24 marzo, 2004

Se solicita patrocinador


Quizá sea deformación profesional, pero no puedo dejar de pensar que la Web es un enorme libro: enciclopedia, novela, ensayo, cuento, información... aunque adornadas con imágenes, sonidos y hasta video y animaciones, las páginas que veo por Internet no dejan de ser páginas.


Por eso me parece medio absurdo encontrar en algunas de ellas leyendas como: "Esta página se ve mejor en XX Y.Y", donde XX Y.Y es el nombre del navegador preferido por el autor. Francamente, yo he navegado con Netscape, Explorer, Opera, Mozilla y ahora Firefox, y todos me parecen iguales; es decir, las páginas las veo igual en todos. Asimismo, la resolución recomendada está de más. Si el diseñador se preocupa porque su página no se vea tal cual él la concibió, que la diseñe para diversas resoluciones y le ponga el código necesario para detectar la resolución de una pantalla particular y enviar la página correspondiente. De otro modo, obligar al usuario a hacer cambios en su monitor para ver la página es invitarlo a que se vaya a otro sitio.


Y regresando con mi identificación editorial, esos letreros me hacen imaginarme lo siguiente: abro un libro y leo en la primera página: "Este libro se lee mejor con un foco de 75 Watts", "sentado en un sofá" o "tumbado en una silla al lado de la alberca". Y poniéndome a tono con el espíritu patrocinador de la época, podría decir: "Este libro se lee mejor con focos Sylvana", digo, si el fabricante estuviera dispuesto a pagarme el anuncio, ¿no creen?


Yo no tendría inconveniente en poner en mi página Web un anuncio de la computadora que uso (bueno, es marca Patito, pero el monitor es Samsung...Samsung, eh, ¿oyeron, ustedes?), del programa que uso para hachetemelear (EditPlus) y el del FTP (WS). Digo que no tendría inconveniente siempre y cuando los respectivos fabricantes estuvieran interesados en patrocinarme. "Este artículo fue escrito en una computadora comprada en la distribuidora Maycom, usando Microsoft Word." Por lo menos, los fabricantes podrían ponerse guapos con un poco de hardware o software (por cierto, me caería bien un escáner; así, las fotos que publicara dirían: "Foto escaneada por cortesía de...".


Bombas por Internet


Era inevitable: si Internet desempeña un importante papel en la vida cotidiana, no podía dejar de hacerlo también en la política. Ahora, como me entero, en una forma totalmente novedosa y no carente por completo de humor. La ocurrencia del momento, señoras y señores que nos honran con su presencia, son las "bombas google".


¿Qué es esto? Consiste en manipular los resultados de las máquinas de búsqueda, para que, con ciertas palabras clave, aparezcan determinadas páginas. Por ejemplo: Google Search: "miserable failure", es decir, uno busca en Google casos de "fracaso lamentable" y, ¿qué encuentra? La biografía de George W. Bush, la de Hillary Clinton y la de Michael Moore, entre otras. La primera se explica por sí misma. Las otras dos son respuesta de los conservadores. ¿Por qué sólo los liberales podrían acusar de fracasado al presidente? Así, ponen en la lista al célebre cineasta que se ha dedicado de revelar las mentiras de Bush y a la controvertida ex primera dama, actualmente senadora.


Pues ahí la tienen: toda una lección de sociología, cortesía de la Red.

Devociones de semana santa


Desde hace años, mi devoción de semana santa consiste en ver Jesucristo Superestrella en la televisión. De niño, claro, era El mártir del Calvario, el rezo del rosario cuando mi abuela paterna pasaba esa temporada en la casa y quizá (digo quizá porque no recuerdo, pero es probable) la visita de las siete casas.


Otra característica de las semanas santas de mi infancia era la abstinencia de los viernes de cuaresma. Una abstinencia que ahora, después de haber ayunado en ocasiones hasta por tres semanas, me parece francamente ridícula: no comer carne roja ni pollo, y comer a cambio pescado es un sacrificio bastante barato (barato en su ejecución, ya sabemos que en esa temporada el precio del pescado se nos va por las nubes). No me tocó la cuaresma extremosa que vivieron las generaciones anteriores: abstinencia de carne roja durante cuarenta días y ayuno el viernes.


Con todo y lo abaratado del sacrificio, recuerdo haber hecho trampa los viernes de cuaresma. El truco era muy sencillo. Se suponía que uno no debía comer carne a sabiendas por lo que lo único que había que hacer era pretender que uno la comía por descuido. “¡Cómo! ¿Hoy es viernes?”, decía un momento después de haber mordido la torta de jamón. “Pues ya ni modo.” Eso bastaba para tranquilizar la consciencia y acabarme la torta en el recreo de la escuela.


Hace 26 años, un primo mío se casó en un viernes de cuaresma. La boda religiosa fue por la noche y yo supuse que, siendo los asistentes muy devotos, la cena se serviría pasada la medianoche, para que fuera en sábado y no violar el sagrado mandamiento de la iglesia. Otra posibilidad que se me ocurrió (sentado en el poyo, sin nada qué hacer en la misa, tuve mucho tiempo para pensar, como ven) fue que sirvieran pescado. No estaría mal: así se quedaba bien con dios (por la abstinencia) y con el diablo (por aquello de la carne).


Lo único que no se me ocurrió fue precisamente lo que ocurrió. La familia de la novia estaba bien relacionada con el obispo y éste, en un gesto gracioso, concedió a los asistentes de la boda la dispensa necesaria para entrarle a la carne de puerco sin remordimientos.


Supongo que uno de los logros de la teología de la liberación ha sido eliminar la gravosa abstinencia en la cuaresma. Con el precio del pescado por las nubes, constituye un verdadero crimen obligar a comerlo a quienes apenas pueden llevar un puchero a la mesa. Por lo demás, es de risa obligar a la abstinencia de carne a una población que, en promedio, la prueba quizá una o dos veces a la semana. Si abstenerse de comer carne es signo de devoción, sí, el pueblo mexicano es profundamente devoto.



23 marzo, 2004

Planeación de contingencias


En una oficina del Pentágono hay un archivero que contiene los planes para enfrentarse a una invasión extraterrestre. Poca gente conoce esa oficina, llamada simplemente Sección de Contingencias 7. Y son menos las que saben de la existencia de dichos planes. En este sentido se aplica la regla del hermetismo: el que sabe no habla, el que habla no sabe.


Ya que esta sección y su misma existencia es uno de los secretos mejor guardados del gobierno de Estados Unidos, todo lo que se ha dicho acerca de la CS7 son mentiras o, en el mejor de los casos, conjeturas, extrapolaciones y suposiciones de buena fe. Esta nota, por supuesto, también lo es.


Lo curioso de los planes de contingencia es que lo abarcan todo: desde desbordamientos de ríos hasta la caída de la bolsa de valores en cada una de las plazas del mundo. Los analistas de la CS7 no dejan piedra sin remover en su búsqueda de posibilidades. Imagino una sala de juntas, con cinco a diez personas, sentadas a una mesa toda la jornada, los cinco días de la semana, preguntándose qué pasaría si... Podemos pensar que su base de datos es una bola de cristal con bases científicas y hacerle cualquier consulta que se nos ocurra. ¿Qué pasaría si ganaran los verdes en las elecciones de Uganda? Ahí está el “escenario”, como dicen ellos, estudiado, con sus variables y posibles medidas a tomar. ¿Qué pasaría si el primer ministro japonés muriera intoxicado por comer pez globo? Hombre, pues esa posibilidad ya está considerada, analizada y ponderada debidamente, faltaba más.


A pesar de que la posición oficial del gobierno es negar todo avistamiento de naves extraterrestres, esa posibilidad es de las más analizadas y estudiadas en la CS7. De hecho, el rumor es que algunos documentos que lograron evadir la celosa vigilancia de los cancerberos del Pentágono dieron origen a los Expendientes Secretos X, la célebre serie de televisión que tan bien abonara la paranoia antigobiernista gringa.


20 marzo, 2004

Oído en una cantina


No, si yo la quiero y la respeto; ¡ella es la que es una hija de la chingada!


La declaración críptica de la semana (o de cómo Cantinflas regresó de la tumba para pasearse por el Pentágono)


"Eh, eh, mi percepción de la situación era que él, él, tenía, creíamos, la mejor inteligencia con la que contábamos, y que otros países tenían, y que creemos, y aún no sabemos, sabremos".




Claves:


  • Él = Saddam Hussein

  • Nosotros = Miembros del gobierno de Estados Unidos

  • Declarante = Donald Rumsfeld, secretario de la defensa


Punto extra para quien descifre porqué a la sarta de mentiras esgrimidas para ocupar Irak se le llama inteligencia.



19 marzo, 2004

Los idus de marzo en Lomas Taurinas


Hace algunos años, por estas fechas, escribí un artículo sobre el asesinato de Colosio, que tuvo el honor de ser rechazado por la revista Jueves de Excélsior. No porque yo hiciera en él escandalosas revelaciones sobre la autoría del crimen que cambió la historia de México (digo, para darle más dramatismo al asunto y dejarle su aureola a quien de cierto hubiera sido tan mal presidente como lo fue su reemplazo que, por cierto, ¿cómo se llamaba?), sino por razones que prefiero no comentar aquí, dado que pondrían en tela de duda la integridad moral de su director en ese tiempo (un tal Morones, si no me equivoco).


En el aludido artículo comentaba que el magnicidio de Lomas Taurinas siguió la misma trama urdida desde aquél de Julio César y que se repitió puntualmente en el de Kennedy (por mencionar uno más cercano a la memoria).


Mi tesis era que quienes tienen el poder de perpetrar un atentado de este calibre, también lo tienen para ocultar cualquier pista que pudiera llevar a desentrañarlo. Es por ello que los verdaderos autores quedan siempre en el anonimato, si bien suelen estar en la vox populi. ¿Quién duda que Salinas fue quien mandó matar a Colosio? ¿Quién puede probarlo? La respuesta a ambas preguntas es "nadie".

13 marzo, 2004

Mancias II


Desde Delfos, los oráculos se han caracterizado por su ambigüedad. Las palabras siempre están sujetas a la interpretación del consultante o del adivino. De este modo, quien se acerca a un sistema oracular (como el I Ching y el Tarot) recibe un mensaje que debe descifrar y adaptar a su particular circunstancia. De este modo entran en juego los anhelos y temores del consultante, que ve reflejada en las cartas o en las líneas del hexagrama su situación personal.


Los oráculos de este tipo suelen estar dirigidos a dar consejos, por lo que el consultante, si es honesto en su pregunta y se aplica en la respuesta, puede recibir una orientación muy válida. Cuando menos, ver desplegado sobre la mesa el problema que lo aqueja le permite verlo con más claridad y, por tanto, tomar decisiones más acertadas.


Es en estos casos cuando las personas dicen que el oráculo es atinado. Cuando la pregunta es vaga, cuando para el mismo consultante la situación es confusa, se requiere de gran habilidad por parte del adivino para esclarecer el mensaje. Para esto, él necesita de los comentarios del consultante, a fin de delimitar el tema del problema y poder interpretar el mensaje de acuerdo a éste.


Por esta razón es posible que nos lean el I Ching por Internet. Antes que nada nos piden que definamos la materia de la pregunta: asuntos amorosos, económicos, laborales, familiares. De ahí, elaborar un programa que consulte una base de datos con una serie de respuestas establecidas de antemano no resulta nada difícil.


Tengo un amigo que al calor de las copas me confesó que había trabajado en la revista Confidencias, aquella famosa revista de los años sesenta y setenta, la mitad de la cual se destinaba a anuncios personales con el fin de encontrar pareja. Él tenía a su cargo la sección de horóscopos, que ocupaba las páginas finales de aquella heroica publicación (algún día relataré algunos detalles de su historia). La revelación puso al descubierto el sistema que usaba mi amigo, quien por cierto nunca estudió astrología. Tenía una caja de zapatos llena de fichas bibliográficas, cada una con un consejo. Cada semana sacaba al azar doce tarjetitas y a cada uno le asignaba un signo del zodiaco. Así quedaba establecido el horóscopo de la semana. En todo rigor, este método no es muy diferente del I Ching, en el que tenemos 64 oscuros hexagramas, formados enteramente al azar, con mensajes que debemos interpretar y acoplar a nuestra realidad. La justificación teórica de este sistema es que en realidad no hay azar. Así, la figura que se forma al momento de la consulta está relacionada con el consultante (del mismo modo que todo en el universo está relacionado entre sí). El momento de la pregunta, dicen, contiene en sí mismo la respuesta.


Otra observación. Quien se acerca a un oráculo lo hace siempre motivado por un problema. Esa vulnerabilidad vuelve al consultante fácil sujeto de engaño. Es por ello que en este campo abundan tantos charlatanes. ¿Cómo distinguir a un charlatán de un verdadero adivino? Eso sería buen tema para otra nota.


06 marzo, 2004

El ojo perpetuo


George Orwell imaginó un tiempo en el que el estado sería omnipresente a través de la televisión. Los televisores no sólo serían receptores pasivos sino también transmisores y, dada su ubicuidad, el ciudadano nunca sabría en qué momento estaría siendo vigilado. Esta vigilancia continua efectuada por el Hermano Mayor está dirigida a evitar conductas delictivas. El escritor inglés le puso fecha a ese tiempo: 1984. Sin embargo, la predicción fue fallida pues en ese año (y aún ahora), los televisores siguen siendo simples receptores y la grabación generalizada en video estaba en pañales. Apenas empezaban a aparecer las cámaras caseras de video, que llegarían a substituir a las ya obsoletas cámaras de cine de súper 8 mm.


Veinte años después de la fecha fijada en la novela del escritor inglés, el video se ha extendido a todos los ámbitos. Aunque una cámara de video cuesta lo mismo de lo que costaba una de súper 8 mm, el precio del material es absolutamente más bajo. Y fiel a su origen policiaco, la cámara de video se usa muy en especial en la vigilancia: tiendas, empresas y hasta gobiernos municipales instalan cámaras para grabar todo lo que ocurra frente a ellas. Incluso hay sistemas de vigilancia domésticos, al alcance de cualquier ciudadano que tenga algo que merezca ser vigilado.


Estas cámaras constituyen una medida de disuasión pues sabemos, como nos advertía Orwell, que el Hermano Mayor nos vigila. Por ello, respetamos el lugar para discapacitados en el estacionamiento del súper, no tratamos de ver el número secreto del tipo que está antes de nosotros en el cajero automático y, por supuesto, no tratamos de asaltar a mano armada al Oxxo de la esquina. Sabemos que, llegado el momento, aparecerá una cinta de video que nos incrimine. El ojo perpetuo nos lleva por el camino del bien.


Hay algunas consideraciones éticas, claro, en este "obrar bien". ¿Qué valor tiene actuar en función del infierno tan temido y no con miras al cielo que me tienes prometido? Eso habría que dejarlo en la RAM y analizarlo en otra ocasión. Lo que no podemos dejar para después, vistos los escándalos surgidos recientemente en nuestro país gracias al video, es el hecho de que éste se use como medio de extorsión y, sobre todo, los comentarios que los afectados tejen a modo de disculpa.


El hecho de que los videos hayan sido grabados como parte de una campaña de golpeadores políticos no le resta vigencia ni veracidad a su contenido. El niño verde, que con cara de fuchi pide dos millones de dólares por un permiso, o el secretario del candidato más viable a la presidencia para el 2006, que se embolsilla 45 mil dólares, no pueden alegar una campaña de difamación en su contra, sin antes explicar porqué solicitan o aceptan esas cantidades. Señalar culpables de la producción de esos videos en los sótanos de Bucareli o de Los Pinos es tratar de desviar la atención del respetable público que nos favorece con su presencia.


Serán necesarias muchas explicaciones para calmar las agitadas aguas de nuestro mundillo político. Y aun así, las cosas no volverán a ser como eran antes. Aunque sea por la posibilidad de estelarizar un video difundido por la televisión y por el temor de las consecuencias, no sólo políticas sino incluso judiciales, desde ahora los funcionarios tendrán más cuidado al momento de venderse. Quizá lo que podrían hacer sería tener un camarógrafo de cabecera. De ese modo, si alguien intentara extorsionarlos por recibir un soborno, ellos podrían contraatacar con la amenaza de exhibir el video que mostrara esa extorsión. Claro, si todos hicieran lo mismo, llegaría un momento en que se produciría un video que reflejara un juego laberíntico de extorsiones, sobornos y amenazas. Como en dos espejos puestos frente a frente, la corrupción se reflejaría hasta el infinito, sin mostrar nada más. Ese video, ciertamente, sería el análisis más acertado de nuestra realidad.

03 marzo, 2004

El secreto de la adivinación (o Cómo ver el futuro sin morir en el intento)


Alguna vez pensé que si alguien fuera capaz de ver el futuro, se podría dar el caso de que viera el momento de su propia muerte (por definición no puede ver más allá). ¿Qué pasaría entonces? El fulano se muere del susto, con lo que de hecho está alterando el futuro, pues está adelantando un acontecimiento fijado quizá para años después.


En cualquier caso, si no peligroso, sí resulta ocioso querer asomarse al futuro. Pero eso no le resta atractivo a los sistemas adivinatorios, que siguen medrando aun hoy, en la era de la informática, e incluso gracias a las computadoras.


El principio en el que se basan todas las mancias (sistemas de adivinación mediante objetos, ya sean estrellas, cartas, líneas de la mano, restos de café, etcétera) es el famoso principio de correspondencia, que puede formularse de manera suscinta como Lo que está arriba es como lo que está abajo y sus diversas variantes de opuestos (dentro/fuera, pequeño/grande, parte/todo, etcétera). Si este principio es válido (y los hermetistas aseguran que sí), entonces el movimiento de los astros arriba es como el movimiento de los humanos acá abajo. Las líneas de la mano (la parte) son como la vida del hombre (el todo).


No creo que haya nadie que nunca haya tenido la curiosidad de atisbar en estos sistemas. Y, a la vez, supongo que todos tendrán por lo menos una anécdota de "adivinación" del futuro por medio de alguno de ellos. En este sentido, las opiniones se dividen agudamente: hay quienes creen a pie juntillas en las mancias, y hay quienes las rechazan en bloque, sin siquiera darles la oportunidad. Pero aun quienes las rechazan por lo menos alguna vez han leído su horóscopo en el periódico, quizá sólo para burlarse de lo fallido del oráculo. Y éstos repiten como letanía el catálogo de ocasiones en que "no les han adivinado nada".


Para los convencidos, por el contrario, la lista consiste en todas aquellas veces en que el adivinador "le atina" y les pronostica algo que realmente llega a suceder.


Si nos ponemos racionales habríamos de descartar todos los sistemas mánticos. Pero, en aras de la misma racionalidad, no podemos descartar los pronósticos exactos. ¿Cómo podemos explicarlo?


Una razón sencilla que dan los escépticos es que la gente crédula sólo recuerda los pronósticos atinados y descarta todos los falllidos. Así, en su conciencia, el adivino siempre acierta (podríamos pensar que ocurre exactamente lo contrario a las personas escépticas).


Creo que el tema da para más, pero ya no tengo tiempo de seguir desarrollándolo. Así lo dejo por lo pronto.