14 noviembre, 2004

Quince años en busca de lo milagroso

Durante 15 años, de febrero de 1987 a febrero de 2002, el Laboratorio de Zetética, de la Universidad Nice-Sophia Antipolis, estuvo ofreciendo un premio, primero de medio millón de francos, después de un millón y, por último de 200 mil euros, a la persona que demostrara, en condiciones controladas de laboratorio previamente acordadas entre los participantes, tener algún poder paranormal. El premio, es obvio decirlo, nunca se concedió.


No por que no hubiera candidatos; por el contrario, varios cientos de personas se pusieron en contacto con los promotores de este concurso, Henri Broch, doctor en ciencias, el ilusionista Gérard Majax y el científico belga Jacques Theodor. Sin embargo, gran parte de las personas que se interesaban acababan retractándose al momento de establecer los procedimientos de control del experimento. Y muchas de plano ni se presentaban a la hora de la hora.


Y es que una cosa es decir que se tienen poderes paranormales y otra, muy diferente, es someterlos a una investigación científica rigurosa. No es lo mismo embaucar a incautos carentes de toda formación científica, que a investigadores serios que abren su mente (y su bolsa) en un intento honesto por averiguar la realidad de las pretensiones paranormales.


Algunos de los candidatos, después de haber iniciado ellos mismos el contacto, se retiraban indignados, afirmando que ellos no eran animales de circo para ser exhibidos. Éste es un recurso muy utilizado por quienes se niegan a someter sus presuntos poderes a pruebas serias: alegan una espiritualidad que les impide exhibirlos ante incrédulos, pretenden que sólo deben emplearse con fines altruistas o esgrimen otros argumentos de ese tipo.


Aquí en lo personal, si yo practicara, por ejemplo, meditación trascendental y, como se pretende en las fases avanzadas de esta técnica, pudiera levitar, pues francamente sí me hubiera presentado al concurso de marras. Por varias razones. La primera, para clavar la bandera de mi secta en las alturas de la ciencia. ¿Se imaginan ustedes que la meditación trascendental hubiera sido la única en poder demostrar en laboratorio sus pretensiones? ¡Qué golpe publicitario tan tremendo! Podemos imaginar las manadas de personas que acudirían a sus centros para aprender tan maravillosa técnica.


La segunda razón es que no veo razón alguna por la que haya que mantener en secreto la posibilidad de levitar, o hacerlo sólo ante otros igualmente iniciados en el yoga volador, como se llama la levitación dentro de la meditación trascendental. ¿Que no somos animales de circo, fenómenos de feria para andarnos exhibiendo? Pero, ¿qué no el mismo Jesús sintió la necesidad de obrar milagros ante la gente para demostrar la verdad de sus palabras? ¿Por qué los seguidores de Maharishi han de sentirse aun más puros que él y tener prurito en levitar frente a un escéptico para convencerlo de su error?


La tercera razón, como habrán adivinado, es el jugoso premio. ¿Que no hay que ser egoístas y no debemos utilizar nuestros poderes en provecho personal? Muy bien, pero, ¿cuantos centros de meditación no podrían establecerse con esos fondos? Incluso podrían darse cursos gratuitos, no como hacen actualmente que cobran un dineral por enseñarnos un mantra y decirnos que nos sentemos de 15 a 20 minutos, dos veces al día, a repetirlo sin cesar.


Claro, ésas son las razones para sí haberse presentado. ¿Qué razones pudieron haber tenido para no haberlo hecho? La única que se nos ocurre es que tanto los voladores de Maharishi, como todos los demás charlatanes que pretenden convencernos de tener el remedio infalible para todos nuestros males, saben perfectamente que sus pretensiones son falsas. En el mejor de los casos, como les ocurrió a decenas de personas que se presentaron a los experimentos (desde aquellos que momificaban limones por imposición de manos, hasta los que adivinaban el pensamiento o los números ganadores de la lotería, cerraban puertas y ventanas con el poder de la mente o se comunicaban con el más allá a través de la televisión), simplemente se trataba de personas bien intencionadas, que se habían engañado a sí mismas a raíz de nunca sabremos qué traumática experiencia. Esperemos que éstas se hayan dado cuenta de la inexistencia de sus poderes paranormales, de la futilidad de buscarlos y de la necesidad de poner los pies en la tierra.


El concurso, como dijimos, ya está cancelado. Sus organizadores se cansaron de mantener una estructura administrativa para responder a charlatanes e ingenuos que a última hora no se presentaban, o cuyos intentos por demostrar sus poderes resultaban invariablemente un fracaso. Quince años en busca de lo milagroso sólo sirvieron para convencerlos de su inexistencia. Sin embargo, aunque ya no dan el premio, el laboratorio de zetética* sigue abierto a quienes quieran someterse a sus pruebas. Si usted se anima, consulte sus páginas para presentar su solicitud.


 




*La zetética, como nos informan estos investigadores, es el método que se utiliza para penetrar la razón de las cosas. De hecho, precisan, es el rechazo de toda afirmación dogmática y ahora se le considera un enfoque científico rigurosos ante los llamados fenómenos paranormales.



No hay comentarios.: