Apuntes para un epitafio
Como inscripción sobre un sepulcro, que es lo que significa la palabreja, el epitafio debería resumir la totalidad de la vida de la persona. Pero en realidad no es así; en la mayoría de las lápidas apenas se alcanza a leer el nombre, y las fechas que enmarcan la duración de la vida, a veces señaladas con el alfa y el omega, símbolos del principio y el fin. Empero, recuerdo haber visto lápidas con la efigie del interesado, ya fuera en relieve o en fotografía. Siempre me pareció un homenaje macabro.
Sería buen ejercicio anticiparse a escribir el propio epitafio. Es decir, resumir en unas cuantas palabras cómo quisiéramos ser recordados por los que dejamos atrás. Tratar de hacer una especie de curriculum vitae para el mármol nos mostraría qué aspectos nuestros consideramos de mayor importancia. No como práctica morbosa o necrofílica, sino para ayudarnos en la siempre difícil tarea de definir el rumbo que queremos tomar en la vida.
No, yo aún no tengo resuelto ese asunto. Medio siglo bregando en el planeta y todavía no sé cuál de mis facetas pondría en primer lugar en mi lápida. Y lo peor del caso es que quizá le deje esa tarea a mis sobrevivientes, si es que la quieren hacer. Porque bien podría acabar con una piedra encima con mi nombre y mis dos fechas como resumen de mi paso por la vida.
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