Mientras en Corea del Sur la opinión pública y algunos sectores del gobierno aumentan sus presiones para que Estados Unidos y la misma ONU flexibilicen su postura y permitan negociar la liberación de los 21 surcoreanos secuestrado en Afganistán, en Bulgaria, las cinco enfermeras y el médico –literalmente secuestrados en Libia durante cerca de ocho años– ya se encuentran disfrutando de su libertad.
Las diferencias entre ambos casos son patentes. La suerte de los surcoreanos está atada a la estricta política de “no negociar con los terroristas” que ha normado la actitud de Estados Unidos desde hace más de veinte años. Pero para fortuna de los búlgaros, su país es miembro de la Unión Europea desde el 1° de enero de este año, lo que les permitió contar con sus buenos oficios para lograr su liberación.
Acusados de contagiar con el virus del sida a cientos de niños que resultaron infectados en un hospital de Benghazi, los profesionales de la salud fueron detenidos, encarcelados, torturados, vejados, sometidos a una farsa de juicio y finalmente condenados a muerte por la justicia libia. Fue entonces cuando intervino la Unión Europea, en la persona de su comisaria de relaciones exteriores, Benita Ferrero-Waldner quien, acompañada de la esposa del flamante presidente francés, Cécilia Sarkozy, negoció con las autoridades libias para que les fuera conmutada la sentencia de muerte por la de prisión perpetua. Para esto se llegó a un acuerdo de compensar económicamehte a las familias de los niños afectados. El dinero para realizar ese pago tuvo un origen obscuro (se dice que el emirato de Qatar le entró a la cooperacha para reunirlo), como fueron obscuras también las negociaciones posteriores para lograr que los seis ciudadanos de la Unión Europea pudieran regresar a su país.
Pero ahora están saliendo a la luz: además de la compensación pagada a las familias, que se manejará a través de la Fundación Kadhafi, organismo presidido por el hijo del dirigente libio, Bulgaria le condonó la deuda a Libia, Francia aceptó venderle armas y Gran Bretaña, por su parte, aceptará la apelación para que un libio detenido en su territorio sea transferido a su país de origen. Hasta ahora, sólo Londres ha desmentido su participación en esas tratativas.
Es de suponerse que los surcoreanos rehenes de los talibanes afganos están verdes de envidia ante la suerte de sus hermanos en desgracia búlgaros. En efecto, ya que su destino no depende de la Unión Europea sino de Washington (en rigor deberíamos decir que del gobierno afgano, pero éste ya sabemos que está sometido a los dictados de Estados Unidos), es muy improbable que hubiera alguna negociación con las talibanes con miras a su liberación. Los talibanes, por su parte, piden la libertad de ocho de sus compañeros detenidos en las mazmorras de Hamid Karzai. Sin embargo, hace unos meses, cuando éste negoció la liberación de un periodista italiano a cambio de la de unos talibanes presos, el presidente afgano fue objeto de todo tipo de críticas por parte de Washington, que lo amonestó para que dejara de andar negociando con terroristas. Con ese precedente, los pobres surcoreanitos (que al parecer son miembros de un grupo religioso que váyase a saber qué cuernos andaban haciendo en Afganistán, aunque eso no justifique que los hayan secuestrado) bien pueden ir perdiendo toda esperanza de ser rescatados. Mi propuesta de solución: que Corea del Sur pida su ingreso en la Unión Europea, lo que, viéndolo bien, no está tan jalado de los pelos, ahora que otro país asiático, Turquía, también está haciendo cola a sus puertas.
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