26 octubre, 2006

La tentación del pagüerpoin

Llegará un momento en el que la historia pueda determinar con precisión los estragos causados en la sociedad por las presentaciones de PowerPoint mandadas en cadena por correo electrónico. El fenómeno, como sabemos, es demasiado reciente para tener la perspectiva necesaria, pero sí podemos aventurar algunas hipótesis.

Por ejemplo, se calcula que un 12.9% del voto en favor de Calderón se logró a base de las intimidaciones lanzadas masivamente en forma de presentaciones de PowerPoint. Desde las más infantiles, como las que comparaban a López Obrador con el nefasto Hugo Chávez de Venezuela, hasta las más elaboradas, en las que atacaban punto por punto su plataforma y, en base a cifras inventadas o proporcionadas por el PAN, "demostraban" su inviabilidad.

Más o menos el 35% de todas las presentaciones que circulan por Internet son de tema "edificante": imágenes de la naturaleza, de gatitos o cachorritos, engalanadas con mensajes de aliento, ya sean tomados de libros de autoayuda o de Pablo Coelho, ya sean abiertamente de propaganda religiosa. Así nos inundan con mensajes acerca del amor de Dios y de Jesucristo hacia la humanidad, aunque al final esas palabras alentadoras queden más bien desmentidas por la amenaza de que, si no lo reenviamos a todos nuestros conocidos, se nos va a aparecer el mismísimo Chamuco en cualquiera de sus manifestaciones.

Otro importante porcentaje de las presentaciones, si bien su número exacto aún es materia de debate entre los especialistas, es parte de campañas en contra de algo (rara vez son a favor). De un tiempo acá, el dinamismo de la economía china, por ejemplo, la ha vuelto blanco del odio de estos creadores, que con diversas razones y argumentos, nos conminan a no consumir productos fabricados por los "pinches chinos". En esta misma línea se encuentran aquellas campañas en contra de los productos enlatados, los productos frescos, los productos nacionales o los importados: prácticamente cualquiera puede ser objeto de una campaña de desprestigio a cargo de estos anónimos paladines de los derechos del consumidor, muy probablemente a sueldo de la competencia del producto vilipendiado.

Otra importante categoría son los mensajes destinados a despertar y atizar los miedos. Éstos siempre vienen en forma de advertencia: nos relatan la calamitosa experiencia de un "conocido" (aunque el mensaje venga reenviado 48 veces, el sujeto del mismo siempre es un conocido de los remitentes) y nos instan a tomar medidas de seguridad: no hablar con desconocidos, no correr con tijeras, no jugar con armas de fuego, no detenernos a ayudar a nadie en la calle y, sobre todo, respetar el lazo sacrosanto del matrimonio no ligando en bares y cantinas, so pena de perder un riñón en el mejor de los casos.

Una característica que comparten todas estas presentaciones es su enorme peso. Para narrarnos la historia del fulano que se sacó lo lotería gracias a que reenvió el mensaje a las 727 direcciones de su libreta, los creadores de estos engendros no se conforman con nada que pese menos de un mega. Si bien en estos tiempos de expansión de la banda ancha recibir estos mamotretos no tiene mayor complicación, no por ello hay que dejar de pensar en quienes siguen atados a la conexión telefónica, para quienes descargar un mensaje de esta envergadura supone hasta media hora de espera.

En fin, yo por eso soy feliz con mi versión básica de Office: sólo trae Outlook (que no uso), Excel (que no necesito) y Word (que uso por necesidad). Así me evito caer en la tentación de abrir esos engendros pues no tengo PowerPoint. Toda presentación que me llega va directito al bote de basura, medida que, por salud mental, recomiendo fervorosamente al lector.

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