Hace sesenta años, cuando las tropas soviéticas, en su avance hacia Berlín, llegaron al poblado polaco de Oswiecim, más conocido por su nombre alemán de Auschwitz, encontraron un horror del que Winston Churchill diría que constituía un "crimen sin nombre". No obstante, ya desde 1943, Raphaël Lemkin había acuñado el término preciso que posteriormente serviría para designar la política de exterminio del régimen nazi: genocidio, término que podríamos considerar el colectivo de homicidio, pero que para no meternos en detalles, simplemente entendemos como el asesinato de todo un pueblo.
Sin embargo, desde hace unos 25 o 30 años se ha venido empleando el término holocausto para designar específicamente el genocidio de judíos durante la segunda guerra mundial. (Quizá por influencia de la miniserie de ese nombre que se trasmitió por televisión en 1978.)
Aunque éste se ha convertido prácticamente en el término oficial y es aceptado por los historiadores, sobre todo los estadounidenses, las connotaciones bíblicas que contiene lo vuelven particularmente aberrante para el uso que se le quiere dar. En efecto, como derivado del griego, holocausto significa "quemar por completo" y se refiere a la quema de un animal como sacrificio a dios. Y es en esto donde radica la aberración, pues ni los nazis sacrificaron a los judíos (los mataron, pero no con el sentido ritual del sacrificio, que vuelve sagrado al objeto que se ofrece), ni los judíos se sacrificaron para expiar algún pecado.
De un tiempo para acá se oye también la palabra hebrea shoah, que significa "calamidad" o "destrucción". Pero en realidad no hay necesidad de buscar otro término, pues el de genocidio nazi refiere con precisión de lo que se trata: la destrucción de un pueblo y el responsable de ella.
Es escalofriante que los sucesos nos impongan la necesidad de buscar términos para designar horrores cada vez más innombrables. Después de que todo el mundo dijo "nunca más", al término de la segunda guerra mundial, y para la cual hubo que acuñar una palabra que abarcara todas sus atrocidades, a fines del siglo pasado hubo que inventar el concepto de depuración étnica para hablar de los acontecimientos que desgarraron a Yugoslavia. ¿Qué palabras tendremos que inventar en este siglo XXI, de destino tan incierto?
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