27 enero, 2004

La república de las letras en quiebra


No sé si en otros mundos literarios exista un fenómeno como el de Juan Rulfo en México. Autor sólo de una colección de cuentos y una novela corta, el señor pasó la segunda mitad de su vida sin escribir nada más, consagrado ya como faro de las letras mexicanas, asistiendo a cuanta presentación e inauguración se organizara, opinando sobre todo género de temas, desde política hasta, claro, literatura, recibiendo todo tipo de homenajes y sahumerios. Murió en olor de santidad literaria y pasó directamente a ocupar uno de los tronos más altos del Olimpo, sentado a la diestra de Octavio Paz, juzgando la obra de los vivos mediante el premio literario que lleva su nombre y que se entrega en la feria del libro de Guadalajara.


No critico su obra. Por el contrario, sus cuentos me parecen geniales y su novela muy profunda. Pero ya puesto a criticar, quiero señalar el aparato creado en su torno, el culto que recibe por parte de turiferarios que creen elevarse al elevar a su objeto de adoración y, por supuesto, la nefasta actitud oficial de crear premios y otorgar becas siguiendo los criterios de los caciques de la cultura.


¿Para qué se ensalza al autor y se quiere castigar la lectura de su obra cargándole impuestos? ¿Con qué cara nos viene el gobierno a decir que leamos más, si los pocos parroquianos de las librerías hemos salido asustados por los precios inalcanzables de los libros? ¿A qué organizar talleres de promoción de la lectura si no se abarata su materia prima, es decir, el libro?


Siempre hemos escuchado la queja de que "el mexicano no lee". Mentira. Basta pasear por el metro para darnos cuenta de la cantidad de personas que aprovechan los recorridos para leer. El hecho de que lean El libro vaquero sólo significa que ésa es la única lectura accesible. ¿Quién va a gastar más de 150 pesos por un libraco, si por diez puede comprarse La novela semanal que, como quiera, también satisface la necesidad de lectura?


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