Después de un breve descanso, volví a entrarle al taller de Metatextos, del cual realicé sólo el primer ejercicio, un texto sobre vampiros. Para el segundo ejercicio había que inspirarse en una imagen. Me clavé en su contemplación durante varios días sin que se me ocurriera nada. De pronto me di cuenta de que se me había pasado la fecha de entrega y ya ni modo. Para el tercero había que escribir un relato erótico desde el punto de vista del sexo opuesto. No pasé de la primera frase, aunque más o menos tenía desarrollada la idea. Para el cuarto ejercicio nos dieron una lista de 19 palabras, de las cuales había que usar nueve en un relato de tema libre. Ahí lo que me faltó fue el desarrollo y no logré llegar a un final que me convenciera. E igual, se llegó la fecha de entrega sin que hubiera podido terminarlo. El ejercicio de esta semana es sobre la lectura, tema que en realidad no me costó mucho trabajo.
Y ya encarrerado en esto de la tecleada a destajo, también le entré a un programa del Mes nacional de escritura de novelas (sic), en el que los participantes se comprometen a escupir sobre el papel 50,000 palabras en el curso del mes de noviembre. ¿Qué tal? Medio absurdo, ¿no? Muy gringo, en todo caso, volcado por entero en la cantidad. No andan tan errados los organizadores, sin embargo, pues lo que uno produzca en ese tiempo puede servir de base para algo más pulido. Sirve, en todo caso, para sacarse de la cabeza la idea de escribir una novela, esa mariposa que nos revolotea adentro del cráneo con un tema que queremos plasmar en blanco y negro. En lo personal, desde hace varios años traigo metidos dos o tres de esos gusanitos y espero que ésta sea la ocasión de librarme de uno de ellos.
Bueno, pero además de servir de anuncio, esta nota quiere ser invitación, exhortación y conminación a que visiten el sitio de Metatextos y participen en él. Por ahí nos estaremos leyendo.
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