Uno de los (pocos) logros de López Obrador ha sido amalgamar bajo el mismo marbete de PRIAN a toda su oposición. Nótese que las siglas del que fuera su partido no figuran en esa designación, aunque hubiera sido fácil integrarlas en PRIRDAN, sigla bastante pronunciable. Pero los políticos son como los amantes despechados: de la endina no quieren ni siquiera volver a escuchar el nombre.
Lo paradójico (paradoja que quizá ellos no noten, pues lo sutil no es exactamente su terreno) es que al denostar al PRIAN, los morenos están literalmente escupiendo para arriba. En efecto, Morena (como el PRD antes) es refugio de aquellos priistas, panistas y perredistas que vieron en el campamento morado mejores posibilidades de avanzar, de agarrar hueso, de hacer negocio, o, como vienen diciendo ahora que estamos en campaña electoral, de servir mejor al pueblo de México.
No para en eso lo repudiable de designar a todos los opositores con la misma etiqueta. No sólo los tres partidos son muy diferentes, con una historia propia y con miras muy diversas, sino que ahora resulta que todo aquel que no marche al paso de ganso marcado por aquél viene siendo “de derecha”, “reaccionario” y otros adjetivos cuya enumeración por pudor prefiero ahorrársela a los distinguidos lectores.
No cuestione usted la prudencia de invertir miles de millones de pesos en una refinería cuando la historia nos señala el rumbo de las energías limpias porque automáticamente quedará clasificado como reaccionario de derecha, resentido por haber perdido sus privilegios. Ni se atreva a señalar el desastre ecológico que significa construir un tren escénico encima de cenotes porque le caen encima los bots a enderezarle el título de traidor a la patria. Y ni hablar del negocio del fentanilo en el AIFA, las vastas regiones del territorio nacional en manos del crimen organizado, la tragedia que viven a diario quienes requieren servicio médico, las mujeres asesinadas y desaparecidas por decenas cada día, la desenfrenada corrupción de la que se benefician los allegados del poder y un largo etcétera que, también por pudor, me voy a permitir omitir.
Así que todos aquellos que hasta ahora se habían abstenido de militar en algún partido, quienes no se identificaban con ninguna de sus visiones, los que no se sentían representados por sus propuestas y proyectos, ahora resulta que son echados en el mismo saco.
Y aquí se da otra paradoja que, insisto, aquellos son incapaces de notar: el presidente que no quiere que se le cuestione nada, que pretende imponer su palabra como ley por encima de todas las demás, el que quisiera que el “pueblo bueno” aceptara agachado y en silencio todos sus dictados ha hecho que el ciudadano común, lejos de quedarse en su casa a la espera de las dádivas del supremo, salga a la calle a manifestar su repudio ante la deriva autoritaria del estado.
Ésa fue la gente que salió ayer a integrarse en la marea rosa. Gente que en otras circunstancias miraría con desdén la marcha de los acontecimientos, gente que nunca se interesó en la política pero que ahora se siente amenazada, no es sus privilegios, déjenme aclarar, sino es sus derechos más elementales. Esa fue la gente que también se inclinó en favor de Xóchitl al momento de elegir candidata a la presidencia. No fueron los partidos los que la eligieron; ella no es la candidata de ningún partido; es la abanderada de los ciudadanos hartos de la corrupción e ineptitud de un gobierno que sólo sabe destruir. Claudia ha insistido en llamarla la candidata del PRIAN, lo que no sólo demuestra su ignorancia, sino también su rigidez intelectual, su dogmatismo, su incapacidad de comprender una candidatura ciudadana, ajena a los partidos. Junto con su titiritero, afortunadamente, ella quedará relegada al basurero de la historia.