31 agosto, 2006

Astrología y realidad

Dado su objeto de estudio, que es el hombre, la astrología siempre ha sido geocéntrica. Por ello no le afectó la revolución copernicana (1543) que echó por tierra al sistema planteado por Ptolomeo desde 150 a.C. en su Almagesto.

El hecho de que la astrología no se considere a sí misma como el estudio de los astros (cosa que se derivaría de su propio nombre) puede parecer sorprendente, o al menos extraño, sobre todo para quienes no tienen de ella más que las noticias vagas y distorsionadas que hacen circular sus detractores. Pero la verdad es que, por su objeto de estudio, la astrología está más emparentada con la psicología que con la astronomía. Y es por ello que no se vio afectada ni por los descubrimientos de Copérnico, ni se interesa por el reciente cambio de denominación de Plutón, que ahora en agosto se vio degradado a la condición de planeta enano.

Buena parte de las críticas que se le enderezan a la astrología se basan en su desfasamiento con la realidad astronómica. La primera, claro, es el hecho de ser geocéntrica, cuando ya sabemos que es la Tierra la que gira alrededor del Sol. Pero este argumento es insubstancial, como ya dijimos. Se alega también que desconoce el desplazamiento de los cuerpos celestes que, como en el caso de la constelación de Ofiuco, en cierto modo invalidarían las tesis astrológicas pues con el paso de los años (de siglos o milenios valdría aclarar) las estrellas cambian de posición con relación a la Tierra.

Conviene hacer una aclaración respecto de Ofiuco, constelación en la que se encuentra el Sol del 30 de noviembre al 17 de diciembre (dato que seguramente perturbará a muchos que hasta ahora se consideraban nativos del signo de Sagitario). Si bien su desplazamiento ha hecho que se meta más en el cinturón zodiacal (la franja de 16 grados que tiene por centro a la eclíptica), ya en tiempos de Ptolomeo se reconocía que cuatro de sus veintinueve estrellas estaban dentro del Zodiaco.

Pero en realidad la astrología no toma en cuenta la posición real de las estrellas (ni siquiera vistas desde la Tierra), sino que hace una abstracción y declara como zona de importancia al Zodiaco, la franja por la que hace su recorrido el Sol en torno de la Tierra, dividida en doce partes iguales de 30 grados cada una.

Asimismo, el descubrimiento de los planetas Urano (1781), Neptuno (1846) y Plutón (1930) no significó ningún mentís a la astrología tradicional, que sólo conocía los planetas hasta Saturno. Los planetas recién descubiertos fueron asimilados como "fases superiores" de los ya conocidos, Urano de Mercurio, Neptuno de Júpiter y Plutón de Marte. Y de ese mismo modo se les adscribieron sus características y significados astrológicos.

Además de los planetas, algunos astrólogos consideran también otros cuerpos celestes, como Quirón, Vesta y Ceres. A éstos se les atribuyen características basadas en su nombre, tomado de la mitología griega. Cuando al planeta enano 2003 UB313 quisieron ponerle Xena, en memmoria del personaje de la serie de televisión Xena, la princesa guerrera hubo voces de protesta, no por parte de los astrólogos, sino de los mismos astrónomos deseosos de mantener la tradición de bautizar planetas y nanoplanetas dentro de la mitología griega. En bonito predicamento hubieran puesto a la astrología si le hubieran puesto el nombre propuesto por los fanes de esa serie, protagonizada, por cierto, por Lucy Lawless.



Lucy Lawless no subió al Olimpo.


Queda abierta a discusión la pertinencia de atribuirle significados a los planetas nuevos en base de su mero nombre. El caso de Urano es interesante en ese sentido. El primer nombre que propuso su descubridor, sir William Herschel, fue Georgis sidus, en honor del rey Jorge III de Gran Bretaña. Cuando se le señaló que sidus significa estrella, y no planeta, entonces propuso simplemente planeta Georgiano. Como el nombre no arraigó fuera del Reino Unido, hubo muchas otras propuestas: Herschel, en honor a su descubridor, Hipercronos o Transaturno, por estar después de Saturno, Astrea, Cibeles, Neptuno, Minerva, Austra, hasta que finalmente Bode propuso el que que actualmente lleva. ¿Qué hubieran hecho los astrólogos si se le hubiera quedado cualquier otro? ¿Hubieran cambiado las "influencias" que irradia ese planeta?

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