La memoria, ese registro de la vida, es la materia del olvido. Está hecha de la misma substancia de los sueños: apenas queremos sujetarla se esfuma, se desvanece y se hunde en la sombra del pasado.
No podemos más que aspirar a sentirnos iluminados por ella de repente, por casualidad, como no queriendo.
El recuerdo es un animal esquivo y asustadizo: nos ve y corre, lo llamamos y se da a la fuga, temeroso de que lo apresemos para siempre en las cadenas de las palabras.
Escribir nuestras memorias es una invención: no hay forma de relatar lo vivido sin tergiversarlo. Es un acto de creación o, mejor dicho, de recreación. Recreo mi vida a mi gusto, fabrico mi historia, tejo en ella parte de mis sueños y, a la vuelta de la página, mi nueva vida substituye a la anterior. No soy quien he sido; soy quien recuerdo ser.
1 comentario:
Admirando lo bien que lo dices casi me pierdo en la forma. Yo agregaría al final:
soy quien decido ser.
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