22 diciembre, 2005

Diciembre me gustó pa' despedirme

La ley primordial de la vida es el cambio. Algunas cosas evolucionan, otras simplemente desaparecen. Aferrarse a la forma, tratar de hacer que perduren las cosas en su forma original es apostarle al anquilosamiento, es rendir homenaje a un cascarón ya vacío, frágil por lo demás, que se desmorona en cuanto lo tocamos.

Hay que saber reconocer las etapas de la vida; determinar cuándo ya se agotó una para estar preparados para la siguiente. No hacerlo es quedar esclavo de rituales sin sentido, sacerdotes de dioses desaparecidos o, por lo menos, sujetos de tradiciones y compromisos que perdieron su razón de ser tiempo atrás.

En mi caso, siento que mantener este blog es uno de esos compromisos que, asumidos con entusiasmo en un principio, poco a poco van perdiendo el sentido hasta convertirse en mera forma, en cascarones, en actividades repetidas mecánicamente que ya no responden a su propósito original.

Por lo tanto, he decidido dejar de escribir estas notas definitivamente. No quiero que me vuelva a pasar lo de hace unos meses, cuando simplemente las fui abandonando para, tiempo después, tratar inútilmente de revivirlas.

Como en todo acto final, se impone hacer un balance. Por el lado del haber, tengo a mi favor el haber ejercitado las neuronas para producir notas más o menos presentables, ya fuera investigando temas u ordenando mis ideas para exponerlas en forma clara. Tengo también a mi favor los comentarios de los lectores, tanto los que coincidían con mis puntos de vista como los que los atacaban. En cualquier caso, saberme leído y analizado por un lado me halagaba y por otro, me comprometía a ejercer mayor rigor en mis notas. Agradezco, pues, a todos aquellos que se tomaron la molestia de dejar un comentario en cualquier sentido.

El lado del debe es más personal y apunta sobre todo a lo que ya dije: sentir el compromiso de bloguear se fue convirtiendo en una pesada carga que, sumada a las que ya tengo en mi vida personal, se volvió poco menos que insoportable.

Voy a dejar aquí estas notas, pues no me cuesta nada hacerlo (incluso es más fácil dejarlas que borrarlas). Voy a darme un respiro. Y siento que allá en el fondo persiste en mí el gusanito de seguir escribiendo. Pero no lo volveré a hacer como compromiso, sino simplemente por gusto. Creo que no hay mejor forma de hacerlo.

14 diciembre, 2005

Las vueltas del tiempo

Vuelvo siempre a los mismos temas. No tengo más: pocas cosas me obsesionan. El tiempo y su opuesto, la eternidad, ese concepto que se burla de nuestros mezquinos calendarios.

Volver en el tiempo: regresar nuestra vida hasta ese punto en el que dio el giro que nos llevó hasta aquí, que nos puso en un lugar que no queremos, que no espérabamos. Pedir una segunda oportunidad de vivir, pues la primera la desperdiciamos.

Llegamos a un momento en que tomamos una decisión, seguimos un camino y abandonamos otro, dejamos una puerta cerrada en favor de la que abrimos. Y luego, con el tiempo, queremos desandar el camino y pensamos que si hubiéramos seguido otro nos hubiera ido mejor, hubiéramos sido más felices, más prósperos, más amados.

Esa vuelta en el tiempo, lo sabemos, es imposible. Todo lo más que nos permite esa tentación es analizar las decisiones fallidas, los malos pasos, los errores de juicio. Y si somos afortunados, algo podremos aprender de ello “para la otra”, aunque esa otra nunca vuelva a presentarse.

13 diciembre, 2005

Falsedad de la memoria

La memoria, ese registro de la vida, es la materia del olvido. Está hecha de la misma substancia de los sueños: apenas queremos sujetarla se esfuma, se desvanece y se hunde en la sombra del pasado.

No podemos más que aspirar a sentirnos iluminados por ella de repente, por casualidad, como no queriendo.

El recuerdo es un animal esquivo y asustadizo: nos ve y corre, lo llamamos y se da a la fuga, temeroso de que lo apresemos para siempre en las cadenas de las palabras.

Escribir nuestras memorias es una invención: no hay forma de relatar lo vivido sin tergiversarlo. Es un acto de creación o, mejor dicho, de recreación. Recreo mi vida a mi gusto, fabrico mi historia, tejo en ella parte de mis sueños y, a la vuelta de la página, mi nueva vida substituye a la anterior. No soy quien he sido; soy quien recuerdo ser.