03 febrero, 2004

Esclavos de su libertad


El movimiento hippie hizo de la libertad su máximo valor, más allá incluso del archirrepetido lema de amor y paz. De hecho, fue en aras de esta libertad en las que se experimentó con todo tipo de novedades: drogas, sexo y rock and roll, como dicen por ahí. Y en ese mismo altar, claro, se sacrificaron los valores tradicionales de la familia, el progreso material, la situación social, entre otros sostenidos por la generación anterior a la de Woodstock (o Avándaro, en nuestro caso).


Sin embargo, al lado de las repetidas aspiraciones de libertad, no recuerdo haber oído ninguna conceptualización. ¿A qué libertad se refieren?


Sería muy fácil despotricar contra las drogas y señalar la paradoja de que se busque la libertad con un recurso que acaba volviendo esclavos a sus consumidores. Pero este argumento se desmonta fácilmente: para una mente alterada por la droga no valen las categorías lógicas, por lo que no se nota la paradoja. Por lo demás, mi falta de experiencia con la droga me inhabilita, según ellos, para hablar de lo que puede representar su consumo.


Recuerdo mucho una frase leída hace añísimos en un curso de esperanto, en el que se hablaba de unos gambusinos que se iban a buscar diamantes al Amazonas. Señalaban que esos aventureros quisieran abandonar esa vida tan difícil pero no podían pues eran "esclavos de su libertad". Esa condición es en la que, en mi opinión, se encuentran quienes buscan la libertad por sí misma, por el simple hecho de "no tener un jefe", "no estar sujeto a horarios" o, simplemente, no tener ningún compromiso. La libertad que así se encuentra es una esclavitud.


La cuestión, pues, se reduce a conceptualizar la libertad que se busca; es decir, a definirla, precisarla, categorizarla y ponerla en un programa práctico para alcanzarla. Por ejemplo, para un preso, la libertad consiste en salir de prisión. Así es como él la conceptualiza. Y para alcanzarla puede definir un método: escapar de la cárcel o esperar a cumplir su condena. El método elegido dependerá de muchas circunstancias y factores.


¿Cómo es la libertad a que aspiramos? ¿De qué queremos liberarnos? Decir que queremos liberarnos de nuestros miedos, por ejemplo, no basta. Tenemos que definir esos miedos, conocerlos, haberlos paladeado, vivido y detectado en su origen. Podríamos decir: "Quiero liberarme de mi miedo a las alturas." Eso es un avance y lograrlo constituye la meta de mucha gente que va a terapia.


Hace muchos años, cuando tomé un curso de ocultismo, una de las preguntas que me hicieron fue qué era lo que yo quería. Lo primero que se me vino a la mente (después de mucho pensarle, no se crean que soy de reacciones rápidas) fue que quería ser libre. Esa respuesta hubiera satisfecho los requisitos del curso, pero a mí en realidad no me bastó. ¿De qué quería ser libre exactamente? Repetir que de miedos, complejos y otras taras era sólo encimarle una etiqueta más a una palabra que no me decía nada y dejarla nuevamente sin sentido. Ahora han pasado treinta años desde ese episodio y aún no encuentro la respuesta. ¿Cómo es la libertad que busco?



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