08 enero, 2009

Un plan para la crisis

Ya que la nota del día sigue siendo la incursión israelí en Gaza y no queriendo aburrir a mis tres lectores machacando el mismo tema, tendré que mirar pa'dentro y pronunciarme en favor del plan anunciado por Fecalín para esquivar los efectos de la crisis financiera mundial. Claro, lo primero que asombra es el retraso en reaccionar: meses después de que en otras latitudes se diera el campanazo de alerta, Los Pinos despierta y considera adecuado implementar un plan.

El segundo motivo de asombro, cuando no de alarma, es la cantidad que se está manejando para mitigar las penurias que se van a abatir sobre nuestro sufrido Mexiquito. Allá en el norte están viendo de dónde sacan hasta más de un billón de dólares (un billón de los nuestros, de los que tienen doce ceros, no de los gringos que sólo traen nueve) para reactivar la economía, rescatar empresas y proteger el empleo y el consumo. Pero acá, los compas del sur de la frontera parece que acabalamos con cien mil millones de pesos (sí, de pesos de los nuestros, de esos que valen 7 centavos gringos). O sea que en la tanda del empleo imaginada por Fecalín, nos vienen tocando a cada compatriota unos mil pesitos para sortear la crisis.

De ahí mi voto a favor: me quedo sin trabajo y, supongo, podré ir a alguna oficina del gobierno a pedir mi cuelga aunque no sea mi cumpleaños. Y aunque la lana no me dure ni la víspera y cubra apenas mis necesidades por unos diez días, siempre será bueno recibirla. Aunque tenga que sufrir la deshonra de ser llamado amigo por el inquilino de Los Pinos que, supongo, de esa manera quiere desmarcarse de los seis años en que el país estuvo poblado por compatriotos y compatriotas.

Supongo que el Felipillo, considerada cumplida su tarea con su plan no de 24 ni de 26, sino exactamente de 25 puntos, se irá a descansar a algún lado, y ya veo que para ello eligió a Washington, donde piensa reunirse con su futuro colega Barack Obama. ¿De qué van a hablar? Misterio. Pero recuerdo las consejas que rodeaban esos encuentros en los nunca añorados tiempos priistas: apenas electos, los mandatarios de los dos países se reúnen, el mexicano para recibir y el estadounidense para dar consignas. Eran tiempos de la guerra fría y la instrucción principal era resistir la tentación de ir a buscar favores a Moscú, siempre dispuesto a cobijar en su seno generoso a nuevos satélites. ¿Pero ahora?

1 comentario:

La Piedra dijo...

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