de la comunicación es que hay que hablar en términos que entienda nuestro interlocutor, por lo que no veo otra forma de dirigirme a quienes están convencidos de la existencia de rayos cósmicos que rigen nuestra vida, de civilizaciones avanzadísimas perdidas en la historia, de contactos con extraterrestres que nos vienen a iluminar con sus enseñanzas, de guruses que en cuanto empiezan a soltar barbaridades echan a andar el taxímetro, de enviados divinos y demás fauna que prospera con las angustias y crisis del hombre actual.




* Meditación trascendental es un nombre comercial, como se deduce del hecho de que siempre lleve el índice ™. No sé si yo sea el único al que le parezca sospechoso que sus autores hayan sentido la necesidad de registrar ese nombre para proteger su negocio.


28 septiembre, 2004

Los motivos del espam

El otro día quise escribir algo acerca del espam, pero me di cuenta de que no entiendo nada del tema. Es decir, más o menos puedo ver cómo se origina y se difunde, qué objetivos persigue y cosas así, pero no entiendo su raíz, es decir, lo que motiva a alguien a comprar una lista de direcciones para enviarles a todas ellas un mensaje de carácter comercial o de otro tipo.


Me han llegado ofertas, dentro del mismo espam, claro, de listas con miles o cientos de miles de direcciones, mismas que he rechazado sin considerar siquiera las posibilidades que me ofrecen. Suponiendo que yo me decidiera a ofrecer mis servicios por ese medio, ¿he de suponer que las personas registradas en esa lista estarían interesadas en lo que ofrezco. Nada, más que los argumentos de venta del vendedor original de las listas, me hace suponer que así será.


—Mire, le ofrezco una lista de un millón de direcciones. Suponga, bajita la mano, que sólo el uno por ciento de los destinatarios realmente lean el mensaje. Estamos hablando ya de diez mil personas. Y de esas diez mil personas, vamos a calcular también muy conservadoramente que sólo el uno por ciento le responde. ¡Con unos cuantos clics, usted ya se consiguió a cien clientes!


¿De dónde sacan esas cifras? Fuera de su calenturienta imaginación, esas cifras sólo pueden venir de extrapolaciones arbitrarias de los sitios Web, en cuyos anuncios se mide el clicaje efectivo (las veces que el lector efectivamente hace clic en un anuncio, sobre el número de veces que aparece dicho anuncio en las pantallas). Los servidores llevan minuciosas estadísticas de estas cifras, que luego sirven para cobrar la publicidad y pagar comisiones.


Pero en las listas no hay tal cosa. Así que si nos dicen que, por muy conservador que sea el cálculo de efectividad, los resultados son asombrosos, mejor analice las reacciones que tiene la gente ante los mensajes no deseados, vulgo espam.


¿Qué hace usted cuando recibe un mensaje no deseado? La inmensa mayoría lo borra sin mayor averiguación, así que ni se entera de las invitaciones a saquear el erario de Nigeria mediante triangulaciones fraudulentas de fortunas mal habidas, con una discreta escala en nuestra propia cuenta de banco. Tampoco nos enteramos de las posibilidades de adquirir medicinas sin receta, de ésas que después de cuatro horas de erección nos causan un paro cardiaco por andar de desgobernados sin pedir la opinión de un médico especialista.


¿Quién puede creer en un anuncio de que nos hemos sacado un premio millonario en una lotería de cuya existencia nunca nos enteramos, patrocinada por un anónimo millonario de Bahrein? ¿Quién tomará en serio a un ingeniero que ofrece los mejores servicios de asesoría en mecánica de suelos, para comunicarse con el cual hay que responder a una dirección de Hotmail? Digo, si su chamba no le da para poner un sitio Web y contar con su propia dirección, por lo que tiene que sacar una en esos sitios gratuitos, ¿cómo le van a poner en sus manos la construcción de un puente?


Entiendo que haya gente dedicada a elaborar listas de direcciones electrónicas a fin de venderlas. Lo que no concibo, pues, es que haya quien las compre. Porque no hay nada que garantice que dichas direcciones correspondan a una persona. Es de lo más fácil crear un programa que nos genere un millón de líneas con la sintaxis a@b.c y dada la declarada falta de ética en la obtención de direcciones, cualquier persona debería cuidarse de creerle a quien se dedica a vender dichas listas.


Además, aun habiendo sido obtenidas de manera más o menos regular, existe la duda de que efectivamente a cada dirección corresponda una persona. Por ejemplo, en el sitio que hago sobre el esperanto en México, he puesto varias direcciones, cada una para atender diferentes asuntos. Así hay una dirección info para pedir informes y otras correspondientes a cada colaborador. Pero todas esas me llegan a mí. Y así se produce el absurdo de que recibo la misma oferta de cartuchos de tóner desde cada una de esas direcciones, contenidas, como es evidente, en la misma lista. El incauto vendedor de cartuchos paga por cuatro direcciones, aunque en realidad esos cuatro mensajes le llegan a una sola persona. La supuesta eficiencia de su mensaje se reduce en varios tantos (cuyo monto es incalculable y no me voy a poner como estos mercachifles a hacer extrapolaciones alegres).


Y por último, ya que hablamos de absurdos, hay otro asunto digno de mención. Como la mayoría de esos anuncios se originan en Estados Unidos, algunos de los remitentes se sienten con la obligación "legal" de poner hasta el final del mensaje una leyenda que, haciendo caso omiso de cuanta regla gramatical y lógica exista en este mundo, asegura que si recibimos el anuncio de marras es porque nosotros así lo solicitamos, ya sea en el sitio Web del autor o de alguno de sus "asociados". Yo quisiera preguntar cuándo mi dirección info, por ejemplo, salió de compras a registrarse en tantísima página Web como infesta mi buzón. Y los muy descarados todavían nos ofrecen que, si no queremos seguir recibiendo esos mensajes, sigamos un procedimiento que puede consistir en dos cosas: a) responder a ese mismo mensaje; b) ir a la página Web que se nos indica para hacer clic y "borrarnos" de su lista. En cualquier de los dos casos, les aseguro, el único resultado que obtenemos es confirmar que esa dirección efectivamente corresponde a una persona y garantizar que seguirá pasando prostituida de lista en lista hasta el final de los tiempos.


27 septiembre, 2004

Nobel para un charlatán

Parafraseando la noción de que el que no conoce a dios, a cualquier barbón se le hinca, podríamos decir que el que no conoce el proceso de designación de los premios Nobel, con cualquier mención a éstos se apantalla. En efecto, como explicara el secretario del comité Nobel, Geir Lundestad, hay miles de personas que pueden presentar candidatos al premio de la paz: los miembros de cualquier congreso, parlamento o legislatura, de cualquier gobierno e incluso profesores de universidad tienen el derecho de hacerlo; ser candidato para el premio no es ninguna distinción en sí misma, aclaró. "Es fácil ser propuesto para el premio; pero es muy difícil ganarlo", señaló Lundestad.


Eso por supuesto no impide que algunos vivales, tras mover sus influencias universitarias, parlamentarias o gubernamentales, se presenten como candidatos al premio Nobel, integrando dicha mención en su currículum para engordarlo y producir más espumarajos de baba entre los débiles de cerebro.


Un detalle que explotan quienes anuncian con bombo y platillo su candidatura al Nobel (que por lo menos este año vergüenza debería darles compartir con Jorgito Dobleú, propuesto para el premio de la paz seguramente por alguno de sus múltiples lamebotas) es el hecho de que el comité mantiene en secreto dichas candidaturas, por lo que es imposible verificar la veracidad de quien afirma serlo. Gracias a la confidencialidad de la lista de candidatos, en la práctica cualquiera puede pasearse por el mundo como candidato al Nobel, con la confianza de que nadie, ni el mismo comité, podrá presentar una lista "oficial" para desmentirlo.


Lo anterior viene a cuento pues hemos visto con alarma que el espamero mayor ha tenido la desfachatez de agregar dicha candidatura a su ya de por sí inflado currículum, no sabemos si con la pretensión de cobrar más por la sarta de estulticias que suele desprenderse de sus labios, de aumentar la venta de los tabiques que cocina al vapor, aderezados con patrañas e interpretaciones torcidas de enseñanzas milenarias, o simplemente para provocar más producción de baba entre sus acólitos.


La actividad de un charlatán cualquiera por lo general me deja impávido: allá él, su conciencia y la de quienes estén dispuestos a abrirle su mente (y sobre todo su cartera). Pero me hierve la sangre verlo arropar sus majaderías con la bandera de la lengua internacional; me subleva que pretende hacer de ella el idioma de su orden de caballería de opereta, con títulos pomposos, un membrete rimbombante con el que deja del asco a la Academia Internacional de las Ciencias de San Marino y demás ínfulas sectarias. Mantener la ecuanimidad que suele recomendarse en estos casos es prácticamente imposible.

18 septiembre, 2004

Justicia divina

El sistema de justicia divina es uno de los mayores misterios de esta vida. En efecto, se necesita más que un doctorado en derecho para entender el mecanismo de castigos y recompensas que se aplica a nombre de dios y, de ese modo, la pregunta más frecuente que encontramos en boca de sus víctimas es ¿por qué?: ¿Por qué se murió mi novia? ¿Por qué me quedé sin trabajo? ¿Por qué mi hija se fue a casar con ese desgraciado?


Nadie entiende, pero eso sí, la iglesia nos asegura que esas calamidades que nos azotan constituyen otras tantas pruebas de nuestra fe. Y así, el creyente sale del confesionario casi casi orgulloso de que a él le hayan tocado tamañas pruebas, pues ésa es la medida de su fe y de la predilección que dios siente por él. Curiosamente, entre los más devotos encontramos también a los más lastimados por la vida, lo que nos da la medida de la eficacia del sistema: el que mayores razones tendría para quejarse y rebelarse, es el que más dócilmente acepta la voluntad divina, siempre debidamente interpretada por los gerentes de dios aquí en la Tierra.


En el mundo real, un sistema de justicia de ese tipo sería calificado de autoritario, parcial y totalmente injusto. Viola el principio jurídico universal de igualdad ante la ley, pues es evidente que quien pueda pagar más misas y responsorios asegura su parcela en el paraíso, a diferencia de los desposeídos que sólo cuentan con el poder de sus oraciones. Sólo a los dictadores más odiosos se les ha ocurrido establecer un sistema de justicia en el que se beneficia ipso facto a los más aduladores y serviles.


Un país que aplicara ese singular código no tardaría en ser proscrito de la comunidad internacional, en ser señalado como opresor. Las víctimas de ese sistema serían consideradas, si no presos políticos, sí prisioneros de conciencia y Amnistía Internacional lanzaría campañas para lograr su liberación. Lo más que llega a hacerse en favor de esas víctimas es mandar decir misas por su eterno descanso. Pero vistos los magros efectos del tal recurso aplicado a efectos más visibles —la curación de una enfermedad, por ejemplo, que se resiste al poder demiúrgico de los ritos—, bien podemos dudar de la eficacia de estas campañas de liberación.


Imaginemos un código de derecho que aplicara la pena de muerte o la cadena perpetua a ladrones, asesinos y adúlteros por igual. ¿Qué diría el cuerpo diplomático acreditado en un país así? Por lo menos, que el castigo es desproporcionado respecto de la falta. Y, ¿no es ése el castigo con el que se nos amenaza en caso de desobedecer a las mandamientos de Moisés?


El problema, como en muchos otros casos, es la confusión de las cosas del cielo con las mundanas, la injerencia en la vida cotidiana de conceptos que se refieren a la eternidad, y que por tanto nos son ajenos, y el descuido de nuestra condición humana por andar imaginando inexistentes esencias divinas.


15 septiembre, 2004

De la greña como faro de luz

Bien dicen que el no conoce a dios a cualquier barbón se le hinca y en los medios del new age, ¡ay! lo que abundan son barbones. Quién sabe porqué sea así, pero es barbón el espamero mayor, barbón Jaimito Mausán, como también son barbones los sedicentes guruses de la Gran Fraternidad Universal.


Quizá este afán de no rasurarse sea en obediencia a Levíticos 19:27, que recomienda no cortarse la barba ni el pelo, pero también hemos oído otras explicaciones.


Por ejemplo, hay quien asegura que el pelo humano tiene la función de captar la energía cósmica (si bien no explican qué rayos sea eso... ¡un momento! por ahí he oído hablar de los rayos cósmicos, ¿se referirán a lo mismo?) y, por lo tanto, mientras más largo sea el cabello, más energía recibe el individuo. De este modo, muchos andan como con una parabólica en la cabeza, supuestamente recibiendo rayos, señales o energía cósmica, lo que quizá explique también la mirada perdida que suelen tener estos sujetos.


Pero no todos son barbones ni greñudos: Gurdjieff era calvo como bola de billar y siempre se le ve bien rasurado en las fotos, con excepción de un mostachón de puntas afiladas que, quizá en su caso, le bastara para recibir las tales señales cósmicas. Krishnamurti también se rasuraba debidamente, como aconsejaban los anuncios de Gillette, y ahora que lo pienso, en la tradición budista la onda más bien es andar con toda la cabeza rasurada, tanto los hombres como las mujeres. Y no creo que un sanyasín hinduista sea más iluminado por andar barbón y greñudo que un bikku budista, que anda con la cabeza al rape.


Entonces, si el pelo y la barba no tienen nada que ver con el grado de iluminación, ¿será que en efecto quienes se los dejan crecer lo hacen con la esperanza de que algún despistado se les hinque?