El autor nunca acaba de escribir. Si hay libros publicados, es porque el autor se cansa de revisar, se da por vencido en el interminable proceso no sólo de eliminar erratas sino también de perfeccionar su obra. Todo libro publicado es una confesión de esa derrota: más que pretender hacer la novela perfecta, la aspiración es hacer otro intento, buscar otros personajes, otras situaciones, otras tramas que expresen mejor lo que quiso decir.
Claro, el primer problema del autor es tener claro lo que quiere decir. El segundo es encontrar la forma de decirlo. Y el tercero, como queda dicho, darse cuenta de si ya lo dijo o no, de si ha logrado su objetivo, de si tiene que escribir 500 cuartillas más para expresar la idea.
Por razones que no vienen al caso aquí, hace alrededor de trece años empecé a escribir unas notas que, con el tiempo, me dieron la idea de que podrían formar una novela. Esas notas y la idea sobrevivieron a varios cataclismos en mi vida: una estancia en el extranjero, varias mudanzas (cuatro, para ser exactos, en cuatro años), rupturas sentimentales, crisis laborales, desempleo y una depresión intermitente con diversos grados de profundidad.
Sin embargo, fue sólo cuando pude concretar en unas cuantas palabras el tema de la novela cuando pude dedicarme en serio a escribirla. Y terminarla. Es decir, darla por concluida después de varios meses de revisiones. El resultado me satisfizo y, por los comentarios de aquellas personas que han tenido la benevolencia de leerla en forma de borrador, al parecer es satisfactorio también para otros. Lo que de esto siga por el momento está en el limbo.
El autor muestra con orgullo la obra abandonada.
1 comentario:
y pa cuando el resto de nosotros tendremos chance de clavarle los ojos?
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