16 agosto, 2006

Su pasado lo condena

A Günter Grass lo critican no tanto por haber pertenecido a la Waffen-SS cuando tenía 15 años, sino por haber esperado hasta ahora, a los 78 años, para hacer ese revelación. En efecto, faltando dos semanas para la aparición de la autobiografía de quien es considerado “la conciencia” de la izquierda alemana, nadie puede creer que el momento elegido para confesar su breve paso (tres meses) por el cuerpo de élite —responsable, entre otras cosas, de custodiar los campos de exterminio nazis— no responda a un estricto interés mercadotécnico.

Cuando Ronald Reagan y Helmut Kohl, con motivo de las celebraciones por el XL aniversario del fin de la segunda guerra mundial, visitaron el cementerio de Bitburg, en Alemania, donde están enterrados oficiales de la Waffen-SS, la de Grass fue una de las voces que más duramente vapulearon esa torpeza (“blunder”, decía la prensa estadounidense, mientras que en la alemana se hablaba de “Missgriff”, como si fuera un simple error).

El propio Grass explica que su confesión se debió a que era algo que lo “agobiaba”. Y abunda: “Mi silencio durante todos estos años es una de las razones por las cuales escribí este libro (su autobiografía). Era algo que debía sacar por fin, esa culpa me ha pesado como una ignominia.”

¿Cuál es la culpa? Desde mi mirador, situado a miles de kilómetros y más de 60 años de distancia, parece que su culpa consiste en haber callado ese episodio de su vida. Pero en lo personal no veo qué tenga de ignominioso haber sido reclutado por la fuerza. En los juicios de Nuremberg se hizo esa misma distinción y se relevó de toda responsabilidad a los conscriptos de la que llamaron “organización criminal”. Y no podemos dejar de mencionar que el mismo papa Benedicto XVI, llamado entonces simplemente Joseph Ratzinger —nacido el mismo año que Grass— perteneció a la Waffen-SS, adscrito a la fuerza aérea.

Por lo visto, las cicatrices de las heridas causadas por el nazismo no acaban de cerrar y tenemos todo el derecho de dudar de que lleguen a sanar por completo. Ya hemos visto sus consecuencias en el Medio Oriente. Pero hay algo que va más allá y que podríamos llamar la “culpa colectiva”: todo alemán que no haya actuado en la oposición, que no haya estado en las cárceles de la Gestapo o tenido que emigrar de su país siente parte de la culpa por uno de los peores horrores conocidos en la historia de la humanidad.

Y volviendo a Grass y a su oportunista decisión de confesar su negro pasado, habrá que coincidir con la mayoría de los comentaristas y criticarlo por el espíritu comercial que anima su mea culpa. Por cierto, su autobiografía se llama Al pelar la cebolla y quizá encontremos que el título no es mera retórica y veamos que, como la proverbial cebolla, al acabar de pelar todas las capas descubrimos que no tiene nada adentro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

EL GUNTER GRASS PARAGUAYO
(X Luis Agüero Wagner, comentario publicado en “La Naciòn” de Asunción, 19 de octubre de 2006 )
El Gunter Grass paraguayo, Alcibiades González Delvalle, sigue guardando un sepulcral silencio sobre su siniestro pasado como policía de Stroessner, a pesar que esta gravísima acusación ya ha recorrido el mundo a través de agencias noticiosas extranjeras y se ha publicado en innumerables sitios web y periódicos locales como noticia insólita. A diferencia del escritor alemán que tuvo el coraje de confesar de motu proprio su paso por las Waffen SS durante el régimen de Adolf Hitler, su homólogo local temblando de cobardía opta por intentar esconder su deshonroso paso por la policía estronista, que lo integró como oficial por decreto 13.125 el 9 de noviembre de 1960. ¿Qué méritos hizo Alcibiades González Delvalle para ascender el 7 de septiembre de 1962 a oficial 1º de Policía por decreto 24.581, firmado por Alfredo Stroessner y Édgar L. Ynsfrán? ¿Cuántas veces aplicó la picana eléctrica? ¿A cuántos integrantes del FULNA o del Movimiento 14 de mayo apresó? ¿Cuántos "comunistas" pileteó?
Grandes misterios sin resolver, enigmas sin respuesta perdidos en la nebulosa del pasado de este privilegiado zoquetero del gobierno municipal colorado de Enrique Riera y referente periodístico de la ultraderecha tilinga: Alcibiades González Delvalle.

Olvidan sus abogadas al pretender defender a este chancho de su chiquero periodístico, cuánto dinero robado durante la dictadura a las arcas de la intendencia del ejército, a la Flomeres, IPS y el Banco Nacional de Fomento costó al pueblo paraguayo la inauguración de los medios de comunicación que le valieron su ascenso al coronel Pablo Rojas. Así como tardaron 30 años para descubrir que el país vivía bajo una dictadura, y hoy no terminan de jactarse de la lucha que la National Endowment for Democracy les financió contra la fase terminal del régimen que les proveyó los recursos para inaugurar sus medios de comunicación, no es extraño que lleven 46 años sin enterarse que el impoluto moralista de la pluma Alcibiades González Delvalle sirvió como tenebroso policía de Stroessner durante la etapa más sangrienta de la dictadura.

A mediados de este año el mundo se enteró, en revelación hecha por el mismo interesado, que el escritor alemán Gunter Grass sirvió unos meses, a los 17 años de edad, en las Waffen SS y de que ocultó por sesenta años la noticia, haciendo creer que había sido soldado en una batería antiaérea del ejército regular alemán. No sorprende en absoluto que Grass ocultara su pertenencia a una tropa de élite visceralmente identificada con el régimen nazi, de tan siniestra participación en tareas de represión política, torturas y exterminación de disidentes y judíos, aunque, como ha dicho, él no llegara a disparar un solo tiro antes de ser herido y capturado por los norteamericanos.
Pero a diferencia del ex policía de la etapa más sangrienta de la dictadura Alcibiades González Delvalle, Gunter Grass no esperó a que aquel remoto episodio de su juventud llegara a conocerse por otras fuentes, echando sombra sobre su nombre y reputación de escritor comprometido. Dentro de algunos meses, ya nadie recordará el paso del escritor alemán por las SS pero la gloria de su trilogía novelesca de Danzig, en especial "El Tambor de Hojalata", se mantendrá intacta.



No sería ecuánime que el mismo destino tuvieran quienes como el policía de la cultura decidieron escudarse, y no en el talento ni el compromiso que nunca tuvo en abundancia, sino en el posicionamiento alcanzado mediante políticos corruptos, intereses foráneos y el olvido propio de una sociedad impura.