03 febrero, 2005

Mercadotecnia teológica

Era de esperarse que en estos tiempos de mentalidad librecambista, cuando las catedrales son reemplazadas por los centros comerciales y los sacerdotes se consideran representantes de ventas, surgiera alguien que considerara el fracaso de la iglesia católica como un problema de mercadotecnia. En efecto, en la página de los Misioneros del Espíritu Santo me encuentro con una nota en la que se compara la situación de la iglesia con la de Telmex, empresa que por muchos años mantuvo el monopolio del servicio telefónico en nuestro país y que hasta hace sólo unos años empezó a tener competencia.

Entonces, atemorizado ante la fuerte competencia de lo que no deja de llamar sectas, el autor de la nota ennumera el catálogo de servicios que ofrecen sus rivales y los compara con el magro producto que expende su iglesia: "¿Será que ahora sólo ofrecemos normas y prohibiciones, ideas y clericalismo, ritos vacíos y anonimato de los miembros, pasividad y conformismo, estructura y burocracia?"

Y observa con envidia la incansable labor misionera de, por ejemplo, los testigos de Jehová, que soportan las burlas y las agresiones de aquellos a quienes importunan con su ofrecimiento de "compartir la palabra de dios".

Mal harían los católicos en promover el apostolado laico que prolifera en otras denominaciones. ¿Por qué? Porque implicar a los laicos en la promoción de la fe es fomentar el fanatismo, es envolverlos en una vida dedicada a la religión, es privarlos de la posibilidad de descubrir que la esfera de lo terreno no tiene ningún contacto con la divina —si es que ésta existe— y es repetir el error histórico de querer regir la vida en la Tierra con consideraciones celestiales.

Lo mejor que podría hacer la iglesia católica es admitir su repliegue: dejar de inmiscuirse en la vida privada y de querer normar nuestra existencia. Librado a sus propias fuerzas, sin apoyos ultraterrenos, el hombre podría descubrir que cuenta con todo lo necesario para llevar una vida digna, plena y creativa, sin descuidar, claro, el cultivo de la solidaridad y la compasión por el prójimo. Estos sentimientos surgirían entonces de la propia naturaleza humana, sin necesidad de ser impuestos mediante mandamientos e intimidaciones desde lo alto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola que tal Amigo!!!

Mira la verdad es que se me hizo interesante tu discurso, y creeme comparto ciertas ideas que planteas, aunque me parece un poco insuficiente tu argumento acerca de que la compasión del prójimo encontrarla en la naturaleza humana, tal vez partes del supuesto que todos entienden tu término, pero me gustaría que lo especificarás un poco más, al menos pienso yo que no queda claro o se me hace insuficiente.

Anónimo dijo...

la religion necesita de la mercadotecnia para existir