27 septiembre, 2004

Nobel para un charlatán

Parafraseando la noción de que el que no conoce a dios, a cualquier barbón se le hinca, podríamos decir que el que no conoce el proceso de designación de los premios Nobel, con cualquier mención a éstos se apantalla. En efecto, como explicara el secretario del comité Nobel, Geir Lundestad, hay miles de personas que pueden presentar candidatos al premio de la paz: los miembros de cualquier congreso, parlamento o legislatura, de cualquier gobierno e incluso profesores de universidad tienen el derecho de hacerlo; ser candidato para el premio no es ninguna distinción en sí misma, aclaró. "Es fácil ser propuesto para el premio; pero es muy difícil ganarlo", señaló Lundestad.


Eso por supuesto no impide que algunos vivales, tras mover sus influencias universitarias, parlamentarias o gubernamentales, se presenten como candidatos al premio Nobel, integrando dicha mención en su currículum para engordarlo y producir más espumarajos de baba entre los débiles de cerebro.


Un detalle que explotan quienes anuncian con bombo y platillo su candidatura al Nobel (que por lo menos este año vergüenza debería darles compartir con Jorgito Dobleú, propuesto para el premio de la paz seguramente por alguno de sus múltiples lamebotas) es el hecho de que el comité mantiene en secreto dichas candidaturas, por lo que es imposible verificar la veracidad de quien afirma serlo. Gracias a la confidencialidad de la lista de candidatos, en la práctica cualquiera puede pasearse por el mundo como candidato al Nobel, con la confianza de que nadie, ni el mismo comité, podrá presentar una lista "oficial" para desmentirlo.


Lo anterior viene a cuento pues hemos visto con alarma que el espamero mayor ha tenido la desfachatez de agregar dicha candidatura a su ya de por sí inflado currículum, no sabemos si con la pretensión de cobrar más por la sarta de estulticias que suele desprenderse de sus labios, de aumentar la venta de los tabiques que cocina al vapor, aderezados con patrañas e interpretaciones torcidas de enseñanzas milenarias, o simplemente para provocar más producción de baba entre sus acólitos.


La actividad de un charlatán cualquiera por lo general me deja impávido: allá él, su conciencia y la de quienes estén dispuestos a abrirle su mente (y sobre todo su cartera). Pero me hierve la sangre verlo arropar sus majaderías con la bandera de la lengua internacional; me subleva que pretende hacer de ella el idioma de su orden de caballería de opereta, con títulos pomposos, un membrete rimbombante con el que deja del asco a la Academia Internacional de las Ciencias de San Marino y demás ínfulas sectarias. Mantener la ecuanimidad que suele recomendarse en estos casos es prácticamente imposible.

1 comentario:

Blogilo dijo...

Kara amiko:
Pardonu min char mi ne povas kompreni kio au kiu estas "la espamero", ghi ne estas tute klara por mi.
Saluton!