A partir de la novela El código da Vinci, en la que el escritor Dan Brown explora la descendencia de Jesucristo a través de María Magdalena, ha surgido un insólito fenómeno de culto al que no han sido ajenas instituciones que uno podría considerar “serias”, desde universidades que le consagran seminarios hasta el History Channel que le dedicó un programa a su análisis.
Antes de meterse en Honduras, hay que tomar en cuenta el simple hecho de que se trata de una novela. De una ficción, pues y por mucho que se diga que se non è vero, è ben trovato, no podemos tomar lo que se dice en el libro como si fuera verdad. Por lo tanto, toda búsqueda de conexiones entre las claves de la obra y la realidad, al partir de una ficción, está condenada al fracaso de antemano.
Uno de los puntos fuertes de la novela es el juego de palabras que se ha querido hacer con el santo grial y la sangre real, la línea sucesora de Cristo que supuestamente fue a establecerse a Francia y subsiste a la fecha. Trazar la etimología de grial al francés es una inconsecuencia, ya que esta palabra tiene un origen totalmente distinto.
El autor de la leyenda del grial es Christian de Troyes, quien en su Romance de Percival alude a este objeto como graal. La tradición quiere que sea la copa usada en la última cena de Jesús y sus discípulos, así como la utilizada por José de Arimatea para recoger la sangre de Cristo cuando éste se encontraba en la cruz. A este objeto se le atribuyen, claro está, poderes mágicos.
Pero grial (o graal) se deriva del latín gradale, que significa charola honda o escudilla, y también se identifica con el plato usado para servir el cordero pascual en la última cena. Y para complicar las cosas, Christian de Troyes describe a ese objeto tan tachonado de piedras preciosas, que “las candelas perdieron su brillo, como ocurre con las estrellas al salir el sol”. Sea copa o sea charola, no vemos cómo unos simples pescadores pudieran estar en posesión de tan preciado objeto y usarlo en una cena, por muy pascual que fuera o por muy la última que habrían de tener con su maestro.
Siempre ha causado polémica la relación de Cristo con María Magdalena. Nikos Kazantzakis, en La última tentación (1951), pone a esta mujer pública como el amor imposible de un Jesús desgarrado entre su vocación de mesías y la tentación de llevar una vida humana (que, de hecho, es la tentación a la que alude el título de su libro). Pero la identidad de María Magdalena no está bien definida. Se dice que se le llama Magdalena por ser originaria de Magdala, poblado cercano al lago Tiberiades. Pero el origen de su nombre también podría ser una expresión talmúdica que significa “mujer de pelo rizado”, rasgo que identificaba a las mujeres adúlteras. Si así fuera, la Magdalena podría ser María hermana de Marta y de Lázaro, originarios de Betania.
La Magdalena atribuida a da Vinci |
La leyenda señala que, tras la muerte de Cristo, María, Marta y Lázaro se embarcaron y llegaron a las costas meridionales de Francia, propiamente a Marsella, de donde Lázaro fue el primer obispo. Sin embargo, la investigación arequeológica ha demostrado que el Lázaro obispo de Marsella no es el mismo resucitado por Jesús. De hecho, dicha leyenda data del siglo XII; antes de esa fecha no hay ninguna alusión a esa improbable travesía emprendida, siempre según la leyenda, en un barco sin remos, velas ni timón. Por lo demás, tradiciones anteriores sitúan en Éfeso el destino de la Magdalena, donde se dice que murió y de donde, en el año de 886, sus reliquias fueron trasladadas a Constantinopla.
En fin, ¿qué nos queda de El código da Vinci tras asumir como leyendas la del santo grial y la descendencia de María Magdalena? Un buen relato, sin duda. Un cuento, una ficción, una novela, como por lo demás se nos advierte desde la portada del libro. ¿Quién que esté en sus cabales la va a tomar por verdad? El reguero de falacias y conjeturas que se ha tejido en su torno, lejos de explicar “las claves” del supuesto código, sólo ha servido para que hagan su agosto algunos vivales que uncen su carro de buhonero de mentiras a un fenómeno de librería.
9 comentarios:
Antes de hablar de la descendencia de Jesús, habría que comprobar su existencia, ¿no crees? Se vendrían abajo muchas nociones si aceptáramos la inexistencia del Jesus histórico. Claro, tanto racionalismo ya es mucho pedir.
Es que a alguien le cabe alguna duda de la existencia de Cristo?
Y en definitiva.. a quién le importa el famoso grial?
Es sólo un objeto, la realidad de la existencia de Jesús pasa por otro lado mucho más profundo.
Y a quien le importa qué lazos hubo entre Ma. Magadalena y Él?
Hay alguien que pueda discutir a estas alturas Su Divinidad?
netoranzo@yahoo.com.ar
En primera no podemos cerrarnos a la inexistencia del Jésus historico como lo acaban de llamar, como tampoco a que haya sido el Mesías, que relación existió entre Jésus y Magdalena?? a estas alturas, solo especulaciones y un buen libro de ficción, cabe recordar que con sus limitantes cibernauticas de hace 20 años (no existía el celular ni el internet público, solo para el uso militar) el Caballo de troya produjo los mismos efectos.
EL CODIGO DA VINCI...AUNQ SEA UN LIBRO D FICCION, LLGA...Y ESO PUED CAUSAR MUCHAS DUDAS EN TOOODAS LAS PRSONAS Q LO LEAN...Y ES VRDAD!!!...EN REALIDAD EN REALIDAD NO SE SAB QIEN S QIEN EN EL MUNDO...PERO SI EXISTIO ALGUIEN Q L RECORDO AL MUNDO LO Q S AMAR Y DAN BROWN PUED CREER LO Q QIERA...LA VRDAD SOLO SE VIVE EN EL MOMNTO...AL IGUAL Q UN CHISME...PORQ AL PASAR D LOS TIEMPOS PUEDE IR VARIENDO HASTA ENTORPECER LA REALIDAD
jaime hases un buen programa. sigue asi
soy un gra flan tuyo
el codigo da vinci es un buen libro, si tu tienes tus bases bien fundamentadas, y lees para tu propia percepcion estas bien, pero si lees para crearte una simple opinion de lo que no sabes nada estas perdido.
Jorge Luís ¿En qué expresión talmúdica te basas para aclarar que María de Magdala era una prostituta? Sé que prostituta es kezertu (la de pelo rizado). Me gustaría que me lo fundamentases. Manuel
Manuel: El Talmud contiene una referencia a Magdalena, a quien llama “megadela neshaya”, que al parecer significa “peinadora de mujeres”. Este nombre era un eufemismo de las mujeres de mala reputación, como establece John Lightfoot (en http://philologos.org/__eb-jl/matt27.htm).
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