30 diciembre, 2006

Justicia frustrada

Conforme al principio de nuestra política exterior —que dice que, si Estados Unidos le declara la guerra al Diablo, México toma partido por el infierno—, no queda más que lamentar la ejecución de Saddam Hussein, llevada a cabo este sábado en un antiguo centro de tortura en Bagdad.




Supongo que nadie ha olvidado la famosa "madre de todas las batallas" con la que Saddam prometió vengar los agravios de su pueblo —y de paso levantarse como líder del bloque que hace varios decenios se llamara de los no alineados—, como tampoco hemos olvidado la decepción de ver que todo se reducía a palabrería y juegos de artificio.

Fuero de aquellos que nutren sus intereses económicos con la desgracia del pueblo iraquí, dudo que haya quien se sienta complacido con la ejecución de esta mañana. Saddam fue ahorcado por la condena de tan solo uno de sus crímenes. ¿Qué pasó con el juicio de los demás? Las dudas aumentan cuando leemos que George W. Bush asegura que el dictador iraquí tuvo un "juicio justo". Acostumbrados como estamos a desconfiar de las palabras del junior, e incluso a interpretarlas en sentido contrario al nominal, lo único que podemos pensar es que se trató más de un acto de venganza que de justicia.



Actualización
No sé si Jorgito Dobleú lea este blog o qué onda, pero recientemente declaró también que la ejecución de Saddam correspondía más a la venganza que a la justicia. Eso acabó de disipar mis dudas: El colgamiento de Saddam fue la culminación de un proceso jurídico apegado a la ley y su ejecución satisface plenamente a la justicia. Sí, de plano, eso de andar coincidiendo con Bush está de la eme.

10 diciembre, 2006

Se fue impune


Seguramente ya estará gozando en su muerte de la gloria por la que tanto luchó en vida este hijo de puta.