El conflicto del Medio Oriente es el ejemplo clásico de un conflicto de “suma cero”. Es decir, en términos matemáticos, lo que está en juego suma cero: la ganancia de uno es exactamente igual a la pérdida del otro. No hay componenda que valga, no hay mediación que sirva ni posibilidad de reparto. Es el todo o nada. La definición textual del ultrancismo entercado en no ceder un ápice.
El secuestro de un cabo del ejército israelí, hace dos semanas, ha exacerbado la situación y radicalizado las posturas. Los palestinos ven en él una moneda de intercambio; para su liberación exigen la de varios palestinos detenidos por Israel. Pero Israel lo ha tomado como oportunidad de incrementar sus presiones sobre la Autoridad Palestina, gobernada por el Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamas), grupo al que consideran terrorista. Estas presiones se miden en bombardeos y detenciones arbitrarias. Así, por ejemplo, la sede del ministerio palestino del Interior fue destruida por la aviación israelí. Y numerosos miembros del gobierno palestino, entre ellos dos ministros, se encuentran tras las rejas israelíes.
Por desgracia, hay que constatar que la disputa por el territorio de Palestina no tiene solución. En un enfrentamiento de este tipo, sólo la destrucción del rival determina la victoria. Los musulmanes extremistas sueñan con el exterminio de Israel, pero también los judíos, no menos extremistas y apoyados en su potencia militar, tratan de afirmar su derecho a existir como estado, al tiempo que se lo niegan a los palestinos. Y es que en la mentalidad ultrancista no cabe la posibilidad de diálogo, negociación ni, mucho menos, de convivencia pacífica.
Si en el caso de los Balcanes resultaba desalentador tener que remontarse seis siglos de historia para comprender las animosidades que enfrentaban a serbios, croatas y musulmanes, las diferencias entre árabes y judíos hunden sus raíces aún más lejos. Pero analizarlas a fin de encontrar soluciones a los problemas de hoy es hacerle el juego a quienes los azuzan y se niegan a negociar. En efecto, aceptar ese análisis es correr el riesgo de sumirnos en discusiones religiosas que, como bien sabemos, son tan inútiles como interminables. Cuando ambos bandos esgrimen supersticiones, patrañas, mitos y razonamientos primitivos para exigir sus pretendidos derechos, cualquier arreglo es imposible. Y lo seguirá siendo mientras sus razones se reduzcan a entercarse en que “mi Dios es mejor que el tuyo”.
1 comentario:
He estado leyendo el artículo y me parece muy interesante.
He estado pensando en el título del artículo y en lo que se comenta respecto al "conflicto suma cero" (me ha parecido muy bueno, pues no conocía esa forma de expresarlo, ese paralelismo) y me ha venido a la cabeza una idea / pregunta que quisiera plantearles.
¿Podría entenderse el problema de la inmigración como un conflicto suma cero?
¿El conflicto existente entre la población local y la población inmigrante (por ejemplo) puede entenderse también como conflicto suma zero? ¿Qué penáis?
Gracias por colgar el artículo.
nichi (lk866@hotmail.com)
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