Llega la señora de desahogar sus diligencias
en la calle y encuentra al marido en pleno ayuntamiento carnal con la asistente
doméstica. Ni la postura de ella ni los gemidos de él se prestan a equívoco: frente
a los ojos desbordados de la pobre mujer, encima de la lavadora de ropa, su
marido está consumando el acto que, al menos en teoría, había prometido
realizar exclusivamente con ella.
Sorprendido en plena faena, el deshonesto
cónyuge sólo alcanza a exclamar:
–¡No es lo que parece!
Ah, vaya; esas palabras tranquilizan a la
ingenua cornuda. Si ella supiera más, si conociera más a su marido, quizá si
hubiera leído más libros o, cuando menos, si se paseara con más frecuencia por
la Wikipedia, ella sabría que, pese a que sus ojos le dicen que su esposo se
está cogiendo a la sirvienta, no es así, pues como lo asegura el infiel
consorte, “no es lo que parece”.
La mujer ve lo que inequívocamente parece
un acto sexual, pero si el marido le asegura que “no es lo que parece”,
entonces debe de ser otra cosa. ¿Toma de temperatura vaginal? Es probable; la
ignorancia no conoce límites y más vale ni buscarlos.
No son sólo los esposos mancornadores los
que necesitan explicarse, obviamente. Lo más común es que sean los políticos, o
aun mejor, sus asistentes, los que se dediquen a la exégesis de declaraciones precipitadas
e irreflexivas. Por ejemplo, y ya que hablábamos de maridos infieles, me viene
a la memoria el caso de Quique Peña Nieto, quien recientemente declaró, para
gran consternación de sus patrocinadores, que “un presidente no tiene amigos”.
¿En serio? ¿Quiquín apenas recibió su
credencial de presidente electo y ya se quiere desligar de quienes lo ayudaron
a comprarla? ¿No piensa devolver los favores recibidos? La angustia ha de haber
causado más de una diarrea en quienes, habiendo abierto generosamente sus arcas
para beneficiar a quien creían su amigo, ahora veían que el ingrato les salía con
que si te he visto, ni me acuerdo. Otros habrán reaccionado con ira y hasta lo
han de haber borrado de sus amigos en Facebook.
Para tranquilizarlos, el Quiquirrín declaró
posteriormente que sus palabras “no eran lo que parecían” o, como suele
decirse, que no dijo lo que dicen que dijo y que, si lo hubiera dicho, en todo
caso no quiso decirlo así. Según dijo, lo que Quique quiso decir cuando dijo
que un presidente no tiene amigos es que, más bien, un presidente necesita
aliados. ¿Se habrán tranquilizado con eso sus patrocinadores? Quién sabe. La verdad,
con esa declaración no parece retractarse de la anterior. Sus “amigos” estarán
muy al pendiente de sus pasos y seguramente querrán cobrarle el favor tan
pronto se siente en la Silla del Águila. No vaya a ser que, con tanta confusión
que trae en la cabeza, luego se le olvide cuánto le debe a cada uno.