14 febrero, 2005

Para negar el negacionismo

Así como hay quienes niegan la redondez de la Tierra y la llegada del hombre a la Luna, hay quienes niegan la veracidad del exterminio de judíos durante la segunda guerra mundial. Y esto viene a cuento porque hace unos días, una persona (anónima, por supuesto, ya que esta gente no tiene ni siquiera la ocurrencia de inventarse un pseudónimo para escupir sus venenosos odios) dejó un comentario en una de las notas sobre el holocausto, en el que expresa sus dudas respecto de que seis millones de judíos permitieran que los asesinaran "pelotones de quizá 500 unidades".

El comentario, por supuesto, lo borré, no por no estar de acuerdo con el contenido, sino con la forma: no puede haber diálogo alguno basado en insultos y groserías. Cuando los argumentos se reducen a calificar de pinche a todo un pueblo, sabemos que ha llegado el momento de suspender todo intento de diálogo. No se trata de coartar la libertad de expresión pues, para empezar, quien se escuda en el anonimato para lanzar diatribas no podría en ningún momento reclamar ese derecho. Y, para seguir, el responsable de la publicación también tiene la libertad de decidir qué se publica y qué no. Y fue en ejercicio de ese derecho que decidí borrar el comentario.

El negacionismo, como se llama a esa corriente que niega la realidad de la shoah, está prohibido en varios países de Europa, como Alemania y Francia. Publicar libros o artículos que pongan en duda la realidad del horror de los campos de exterminio es un delito que se castiga con fuertes penas. Estas leyes, sin embargo, pueden evadirse fácilmente en nuestros tiempos globalizados —sobre todo gracias a Internet— pues los generosos servidores de Estados Unidos están a disposición de quien desee publicar las más abyectas mentiras.

En efecto, en honor a la célebre libertad de expresión, Estados Unidos protege incluso a los mercaderes de pornografía, a los sembradores de odios raciales y a quienes hacen negocio propagando injurias y mentiras. No es de extrañar, pues, que sea allí donde su publiquen libros como Mi lucha, obra prohibida en Alemania, y donde encuentren alojamiento páginas Web dedicadas a fomentar el odio y el temor por los más diversos grupos étnicos.

Tratar de refutar uno por uno de los argumentos de los negacionistas es caer en su juego. En primer lugar, porque como dije sus argumentos suelen reducirse a ensartar una serie de adjetivos peyorativos contra todo un pueblo. La segunda categoría de ataques corresponde a la enumeración de las perversiones del estado de Israel y a su comparación con el régimen nazi. Esto, por supuesto, está fuera del debate, pues Israel fue creado en 1948 y su actuación política y militar no borra ni justifica los sufrimientos de los judíos europeos varios años antes. Sacar a relucir el conflicto palestino-israelí para negar la realidad del holocausto es salirse por completo del tema.

Hay una tercera categoría de "argumentos": aquellos que se basan en "evidencias técnicas" para tratar de demostrar que fue imposible asesinar a tantas personas en tan poco tiempo. Hablan de la limitada capacidad de los hornos crematorios y de las cámaras de gas. Estos argumentos quizá surtan efecto en las mentes impresionables y carentes de información. Pero, desde la caída de la Unión Soviética, la apertura de los archivos del Tercer Reich confiscados por el ejército soviético permitió tomar la medida de la sofisticación técnica que alcanzaron los nazis en la implementación de su solución definitiva. En efecto, ahí se encontraron los estudios y especificaciones necesarias para que cada horno tuviera la capacidad de calcinar cientos y miles de cuerpos al día. Como si se tratara de montar una cadena de panaderías, los ingenieros de la firma contratada al efecto hacen análisis de materiales, resistencias, capacidades, temperaturas y demás factores que intervinieron en la construcción de tan monstruosa industria.


Según mi anónimo comentarista, la solución definitiva decidida por las autoridades nazis en 1942, y que consistió simplemente en la eliminación física de todos los judíos de los países ocupados, en realidad apuntaba a la creación de "un estado netamente judío" y no en el exterminio sino en la deportación de los judíos. ¿Qué puede decirse ante esta ignorancia de la historia? ¿Qué se le puede decir a quien nos viene con el cuento de que las cámaras de gas estaban destinadas a desinfectar a los prisioneros, pues éstos eran muy sucios y tenían piojos?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Jorge:
A) No creo que sea ni cristiano ni caballeroso insultar a nadie y tienes todo el derecho de sacar ese tipo de comentarios en tu sitio de internet.
b) Hay que centrar el problema de la muerte de muchedumbres en la Guerra Mundial pasada: el problema es que murieron millones de seres humanos en los campos de concentración de las zonas nazis como en las de las zonas aliadas y peor aún en la unión soviética.
b) En todos los campos han muerto personas de todas las religiones.
c) Yo no arriesgaría ni un número de muertos, ni una técnica empleada para exterminar deportados a campos de concentración. El Vaticano tampoco lo hace.
d) Lo evidente no se discute. Las autoridades de Auschwitz cambiaron la placa del número de muertos: de cuatro millones a 1 millón y medio. Esta aclaración es necesaria porque la verdad nos hace libres.
e) Todos los seres humanos somos hijos de Dios. Los católicos ponemos especial importancia en el amor al pueblo judío, no porque sean humanamente los judíos más dignos que los católicos; sino porque Dios los hizo su pueblo elegido primero que a nosotros, pero repito cada judío tiene la misma dignidad que cualquier otro ser humano.