En la XV conferencia internacional sobre el sida, convocada por ONUSIDA y celebrada en Bangkok, el tema en torno al que giran las discusiones y debates es el del acceso a los medicamentos. La imagen es la siguiente: en un lado están los enfermos de sida y seropositivos, y del otro, los tratamientos anti-retrovirales (básicamente la triterapia). El problema para contener la pandemia (el reto, para adoptar la palabrería al uso) es que los enfermos tengan acceso al tratamiento.
Foto de familia: Los funcionarios bien viajados y comidos sonríen bobamente a la cámara, como si no conocieran las terriblas cifras que habrán de presentar en sus informes. (Cortesía involuntaria de Xinhua)
Ya no se discute ni su eficacia (que al parecer está comprobada tras varios años de aplicación) ni se habla, mucho menos, de una vacuna (la cual ha sido convenientemente pospuesta para dentro de diez años, como lo ha sido cada tanto; la verdad es que la vacuna contra el sida ha resultado tan difícil de alcanzar que por lo visto es preferible ponerse metas más realistas). No, como dijimos, la cuestión es el acceso. El meollo es lograr que los tratamientos sean accesibles para los enfermos. ¿En qué consiste esa accesibilidad? Básicamente, en el precio. Cuando se desarrolló la triterapia, hace unos diez años, su costo la volvía prohibitiva para la mayoría de los seropositivos, pues rondaba los 400 dólares al mes. En la actualidad, ese costo ha bajado a ser entre 30 y 60 dólares mensuales. Si bien sigue estando fuera del alcance (del acceso como dicen los bien acolchonados burócratas que lo controlan) de la gran mayoría de infectados, ya cae dentro de las posibilidades de los programas públicos de atención médica.
No obstante, muchos países prefieren seguir gastando en armas lo que necesitarían destinar a medicinas para contener la expansión de la epidemia. Y pese a todas sus palabras grandilocuentes sobre la solidaridad y la "compasión", los países desarrollados siguen reteniendo los fondos prometidos para ese combate.
Pero quisiera volver al problema del acceso. Plantear la lucha contra la expansión del sida como un problema de acceso del enfermo a los tratamientos es hacer recaer en éste la responsabilidad de conseguirlos. Aunque parezca lo mismo, no es igual decir que "el paciente no tiene acceso (o peor, tiene acceso limitado) a los medicamentos", que decir "el estado (y las instancias responsables) no han cumplido su responsabilidad de distribuir los medicamentos". Así, no es lo mismo acceso que distribución.
¿Qué es el acceso? En este contexto, una palabra vacía que ahora sirve para enmascarar una terrible realidad. So pretexto de defender la propiedad intelectual, Estados Unidos presiona para que los demás países no fabriquen triterapias genéricas. (Por cierto, hace dos semanas se dio a conocer una de éstas que viene en una sola pastilla, lo cual facilita su administración. Se fabrica en China y allí se distribuye en forma gratuita, hasta ahora en forma de prueba en tres de las provincias más afectadas. El gobierno del "compasivo" George W. Bush está tratando por todos los medios de impedirlo, por supuesto, para defender a sus industrias.)
Lo que se necesita es que los estados le pierdan el miedo a las presiones de Estados Unidos y permitan que sus industrias nacionales fabriquen los medicamentos genéricos y los distribuyan entre los enfermos. Sin costo, claro, dentro de sus correspondientes programas de atención médica. O al costo, fuera de ellos. Todo lo demás es palabrería hueca, programas grandilocuentes carentes de resultados, promesas que nunca se van a cumplir, engorda de funcionarios que se paran el cuello con reportes maquillados y datos falseados en las conferencias internacionales.
1 comentario:
No sé si fue porque te hicieron caso, pero en esa conferencia de Bangkok, cinco países se pusieron de acuerdo para producir medicamentos genéricos contra el sida.
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