Hace tiempo, alguien me comentó que una amiga era tan escrupulosa en materia ambiental, que incluso lavaba la basura antes de tirarla. Luego la aludida se encargó de matizar y explicar el dicho: en el pueblo donde vive, Tepoztlán, le cobran por recogerle cada bolsa, así que a fin de ahorrar, procura racionalizar al máximo su producción de basura. Y aseguró que sacaba apenas una bolsa a la semana. "Y una bolsa chica", precisó. "No creas que de esas tamaño jumbo."
Debo de confesar que me dio un poco de envidia. Sin poder decir porqué, yo producía casi una bolsa de basura al día. Y aunque nunca he tenido conciencia ecológica, sí me parecía, desde antes de oír el comentario de mi amiga, que no era normal que una casa de dos personas produjera tanta basura.
Pero, como digo, mi falta de conciencia ecológica me impidió ahondar más en el tema y, sobre todo, tomar alguna medida correctiva.
Desde hace varias semanas, Cuernavaca padece del problema de la basura: ésta se acumula en las calles lo que naturalmente ha agravado esta temporada de gripe y problemas respiratorios. Así, los habitantes de la sufrida capital morelense nos hemos visto obligados, volis nolis, a racionalizar nuestra producción de basura.
Ahora puedo decir con satisfacción que esta semana, cuando empecé con la famosa separación de basura orgánica e inorgánica, no ha sacado más que tras cuartas partes de una bolsa. La orgánica, por lo demás, la estoy juntando en una bolsa aparte, con la idea de hacer composta para el jardín (cosa de cuya efectividad no estoy muy seguro, pues tengo entendido que la composta no sólo está formada por restos de comida y posos de café), y no llevo ni la cuarta parte de una bolsa pequeña.
Me volvió a la mente el comentario de que mi amiga lavaba la basura cuando ayer me descubrí lavando un cartón de leche, antes de aplanarlo cuidadosamente, para evitar que la leche descompuesta fuera a invadir mi bolsa de basura inorgánica.
No se vislumbra la solución al problema de la basura en Cuernavaca. Al menos desde mi molino, la situación parece tan paralizada como cuando empezó y las declaraciones escuchadas no permiten cobijar esperanzas. Quizá sea una característica distintiva de estos gobiernos panistas. Supongo que nadie ha olvidado los quince minutos en que Fox resolvería el problema de Chiapas. Ahora dice que la crisis de Oaxaca se resolverá "antes de que termine el sexenio". Espero que se refiera al suyo y no al del espurio Fecal, que llegará a la silla aun más atado de manos que Chente.
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