09 noviembre, 2005

El mal paso de Fox

Hace bien el presidente Fox en evadir la disputa que abrió con Kirchner al criticar al presidente argentino por no apoyar el proyecto de acuerdo panamericano de libre comercio. Su limitada capacidad argumentativa lo llevaría a enredarse aun más en un tema que desconoce a la perfección. Lo único que sabe Fox en todo esto es que debe seguir la línea dictada por Bush: el objetivo de la reunión de Mar del Plata era promover un acuerdo que abra el comercio “desde Alaska hasta Tierra del Fuego”, como insisten en repetir sus promotores. No haberlo conseguido, pues, es señal de que la reunión fracasó.

Por lo visto, ya está enterrada la célebre doctrina Estrada, aquel principio impulsado desde 1930 por Genaro Estrada, secretario de relaciones exteriores de Pascual Ortiz Rubio, y que le permitió a México seguir una política exterior digna y congruente. Lejos de ser una doctrina negativa por estar basada en el principio de no intervención, constituyó un principio activo que permitió en su momento que México protestara por la invasión italiana en el norte de Africa y, muy especialmente, ayudara a la república española, atacada en ese tiempo por las fuerzas fascistas.

También permitió reconocer al gobierno revolucionario cubano y mantener una postura independiente en la Organización de Estados Americanos, cuando este casi apéndice de Washington dictó la expulsión sumaria de la isla caribeña. La deriva autoritaria de Castro y su perpetuación en el poder no desdicen la validez de la postura mexicana en ese momento. Por el contrario, confirman la rectitud del principio de no intervención: Fidel se ha mantenido en su sitio gracias especialmente al apoyo que le han dado los estadounidenses en forma de intervenciones armadas y bloqueos económicos. Sin un enemigo tan poderoso que lo atacara continuamente, Castro carecería de sustentación y justificación para aferrarse al poder.

En su ceguera de administrador apolítico, Fox reduce todos los problemas a cuestiones de mercado y comercio. Y en su docilidad como marioneta de Bush, no tiene empacho en hacerle el trabajo sucio y regañar a Kirchner por adoptar una postura de compromiso con su pueblo, no con el patrón extranjero. Y en este caso, la castaña que Fox quiere sacar del fuego para Dobleú es el compromiso de los débiles de abrirse ante el poderoso. Nunca la orgullosa política exterior mexicana se había sentido tan traicionada.

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