Desde 1840 existe una maldición en Estados Unidos, por la que el presidente que asume el poder cada veinte años no termina su mandato. Su primera víctima fue William Henry Harrison, que asumió el poder el 4 de marzo de 1841, un frío día invernal en el que, por no cubrirse debidamente, pescó un resfriado que degeneró en neumonía y después en pleuresía. Murió exactamente un mes después.
El jefe indígena Tecumesh fue derrotado en la batalla de Tippecanoe, en 1811, por Harrison, que entonces era gobernador del territorio de Indiana. Fue entonces cuando el derrotado líder de la poderosa Confederación Indígena Americana pronunció su maldición, que se cumplió con rigurosa exactitud, como decimos, en la persona del propio Harrison.
Las víctimas posteriores de la maldición son las siguientes:
- 1860 - Abraham Lincoln, asesinado en 1865
- 1880 - James Garfield, asesinado en 1881
- 1900 - William McKinley, asesinado en 1901
- 1920 - Warren G. Harding, muerto de paro cardiaco en 1923
- 1940 - Franklin D. Roosevelt, muerto de hemorragia cerebral en 1945
- 1960 - John F. Kennedy, asesinado en 1963
Se dice que Ronald W. Reagan "burló" a la maldición, ya que sobrevivió al intento de asesinato que sufrió en 1981 y terminó su doble periodo en 1988. Sin embargo, como se reveló posteriormente, el mal de Alzheimer que padecía le impidió efectivamente ejercer el poder en los últimos tiempos de su presidencia y técnicamente puede decirse que no concluyó su mandato.
La próxima víctima, como vemos, es ni más ni menos que Jorgito Dobleú, quien está muy lejos de sentirse aliviado o de escapar de esta maldición. En efecto, cada vez son más claras las señales de que la presidencia del vengativo Junior está en dificultades de las que difícilmente podrá salir. No mencionemos su escasa legitimidad, dada la tenebrosa forma en que llegó al poder en el 2000. Tampoco tiene caso detenernos a examinar su reacción ante los atentados del 11 de septiembre de 2001, gracias a los cuales pudo implantar una serie de medidas de corte fascista, que le permitieron consolidar su beligerante proyecto.
Lo que vale la pena examinar, empero, es su actuación antes de la guerra que lanzó contra Saddam Hussein en Irak: la manipulación de los medios para convencer a su pueblo de que ese dictatorzuelo levantino representaba una amenaza mundial, gracias a que contaba con armas de destrucción masiva. Las investigaciones han determinado ahora (y lo determinaron desde entonces, sólo que Dobleú maniobró para acallarlas) que tales armas y por consiguiente tal amenaza nunca existieron más que en la "inteligencia" fabricada por los halcones de Washington.
Todo se paga en esta vida, pese a quienes afirman la existencia de otra en la que vamos a pagar culpas o a recibir recompensas. Y así, Dobleú ya está empezando a recibir la factura de sus acciones. La investigación llevada a cabo por el fiscal Patrick Fitzgerald sobre la revelación de la identidad de Valerie Plame como agente de la CIA, apunta hasta ahora a los asesores del vicepresidente y presidente, Lewis Libby y Karl Rove, respectivamente, como origen de esa revelación que, en Estados Unidos, constituye un delito. Agravada por el hecho de que ambos personajes hubieran afirmado anteriormente no saber nada del asunto.
Las lodosas aguas de este escándalo ya están llegando a los aparejos del vicepresidente Dick Cheney y no tardarán en alcanzar a la Oficina Oval. ¿No me lo quieren creer? Si buscan el término "failure" (fracaso) en Google, el primer resultado obtenido es la biografía oficial de Jorgito Dobleú en el sitio Web de la Casa Blanca. Google no puede estar equivocado. Tecumesh menos.