No puedo imaginar ninguna causa, ni la independencia de un país, ni la supremacía de una visión religiosa o política, que justifique la muerte. Mucho menos el asesinato de niños que acudían al inicio del año escolar. La conservación de la vida es el valor supremo de la vida misma y es el parámetro con que ha de medirse cualquier acción. De ese modo, quitar la vida, sea la propia o la ajena, se convierte en el antivalor supremo y constituye un acto que, desde la óptica de los vivos, no admite justificación alguna.
¿A nombre de qué estos padres están enterrando a sus hijos?
La matanza de Beslán ciudad que de ese modo llega al mapa del siglo XXI, después de haber dormitado olvidada en la también desconocida república de Osetia del Norte no encuentra explicación ni siquiera a modo de represalia por las abominaciones cometidas por el ejército ruso en Chechenia, donde los civiles han muerto en más de mil tantos que en Beslán. Del mismo modo, el arrasamiento de la escuela tampoco corresponde con la destrucción de Grozny, la capital chechena.
Primero, porque hacer víctimas entre los osetios, pueblo cercano al de los chechenos, para desquitarse de los rusos es estrictamente un despropósito, un golpe dado al primo igualmente débil y desvalido cuando es el vecino el que abusa. Aquí no puede invocarse siquiera el principio del ojo por ojo.
En segundo lugar, porque querer construir la vida de una nación sobre la muerte de civiles inocentes y desprevenidos pertenecientes a otra sea la osetia como en Beslán, o sea la rusa como en el caso de los atentados anteriores, el de los dos aviones y el de la estación del metro de Moscú, perpetrados pocos días antes significa olvidar que la violencia sólo engendra más violencia, trocar la fuerza de los argumentos por el argumento de la fuerza y quedar empantanados para siempre en un círculo vicioso de destrucción y muerte.
Muchas razones tienen los chechenos para albergar resentimientos contra los rusos y en ese rosario de quejas es donde podrían despertar simpatía para su causa entre la comunidad internacional. Y aun cuando ésta ha preferido siempre apaciguar al Kremlin y nunca ha cuestionado los métodos empleados por Vladimir Putin en el Cáucaso, mal podría ahora pronunciarse en favor de los chechenos cuando éstos optan por el callejón sin salida de una toma de rehenes en una escuela primaria.
¿Será necesario repetirlo? En un conflicto como éste, cuyas raíces se hunden en la historia de hace siglos como es el caso de muchos otros conflictos que plagan al planeta, por lo demás, la única vía es el diálogo. Pero el diálogo no entre amos y esclavos, que finalmente se convierte en monólogo de órdenes a ser obedecidas, sino entre hombres de igual a igual, fincado en el respeto y nutrido por la comprensión y el conocimiento.
Ninguno de los actores en estos enfrentamientos es totalmente inocente. Pero tampoco ninguno carece de razones para, al menos ante sí mismo, justificar sus acciones (que sean injustificables para los demás es otra cosa). Pero concentrarse en la búsqueda de culpas y responsabilidades, criticar a unos o a otros por los recursos empleados, exponer con erudición el catálogo de razones históricas que puedan tener unos en contra de los otros es desviar la mirada de la búsqueda de soluciones. Nunca veremos a rusos y a chechenos sentados ante la mesa de negociaciones mientras insistiamos en satanizar a unos u otros. Tampoco los veremos en tanto la lucha independentista chechena sea para los rusos un caso policiaco y, para los chechenos, un asunto religioso.
Pero, claro, tampoco se sentarán a negociar si ellos mismos no se deciden a restañar las heridas del pasado y a volver los ojos hacia el futuro.
2 comentarios:
Estimado Jorge:
Este blog de "Los despropósitos...", me parece buenísimo! Te felicito!
Ojalá te dieras tiempo de transcribirlo en el Blogaro del ghangalo, para leerlo en Eo...
Saludos!
Dankon pro viaj komentoj! Mi ne sciis ke vi estas esperantisto; ĉu vi ankaŭ havas blogon ĉe Ĝangalo?
Publicar un comentario