30 diciembre, 2006

Justicia frustrada

Conforme al principio de nuestra política exterior —que dice que, si Estados Unidos le declara la guerra al Diablo, México toma partido por el infierno—, no queda más que lamentar la ejecución de Saddam Hussein, llevada a cabo este sábado en un antiguo centro de tortura en Bagdad.




Supongo que nadie ha olvidado la famosa "madre de todas las batallas" con la que Saddam prometió vengar los agravios de su pueblo —y de paso levantarse como líder del bloque que hace varios decenios se llamara de los no alineados—, como tampoco hemos olvidado la decepción de ver que todo se reducía a palabrería y juegos de artificio.

Fuero de aquellos que nutren sus intereses económicos con la desgracia del pueblo iraquí, dudo que haya quien se sienta complacido con la ejecución de esta mañana. Saddam fue ahorcado por la condena de tan solo uno de sus crímenes. ¿Qué pasó con el juicio de los demás? Las dudas aumentan cuando leemos que George W. Bush asegura que el dictador iraquí tuvo un "juicio justo". Acostumbrados como estamos a desconfiar de las palabras del junior, e incluso a interpretarlas en sentido contrario al nominal, lo único que podemos pensar es que se trató más de un acto de venganza que de justicia.



Actualización
No sé si Jorgito Dobleú lea este blog o qué onda, pero recientemente declaró también que la ejecución de Saddam correspondía más a la venganza que a la justicia. Eso acabó de disipar mis dudas: El colgamiento de Saddam fue la culminación de un proceso jurídico apegado a la ley y su ejecución satisface plenamente a la justicia. Sí, de plano, eso de andar coincidiendo con Bush está de la eme.

10 diciembre, 2006

Se fue impune


Seguramente ya estará gozando en su muerte de la gloria por la que tanto luchó en vida este hijo de puta.

25 noviembre, 2006

Déjà-vu

Hace rato pensé que había tenido un déjà-vu. Pero no: fue un simple golpe de rutina. Mis días son tan iguales que a veces me parece que ya los viví todos.

20 noviembre, 2006

Tres presidente, tres

Ahora México tiene tres presidentes: uno «en funciones», otro «electo» y otro «legítimo». Nunca las comillas habían servido tanto para enfatizar las dudas que pesan sobre el término respectivo.


El propio Vicente Fox admitió desde hace varias semanas que ya había cerrado el changarro (y que por lo mismo ya podía declarar puras tonterías). Si con cerrar el changarro se refiere a dejar de actuar —y si la memoria no nos traiciona—, tenemos que aceptar que él lo cerró desde el 2 de diciembre de 2000. En efecto, el único objetivo de la plataforma electoral de Fox era sacar al PRI de los Pinos. Esto lo logró oficialmente el 1° de diciembre al tomar posesión de la presidencia, por lo que desde entonces se ha dedicado a esperar a que pase el tiempo. Y mientras, fueron sus secuaces («de cuello blanco», según la afortunada expresión de AMLO) los que hicieron y deshicieron en el país. Fox se dedicó únicamente a asentir a todas las medidas que no le afectaran en sus intereses personales, a dar muestras de humor involuntario y a atejonarse en su rancho, al lado de Marthita, cuando las cosas se ponían feas.


En cuanto a Felipe Calderón, no creo que ni él mismo, en el fondo, esté convencido de haber sido elegido efectivamente por la voluntad mayoritaria de los ciudadanos. (¡Oh, qué bella frase!) Pasará a la historia como un presidente manchado por la duda, como es el caso de Salinas de Gortari. Y tendrá que dar algo más que golpes mediáticos para convencer al pueblo. Por desgracia para él, a México ya no le queda nada que vender para que Fecal se allegue fondos y patrocine sus programas a fin de granjearse a la gente (como hiciera Salinas). Muy por el contrario, a él le tocará administrar la pobreza que le heredará Fox.



Por lo que toca a Andrés Manuel, su «legitimidad» podría ser tema de simposios y disertaciones doctorales, pero para la gran mayoría, su autoproclamada presidencia «legítima» no será más que una parodia, un intento desesperado por llamar la atención de los medios y, en el mejor de los casos, una medida política cuyos alcances no alcanzan a percibirse. ¿Pretenderá impedir mediante manifestaciones y plantones las decisiones que tome el ejecutivo? La clase media urbana que votó por él lo hizo con la idea de que gobernara en forma pacífica y dentro del marco legal; no le dio carta blanca para trastocar el orden ni, ¡mucho menos!, para que organice bloqueos que lesionen sus mezquinos intereses.

En fin, tres presidentes, ¿eh? ¿Cómo la ven? No cabe duda de que como México no hay dos.

18 noviembre, 2006

Una mujer insumisa


La candidatura de Ségolène Royal como abanderada del Partido Socialista de Francia para las elecciones presidenciales de 2007 constituye una verdadera innovación en la política francesa.

En efecto, es la primera vez que una mujer toca a las puertas del Elíseo. Y no es una mujer cualquiera: es una mujer madre de cuatro hijos y compañera desde hace más de treinta años de François Hollande, líder del Partido Socialista. Con él la une un pacto civil de solidaridad, figura legal que equivale a nuestras flamantes asociaciones de convivencia.

Su carrera política la ha mantenido del lado de causas consideradas de avanzada: fue ministra del ambiente, como ministra delegada de la familia, la infancia y los discapacitados implementó amplios programas educativos; posteriormente, como ministra titular militó activamente a favor de los derechos de los homosexuales y en contra de la homofobia y a sus instancias se le dio reconocimiento legal a las familias con padres gais. El lema elegido para su campaña resume muy bien su postura: "Progreso para todos, respeto para cada uno".

Dada su ventajoso triunfo en las elecciones primarias de su partido (poco más del 60%, contra cerca del 20% de cada uno de sus dos contrincantes, Dominique Strauss-Kahn y Laurent Fabius), Ségolène llegará más que legitimada a la contienda, con un apoyo que podría hacer que Francia tuviera a una mujer en la jefatura del estado. Con ella, los dos motores de la construcción europea, Alemania y Francia, estarían gobernados por mujeres, lo que le daría un toque muy femenino a ese proceso que habrá de reiniciarse en cuanto el continente se recupere del golpe que representó el no francés y neerlandés al proyecto de constitución europea.

Hay una nota constante en la trayectoria no sólo pública, sino también personal de Ségolène: la insumisión. Hija de un padre militar que abandonó a sus ocho hijos, ella era adolescente todavía cuando le entabló un proceso judicial para que se hiciera cargo de los gastos escolares de ella y sus hermanos. Y ser compañera del secretario general del Partido Socialista no le ha impedido enfrentarse a los caciques y momias de esa formación. Y pese a sus estudios de economía y ser egresada de la Escuela Nacional de Administración (el semillero de la función pública en Francia), ella es anti-tecnócrata.

Desde hace meses ya se veía que el enfrentamiento electoral del 2007 iba a ser entre los ségos y los sarkos, los partidarios de Ségolène y de Nicolas Sarkozy, el ministro del Interior y líder de la Unión por un Movimiento Popular, partido derechista al que pertenece el presidente Jacques Chirac. La oficialización de la candidatura de Ségolène le permitirá a la izquierda ponerse a trabajar desde ahora para recuperar el poder, después de los dos mandatos de Chirac.

16 noviembre, 2006

Sobre la ley de convivencia y otras tentaciones

Hoy se promulgó la ley de asociaciones de convivencia pacífica y seguramente los medios no tardarán en informarnos quiénes son los primeros valientes que se acogen a esta legislación, llamada por algunos "ley del matrimonio homosexual".

Claro, esa designación es una simplificación exagerada a cuenta de los grupos y organizaciones siempre interesados en preservar los valores sagrados de la familia. Desde su óptica, esta ley es el primer paso hacia la disolución de la célula familiar, esa institución por lo visto tan frágil que hay que protegerla de cualquier amenaza, aunque sea la de un golpe con el pétalo de una rosa.

En realidad, esta ley no pasa de ser un contrato administrativo entre dos personas, sin que importe el sexo. Pero las conciencias puras de los paladines de los valores tradicionales no pueden imaginar nada sin sexo. ¿Qué interés pueden tener dos personas en vivir juntas si no van a coger?

Es curiosa la oposición al matrimonio homosexual: quienes lo atacan, defienden la monogamia y ensalzan el efecto purificador de las relaciones conyugales. Al mismo tiempo, critican la promiscuidad que, según ellos, caracteriza las relaciones homosexuales. Y hete aquí que, cuando llega el sector homosexual a pedir que lo autoricen a vivir en matrimonio, le niegan ese derecho. Y mientras, los heterosexuales hacen todo lo posible por burlarse de esa supuestamente sagrada institución: engañan a la pareja, hablan pestes del cónyuge, hacen chistes sobre la desgracia de estar casados y, finalmente, una importante proporción de ellos acaba divorciándose.

Aunque algunos observadores la llaman "boda de kermesse", en realidad estas asociaciones de coexistencia pacífica no otorgan ningún derecho ni siquiera cercano a los que da el matrimonio. Los miembros de la asociación no pueden beneficiarse ni de pensión ni de seguro social… Entonces, ¿en qué momento o bajo qué perverso interés se hizo la identificación de esta ley con un matrimonio? No lo sé, pero la oposición de la iglesia y grupos que la secundan me hace sentir ganas de asociarme con alguien. Pues un breve repaso histórico me permite ver que lo mejor de la vida es lo que prohíbe esa gente y, caray, sólo dios sabe la mucha falta que me hace un poco de bueno en esta vida.

14 noviembre, 2006

El avance del español


Como un beneficio para el español definió Ruperto Solano, procónsul de Microsft en México, el nombre comercial de la próxima versión de Windows. En efecto, El nombre de este sistema operativo es Windows Vista, porque, explicó, "la parte visual es muy importante". Y abundó, aunque no precisamente en beneficio de nuestro idioma, que el producto iba a ser "liberado" pues ya estaba RTM (ready to market), aunque no será antes del 30 de enero del próximo año cuando salga la versión retail, es decir, la destinada al usuario final, pues primera saldrá la OEM (original equipment manufacturer). Una de las mejores de esta versión es su sistema antiphishing, que evitará que puedan hackear la información. ¡Gracias, Microsoft, por beneficiar tanto al español!

11 noviembre, 2006

Los millones de Saddam

Supongo que quienes se empeñaban en sangrar el erario de Nigeria, Burkina Faso y otros sufridos países africanos ya desistieron de sus afanes, convencidos de que ya nadie cree poder ganarse el 30% de una fortuna de dudosa legitimidad por el simple hecho de contar con una cuenta de correo electrónico.

En efecto, ya no he recibido propuestas para reclamarme como heredero de un desconocido millonario que murió sin beneficiarios, dejando una fortuna de varios millones de dólares olvidada en un banco cuyo cuidado supuestamente está a cargo del aspirante a defraudador.

Quizá los haya conmovido el reciente informe del PNUD, en el que se señalan las graves carencias del Continente Negro en materia de recursos hidráulicos y salubridad, por lo que hayan decidido dejar que ese dinero se destine a subsanar esas deficiencias públicas, antes que a engrosar bolsillos privados.

Pero el afán de timo nunca descansa, aunque ahora siga otra trayectoria. Ahora el objeto de los abusos es ni más ni menos que el condenado de Saddam Hussein. En efecto, al parecer los soldados gringos no se conformaron con tumbarlo de la silla y derribar su estatua, sino que además le robaron una buena feria.

Al menos eso es lo que se desprende de un mensaje que recibí ayer, de un tal Stpehen Moralis, quien se presenta como sargento de la tercera división de infantería en Irak. Como me pidió que tratara el asunto con el máximo de los secretos, decidí publicarlo aquí en mi bloc, ya que es sabido que esto no lo lee nadie.

El sargento asegura que allá en Irak se encargó de “mover” fondos pertenecientes a Saddam, por un total de 38 millones de dólares. Él y su superior decidieron que, estando a buen recaudo en prisión, donde ni en navajas de rasurar ha de gastar, Saddam bien podría prescindir de esos fondos, así que los guardaron en un lugar seguro. Y ahí es donde entro yo en acción: por trabajar en el gobierno, estos valerosos patriotas no pueden quedarse con esa lana, así que me piden mi ayuda para traspasarla a una cuenta en el extranjero. En esa movida, yo me quedo con el 30%, la comisión tradicional en estas transacciones, 30% para el superior y 30% para el sargento Moralis. Ah, claro, y el 10% restante para los consabidos gastos operativos.

Llámenme desconfiado, pero no quise entrar en un negocio de esta envergadura sin hacer un poco de averiguaciones previas. Así que busqué al sargento Moralis en Google y… ¡oh, decepción! El muy traidor ya había andado repartiendo sus propuestas por toda la red. Y así encontré una interesante variante: en otros mensajes, él pretendía haber descubierto el tesoro de Saddam en varias cajas, que contenían no los 38 millones de dólares, sino sólo 25 millones. Ah, pero eso sí, en otras cajas había encontrado ni más ni menos que armas nucleares y cocaína.

Definitivamente, hay muchas preguntas sin respuesta en esto. ¿Cuántos millones encontraron, pues, 38 o 25? Y eso de las armas nucleares… ¿pues no por eso fue el pleito y ahora hasta Rumsfeld tuvo que renunciar al Pentágono por no haberlas encontrado? Creo que en esto caso, lo mejor es ponerme en contacto directamente con el propio Saddam para preguntarle y salir de dudas. No quiero resultar víctima de un fraude. ¿Alguien conoce su correo electrónico?

04 noviembre, 2006

Del ronco pecho de Benito Dieciséis

Hace unos días me enteré de que el padre de un amigo es diácono de una iglesia tridentina. Siendo un asunto para él tan personal, no quise verme ni muy curioso ni muy crítico ni, mucho menos, ponerme a analizar una corriente que rechaza las decisiones del segundo concilio vaticano (1962-1965) y sigue celebrando la misa en latín, con el oficiante de espaldas al pueblo.

Aunque es una minoría la de católicos que rechazan el rito conciliar, es bastante vociferante y mete más ruido que aquellos que no le confieren al latín propiedades mágicas y participan tranquilamente en la misa oficiada en la lengua nacional. Hace algunos años asistí a una misa en esperanto, no como católico sino como esperantista y, fuera de la novedad de estar hablada en la lengua internacional, en lo personal me pareció tan aburrida como las misas en latín a las que iba de chico (ya me feché, ni modo) y las misas en español, a las que dejé de ir en mi adolescencia.

Bueno, pues ahora resulta que el papa Benedicto XVI está por emitir un motu proprio, una decisión ejecutiva, digámosle así para que se entienda, tomada de su ronco pecho, para autorizar la celebración de la misa bajo el rito tridentino. Como breviario cultural, diremos que el rito tridentino es el adoptado en el concilio de Trento (1545-1563). Y hasta ahora, su celebración requería de la autorización del obispo correspondiente.

Por lo visto, el ex cardenal Ratiznger anda tan necesitado de clientela que ahora le hace ojitos a los que durante cuarenta años fueron simplemente “cismáticos”, con la esperanza quizá de que regresen al redil las ovejas descarriadas.

La comunidad tradicionalista, por supuesto, está de plácemes y ya llama “santísimo padre” a Benito Dieciséis, después de haber considerado traidores a sus dos predecesores, Paulo VI y Juan Pablo II, por apoyar la reforma del rito. ¿Qué dirán ahora los católicos anti-montinianos? Al otorgarles la libertad de celebrar la misa bajo el rito tradicional, Benedicto XVI también los priva de un argumento fundamental para los miembros de cualquier secta: la sensación de estar acosados por el mundo externo y el orgullo de ser los únicos que están en posesión de la verdad.

02 noviembre, 2006

Un velo para las putas

Aunque el resultado del juicio contra Muazzez Ilmiye Cig fue la absolución, resulta alarmante el simple hecho de que la decana de los arqueólogos turcos, de 92 años de edad, haya sido juzgada por decir que en la civilización sumeria, hace 60 siglos, las sacerdotisas-prostitutas que iniciaban a los jóvenes en el sexo llevaban un velo para distinguirse… un velo similar al que en la actualidad llevan —o son obligadas a llevar— las mujeres musulmanas.


Madame Cig a la salida del tribunal


Esa identificación fue suficiente para que se le aplicaran los artículos 125 y 216 del código penal turco, que penalizan los insultos y la provocación al odio racial y religioso.

Como candidata a ingresar en la Unión Europea, Turquía tendría mucho qué explicar a sus futuros socios sobre este caso. Más que nada, tendría que explicar porqué en su código penal sigue figurando como delito tomar posturas que quedarían amparadas en la libertad de culto y la de expresión.

Y también podría hacérsele una pregunta al abogado que planteó la demanda: ¿cómo tendrá la conciencia que una alusión a una costumbre de hace seis mil años la toma como ofensa personal? ¿Cómo es posible que alguien pueda considerar blasfemia una simple verdad histórica? Si cuatro mil quinientos años antes de Mahoma, las mujeres sumerias usaban un velo para anunciar sus servicios (servicios que, sin afán de entrar en polémicas, habría que decir resultarían muy sanos para los jóvenes), ¿cómo puede eso ofender la castidad de las musulmanas que lo llevan actualmente?

Por ejemplo, sabemos que la Navidad es una fiesta que se instituyó en esa fecha, para aprovechar que en el solsticio de invierno los romanos ya tenían el festejo de la Saturnalia, en la cual se bebía, se comía y se intercambiaban regalos. ¿Algún cristiano se siente ofendido porque la historia haya demostrado que la fiesta clave de su fe tiene orígenes paganos? No lo creo. Pero tal parece que los turcos se sienten en la mira del enemigo; para ellos, el masiosare puede estar en cualquier parte: entre los historiadores que hablan del genocidio armenio y entre los arqueólogos que afirman que las putas sumerias usaban velo.

01 noviembre, 2006

América Latina como posibilidad

No creo en la identidad latinoamericana. Pienso que no es suficiente compartir un idioma y una historia para que los latinoamericanos nos sintamos hermanados en una identidad común. Sobre todo cuando esa historia es de guerras y luchas entre vecinos, de desconfianzas, de recelos, desdenes y rivalidades. Y en cuanto al idioma común, la brillante lengua que nos trajo el conquistador ibérico, si bien es cierto que la compartimos en un nivel más o menos educado, ya quisiéramos que pudiera comunicarse un tepiteño, con su tono cantadito y sus diminutivos nahuatlizantes, con un porteño, empeñado en pronunciar el español con acento italiano.

Creo, no obstante, en la posibilidad de la unidad latinoamericana, basada paradójicamente en la historia y el lenguaje comunes. Si Europa pudo forjar la actual Unión Europea a partir de una multitud de naciones antagónicas y una babel lingüística, América Latina bien podría ver en su futuro una integración de ese tipo.

Pero si repasamos los escalones que llevaron desde la Unión del Carbón y del Acero hasta la Unión Europea, veremos que el motor de esa integración fue siempre el interés económico, la ambición de expandir mercados, de elevar el nivel de vida de los ciudadanos, por mucho que en el fondo flotaran vagos anhelos de hermandad y de concordia entre países que durante siglos habían guerreado entre sí.

Es decir, el idealismo, o por decirlo más crudamente, las posturas ideológicas, jamás producirán integración alguna. Hay más visos de realización en medidas como el Mercosur y los tratados bilaterales de libre comercio que en los floreados discursos de los bolívares reencarnados en líderes mesiánicos.

Y volviendo al tema de la identidad latinoamericana, veo en eso más trampas demagógicas —cuando no francamente racistas, como el término hispano que aplican los gringos indiscriminadamente a cualquiera que hable español— que un concepto concreto y analizable.

Hay tanta diversidad en América Latina como en cualquier otra región de esa extensión en el planeta. Llamarnos latinoamericanos es más un anhelo que una realidad; o, en todo caso, un mero apelativo geográfico que no significa más que un origen entre determinadas coordenadas. América Latina, como unidad, no existe. Claro, eso no significa que no pueda llegar a existir. La tarea, pues, no consiste en analizar qué hacemos ahí, sino en reflexionar cómo llegar.

27 octubre, 2006

La naturaleza del caos

La naturaleza tiende al caos. No es necesario un título de física ni conocer las leyes de la termodinámica para darnos cuenta de que evitar el caos requiere un esfuerzo continuo y penoso: en forma natural, si no hacemos nada por evitarlo, la ropa de días anteriores se acumula en un rincón de la recámara, la pila de platos sucios no deja de crecer en el fregadero, el periódico se queda desparramado en la sala y el jardín se cubre de hojas muertas mientras una capa de polvo cada vez más densa va amortajando los objetos de las repisas.



Ejemplo de caos: mi cocina

La lucha por el orden es penosa y difícil y las tareas domésticas no son el único dominio en el que lo podemos constatar. Las relaciones personales, por ejemplo, necesitan de más atención que la vajilla: hay que hablarles a los amigos de vez en cuando, no olvidar el cumpleaños de la pareja, llegar con un regalito a la fiesta de aniversario... Si dejamos que la incuria domine nuestra vida social, pronto estaremos viviendo como ermitaños, olvidados del mundo y comiendo sólo atún directamente de la lata.

Vistas así las cosas, resultan paradójicos los llamados a "volver a la naturaleza" que de vez en cuando se escuchan. ¿Volver a las cavernas, al desorden, a la suciedad? Un poco de reflexión nos lleva a la idea de que, por el contrario, la historia del avance del hombre ha sido la historia de su separación de la naturaleza, de haberle dado la espalda y de ir precisamente en su contra. Nada más antinatural que nuestro andar en dos pies, nuestro lenguaje articulado y nuestra tendencia a usar instrumentos. Desde que nuestro antepasado Puk vio las ventajas que le daba un mazo sobre el brazo desnudo de sus vecinos, el hombre no ha dejado de proveerse de más instrumentos y herramientas para multiplicar sus capacidades naturales.

Nuestra esencia como seres humanos es contraria a la naturaleza. Y nuestra aspiración, por ende, ha de ser seguir en ese sentido contrario: vencer la pereza natural, la desidia natural, la incuria natural, el desorden natural. Contrariar el llamado de la naturaleza para atender al llamado del espíritu.

26 octubre, 2006

La tentación del pagüerpoin

Llegará un momento en el que la historia pueda determinar con precisión los estragos causados en la sociedad por las presentaciones de PowerPoint mandadas en cadena por correo electrónico. El fenómeno, como sabemos, es demasiado reciente para tener la perspectiva necesaria, pero sí podemos aventurar algunas hipótesis.

Por ejemplo, se calcula que un 12.9% del voto en favor de Calderón se logró a base de las intimidaciones lanzadas masivamente en forma de presentaciones de PowerPoint. Desde las más infantiles, como las que comparaban a López Obrador con el nefasto Hugo Chávez de Venezuela, hasta las más elaboradas, en las que atacaban punto por punto su plataforma y, en base a cifras inventadas o proporcionadas por el PAN, "demostraban" su inviabilidad.

Más o menos el 35% de todas las presentaciones que circulan por Internet son de tema "edificante": imágenes de la naturaleza, de gatitos o cachorritos, engalanadas con mensajes de aliento, ya sean tomados de libros de autoayuda o de Pablo Coelho, ya sean abiertamente de propaganda religiosa. Así nos inundan con mensajes acerca del amor de Dios y de Jesucristo hacia la humanidad, aunque al final esas palabras alentadoras queden más bien desmentidas por la amenaza de que, si no lo reenviamos a todos nuestros conocidos, se nos va a aparecer el mismísimo Chamuco en cualquiera de sus manifestaciones.

Otro importante porcentaje de las presentaciones, si bien su número exacto aún es materia de debate entre los especialistas, es parte de campañas en contra de algo (rara vez son a favor). De un tiempo acá, el dinamismo de la economía china, por ejemplo, la ha vuelto blanco del odio de estos creadores, que con diversas razones y argumentos, nos conminan a no consumir productos fabricados por los "pinches chinos". En esta misma línea se encuentran aquellas campañas en contra de los productos enlatados, los productos frescos, los productos nacionales o los importados: prácticamente cualquiera puede ser objeto de una campaña de desprestigio a cargo de estos anónimos paladines de los derechos del consumidor, muy probablemente a sueldo de la competencia del producto vilipendiado.

Otra importante categoría son los mensajes destinados a despertar y atizar los miedos. Éstos siempre vienen en forma de advertencia: nos relatan la calamitosa experiencia de un "conocido" (aunque el mensaje venga reenviado 48 veces, el sujeto del mismo siempre es un conocido de los remitentes) y nos instan a tomar medidas de seguridad: no hablar con desconocidos, no correr con tijeras, no jugar con armas de fuego, no detenernos a ayudar a nadie en la calle y, sobre todo, respetar el lazo sacrosanto del matrimonio no ligando en bares y cantinas, so pena de perder un riñón en el mejor de los casos.

Una característica que comparten todas estas presentaciones es su enorme peso. Para narrarnos la historia del fulano que se sacó lo lotería gracias a que reenvió el mensaje a las 727 direcciones de su libreta, los creadores de estos engendros no se conforman con nada que pese menos de un mega. Si bien en estos tiempos de expansión de la banda ancha recibir estos mamotretos no tiene mayor complicación, no por ello hay que dejar de pensar en quienes siguen atados a la conexión telefónica, para quienes descargar un mensaje de esta envergadura supone hasta media hora de espera.

En fin, yo por eso soy feliz con mi versión básica de Office: sólo trae Outlook (que no uso), Excel (que no necesito) y Word (que uso por necesidad). Así me evito caer en la tentación de abrir esos engendros pues no tengo PowerPoint. Toda presentación que me llega va directito al bote de basura, medida que, por salud mental, recomiendo fervorosamente al lector.

22 octubre, 2006

Vicisitudes de un traductor

Como traductor, pero sobre todo como ser humano, no pocas veces he sentido envidia del trabajo que tienen los traductores de la televisión. Verán: yo estoy sujeto a críticas y hasta reprimendas por mi trabajo. Por ejemplo, hace tiempo traduje un folleto para una empresa llantera, y después de entregarlo, el gerente de la empresa me mandó llamar para hacerme algunas "observaciones". Resultó que su esposa acababa de regresar de Disneyworld en Orlando, y con esas credenciales se sintió con derecho de señalarle a su marido los errores de mi traducción. Al son del "que paga manda", tuve que apechugar sus críticas y cambiar los "sin embargo" por los "no obstante", que eran más del gusto de la mujer.

Pero en la televisión yo veo que las cosas son más fáciles para los traductores. Para empezar, no han de pedir experiencia pues las versiones que nos asestan francamente son para llorar. No es tanto el español neutro que quieren usar, en donde no hay borrachos sino ebrios, y donde hay cocheras, pero no coches. No, me refiero a la simple congruencia en la transcripción de los nombres propios. Los fanes de Seinfeld sabrán a qué me refiero. El apellido de Elaine Benes nunca apareció dos veces escrito de la misma forma; tampoco el nombre de las editoriales donde trabajaba (Viking Press apareció alguna vez como "Prensa Vikinga" y, en otra, como "Biking Press").

Quien sea capaz de entender el audio y leer al mismo tiempo los subtítulos de una serie conoce el fenómeno: suele haber un defasamiento abismal entre lo que se oye y lo que se lee. Y quien esté atenido sólo a los subtítulos, muchas veces se queda sin entender la causa de tanta risa.

Los anuncios con que nos atosigan a cada rato se cuecen aparte. ¿Han visto el de una mesita que se vende a un "increíble bajo precio"? Les aseguro que si yo me atreviera a entregar una traducción de esa calidad a cualquier cliente, al día siguiente me quedaría sin chamba. Pero ellos, los afortunados traductores de la televisión, por muy poco que les paguen, sin duda hacen su agosto todo el año. Con esa calidad es posible sacar cuartilla tras cuartilla como si fueran enchiladas, rápido y sin esfuerzo, y seguramente el día de pago reciben un jugoso cheque a cambio de la holganza de las neuronas.

Si alguien sabe cómo conectar una chambita de ésas, agradeceré cualquier informe.

21 octubre, 2006

Corrección

La otra vez exageré al afirmar que en la actualidad todos usan Microsoft Word. En realidad sigue habiendo otros modelos de procesador de texto. Lo que sí puedo asegurar es que el formato de Word, el famoso .doc es el estándar de facto.

En efecto, todo mundo se siente con el derecho de pasarnos un documento en Word, sin siquiera preguntar si somos clientes de Microsoft Office. Da por hecho que lo tenemos y, la mayoría de la gente supongo que ni siquiera se cuestiona esa situación.

Pero aparte de Microsoft Office existen otras opciones igual de eficientes (o quizá aún más, pero por el momento evitemos las comparaciones, que ya sabemos que son odiosas).

Recientemente descargué una versión de prueba de WordPerfect Office X3, y he de confesar que me vi obligado a tragarme mis palabras. WordPerfect X3 no es ningún lastimero clon de Word, como dije basándome en una versión anterior.




Con una substancial diferencia en precio (Microsoft Office cuesta alrededor de 400 dólares; WordPerfect Office cuesta unos 250), la suite manejada ahora por Corel podría darle un buen susto a Bill Gates, si la gente fuera capaz de imaginar que hay vida después de Microsoft.

Además de su abanderado WordPerfect, la suite cuenta con la hoja de cálculo QuatroPro y el programa de presentaciones Presentations. Trae además un cliente de correo, WordPerfect Mail (con manejador de directorio y agenda) que por sí mismo justificaría comprar toda la suite, aunque tiene la ventaja de que se vende por separado (29 dólares).

Una ventaja que quizá pocos le vean a WordPerfect X3 es la increíble variedad de filtros de que dispone. Y digo pocos, pues no creo que a mucha gente le interese leer y escribir en formato de Ami Pro, DisplayWrite, OfficeWrite, Multimate, Volkswriter, WordStar, XyWrite o texto simple en MS-DOS. Pero para quienes tengan esta necesidad, WordPerfect resulta fundamental, pues los arrogantes de Microsoft, al menos en la versión básica de Office 2003 que yo tengo, no ofrecen más que unos cuantos filtros, y ninguno para algo que no sea Windows.

Claro, también está la opción del OpenOffice, sobre todo para quienes no quieran desembolsar un centavo. Esta suite, que tiene procesador de textos, hoja de cálculo, programa de presentaciones, de base de datos y de dibujo, resulta también un buen rival de la de Microsoft. Su problema es que el soporte no es muy bueno, su configuración es demasiado complicada e instalar los diccionarios en español es todo un circo. A fin de cuentas, como dicen los gringos, “what you pay is what you get” y el hecho de que OpenOffice sea producto del trabajo voluntario de mucha gente le resta estabilidad y, sobre todo confiabilidad.

Viéndolo bien, no es exagerado decir que Word ha acaparado el mercado de los procesadores de texto, al menos en lo que se refiere a su formato. Sí, todos nos pasan documentos de Word con la confianza de que los podremos leer. Y tienen razón. Todos los procesadores modernos cuentan con la posibilidad no sólo de leer documentos de Word, sino también de guardarlos en ese formato. El punto doc es el estándar y se necesitarían conocimientos más profundos que los míos para determinar si es el mejor. Lo que sí puedo asegurar, por mi experiencia, es que ese formato es excesivamente pesado. Un documento en Word de unas 35 cuartillas puede llegar a medir más de un mega, si es que trae tablas. Su equivalente en formato RTF, por ejemplo se reduce a la mitad o la tercera parte.

Y vuelvo a lo mismo: el monopolio de Word en este mercado, si bien ha facilitado las cosas al establecer una norma, ha impedido que esta norma sea la más eficiente.

20 octubre, 2006

Tercer aniversario

Hace tres años empecé con este librillo de memorias, como quieren los enterados que llamemos a esta colección de reflexiones, divagaciones y dislates que, de algún modo, permitirían conocer al autor, si alguien se tomara la molestia de leerlo por completo, tratando de entender lo que pasa por la mente de un desconocido al que se pretende definir mediante listas de preferencias.

No han sido tres años continuos: por unos meses, a principios de este año, abandoné estos afanes, un poco por desidia, otro poco por convencimiento de que no tenía nada qué decir, y un mucho por el desaliento que me provocaba ver, según el servicio de estadísticas, que la mayoría de los lectores llegaban en búsqueda de determinado charlatán. En efecto, hace ya más de dos años cometí el error de citar por nombre a quien se hace pasar por experto en lo paranormal, en visitas de extraterrestres y demás mafufadas. Eso bastó para que aquí cayeran los incautos que, no contentos con verlo en la televisión, querían leerlo en la red. Acabé eliminando esa entrada para evitar esas indeseables visitas.

Si me detuviera a examinar mis notas, vería que éstas giran mayormente en torno de unos cuantos temas, los cuales constituirían mi "mapa mental": el esperanto, las relaciones internacionales, la política mexicana, la religión y el pensamiento mágico. Cada uno de ellos está fincado en experiencias bien concretas de mi vida. Aprendí esperanto a los quince años y lo sigo practicando treinta y ocho años después; mi vida profesional como periodista se ha centrado en la información internacional: fui subjefe de esa sección en Excélsior y las poquísimas veces que ejercí como reportero lo hice en el extranjero. La situación de mi país me afecta naturalmente por vivir en él.

La religión y el pensamiento mágico son dos temas que cada vez estoy más tentado a considerar como uno solo. Entre la teología y la astrología no percibo diferencias más que de forma. En el fondo, ambas construcciones apuntan a lo mismo: apaciguar los miedos del individuo ante los misterios de lo desconocido. La diferencia entre ir a misa e ir a que nos lean las cartas sólo es aparente.

El título de estas memorias quiere resumir lo anterior. Ya lo he dicho, pero ahora es pertinente repetirlo: hoy no es un buen día para ir al cielo. Vivamos aquí en la Tierra sin pensar en que hay un cielo que sabrá recompensar los sufrimientos padecidos. Si sabemos realizar todoas las promesas contenidas en nuestra humanidad, veremos que el cielo que nos tienen prometido está aquí mismo, en la Tierra. Pues, como dice el hermetista, lo que está arriba es como lo que está abajo, para que se cumpla el milagro de los mundos.

19 octubre, 2006

La basura

Hace tiempo, alguien me comentó que una amiga era tan escrupulosa en materia ambiental, que incluso lavaba la basura antes de tirarla. Luego la aludida se encargó de matizar y explicar el dicho: en el pueblo donde vive, Tepoztlán, le cobran por recogerle cada bolsa, así que a fin de ahorrar, procura racionalizar al máximo su producción de basura. Y aseguró que sacaba apenas una bolsa a la semana. "Y una bolsa chica", precisó. "No creas que de esas tamaño jumbo."

Debo de confesar que me dio un poco de envidia. Sin poder decir porqué, yo producía casi una bolsa de basura al día. Y aunque nunca he tenido conciencia ecológica, sí me parecía, desde antes de oír el comentario de mi amiga, que no era normal que una casa de dos personas produjera tanta basura.

Pero, como digo, mi falta de conciencia ecológica me impidió ahondar más en el tema y, sobre todo, tomar alguna medida correctiva.

Desde hace varias semanas, Cuernavaca padece del problema de la basura: ésta se acumula en las calles lo que naturalmente ha agravado esta temporada de gripe y problemas respiratorios. Así, los habitantes de la sufrida capital morelense nos hemos visto obligados, volis nolis, a racionalizar nuestra producción de basura.

Ahora puedo decir con satisfacción que esta semana, cuando empecé con la famosa separación de basura orgánica e inorgánica, no ha sacado más que tras cuartas partes de una bolsa. La orgánica, por lo demás, la estoy juntando en una bolsa aparte, con la idea de hacer composta para el jardín (cosa de cuya efectividad no estoy muy seguro, pues tengo entendido que la composta no sólo está formada por restos de comida y posos de café), y no llevo ni la cuarta parte de una bolsa pequeña.

Me volvió a la mente el comentario de que mi amiga lavaba la basura cuando ayer me descubrí lavando un cartón de leche, antes de aplanarlo cuidadosamente, para evitar que la leche descompuesta fuera a invadir mi bolsa de basura inorgánica.

No se vislumbra la solución al problema de la basura en Cuernavaca. Al menos desde mi molino, la situación parece tan paralizada como cuando empezó y las declaraciones escuchadas no permiten cobijar esperanzas. Quizá sea una característica distintiva de estos gobiernos panistas. Supongo que nadie ha olvidado los quince minutos en que Fox resolvería el problema de Chiapas. Ahora dice que la crisis de Oaxaca se resolverá "antes de que termine el sexenio". Espero que se refiera al suyo y no al del espurio Fecal, que llegará a la silla aun más atado de manos que Chente.

17 octubre, 2006

Del día de Muertos al Halloween

Es frecuente escuchar la queja de que la celebración del Halloween está desplazando a nuestro mexicanísimo día de los Muertos, y de que se trata de una costumbre reciente, producto de la influencia gringa.

No sé se qué entienda por “reciente”, pero al menos en mi caso, ya hace más de cuarenta años que salía con un grupo de amigos a “pedir mi Halloween” por las calles de la colonia Clavería. Y no es que nos disfrazáramos de "mostros", sino simplemente íbamos vestidos de fachas, cosa muy disfrutable para mí, deleitado en poder celebrar una fiesta sin tener que peinarme con fijapelo ni ponerme mi traje dominguero.

Sin embargo, estábamos conscientes de que se trataba de una fiesta gringa, cosa que en ese tiempo no nos producía ningún escozor. Tampoco sentía el remordimiento de estar desplazando la tradición del día de Muertos, ya que ni en mi familia, ni en ninguna otra que conociera, existía la costumbre de celebrarlo.

Veintitantos años después, me tocaría ver a mis hijos salir disfrazados a pedir su Halloween. Aunque en la primaria en que estaban, el colegio Luis Vives, hacían mucho hincapié en el día de Muertos, levantando altares y poniendo ofrendas, mis hijos no se dejaban lavar el cerebro con propaganda nacionalista: simplemente querían sus dulces.

Y si vuelvo a avanzar otros veinte años en la historia, me encuentro ahora, viviendo en un medio rural, donde la noche del 31 de octubre y todavía las dos siguientes, los chiquillos (y las chiquillas también, claro, para decirlo al modo de los tiempos) llegan a mi puerta a pedir "su calaverita". Hace ya varios años, interpelado en la calle por un niño para que "le diera su calaverita", recuerdo haberle respondido que él ya la traía adentro de la cabeza. La pobre criatura se me quedó viendo sin entender a qué me refería yo. Me causó tanta gracia que acabé poniéndole algunas monedas en la calabaza de plástico que llevaba en la mano.

Supongo que la difusión de la celebración del Halloween en nuestro país es sintomática de muchas cosas, la más evidente, la penetración de la cultura anglosajona en las costumbres de nuestra sociedad. No podría decir que eso es malo en sí mismo: es apenas la rama de un árbol muy frondoso y esforzarnos por cortarla haría que perdiéramos de vista aspectos más centrales, los cuales requieren más análisis que el que yo pudiera hacer.

Parto de la hipótesis de que no es imposible la coexistencia de tradiciones opuestas. En efecto, la celebración de la víspera de Todos los Santos tiene connotaciones lúgubres y está basada en el miedo a la muerte. Es una fiesta tétrica y horripilante, de ahí los disfraces que se llevan esa noche. La del día de Muertos, paradójicamente, es un homenaje a la vida, aunque esté basado en el rechazo de la noción de la muerte: nuestros seres queridos no nos abandonan del todo, pues por lo menos esa noche regresan a compartir con nosotros las ofrendas.




Regreso a mi tema: es posible la diversidad, no como signo de colonización, sino de apertura a otras culturas, de saludable fusión de ideas, de comprensión de otros modos de percibir el mundo. A fin de cuentas, la identidad mexicana es más que una fiesta. Y podemos tener la seguridad de que nuestros muertos no se van a volver a morir porque nosotros celebremos una fiesta que, después de todo, es más para los niños que otra cosa.

14 octubre, 2006

La guerra de los procesadores

Para quien no haya vivido le guerra de los procesadores de texto de fines de los ochenta a principios de los noventa (fue una guerra breve, como se ve), quizá resulte difícil entender la pasión y el fanatismo con que cada usuario defendía su decisión personal.

Como ya he dicho, yo militaba en las huestes del XyWrite, primero por necesidad, después por gusto. Pero entre mis conocidos había usuarios de la gama más variada de procesadores de texto. Word y WordPerfect eran de los más usados entre gente "seria"; el WordStar era el caballito de batalla de los estudiantes. El XyWrite era poco conocido en el medio en que yo me movía, pero había otros más obscuros, como el VolksWriter y el ProPalabras, los cuales nunca tuve ocasión de ver en funcionamiento.


WordPerfect 5


XyWrite IV


Después de varios años de estar trabajando para Kodak prácticamente sin interrupción, de pronto resultó que "ya no había trabajo". Nunca supe exactamente la razón de que se agotara, pero se dijo que había habido un cambio en el departamento de publicaciones, y el nuevo jefe había traído a su propia gente. Lamenté la pérdida, pues el tema de la fotografía siempre me había interesado, la paga era buena y puntual y yo ya me había acostumbrado en cierto modo a ese ritmo de trabajo.

Poco después pude conectar otro trabajo en Selecciones, no para la revista, sino para la sección de libros. Era buena chamba pero tenía un pero: ahí había que entregar el trabajo en Word.

La transición de XyWrite a Word fue traumática. Como había que entregar el trabajo a la vez impreso y en disquete, la impresión en Word se me hacía de lo más difícil: de pronto las hojas continuas empezaban a defasarse de la impresión y tres o cuatro páginas después, la página ya empezaba a media hoja. Desesperado por no encontrar la forma de imprimir en Word, descubrí un truco: podía trabajar e imprimir en XyWrite y con tan sólo ponerle extensión .doc al documento, entregarlo como si fuera Word.

Así trabajé varios meses, hasta que una vez un amigo que vendía computadoras me preguntó que si podía dar un curso de Word. Acababa de hacer una venta importante de equipo al Banco Ejidal, pero el contrato lo obligaba a dar capacitación en varios programas, uno de ellos, Word. La paga era muy buena, así que dije que sí. Tuve tres semanas para conseguir libros y manuales de Word para aprender a usarlo y armar el curso. Impartí dos cursos, uno en Puebla y otro en Mazatlán, éste con más éxito que aquél, gracias a la experiencia. Aunque la versión de Word era para Unix, su funcionamiento era exactamento igual que en MS-DOS, así que en realidad sólo tuve que aprender algunos comandos básicos de Unix para dar el curso.

Después de esos cursos, claro, mi relación con Word (en su versión 5.1 para MS-DOS) cambió por completo. Haberlo aprendido al grado de poder enseñarlo me permitió hacer cosas que ni me imaginaba que se podían hacer, en especial las macros, tema que en XyWrite conocería mucho después. Así me declaré ferviente partidario de Word y, en cierto modo, contribuí a su posterior hegemonía.


Word 5.5

En una ocasión me llamaron de Editorial Interamericana para que les impartiera un curso de Word a sus colaboradores. Tenían una plantilla de diez a quince traductores y revisores, cada uno de los cuales entregaba el trabajo en el procesador de su preferencia. Aunque los editores pedían que les entregaran el trabajo en formato ASCII, éste no permitían definir formatos tan elementales como negritas y cursivas, por lo que el trabajo se les complicaba. Por ello, decidieron uniformar a todos con Word, de lo cual yo me encargué en un curso relámpago impartido en dos o tres fines de semana.

Ese curso fue un heraldo de lo que ocurriría después. La abigarrada variedad de procesadores de texto, cada uno con sus ventajas y desventajas particulares, satisfacía las necesidades de una variedad también muy amplia de usuarios. Los que se dedicaban a tareas tipográficas, por ejemplo, tenían el TeX (del cual sólo oí maravillas por parte de sus usuarios); periodistas y escritores contaban con el XyWrite, el Word y el WordPerfect; para aplicaciones más sencillas estaba el WordStar.

Pero el advenimiento de Windows habría de cambiar ese panorama. No todos los procesadores pudieron dar el salto de MS-DOS al nuevo ambiente gráfico. Y los pocos que pudieron, no lograron hacer frente a la monopólica situación en la que se vio Word, como príncipe heredero en su condición de hijo directo de Microsoft, emperador de las PC.

XyWrite llegó a ofrecer una versión para Windows, pero muy poco después, la empresa que lo producía, XyQuest, fue víctima de una obscura maniobra de IBM y desapareció de la escena. WordPerfect en su versión para Windows era un lastimero clon de Word para Windows (cosa que, por lo demás, puede decirse de cualquiera, ya que la interfaz windowsiana uniformiza y aplana todo) y después de presentar un combate desigual, se retiró a tristear en un rincón, absorbido por Corel. Tuve ocasión de verlo hace unos años, en un disco que venía de regalo en la compra de una computadora. Me dio tanta lástima que no quise instalarlo ni por curiosidad.

A Word para Windows lo conocí desde su versión 1.0. Se me hizo tan insoportablemente lento y estorboso, lleno de adornos innecesarios, que acabé desinstalándolo para regresarme a la versión 5.1 para MS-DOS. La versión 2 sólo me ofreció la sorpresa de que ya podía acentuar las mayúsculas, pero no se me hizo suficiente para adoptarla. De ahí, Microsoft se saltó hasta la versión 6, la cual tengo que reconocer que fue la primera de Windows que me convenció para dejar de usar la de MS-DOS. Ya tenía la función de autocorrección (que, por cierto, XyWrite tenía desde hacía más de diez años) y creo que eso fue lo que hizo que me decidiera a usarlo.

Poco después Word se incorporó a la suite Office y dejó de ser un programa independiente. Su interfaz, sin embargo, se mantuvo más o menos constante a lo largo de las sucesivas versiones. Para principios del próximo año está programada la salida de Office 2007, de la cual ya circula su versión beta. En lo personal, esta versión se me hace desesperadamente lenta, no sé si porque sea beta o porque así vaya a ser en su versión definitiva. Además, su interfaz sufrió una transformación tan radical, que el usuario se las ve negras para encontrar las funciones que necesita. No entraré en su descripción; baste decir que desapareció la barra de menús, la cual fue reemplazada por una enorme área que, en diversas pestañas, contiene los comandos directos. Dirán que la ventaja es que no hay que abrir los menús, pero de todos modos hay que estar cambiándose de pestaña para encontrar la función que queremos. Además, esas pestañas ocupan demasiado espacio y no hay manera de quitarlas de la vista.


Word 2007 beta


Cuando la guerra de procesadores estaba en su apogeo, recuerdo que yo tenía una frase para evitar la tan infantil discusión de que "mi procesador es mejor que el tuyo". Yo pensaba, y a la fecha sigo pensándolo, que el mejor procesador es el que conocemos mejor. Eso vale para cualquier programa, claro, pero como pueden ver, mi tema han sido los procesadores de palabras. Sin embargo, por muy sabias que puedan parecer esas palabras, he de reconocer que ya no tienen vigencia. Ahora todo mundo usa Word para Windows (e incluso resulta ocioso precisar que es para Windows, cuanto que ya nadie usa MS-DOS). Ya no es posible decir que es el mejor o el peor: sencillamente es el único. Y esa pérdida de diversidad, en ese campo como en cualquier otro, resulta verdaderamente lamentable.

13 octubre, 2006

Un premio con zape

Caro le están cobrando a Turquía su pretensión de ser europea. Además de las reformas estrucuturales internas —cuyos resultados aún no están siquiera en el horizonte—, los turcos se han visto obligados a aceptar una serie de valores que para muchos de ellos no tienen nada que ver con su idiosincracia.

El tema de la masacre de armenios de 1915 es un buen ejemplo. Más de un millón de armenios perecieron de 1915 a 1917, con toda evidencia como parte de un plan deliberado del gobierno otomano. Turquía, como heredera del imperio otomano, niega que esas muertes hayan sido planeadas y las atribuye a rivalidades internas y a calamidades inherentes de la guerra que en esa época devastaba a Europa.

Pero no sólo niega que se haya tratado de un genocidio, como señalan algunos países, sino que ha convertido el tema en parte de su identidad nacional. Así, hablar del genocidio armenio en Turquía equivale, en virtud de una ley aprobada en junio de 2005, a alta traición. Fue por eso que al recién laureado Orhan Pamuk se le abrió un juicio en diciembre de ese año. El escritor declaró a un periódico suizo que en Turquía casi nadie se atrevía a hablar del genocidio armenio. La presión internacional logró que Pamuk fuera absuelto en enero de este año. Para documentar esta aberración, debemos agregar que las declaraciones las hizo en febrero de 2005; es decir, que la ley de junio se le aplicó en forma retroactiva.




Pamuk también se pronunció en contra de la fatwa lanzada contra su colega Salman Rushdie y colaboró con Arthur Miller y Harold Pinter en un reporte sobre la situación de los derechos humanos en su país. Aunque él se define como "nabokoviano" y "proustiano" —es decir, que aborrece la politización de la literatura— su obra ha girado en torno de las tensiones entre Oriente y Occidente, tan bien representadas en Turquía debido a su situación geográfica.

El apolitismo es una forma de hacer política, como lo demostraron los abstencionistas en las elecciones de julio en México, y el mensaje de Pamuk en ese sentido es claro: apartarse de la política equivale a condenarla por no estar de acuerdo con ella. Por lo demás, el escritor participa activamente en la campaña para convencer a sus compatriotas de las bondades de integrarse a la Unión Europea, causa de la que sí está convencido.

Otro revés sufrido por Ankara en sus aspiraciones europeas fue la decisión de Francia de tipificar como delito la negación del genocidio armenio, tal como ya se había hecho con el de los judíos, en Francia y en otros países. Esto significa que no podrán publicarse en Francia libros que promuevan la postura oficial turca. En esta decisión, claro, no sólo entra el deseo de revindicar la memoria del millón de víctimas armenias. Pese a lo que diga Jacques Chirac de dientes para afuera, Francia es hostil al ingreso de Turquía en la Unión Europea. Tener en la frontera oriental a un aliado tan incondicional de Washington como es Ankara no puede más que inquietar a París, celoso guardián de la identidad europea, amenazada por la hegemonía estadounidense.

En fin, si alguien dudaba que el premio Nobel de literatura tuviera connotaciones políticas, ahora ya tiene la prueba. Sin desdeñar por un momento la calidad y el valor de su obra, el premio adjudicado este jueves a Orhan Pamuk es también un zape al gobierno turco para que, de una vez por todas, ponga en orden su pasado y pueda hacer planes para el futuro.

17 septiembre, 2006

Ratzinger y las avispas

Queriendo hacer gala de su erudición histórica, el papa Benedicto XVI incurrió en la ira del mundo musulmán al citar durante su viaje a Alemania las palabras del emperador bizantino Manuel II Paleologo (1350-1425). Éste, en un debate con un académico persa, afirmó: "Muéstrame qué de nuevo haya aportado Mahoma, y sólo encontrarás cosas malas e inhumanas, como su instrucción de difundir por la espada la fe que predicaba."

Pero toda su erudición no le alcanzó a Benedicto XVI para: a) Dejar bien claro que eran palabras pronunciadas hace seis siglos, no suyas; b) Comprender que no venía al caso esa cita cuando estaba hablando del tema de la trascendencia; c) Darse cuenta de que los prejuicios de un emperador bizantino que vio su imperio mermado a costa del avance del islam ya no tienen ninguna conexión con el mundo actual; d) Tener la sensibilidad necesaria para darse cuenta de que insistir en la relación del islam con la violencia equivale a remover un nido de avispas.

Le ha llovido fuerte en su milpita al papa a raíz de estas desafortunadas palabras. Para empezar, ya está en entredicho el viaje que tenía programado para noviembre a Turquía, cuyo primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, exigió firmemente que el pontífice se retractara de sus palabras y ofreciera disculpas al mundo islámico. El presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, condenó la "siniestra tendencia de asociar al terrorismo con el islam, lo que genera una peligrosa separación entre Occidente y el mundo del islam". Y también el primer ministro palestino, Ismail Haniyeh, exhortó al jefe de la iglesia católica a cesar sus "ataques al islam".

Hay que reconocer que desde que era conocido como Joseph Ratzinger, Benedicto XVI nunca se inclinó mucho por el ecumenismo ni por la convivencia de las religiones. En 2000, su documento Dominus Iesus, en el que reitera el dogma católico de que la salvación sólo se alcanza a través de la iglesia católica, apostólica y romana, causó gran consternación en un mundo que esperaba que el tercer milenio sería de apertura y diálogo. Y, a diferencia de Juan Pablo II, que participó en las jornadas de oración ecuménica organizadas por la comunidad de Saint'Egidio, en Asís, Italia, Benedicto XVI simplemente ha decidido ignorar ese esfuerzo de diálogo interreligioso.



Ecumenismo en Asís

En la mentalidad de Ratzinger, todo acercamiento a otras religiones lleva implícito el peligro del sincretismo. Y cualquier signo de apertura es tachado de relativismo, ese concepto que, a ojos del papa, le permite al hombre moderno confeccionarse una religión "a la carta", para la cual selecciona lo que más le place de todas las confesiones existentes. Pese a que en los evangelios leemos que "hay muchas moradas en la casa del Padre", por lo visto Benedicto XVI sigue atrincherado en una fe tan débil que no resiste el contacto con las demás.



Actualización del 18 de septiembre

En protesta por la perniciosa identificación de la violencia con el islam, en Mogadiscio, actualmente bajo control de los Tribunales Islámicos, este domingo fue asesinada una monja católica que trabajaba en un hospital. Poco antes, un funcionario religioso había exhortado a los musulmanes a "vengar" el honor de su fe, ultrajado por las palabras del papa Benedicto XVI.

07 septiembre, 2006

El acorralamiento del Peje

Al igual que Carlos Salinas, otro presidente notoriamente espurio, Felipe Calderón está pidiendo la oportunidad de convencer con sus actos a quienes no votaron por él. En cierta forma, además de ser un llamado a la distensión, este exhorto constituye un reconocimiento implícito de que llegó en forma irregular a la condición de presidente electo. Pues aunque suena bonita, esta fórmula en realidad es la que se aplica durante la campaña electoral, no después. Es antes de las elecciones cuando los candidatos nos piden esa oportunidad, no después de haberse montado en la silla presidencial descendiendo desde un helicóptero para escapar de las protestas del pueblo que supuestamente quieren gobernar.


¿Por qué sonríe Felipillo?


No las tiene todas consigo el chaparrito. Si la frase "sacarse la rifa del tigre" tiene algún sentido, éste es precisamente la situación a la que va a enfrentarse el presidente de la derecha. Tendrá que escarbarse algo más que las narices para encontrar la solución a las profundas divisiones causadas por su imposición. No hay sólo una división geográfica (supuestamente un norte de derecha y un sur de izquierda, configuración que nos remite a los referentes de la guerra fría, cuando los países se partían entre esos dos extremos, Alemania, Vietnam, Corea, por recordar los más representativos); ahora las divisiones recorren todo el tejido social y amenazan con enfrentar a las familias mismas, unidad básica de la sociedad.

En efecto, la división ya no es geográfica. Ahora, tras la campaña de odio y azuzamiento de miedos que impulsó el candidato de la derecha, el país está dividido entre la gente bien y los nacos. Así, la gente bien votó por Calderón y observa agradecida el apoyo que le expresara ayer George W. Bush a la democracia mexicana. Los nacos votaron por López Obrador y se encuentran acampando en Reforma y el Zócalo.

En fin, López Obrador tampoco está en un lecho de rosas. Acorralado en su propio discurso ultrancista, no le queda más remedio que mantener su postura radical —e incluso radicalizarla aun más— para no perder su base de apoyo. Para quienes asisten a las asambleas informativas y acampan en Reforma, el resultado de sus esfuerzos no puede ser otro que el acceso de López Obrador a la presidencia.

¿Están engañados? Al parecer sí: el proceso electoral termina formalmente con la proclamación del presidente electo, cosa que recayó en la personita de Calderón. Pretender su renuncia o cualquier otra subversión de las instituciones es regresar a la proclama de las montañas del 1° de enero de 1994, en la que el subcomandante Marcos exigía la dimisión del gobierno federal.

A López Obrador no le ha quedado más remedio que inventar nuevas formas de movilización, conforme se van agotando las tradicionales. Después del plantón, ya tenemos su convocatoria a una convención nacional democrática, a la que quiere heredera de la convención de Aguascalientes con la que, durante la revolución, se trató de reconciliar a los diferentes bandos en pugna. La situación actual, ¡ay!, es mucho más compleja que la de entonces. No estamos viviendo un movimiento armado —y hasta ahora nadie ha hablado de eso, afortunadamente— que pudiera resolverse mediante un acuerdo político, por mucha espíritu de concordia que lo anime.

La situación actual es de crisis política provocada no sólo por el desgarramiento de la sociedad, sino por su enfrentamiento. López Obrador ha quemado sus cartuchos en movilizaciones estériles, en lugar de dirigirlos a consolidar la fuerza de su partido y a imponer sus temas en el programa de gobierno del próximo sexenio. La fuerza de su medio punto de diferencia con el candidato ganador se lo habría permitido. Pero en estos dos meses de protestas aspaventosas, ha despilfarrado buena parte de su apoyo y ahora sólo cuenta con el ala dura. Basta ver los deslindes que se han producido, por ejemplo, entre los diputados perredistas y el mismo gobernador electo de Chiapas, que han pintado su raya con respecto de la postura radical del Peje.

Quizá el destino que le espere a AMLO sea la triste condición a la que se ha visto reducido el subcomediante Marcos: un molesto moscardón que de tanto en tanto lanza proclamas incendiarias, sin encontrar mayor eco en una sociedad entre desencantada y harta, deseosa de encarrilarse en la normalidad institucional, por muy viciada que éste pueda estar.

04 septiembre, 2006

Fracaso agrícola en Afganistán


A pesar de haber tenido un aumento de 59% en la superficie cultivada, los productores afganos de opio sólo lograron incrementar su producción en 49%, lo cual es prueba de su ineficiencia. Ojalá que los nuevos amos del país, con el padrinazgo de Washington, puedan elevar la productividad de esos atrasados cultivadores.

Con todo, es de mencionarse que, después de la etapa de obscurantismo que representó el régimen de los talibanes —que se dedicaron a destruir plantíos y a privar a los honrados campesinos de su medio de subsistencia—, durante la cual la producción de opio se redujo casi a niveles de subsistencia, ahora Afganistán puede jactarse de satisfacer el 92% de la demanda mundial de esta droga. ¡Felicidades, chicos!

31 agosto, 2006

Astrología y realidad

Dado su objeto de estudio, que es el hombre, la astrología siempre ha sido geocéntrica. Por ello no le afectó la revolución copernicana (1543) que echó por tierra al sistema planteado por Ptolomeo desde 150 a.C. en su Almagesto.

El hecho de que la astrología no se considere a sí misma como el estudio de los astros (cosa que se derivaría de su propio nombre) puede parecer sorprendente, o al menos extraño, sobre todo para quienes no tienen de ella más que las noticias vagas y distorsionadas que hacen circular sus detractores. Pero la verdad es que, por su objeto de estudio, la astrología está más emparentada con la psicología que con la astronomía. Y es por ello que no se vio afectada ni por los descubrimientos de Copérnico, ni se interesa por el reciente cambio de denominación de Plutón, que ahora en agosto se vio degradado a la condición de planeta enano.

Buena parte de las críticas que se le enderezan a la astrología se basan en su desfasamiento con la realidad astronómica. La primera, claro, es el hecho de ser geocéntrica, cuando ya sabemos que es la Tierra la que gira alrededor del Sol. Pero este argumento es insubstancial, como ya dijimos. Se alega también que desconoce el desplazamiento de los cuerpos celestes que, como en el caso de la constelación de Ofiuco, en cierto modo invalidarían las tesis astrológicas pues con el paso de los años (de siglos o milenios valdría aclarar) las estrellas cambian de posición con relación a la Tierra.

Conviene hacer una aclaración respecto de Ofiuco, constelación en la que se encuentra el Sol del 30 de noviembre al 17 de diciembre (dato que seguramente perturbará a muchos que hasta ahora se consideraban nativos del signo de Sagitario). Si bien su desplazamiento ha hecho que se meta más en el cinturón zodiacal (la franja de 16 grados que tiene por centro a la eclíptica), ya en tiempos de Ptolomeo se reconocía que cuatro de sus veintinueve estrellas estaban dentro del Zodiaco.

Pero en realidad la astrología no toma en cuenta la posición real de las estrellas (ni siquiera vistas desde la Tierra), sino que hace una abstracción y declara como zona de importancia al Zodiaco, la franja por la que hace su recorrido el Sol en torno de la Tierra, dividida en doce partes iguales de 30 grados cada una.

Asimismo, el descubrimiento de los planetas Urano (1781), Neptuno (1846) y Plutón (1930) no significó ningún mentís a la astrología tradicional, que sólo conocía los planetas hasta Saturno. Los planetas recién descubiertos fueron asimilados como "fases superiores" de los ya conocidos, Urano de Mercurio, Neptuno de Júpiter y Plutón de Marte. Y de ese mismo modo se les adscribieron sus características y significados astrológicos.

Además de los planetas, algunos astrólogos consideran también otros cuerpos celestes, como Quirón, Vesta y Ceres. A éstos se les atribuyen características basadas en su nombre, tomado de la mitología griega. Cuando al planeta enano 2003 UB313 quisieron ponerle Xena, en memmoria del personaje de la serie de televisión Xena, la princesa guerrera hubo voces de protesta, no por parte de los astrólogos, sino de los mismos astrónomos deseosos de mantener la tradición de bautizar planetas y nanoplanetas dentro de la mitología griega. En bonito predicamento hubieran puesto a la astrología si le hubieran puesto el nombre propuesto por los fanes de esa serie, protagonizada, por cierto, por Lucy Lawless.



Lucy Lawless no subió al Olimpo.


Queda abierta a discusión la pertinencia de atribuirle significados a los planetas nuevos en base de su mero nombre. El caso de Urano es interesante en ese sentido. El primer nombre que propuso su descubridor, sir William Herschel, fue Georgis sidus, en honor del rey Jorge III de Gran Bretaña. Cuando se le señaló que sidus significa estrella, y no planeta, entonces propuso simplemente planeta Georgiano. Como el nombre no arraigó fuera del Reino Unido, hubo muchas otras propuestas: Herschel, en honor a su descubridor, Hipercronos o Transaturno, por estar después de Saturno, Astrea, Cibeles, Neptuno, Minerva, Austra, hasta que finalmente Bode propuso el que que actualmente lleva. ¿Qué hubieran hecho los astrólogos si se le hubiera quedado cualquier otro? ¿Hubieran cambiado las "influencias" que irradia ese planeta?

29 agosto, 2006

Yo y las computadoras

El mes pasado cumplí treinta años de trabajar con computadoras. Eso no me hace experto en computación, claro. Nunca aprendí a programar, por ejemplo, y lo digo en pasado simple porque no pienso aprender nunca. Me doy de santos con que me funcionen los programas que uso para ganarme la vida: dos procesadores de texto, Word y EditPlus, un auxiliar de traducción, Trados, y el recientemente adquirido Babylon, una verdadera joya en materia de diccionarios. Rezo para que no se me chispe la conexión a Internet, de la que dependo no sólo para recibir y enviar el trabajo, sino también para consultar cualquier dato y palabra.

Pero también espero que no me fallen los programas que uso para entretenerme, el OpenOffice para escribir cosas personales (como ésta), los diversos programas de reproducción y edición de video, los de subtítulos y los de creación de DVD, si bien éstos corresponden a una chifladura reciente, suscitada por mi adquisición de una computadora con quemador de DVD.

Allá en mi cada vez más lejana juventud tuve mi primer acercamiento a las computadoras. Un familiar que de alguna manera estaba relacionado con la política me pidió a mí y a varios amigos que ayudáramos a rotular los sobres de la paquetería electoral que se mandaban a cada municipio del país. Las etiquetas se imprimían en unas potentes computadoras que ocupaban toda una habitación, refrigerada para evitar su sobrecalentamiento (y que seguramente tenían menos capacidad que cualquier Palm actual). Cada una era más grande que un refrigerador y tenía al frente los clásicos carretes de cinta y los foquitos emblemáticos de la modernidad futurista tal como se concebía en los años sesenta. A cambio de unos cuantos pesos y unas tortas de cena, un grupo como de seis amigos pasamos toda la noche pegando las etiquetas engomadas en los sobres. Ésa fue mi aportación a la elección de Luis Echeverría.

Seis años después entré a trabajar en Aeroméxico, donde pasaría los siguientes diez años. Pero las primeras dos semanas las dediqué a un curso de capacitación sobre los secretos de SARA, el sistema automático de reservaciones de Aeroméxico. El término “automático” se aplicaba porque para el trabajo usábamos unas terminales conectadas a una central cuya ubicación exacta era un misterio (al menos para los agentes de reservaciones como era mi caso): algunos la situaban en California, otros en una base secreta, escondida en una montaña (aunque pensándolo bien, esta segunda hipótesis debe más a la influencia de las películas gringas que a cualquier hálito de realidad).

En ese trabajo, además de aprender a manejar la computadora para hacer reservaciones de vuelos y otras tareas relacionadas, recibí una lección muy valiosa: el conocimiento es poder. En efecto, la capacitación para usar el sistema estaba celosamente dosificada de acuerdo al nivel jerárquico. En los niveles inferiores el conocimiento apenas era una embarrada que permitía trabajar cuando las cosas funcionaban bien, pero que dejaba en el desamparo al agente que experimentara cualquier problema. Claro, para ello estaban los supervisores, que resolvían cualquier situación que se saliera del carril. Y ahí se encuentra también la explicación del celo con el que administraban el conocimiento: si los agentes hubieran podido remediar cualquier problema, se habría revelado la inutilidad de la función de los supervisores. Y ni el sindicato ni la empresa estaba dispuestos a aceptar esa pérdida de poder.

Cuando entré a trabajar en Excélsior, en 1985, una de las cosas que más me impactó de la sala de redacción fue ver que seguían usando máquinas de escribir. No sólo las clásicas Olympia mecánicas (ésas de metal que en las oficinas de gobierno solían haber perdido ya la tapa blanca, dejando el mecanismo al descubierto), sino auténticas joyas de museo marca Remington y Underwood. La impresión se debió a que, durante la carrera, pocos años antes, yo había visitada la sala de redacción de varios periódicos, en los cuales ya se usaban computadoras. No imaginé que en uno de la importancia de Excélsior siguieran en vigor tales vejestorios.

Ese primer paso por Excélsior no duró mucho: dos años después me salí, abrumado por mi condición de triple empleado: en la mañana trabajaba en la editorial Grolier, en la tarde en el periódico y en la noche llegaba a la casa a traducir de free lance. Estas traducciones en la casa empecé haciéndolas en una máquina de escribir Olivetti, supuestamente portátil aunque pesa ocho kilos con todo y estuche. Pero con la liquidación que me dieron al salirme de Excélsior me compré mi primera computadora: una potente Elektra, 8088, con 128 KB de memoria y un floppy de 5.25” (de los avanzados, pues ya leía discos de doble cara).

Mi amigo que me vendió la computadora me pasó también el WordStar, con una hojita en la que a mano había apuntado las instrucciones básicas. Nunca llegué a dominar ese procesador. La motivación principal para comprar la computadora era que Kodak, la compañía para la que traducía, pagaba 50 centavos más por cuartilla entregada en diskette. Ahí se usaba el MultiMate, del cual también me pasaron una copia, esta vez con su correspondiente manual en toda forma: cerca de 400 páginas fotocopiadas y metidas en una carpeta de argollas. Así aprendí mi segunda lección de computación: “¡Lee el pinche manual!” Algo así me lanzó el supervisor que me atendía, supongo que harto de mis frecuentes consultas sobre temas elementales y mis problemas causados por la ignorancia. A diferencia de la política imperante en Aeroméxico, acá en Kodak se pensaba que, mientras más supiera el trabajador, menos lata daría y más eficiente sería.

Como todo procesador de textos, el MultiMate tenía contador de páginas, pero al principio yo no me fiaba mucho de él. En efecto, me parecía increíble que al pasar de la máquina de escribir a la computadora, mi velocidad casi se hubiera duplicado. Y cuando veía que en apenas una hora había traducido cinco o seis cuartillas, me regresaba para verlas y contarlas yo mismo.

Ya me había vuelto todo un experto en MultiMate cuando mi supervisor me anunció que íbamos a cambiar de procesador. Por decisión institucional, el programa que ahora se usaría sería el XyWrite III. Cuando pregunté la razón de ese cambio, la respuesta que recibí me dejó confundido, pero hizo que sintiera admiración por un supervisor que sabía tanto: “Es que éste permite secuencias de escape”, me respondió.

Sigo sin saber a qué se refería con eso de las secuencias de escape, aunque sospecho que la cosa iba por el tema de las macros y las posibilidades de programación que tiempo después yo mismo le descubriría. En efecto: el XyWrite también traía manual, dos, de hecho, uno para principiantes con lo básico, y otro para programar.

Confieso que con el XyWrite viví mi primer romance con un procesador de texto. Una vez acostumbrado a su parca interfaz y memorizados los comandos básicos (se trata de un procesador de comandos, no de menús), empecé a disfrutar de su rapidez. Esta ventaja, sin embargo, tuvo un precio. El programa era más grande que el MultiMate, el cual cabía en un diskette de 360 KB, con todo y archivos de trabajo. Pero para el XyWrite se necesitaban ¡dos unidades de diskette!, una para el programa (que ocupa 180 KB) y los archivos de trabajo, y otra para el archivo de ayuda (que mide 205 KB).

Como donde manda capitán no gobierna marinero, no me quedó más remedio que romper el cochinito para comprarle otra unidad a mi máquina, ocasión que aproveché para aumentarle la RAM a 640 KB. Esa cantidad de memoria, según la memorable declaración del propio Bill Gates, cubriría todas las necesidades de cómputo, así que me consideré equipado para satisfacer cualquier requerimiento futuro.

Trabajé con XyWrite varios años, más o menos desde fines de 1987 a mediados de 1991, cuando se agotó el trabajo en Kodak (al menos para mí, en virtud de una metedura de pata que constituyó también una lección en mi carrera profesional). Entonces empecé a trabajar para Selecciones, donde el procesador utilizado era Word. El tránsito de XyWrite a Word fue bastante traumático pero, como siempre, no me quedó más remedio que apechugar con los caprichos de los nuevos jefes.



Lo que sucedió a continuación será objeto de otra nota. Sólo quiero hacer una última aclaración: ¿a poco no quedaron asombrados de que me acordara de lo que pesaba el XyWrite? Je, je, en realidad no es que me acuerde: simplemente consulté el dato pues, no por nostalgia, sino por necesidades del trabajo, aún sigo usando ese procesador.

26 agosto, 2006

Y Plutón sigue ahí



Después de que nos emocionaron con la onda de que se iban a agregar tres planetas más a nuestro sistema solar, para darnos un total de doce, ahora resulta que al pobre de Plutón lo degradaron a planeta enano. Así, por efectos de un cambio de definición, nos quedamos nada más con ocho planetas y unos cuantos "nanoplanetas".

Cuando los sabios que estudian el cielo anunciaron a los nuevos componentes de nuestro Sistema, de inmediato surgieron voces para burlarse de la astrología y preguntar qué efectos tendrían esas nuevas fuerzas en nuestra vida.

Algo similar ocurrió hace unos años, cuando se descubrió que la constelación de Ofiuco, en virtud del desplazamiento continuo de los cuerpos celestes, se había colado entre las constelaciones de la Balanza y de Escorpión. De ese modo, razonaban estas mentes brillantes, los signos del Zodiaco habrían de ampliarse a trece y los astrólogos tendrían que explicar las influencias del flamante miembro zodiacal.

Pero no; lejos de brindarles a los astrólogos una oportunidad de enredarse en declaraciones falaces, la Unión Astronómica Internacional prefirió reducir el número de objetos de estudio, degradando a Plutón. No por casualidad estaba reunida en Praga, donde las defenestraciones son parte de la historia.

De todos modos, los astrólogos tendrán que explicar ahora qué pasa con Plutón y su influencia. Esas fuerzas ocultas y explosivas que se le atribuían, ¿se desplazarán a otro elemento astrológico? El signo de Escorpio que regía hasta ahora queda huérfano: ¿qué planeta asumirá su tutela?

Aunque viéndolo bien, no creo que ni a los astrólogos, ni al mismo Plutón (si se enterara de su democión) les interesara este cambio de nomenclatura. Porque en realidad a eso se reduce este incidente. Plutón sigue teniendo el mismo tamaño, la misma masa y (para los astrólogos) la misma influencia que antes de su designación como planeta enano. Es un poco como lo que pasa con la pobreza en México: aunque ésta se reduzca en el papel, en los informes enviados a los organismos internacionales y en los discursos de la postcampaña simplemente cambiando los parámetros con que se mide, la pobreza, como el dinosaurio de Monterroso, sigue ahí. En Foxilandia, para ser llamado pobre ahora hay que morirse de hambre literalmente; todos los demás entramos en la categoría de clase media. (Por cierto, antes se hablaba de la "pujante" clase media, en su sentido de potente, floreciente, vigorosa. Ahora, la clase media sigue siendo pujante, pero en el sentido de que puja y se esfuerza por mantenerse a flote.)

18 agosto, 2006

Confesión y mercadotecnia


Ahora resulta que Günter Grass no fue reclutado por la fuerza en las Waffen-SS, sino que él mismo se ofreció de voluntario para ese temible cuerpo. De ahí que trajera atravesada la espinita tantos años, y que ahora decidió sacársela en su autobiografía. Muy bien.

Claro, aquel que tantas veces criticó el silencio guardado por sus compatriotas antes los crímenes nazis tuvo el cuidado de aclarar que en su estancia en la décima división blindada Frundsberg no cometió ningún crimen.

Ahora que está sacando sus trapitos al sol, las cosas se complican. Hay documentación de que Grass fue capturado por las tropas gringas al término de la guerra, por lo que es de suponerse que su paso por las SS era conocido también por las autoridades de Estados Unidos. En algún lado tuvo que haber estado archivado el documento en el que se consigna la detención del joven Grass.

Pero como ya habíamos dicho, el problema no es que haya pertenecido a las SS — en forma voluntaria o forzada— sino que haya esperado a publicar su autobiografía para hacer tal revelación. La editorial Steidi decidió adelantar dos semanas el lanzamiento del libro, el cual prácticamente se agotó en dos días y se espera que haya un nuevo tiraje dentro de poco. ¿Esto fue una maniobra mercadotécnica o un desahogo válido de conciencia?

Aun peor: al banalizar su paso por las Waffen-SS, el autor ofrece un valioso recurso a todos aquellos que las integraron. “Sí, yo fui SS, pero ya ves, igual que Grass, yo no maté a nadie.” “Pasé por las SS sin manchar mi plumaje de cisne.” “Quizá en el fondo, las SS no eran tan malas... ¿no será que todo lo que dicen son mentiras de los sionistas? Ya ves lo que están haciendo en el Líbano...”

En fin, allá él y su consciencia, que de seguro está bastante pesada, como se ve en este párrafo de su libro:


Es verdad que durante mi adiestramiento en la lucha de tanques, que me embruteció durante el otoño y el invierno, no se supo nada de los crímenes de guerra que luego salieron a la luz, pero la afirmación de mi ignorancia no puede ocultar la conciencia de haber estado integrado en un sistema que planificó, organizó y llevó a cabo la aniquilación de millones de seres humanos. Aunque pudiera convencerme de no haber tenido una responsabilidad activa, siempre quedaba un resto, que hasta hoy no se ha borrado, que con demasiada frecuencia se llama responsabilidad compartida. Viviré con ella hasta el fin de mis días, eso es seguro.

Negocios en Benín

Supongo que la mayoría de la gente no sabe dónde está Benín, ya no digamos localizarlo en un mapamundi. Tengo que confesar que hasta hace poco yo lo tenía por alguno de los países petroleros del golfo Pérsico, uno de esos emiratos que siguen viviendo en la época feudal y cuyo único contacto con la modernidad son las fabulosas fortunas de las familias gobernantes. Pero no. Benín es ahora lo que yo aprendí en la primaria que se llama Dahomey (cambió de nombre en 1975, cuando se estableció un gobierno marxista): un paisito encajado entre Togo, Nigeria, Níger y Burkina Faso (el país que yo conocía como Alto Volta), es decir, situado en el golfo de Guinea, en la costa occidental de África.

Benín tiene una población de unos 8.5 millones y uno de ellos, el señor Benjamin Salifou Adam, me escribió ayer para pedirme mi valiosa ayuda para robarle 45 millones de dólares al Eco Bank de Benín, del cual él dice ser gerente. En este arreglo, si llegara a darse, claro, yo recibiría el 35%, el señor Salifou se quedaría con el 60% y el 5% restante sería para cubrir los gastos en que incurriéramos en el proceso de transferencia de fondos.

La oferta es tentadora, pues además el señor Salifou no habla de “robar” sino de “transferir” los fondos de una cuenta abandonada en su banco, cuyo titular murió hace muchos años sin dejar beneficiarios. Y de que esa fortuna vaya a parar al erario de Benín en calidad de fondos no reclamados, a que una parte substancial venga a quedarse en mi magra cuentecita de cheques, pues, ¡caray! ¿Quién puede decirles que no a 15.75 millones de dólares?

Bueno, en realidad les diría que no cualquiera que ya estuviera harto de recibir este tipo de mensajes. En primer lugar: ¿por qué el señor Salifou decide recurrir a un perfecto desconocido para hacer una transacción de esa magnitud? Según él, como la cuenta está en dólares y pertenecía a un extranjero, sus fondos sólo pueden transferirse a otro extranjero. Pero, ¿es que un gerente de banco no tiene a ningún otro extranjero a quién recurrir? Este fraude ya lo he visto en otra modalidad: el supuesto gerente me pide que me haga pasar por familiar del difunto para reclamar esos millones. ¿Alguien podría creer que un mexicano de apellido Gutiérrez resulta ser heredero universal de un inglés apellidado Williams? ¿Cómo piensan que podría demostrarse ese parentesco (proceso que supongo necesario para cualquier reclamación sucesoria)?

Este intento de fraude lo he visto desde hace muchos años, como digo en diversas modalidades: que si el dueño de la fortuna pereció junto con toda su familia en un trágico accidente hace varios años (incluso indican la nota periodística dando cuenta del accidente para reforzar la credibilidad del mensaje), que si es un príncipe caído en desgracia que trata de recuperar la fortuna que dejó guardada en el país que se vio obligado a abandonar por razones políticas... son numerosas las variantes, pero todas apuntan a lo mismo.

Confieso que hasta ahora no había comprendido el mecanismo de este fraude. ¿Qué puedo perder si mando los datos que me piden para hacer el fabuloso depósito? ¿Qué pueden hacer con los datos de mi cuenta bancaria? No tengo idea. Cualquiera que revisara cada mes mi basura, podría encontrar estados de cuenta con mis datos y, que yo sepa, jamás me la han saqueado.

Sin embargo, la alusión al 5% destinado a cubrir los gastos realizados en el proceso me hace pensar que, en algún momento, cuando el “negocio” supuestamente estuviera bastante adelantado, el señor Salifou me pediría dinero para “engrasar” la maquinaria burocrática. ¿Quién se negaría a invertir, digamos, diez mil dólares para recibir más de 15 millones? Bueno, supongo que cualquiera que supiera que, una vez desembolsada esa suma, jamás volvería a saber del señor Salifou, quien se oculta detrás de una dirección de Yahoo!, aunque da como propia una dirección de un servidor de la República Checa, pero que en el encabezado realmente aparece con una dirección de un servidor llamado Flashmail.com. Digamos que para el aspirante a timar al Eco Bank de Benín le resultaría muy difícil rastrear a quien se hace pasar como su gerente.

Ítem más: una búsqueda en Google del Eco Bank de Benín me llevó a puras páginas en las que se denuncia este tipo de fraudes. Vean, por ejemplo, ésta de Data Wales.

17 agosto, 2006

El espam, una vez más

Recibí un mensaje colectivo (eufemismo que oculta un acto supremo de estupidez, que consiste en obedecer acríticamente las instrucciones de un mensaje de veracidad dudosa) en el que se me advierte que en los próximos días voy a recibir un mensaje con un archivo adjunto que, al abrirlo, me va a borrar todo mi disco duro. Este tipo de mensajes siempre viene con alguna amenaza, ya sea de que nos estalle la computadora, o que nos caiga una maldición. O las dos cosas. O ninguna. Puede ser que no pase nada o que se hagan realidad nuestros peores temores. La verdad, quién sabe.

En realidad, fuera de un puñado de expertos, el común de los mortales sólo sabemos que debemos tener puesto un antivirus y prenderle su veladora a san Cristóbal para que no le pase nada a la computadora. Y no nos explicamos porqué la gente buena onda con la que tenemos comunicación nos manda virus y cadenas. Pues nos advierten que los virus vienen de una persona que nos tiene en su lista de direcciones...

¿Que por qué estamos en la lista de direcciones de un desconocido? Nomás échenle un vistazo a todas las direcciones a las que va dirigido un mensaje de éstos: los programas de correo por lo general recolectan esas direcciones y sin decir agua va las registran en la libreta. Al rato nuestro nombre aparece en los contactos de una cuidadora de perros de Alaska, de un campesino turco emigrado a Alemania y de un aspirante a actor en el cine hindú. Y todos ellos nos envían advertencias a destajo, dizque porque "es preferible recibir 25 veces este mensaje que recibir el virus y abrirlo".

Eso sin contar que esas advertencias luego caen en manos de los profesionales del spam, que recaban todas las direcciones y las integran en listas que venden a mercaderes sin escrúpulos. ¿Se han preguntado por qué reciben anuncios de Viagra, de loterías inexistentes y ofertas para hacer negocios en Nigeria? Sin exagerar, en los últimos treinta días (del 17 de julio al día de hoy) he recibido 758 mensajes de spam. Eso significa más de 25 diarios. Y para tener una idea de lo que eso representa, yo recibo en promedio unos diez mensajes al día que realmente me interesan (de trabajo o personales).


Detalle de mi bandeja de spam (cortesía de Gmail)

Y para darle más credibilidad al asunto, nos dicen que el supuesto virus fue anunciado por CNN, avalado por Microsoft y reconfirmado por Macaffe. Y por si no estábamos asustados con todo lo anterior, nos lanzan que es el PEOR virus que jamás en la historia de la humanidad se haya conocido o se habrá de conocer. Y por último, la infaltable recomendación de renviar el mensaje a todos nuestros contactos, y lo piden POR FAVOR y con mayúsculas. Buena táctica de los profesionales del espam y demás mercaderes del correo electrónico que se prostituye de ese modo.

En efecto, el sentido original del correo electrónico, que es el de mantener comunicadas a las personas, se pierde en medio de tanto aviso de virus, advertencias de nuevos peligros, presentaciones cursis de PowerPoint con gatitos y paisajes, sin contar el espam abierto. Hay gente que sé que sigue viva sólo porque veo su nombre entre la multitud de destinatarios de una conmovedora historia sobre el niño que perdió las manos o la niña que se está muriendo. Pero con eso de que me forguardean cuanta estupidez reciben, pues se sienten relevados de la obligación de escribirme personalmente y hacerme partícipe de los sucesos de su vida.

Chávez acelera la recuperación de Castro


Para ayudar a la recuperación de su amadísimo líder, el primer discípulo Hugo Chávez aceptó llevarse la caricatura que le hiciera Siqueiros. Gran emoción en Washington pues se piensa que ahora la jettatura afectará al Palacio de Miraflores.

Por cierto, y para aumentar el contenido histórico-cultural de esta breve nota, debido al violento pasado de Siqueiros —organizador entre otras cosas de un asalto armado contra la casa de Trostsky—, el surrealista André Breton comentó que, más que pintor de pincel, él era "pintor de pistola". Quizá por ello resulte atractivo para los empistolados dirigentes de las sufridas repúblicas caribeñas de Cuba y Venezuela.

Mr. Bean va a la Moncloa


Rowan Atkinson sólo se rasura, se pone corbata y se va a atender el gobierno español.

16 agosto, 2006

Su pasado lo condena

A Günter Grass lo critican no tanto por haber pertenecido a la Waffen-SS cuando tenía 15 años, sino por haber esperado hasta ahora, a los 78 años, para hacer ese revelación. En efecto, faltando dos semanas para la aparición de la autobiografía de quien es considerado “la conciencia” de la izquierda alemana, nadie puede creer que el momento elegido para confesar su breve paso (tres meses) por el cuerpo de élite —responsable, entre otras cosas, de custodiar los campos de exterminio nazis— no responda a un estricto interés mercadotécnico.

Cuando Ronald Reagan y Helmut Kohl, con motivo de las celebraciones por el XL aniversario del fin de la segunda guerra mundial, visitaron el cementerio de Bitburg, en Alemania, donde están enterrados oficiales de la Waffen-SS, la de Grass fue una de las voces que más duramente vapulearon esa torpeza (“blunder”, decía la prensa estadounidense, mientras que en la alemana se hablaba de “Missgriff”, como si fuera un simple error).

El propio Grass explica que su confesión se debió a que era algo que lo “agobiaba”. Y abunda: “Mi silencio durante todos estos años es una de las razones por las cuales escribí este libro (su autobiografía). Era algo que debía sacar por fin, esa culpa me ha pesado como una ignominia.”

¿Cuál es la culpa? Desde mi mirador, situado a miles de kilómetros y más de 60 años de distancia, parece que su culpa consiste en haber callado ese episodio de su vida. Pero en lo personal no veo qué tenga de ignominioso haber sido reclutado por la fuerza. En los juicios de Nuremberg se hizo esa misma distinción y se relevó de toda responsabilidad a los conscriptos de la que llamaron “organización criminal”. Y no podemos dejar de mencionar que el mismo papa Benedicto XVI, llamado entonces simplemente Joseph Ratzinger —nacido el mismo año que Grass— perteneció a la Waffen-SS, adscrito a la fuerza aérea.

Por lo visto, las cicatrices de las heridas causadas por el nazismo no acaban de cerrar y tenemos todo el derecho de dudar de que lleguen a sanar por completo. Ya hemos visto sus consecuencias en el Medio Oriente. Pero hay algo que va más allá y que podríamos llamar la “culpa colectiva”: todo alemán que no haya actuado en la oposición, que no haya estado en las cárceles de la Gestapo o tenido que emigrar de su país siente parte de la culpa por uno de los peores horrores conocidos en la historia de la humanidad.

Y volviendo a Grass y a su oportunista decisión de confesar su negro pasado, habrá que coincidir con la mayoría de los comentaristas y criticarlo por el espíritu comercial que anima su mea culpa. Por cierto, su autobiografía se llama Al pelar la cebolla y quizá encontremos que el título no es mera retórica y veamos que, como la proverbial cebolla, al acabar de pelar todas las capas descubrimos que no tiene nada adentro.