Uno de los aspectos más característicos de los novaeristas es su relación de amor-odio con la ciencia convencional. En efecto, Desde H.P. Blavatsky, Eliphas Levi y otros ocultistas del siglo XIX, hasta los charlatanes con los que nos toca lidiar en estos albores del XXI, todo mundo habla de energía, magnetismo y otros conceptos tomados de la ciencia, como si en realidad fueran nativos del ocultismo.
Es comprensible que Blavatsky haya tomado en préstamo términos de la electricidad y el magnetismo, pues sus tiempos se caracterizaron por el asombro que despertaban en la sociedad los experimentos con esos fenómenos. Es algo similar a quienes en nuestros días quieren comparar la mente humana con una computadora. La mística rusa siempre habló de una ciencia perdida, muy superior a la que conocemos (y cuyo origen situó en la mítica Atlántida), y de ese modo se presentaba como abanderada de la recuperación de esos conocimientos ancestrales. Con la fundación y divulgación de su Sociedad Teosófica sembró las semillas de la actitud actual ante la ciencia.
Sí, el novaerista desdeña a la ciencia convencional, considerándola deshumanizada y tachándola de atrasada en relación con las ciencias ocultas. En medicina, por ejemplo, siempre recurrirá primero a los métodos alternativos (herbolaria, homeopatía y un largo etcétera), antes que a la medicina alópata, a la que acusa de causar más daños secundarios que beneficios primarios y de ser un negocio que no considera las necesidades individuales del paciente. No es aquí el lugar de hacer la crítica a las multinacionales farmacéuticas. Mucho hay de cierto en la necesidad de considerar los aspectos emocionales del paciente en el tratamiento de una enfermedad (aunque también los sociales y, sobre todo, los económicos), pero tampoco es posible descartar desde una posición arrogante los resultados de la medicina. En mi caso personal puedo decir que las terapias alternativas a las que recurrí para tratarme de un padecimiento jamás produjeron alivio alguno, mientras que tras una breve consulta con un médico especialista obtuve un resultado totalmente satisfactorio.
Lo mismo puede decirse de la actitud ante otras ciencias. Cuando un astrólogo nos dice que los planetas nos influyen a través de ciertas radiaciones cósmicas, de inmediato nos asegura que la ciencia todavía no ha podido registrarlas, que el estado actual de nuestros conocimientos (o el primitivo nivel de nuestros instrumentos) no permite detectarlas. Con este sencillo argumento se quita de encima las críticas que pudieran enderezársele respecto de la inexistencia de tales radiaciones. Y de paso se levanta el cuello, haciéndose pasar por practicante de una ciencia más avanzada que la que todos conocemos.
Ah, pero eso sí, en cuanto la tan despreciada ciencia convencional presenta un descubrimiento del que pueda echar mano para sostener sus teorías, el novaerista de inmediato lo toma y lo exhibe como si fuera propio: "Ya la ciencia demostró que...", seguido de una interpretación muy personal del significado de ese hecho.
Lo anterior es evidente con la teoría de la relatividad, tan traída y llevada por todo el mundo, aunque pocos conozcan su verdadero significado (no, yo no soy parte de esos pocos). Pero eso no impide que los novaeristas hagan hincapié en la conocida ecuación E = mc2 para decirnos que, si todo es energía, la energía mental nos permite controlar la materia con la mente. Y de lo anterior, el ahora sí entusiasta de las ciencias desprende los fundamentos de muchas de las terapias alternativas, de los cursos de milagros y de otras hazañas que es posible realizar, tras el módico pago de una estratosférica suma al sedicente maestro. (En la meditación trascendental*, por ejemplo, nos aseguran la posibilidad de levitar. Ésta, por supuesto, está reservada a los alumnos avanzados, es decir, aquellos que han cubierto puntualmente el elevado pago que se pide por tales cursos.)
Y hablando de mente y cerebro, podríamos señalar también otro de los grandes mitos en los que se apoyan los parapsicólogos y otros practicantes de las ciencias para anormales: la famosa subutilización de nuestro cerebro. Es conocida la afirmación de que el hombre sólo emplea del 10 al 15 por ciento de su capacidad mental (basada en no sabemos qué estudios), lo cual sugiere enormes facultades latentes que, mediante el pago oportuno de nuestras cuotas, podremos despertar siguiendo las enseñanzas de tal o cual gurú.
Como decía, no conozco las bases de tal afirmación pero, por lo poco que he visto, tengo entendido que las diversas facultades mentales están situadas por todo el cerebro, no concentradas en una sola zona. Para seguir con las comparaciones tan al uso con una computadora, podríamos decir que el disco duro de nuestra mente está fragmentado. E incluso si aceptamos la tan discutible subutilización del cerebro y siguiendo con nuestro símil podríamos pensar que ese supuesto porcentaje no empleado constituye el sistema de respaldo.
Otro ejemplo: en estos momentos, la utilización de la CPU de mi computadora es de 7 por ciento (sólo tengo abierto mi sencillísimo pero potente editor de textos, EditPlus, además de otros 38 procesos que quién sabe porqué requiere Windows). ¿Quiere decir que en ese 93 por ciento no empleado yacen latentes posibildades que ignoro? ¿Que quizá en alguna parte de ese porcentaje se encuentra la posibilidad de comunicarme en forma inalámbrica con otras computadoras (algo que equivaldría a la telepatía, una de las facultades que los parapsicólogos aseguran que tenemos en latencia)? Sólo si tuviera el hardware necesario. Pero no lo tengo y, por mucha potencia de procesador que tenga la máquina, ésta no puede obrar milagros.
En fin, el problema de meterse en estos berenjenales es que uno acaba hilvanando ejemplos tan idiotas como el anterior a fin de ilustrar sus argumentos. Claro, uno de los principios de la comunicación es que hay que hablar en términos que entienda nuestro interlocutor, por lo que no veo otra forma de dirigirme a quienes están convencidos de la existencia de rayos cósmicos que rigen nuestra vida, de civilizaciones avanzadísimas perdidas en la historia, de contactos con extraterrestres que nos vienen a iluminar con sus enseñanzas, de guruses que en cuanto empiezan a soltar barbaridades echan a andar el taxímetro, de enviados divinos y demás fauna que prospera con las angustias y crisis del hombre actual.
* Meditación trascendental es un nombre comercial, como se deduce del hecho de que siempre lleve el índice ™. No sé si yo sea el único al que le parezca sospechoso que sus autores hayan sentido la necesidad de registrar ese nombre para proteger su negocio.
2 comentarios:
Y LA CIENCIA?
UN CHISTE SOBRE COMO ACTUA LA CIENCIA PARA DEMOSTRAR QUE NO SON DUEÑOS DE VERDADES ABSOLUTAS:
UN AFAMADO INVESTIGADOR LE ES ENCOMENDADO EL ESTUDIO SOBRE SI LAS ARAÑAS ESCUCHAN, TAMANDO TODOS LOS GRANDES CONOCIMIENTOS ADQUIRIDOS EN SU LARGA Y FRUCTUOSA CARRERA, EN LA QUE NO SOLO TIENE CIENTOS DE PUBLICACIONES EN LAS REVISTAS ESPECIALIZADAS SINO UNA GRAN FORTUNA. HACE EL PLANTEAMIENTO DEL EXPERIMENTO PARA DEMOSTRAR O NO AQUELLA GRAN INTERROGANTE.
DESPUES DE VARIAS IDEAS LLEGA UNA BRILLANTE, EN UNA CAJA DE MADERA, CON PISO DE LAMINA CONECTADO A UNA FUENTE ELECTRICA PONE A LA ARAÑA Y LA CONDICIONA DE TAL MANERA QUE DESPUES DE UN SONIDO DE CHICHARRA A LOS 6 SEGUNDOS, SUELTA LA LAMINA UNA DESCARGA ELECTRICA, DESPUES DE CONDICIONAR LA RESPUESTA DE LA ARAÑA, ANTE SU ASOMBRO, CADA SONIDO DE CHICHARRA LA ARAÑA CORRE A LA PARED Y SE SALVA DE LA DESCARGA. !EURECA¡ SI ESCUCHA, PERO COMO SUS EXPERIMENTOS NO SE QUEDABAN EN LO VANAL, SE LE OCURRE IR QUITANDO UNA PATA CADA VEZ, Y, EN LA OCTAVA YA SIN PATAS, VE COMO LA ARAÑA SE QUEDA Y MUERE CHAMUSCADA.
REPORTE FINAL RESUMEN
MUY SEÑORES MIOS, LAS ARAÑAS SI ESCUCHAN, TENGO UN EXPERIMENTO QUE LO DEMUESTRA, PERO, CUANDO EN MI EXPERIMENTO FUI QUITANDO PATA POR PATA, SIENTO QUE SU RESPUESTA FUE MENOR, POR LO TANTO TIENEN LOS OIDOS EN LAS PATAS Y CONCLUYO:
!LAS ARAÑAS SI ESCUCHAN¡, PERO LAS ARAÑAS SIN PATAS SON SORDAS.
NOTA: CUANDO SOLO TENIA UNA PATA, SU SENTIDO SE AGUDIZO, PERO NO LES CUENTO QUE TRABAJO LE COSTO SUBIR POR LA PARED DE LA CAJA.
SALUDOS
Ése es el nivel de los ovnílatras y demás denostadores de la ciencia: chistes malos contados sin gracia y con faltas de ortografía.
Francamente, prefiero los que me cuenta mi peluquero; al menos él no se los toma como dogma de fe.
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