Vuelvo siempre a los mismos temas. No tengo más: pocas cosas me obsesionan. El tiempo y su opuesto, la eternidad, ese concepto que se burla de nuestros mezquinos calendarios.
Volver en el tiempo: regresar nuestra vida hasta ese punto en el que dio el giro que nos llevó hasta aquí, que nos puso en un lugar que no queremos, que no espérabamos. Pedir una segunda oportunidad de vivir, pues la primera la desperdiciamos.
Llegamos a un momento en que tomamos una decisión, seguimos un camino y abandonamos otro, dejamos una puerta cerrada en favor de la que abrimos. Y luego, con el tiempo, queremos desandar el camino y pensamos que si hubiéramos seguido otro nos hubiera ido mejor, hubiéramos sido más felices, más prósperos, más amados.
Esa vuelta en el tiempo, lo sabemos, es imposible. Todo lo más que nos permite esa tentación es analizar las decisiones fallidas, los malos pasos, los errores de juicio. Y si somos afortunados, algo podremos aprender de ello “para la otra”, aunque esa otra nunca vuelva a presentarse.
1 comentario:
Aunque es fascinante andar los recovecos de lo que hicimos con nuestras vidas en el pasado y sentir que lo ocurrido nos determina, creo que es imprescindible no perder de vista que la vida no es ese conjunto de sucesos, sino el instante que estamos viviendo, el ahora mismo. Esa "otra oportunidad" depende de nosotros y está a nuestro alcance cada segundo, aunque para eso sí, debemos dejar el cascarón vacío del pasado y comenzar por amarnos más a nosotros mismos. Digo, para empezar...
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